domingo, 27 de julio de 2008

Cambió todo y no cambió nada


Los ánimos se apaciguaron. Luego del rechazo en la Cámara de Senadores de la resolución 125 sobre las retenciones móviles a la exportación de granos y la vuelta atrás al 10 de marzo, las cosas parecen estar más tranquilas. Por lo menos en la percepción de la gente, en la calle, parecería ser que las cosas están volviendo, poco a poco, a su cauce normal. ¿Qué fue lo que cambió?.
El gobierno, si bien acusó el impacto –permítaseme el término boxístico-, no quiso dar muestras de sentimiento de derrota alguno, pero no pudo disimular el tremendo fastidio que le ocasionó el revés propinado en el Congreso.
La Presidenta tuvo su primera aparición pública -luego del rechazo de la 125- en la provincia de Chaco, en la inauguración del aeropuerto internacional y se dirigió elípticamente a quienes habían votado contra la resolución. Habló de defección, (término innovador en el discurso kirchnerista que significa: abandono desleal de una causa) y de que “algunos tardan más en entender las cosas y hay que darles tiempo”. Era demasiado pronto y a Cristina Fernández se la veía con una sonrisa impostada tratando de demostrar que los hechos ocurridos no harían mella en su ánimo y mucho menos en su gobierno.
El encargado de dar a conocer la “limitación” de la resolución 125 fue el todavía jefe de ministros, Alberto Fernández, quién salió por ultima vez a ser la cara visible del gobierno frente a la prensa.
En los considerandos de la medida quedó demostrado que a pesar de que las cosas aparentemente habían cambiado, en realidad no había cambiado nada. El tono usado en dichos considerandos dejó en claro que había marcha atrás pero el discurso del gobierno seguía siendo el mismo, siempre confrontativo.
La purga en el gobierno
La tormenta desatada en el conflicto con el sector agropecuario dejó varios árboles caídos. El primero fue Javier de Urquiza, Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, que tuvo muy poca participación en los cuatro meses que duró la confrontación con los ruralistas y era un hecho consumado su salida del gobierno desde antes que fuera rechazada la resolución 125 en el Senado de la Nación.
Javier de Urquiza fue reemplazado por el titular del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Carlos Alberto Cheppi. Este marplatense de 53 años, ingeniero agrónomo, fue colaborador de Julio De Vido y es hombre de confianza de los Kirchner. Cheppi fue el encargado de diseñar la plataforma agropecuaria que presentó el Frente para la Victoria en su campaña electoral con la candidatura de Néstor Kirchner en el 2003.
El flamante Secretario tiene la intención de reunirse en los próximos días con las entidades ruralistas pero –muy llamativamente- por separado. Cheppi sostiene que no son las mismas problemáticas las que tienen cada una de las entidades. Es más que evidente que la estrategia de Cheppi y del gobierno es tratar de separar a las distintas organizaciones que representan al campo para hacerles perder fuerza en los reclamos que puedan venir en los días sucesivos.
Otro de los funcionarios muy cuestionado es el polémico Guillermo Moreno que tiene los días contados y su salida del gobierno se haría una vez que los vientos de la tormenta amainen. Es que Moreno es un hombre cien por cien K y Néstor no quiere su renuncia inmediata porque sería aceptar la derrota en el conflicto ruralista.
La renuncia de Alberto
El segundo en irse, pero de una forma más elegante, fue Alberto Fernández. Luego de varios encontronazos con el ex presidente, el Jefe de Gabinete consideró que ya era tiempo de oxigenarse. Según los dichos del propio Fernández, su pensamiento ya no es coincidente con el del gobierno, dejando entrever sus diferencias con Néstor Kirchner. “Lógicamente uno se va cuando las cosas no están bien” declaró Fernández para dejar al descubierto los problemas en el seno del gobierno.
La renuncia de Alberto Fernández es la consecuencia lógica de un desgaste ante los medios y ante la opinión pública. Pero es además, la demostración clara de que ya no todos están tan de acuerdo con el accionar del ex presidente, ni están dispuestos a seguir incondicionalmente al líder del PJ con el consiguiente costo político que eso ocasionaría.
Durante el conflicto con el sector agropecuario, los dirigentes de las entidades rurales elogiaron en más de una oportunidad a Fernández y destacaron la voluntad de diálogo que tenía el Jefe de Gabinete, aunque esa voluntad no alcanzaba para solucionar el problema de las retenciones móviles.
Alberto Fernández era partidario de terminar cuanto antes el conflicto agropecuario y no estaba de acuerdo con Néstor Kirchner en la forma en que llevaba adelante la puja de poder con el campo. El revés propinado al gobierno en la Cámara de Senadores, sumado al desgaste en su imagen pública y las divergencias con Néstor Kirchner precipitó su decisión de alejarse del gobierno.
Si bien la designación de Sergio Massa como Jefe de Gabinete es vista con buenos ojos ya que el intendente de Tigre posee una buena imagen pública y es considerado un hombre de gestión más que un político, cabe preguntarse si tendrá la suficiente independencia y autoridad como para imponer sus ideas o será un instrumento más de los caprichos de Néstor Kirchner.
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Conforme los días pasan, parecería ser que para los que consideraban que el voto negativo del vicepresidente Julio Cobos en el Senado había sido una traición, en definitiva fue un enorme favor que le hizo el mendocino al Poder Ejecutivo para salir de una situación que, de permanecer en el tiempo, hubiera traído una crisis política mucho mayor.
La sensación de la gente es que las cosas van estabilizándose, pero existen problemas de fondo que no están solucionados. En definitiva cambió todo y no cambió nada.
Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Publicado en Gualeguay al día el 27/07/08

domingo, 20 de julio de 2008

Crisis y oportunidad


Los chinos tienen una forma particular de simbolizar la palabra crisis. Lo hacen con dos símbolos; uno significa peligro y el otro oportunidad. Muy sabiamente, una cultura milenaria como la china, nos enseña que toda crisis implica un peligro pero también subyace una oportunidad. Y toda crisis es una oportunidad al cambio.
La crisis política que trajo el conflicto del gobierno con el sector agropecuario desembocó en algo mucho más serio de lo que muchos pensaban o evaluaban.
Indudablemente el gobierno subestimó desde el principio la protesta ruralista y no supo leer correctamente las señales que la ciudadanía iba dando, conforme pasaban los días. El matrimonio Kirchner jamás pensó que el enfrentamiento con un sector de la sociedad tomaría el volumen que en definitiva alcanzó.
A pesar de las protestas en las rutas, los cacerolazos de la gente -en su mayoría de clase media- y de las advertencias de muchos intendentes del interior que sufrían la paralización de la economía, el gobierno y más precisamente el ex presidente Néstor Kirchner, pensó que el poder edificado durante su gobierno no tendría límites.
La seguridad que le imponía el saberse poderoso le quitó la racionalidad necesaria para darse cuenta que la crisis excedía holgadamente el sector del campo y que el reclamo de la gente era un cambio en el estilo de conducción, cosa que nunca ocurrió.
La irracionalidad que demostró durante estos cuatro meses llegó al límite y ese límite se lo impusieron la sociedad y las instituciones democráticas. En tan solo una semana -ésta que pasó- todo el poder construido en estos años se derrumbó.
La movilización en el Monumento a los Españoles -donde se juntaron sectores tan disímiles como las entidades ruralistas, agrupaciones de izquierda, la nueva CGT Azul y Blanca, agrupaciones sociales y ciudadanos comunes- y la Cámara de Senadores donde se rechazó la Resolución 125, construyeron el límite a la irracionalidad y a un estilo de gobierno que el común de la gente rechaza.
Cobos: héroe o traidor
Patriota o Judas; héroe o traidor según quién lo juzgue. Así lo han calificado a Julio César Cleto Cobos desde que la madrugada del jueves, tras una maratónica jornada en la Cámara de Senadores, el Vicepresidente de la Nación, visiblemente nervioso y apesadumbrado dijo: “La historia me juzgará. No sé cómo. Y me perdone si me equivoco. Voto... mi voto no es positivo, mi voto es en contra”.
La sesión histórica en el Congreso de la Nación, que suscitó la atención de los argentinos, fue una vuelta al funcionamiento de las instituciones democráticas que tiene toda república.
Cobos debió soportar durante muchas horas la presión que le imponía su responsabilidad como Vicepresidente y la posibilidad de que fuera él quién tuviera que desempatar en caso de que la votación –tal como ocurrió- fuera pareja.
A medida que el tiempo transcurría y se fue aclarando el panorama en cuanto a la cantidad de votos que obtendría el oficialismo y la posibilidad de un empate, los “aprietes” a Cobos fueron aumentando. Cuando Kirchner se enteró de que existía la posibilidad de que el Vicepresidente votara en contra a pesar de las presiones recibidas, intentó por todos los medios impedir que estuviera presente en el momento de la votación.
El Vicepresidente ingresó a la madrugada a la Cámara de Senadores luego de una reunión privada con José Pampuro –vicepresidente provisional del Senado- quién intentó convencer a Cobos para que estuviera ausente al momento de la votación, cosa que finalmente no ocurrió. A las 4.25 de la mañana, luego de intentar en vano pasar a un cuarto intermedio para buscar un consenso entre los senadores, Julio Cobos dijo no a la Resolución 125.
En la lógica kirchnerista Julio César Cobos es un traidor, un Judas. Para los ruralistas y para la gente que apoyó el reclamo del campo, Cobos ha puesto la cuota de coherencia, mesura y racionalidad que nunca tuvo el gobierno durante cuatro meses cuando justificó su voto diciendo: “No creo que sirva una ley que no trae solución a este conflicto”.
La oportunidad de Cristina
La Presidenta de la Nación, Cristina Fernández dejó finalmente sin efecto, el viernes por la tarde, la Resolución 125 y retrotrajo la situación al pasado 10 de marzo. En principio, el conflicto con el sector agropecuario estaría solucionado, aunque las entidades ruralistas reclaman un plan agropecuario amplio que contemple la problemática de la agricultura, la ganadería, la lechería y las economías regionales.
El país atraviesa hoy una crisis política que ha tenido duras implicancias en la economía doméstica. La desconfianza en el gobierno, la fuga de capitales, la inflación, los problemas laborales y salariales son algunas de las consecuencias que ha tenido este largo conflicto.
Pero esta crisis puede transformarse en una gran oportunidad para la Presidenta Cristina Fernández. La oportunidad de comenzar a gobernar por “motu proprio”, sin que la sombra del ex presidente Kirchner entorpezca su accionar.
La gente quiere un cambio en el estilo de gobernar. La gente quiere que gobierne Cristina Fernández y no Néstor Kirchner, y que el ex presidente deje de tener influencia directa en las decisiones del gobierno.
Cristina Fernández tiene la gran oportunidad para demostrar que es capaz de llevar adelante un proyecto propio, de ponerse al frente del país, y de tener la personalidad suficiente para ser la Presidenta de todos los argentinos.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 20/07/08

domingo, 13 de julio de 2008

Pelota de medias

Cuando promediando la década del '70 mi familia se mudó del pueblo a una chacra, comenzó toda una visión diferente de lo que, para mí, era el mundo.
Estar en contacto permanente con la naturaleza y conocer de cerca animales que en el pueblo no había, hacía que la mente de un chico de ocho años cambiara.
Los camatíes de avispas, las iguanas, las culebras y los cuises pasaban a ser bichos muy comunes en las chacras, cosa que no ocurría en el pueblo. Pero junto a esto había otra cosa que también era nueva para mí, la pobreza. Hablo de la pobreza de los que no necesitan mayores cosas para vivir y que son felices a su manera.
Los nuevos amigos que tuve en esa infancia, chicos pobres, de padres chacareros que se pasaban todo el día trabajando la tierra, hizo que conociera lo que era la alegría de las cosas simples. Estos chicos, que ayudaban en los muchos trabajos que hay en una chacra, hacían un esfuerzo para llegar hasta la escuela, algunos caminando varios kilómetros para después volver a trabajar en sus casas.
En esta escuela, donde mi madre era maestra, convivíamos durante ocho horas. A la mañana teníamos clase normalmente y después de comer al mediodía, venían las actividades especiales como carpintería, huerta, o fabricar escobas con una máquina que el gobierno militar de entonces nos había donado para un proyecto especial de escuelas de doble jornada. Pero en realidad lo que nos interesaba era jugar a la pelota.
En aquella época y en esas circunstancias, jugar al fútbol con una pelota más o menos digna, era poco menos que imposible.
Algunos gürises eran expertos armadores de pelotas de medias. Se agarraba una media vieja y se la llenaba de trapos y bollos de papel, comenzando poco a poco a darle una forma redondeada. Había que apretujarlos bien, para que cuando la pelota estuviera hecha, al menos picara a unos quince centímetros del suelo.
Una vez prensados los trapos, se ajustaba la media de manera que se formara una pelota de unos diez o doce centímetros de diámetro, se anudaba y se volvía a envolver con el sobrante al revés. Hecho esto, se metía en otra media, y se procedía de la misma forma. Cuando la pelota estaba lista, era una bola de trapo de aproximadamente quince centímetros de diámetro que picaba a no más de dos cuartas de la tierra.
Antes de empezar a jugar, se debía hacer la elección de los jugadores para armar los dos equipos. Este trámite llevaba su tiempo. Se decidía quienes iban a ser los que armaran los equipos. Tenían que ser dos que jugaran al fútbol parejo, es decir, dos que jugaran muy bien, o dos más o menos, porque la cosa tenía que ser pareja. Luego tenían que "pisarse". Se ponían a una distancia de dos metros más o menos y comenzaban a mover hacia delante un pie por vez cada uno, hasta que la punta del pie de uno de los chicos tocara el pie del otro. El que lograba esto primero ganaba y por lo tanto elegía el primer jugador.
Mientras todo esto ocurría, nosotros -que veníamos a ser la oferta de jugadores- aprovechábamos para patear y calentar los músculos antes de ser elegidos.
La pobreza con la que convivíamos hacía que algunos de los gürises que iban a la escuela de alpargatas o con las pampero, se las sacaran y jugaran descalzos o en medias.
Jugar al fútbol con la pelota de medias tenía sus secretos. Los pases no podían ser demasiado largos, y levantar un centro o tirar un corner llevaba su práctica ya que había que "calzar" la pelota desde bien abajo con la punta del pie para lograr que alguien pudiera cabecear.
El problema principal radicaba en si la pelota se mojaba cuando caía adentro de un charco. Tratábamos de rescatarla inmediatamente, pero si no era así, el hecho de que fuera de trapo o de medias, hacía que absorbiera mucha agua, por lo que había que azotarla contra el suelo y pisarla para tratar de secarla. Si esto resultaba exitoso, continuábamos jugando con ella, pero cada vez que la pateábamos, la pelota salpicaba a quien la pateaba y a los que estaban cerca. Recuerdo las paredes de mi escuela marcadas por los pelotazos cuando la pelota estaba mojada.
Jugábamos en los recreos, en el patio de tierra, al costado del gran cuadrado de baldosas rojas, que en los bailes que organizaba la comisión cooperadora hacía las veces de pista de baile, donde las parejas apuraban los pasodobles y los chamamés que tocaba la orquesta desde el escenario de piso de cemento, levantado a cincuenta centímetros de la tierra, con techo de chapa, para que los músicos no se mojaran en caso de que en medio del bailongo se largara un chaparrón.
Nosotros armábamos el campo de juego a lo ancho del patio, de unos treinta metros, con el escenario incluido que quedaba justo en el medio de la cancha. Esto hacía que tuviéramos que esquivarlo para seguir jugando, pero cuando la pelota se iba arriba del escenario el juego continuaba igual, entonces alguno saltaba y desde allí aprovechaba para sacar un centro al medio del área rival.
Cuando llovía y había mucho barro, jugábamos en el patio de baldosas. El hecho era que siempre estábamos jugando a la pelota, incansables, insaciables, nunca conformes con la cantidad de horas que jugábamos.
Cuando tocaba la campana y volvíamos a clase, el resultado del partido quedaba pendiente. Entonces entrábamos al aula tratando de recuperar el aire y preparándonos para el recreo siguiente. En tanto ella -la pelota de medias- quedaba celosamente guardada bajo el pupitre de algún antiguo banco de madera; esperando, tal vez sabiéndose protagonista, la hora de salir nuevamente a la cancha.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 13/07/08

jueves, 10 de julio de 2008

De recuerdos y olores

Por Arnoldo Cosso
Buscando en mi mente partes de un pasado inmediato, reconstruí casi sin darme cuenta una muy importante de mi pasado lejano. Instintivamente la selección de las mejores partes ocuparon mis pensamientos. Qué increíble ¿no? Hasta dónde es capaz de llevarnos la mente, a qué rincones alejados, a qué fragmentos de tiempo y espacio. Charlas que hubiésemos querido borrar, historias de triunfos, situaciones vergonzantes, emociones olvidadas y nunca compartidas. Todos esos recuerdos están en nuestras mentes, vaya a saber de que forma, archivados, seleccionados por el azar de nuestro laberinto.
Cuando busco en los recuerdos, siempre pasa darme cuenta que los recuerdos cotidianos son infinitamente menos en cantidad. Es como si los arrastráramos al olvido. Y ahí van las sonrisas, las miradas, los gestos y por qué no, los olores. Ya sé, pensarás qué loco recordar olores. Es raro y se supone que no es fácil. Pero cómo no tener presente treinta años después, el olor de las medias lunas saladas de aquella panadería en calle San Antonio, a las cinco y media de la mañana cuando volvíamos de bailar, o simplemente de trasnochar. ¡La pucha! lo tengo acá en este momento. Y no puedo evitar cerrar los ojos, y es un disparador de otros tantos más. Ahí viene el olor al pasto regado de la plaza San Martín, y ahora viene el de la tierra mojada, cuando pasaba la regadora municipal. El de Puerto Ruiz, cuando iba a pescar con mi padre, el de la arena mezclada con barro en Paso Coronel, el del vestuario de básquet de BH fumando a escondidas del profe. El del fútbol de Gualeguay Central, cuando traían el cajón con un par de docenas de botines puestos una y cien veces por vaya a saber cuantos antes. El olor a la humedad del túnel que nos llevaba a la cancha y que solamente los buenos que llegábamos a primera podíamos transitar. El olor de la carpintería de la vuelta de mi casa, al horno de ladrillos de mi abuelo en el campo, al de la parrilla del comedor de la calle ancha. Al domingo en el hipódromo. A la fritura de las empanadas preparadas para vender y así juntar plata para el viaje de quinto.
Al de esa casa vieja pintada de rosa, donde cada vez que iba era como dar un paso más en la carrera de macho. Y aquí me detengo. Merece un párrafo aparte. ¿Cómo explicarlo? Ya desde la vereda se lo percibía de memoria. Pero cuando abríamos esa pesada y gloriosa puerta que separaba al mundo bueno de lo impúdico, una mezcla rancia flotando en el aire se abalanzaba hacia mi cuerpo, queriendo ganar la calle como buscando liberarse del encierro. Ahí estaban los vasos de vino, cerveza, ginebra, todos con sus olores superpuestos, con los perfumes de vaya saber qué marca olvida en el tiempo, puestos para la gran ocasión. El olor de los pisos que causarían el espanto de cualquier bromatólogo de la nueva generación. El de ese cuarto descascarado, con el techo de altura eterna y un cielorraso de tela pintada de blanco, con una sola cama de mil batallas de sexo olvidados, con olor a sabanas sudadas y gastadas. El olor a cuero de las billeteras abiertas para pagar tanta generosidad carnal y allí, como broche de oro, mi propio olor, enmarcado como en un retrato junto con otros recuerdos prestados por mi memoria.
Estoy seguro que cuando deje de escribir estas líneas irán nuevamente a ocupar el lugar donde estaban archivados en mi mente. Hoy solamente abrí un poquito una ventana y fueron saliendo, primero como quien pide permiso, después, desbocados en malón. Tengo que admitir que me dio nostalgia mi vida vieja, de olores irreconciliables con mi vida nueva, pero tengo una gran ventaja, el saber que están ahí y algún día los puedo volver a invocar, tal vez, como parte de otra historia, hasta siempre.

sábado, 5 de julio de 2008

¿El principio del fin?


Es digno de un guión cinematográfico. Agentes de inteligencia del ejército que se infiltran en las fuerzas de la guerrilla con el objetivo de liberar –después de seis años- al rehén más emblemático: la que fuera candidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt. Tal vez no sea descabellado pensar que algún productor importante de Hollywood ya estará pensando que esta historia puede ser su próxima película.
La liberación de la colombo-francesa Ingrid Betancourt ha sido el golpe más duro que han sufrido las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en los últimos tiempos.
En la denominada “Operación Jaque” que llevó más de un año, agentes de inteligencia del Ejército Nacional Colombiano, con apoyo de la inteligencia norteamericana, lograron infiltrarse en las FARC, ganarse la confianza de sus principales miembros hasta el punto de llegar muy cerca del secretariado de la guerrilla e incluso dentro de las cuadrillas que se encargaban de cuidar a los secuestrados.
Los infiltrados crearon un operativo ficticio que consistía en llevar los prisioneros en helicóptero hacia el sur de Colombia para ponerlos bajo la custodia del nuevo líder de las FARC, Alfonso Cano.
El engaño surtió efecto y los rehenes, entre los que se encontraba Betancourt, fueron liberados. “Llegó el helicóptero y salieron unos personajes absolutamente surrealistas, con unos trajes extraños” contó Ingrid Betancourt luego de su liberación. “Me pregunté: quiénes son, qué comitiva es esta, miré más de cerca y vi que tenían camisetas del Che Guevara y pensé: estos son de las FARC”. Así describió Ingrid los momentos previos a subir al helicóptero, sin saber que estaba al borde de llegar a la libertad que durante seis años y cuatro meses había ansiado tanto.
El 23 de febrero de 2002, cuando se dirigía a San Vicente del Caguán, la entonces candidata a la presidencia de Colombia por el Partido Oxígeno Verde fue secuestrada por las FARC junto a su compañera de fórmula Clara Rojas.
Desde ese momento el caso tuvo notoriedad internacional, entre otras cosas, porque Betancourt tiene ciudadanía francesa además de la colombiana.
El actual presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, reclamó públicamente, en reiteradas oportunidades la liberación de Ingrid, cosa que no ocurrió hasta el miércoles pasado.

Un golpe duro a las FARC
Desde su iniciación en 1964, las FARC han sostenido la lucha armada en Colombia durante 44 años.
En la década del ’60 comenzaron los movimientos revolucionarios en varios países latinoamericanos, en los que la Argentina no estuvo ajena.
El 7 de octubre de 1967 muere en Bolivia, Ernesto Guevara de la Serna -el Che- figura emblemática de las luchas armadas que nacieron a partir de la revolución cubana.
Quizá la imagen del Che en las remeras de los militares que participaron en el operativo para liberar a Ingrid Betancourt, sirvió para que los miembros de las FARC encargados de custodiar a los prisioneros no sospecharan que todo se trataba en realidad de un gran engaño.
Durante este año, las FARC han sufrido golpe tras golpe y tal vez su posición sea la más endeble de su historia como organización armada.
En enero liberaron a Clara Rojas y Consuelo González en un operativo que tuvo como protagonista al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, haciendo las veces de interlocutor para lograr la libertad de Rojas y González. Según la información oficial, la liberación fue a cambio de nada. ¿A cambio de nada? Cuesta creerlo, pero eso fue lo que se dijo oficialmente.
El 1 de marzo el Ejército de Colombia atacó a las FARC en territorio ecuatoriano, en un episodio que trajo serios problemas diplomáticos entre Ecuador y Colombia. En el ataque murió el segundo jefe de la organización, Raúl Reyes.
Reyes cumplía la función de negociador en el caso de canje de prisioneros y además era quién sostenía la idea de que la organización dejaría la lucha armada si llegaba al poder la socialdemocracia.
Unos días después de la muerte de Reyes, un guerrillero desertó de las FARC tras matar a su jefe, el comandante Iván Ríos que era integrante del secretariado.
El 24 de mayo último se conoció la noticia de la muerte del principal líder, Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda, conocido también como “Tirofijo”.
Marulanda fue uno de los fundadores del movimiento, tenía 78 años y murió por causas naturales. La muerte de Tirofijo la dio a conocer el gobierno colombiano, demostrando así que manejaba información secreta sobre las FARC.
La liberación de los quince rehenes -entre los que se encontraba Ingrid Betancourt y tres ciudadanos estadounidenses- tiene un significado relevante para Alvaro Uribe. La libertad de Betancourt es un espaldarazo para su gobierno que sostiene un conflicto con la Corte Suprema colombiana, y le da un crédito adicional en su intención de ser reelecto como presidente.
El agradecimiento público hacia Uribe por parte de Betancourt una figura que ha logrado notoriedad internacional es, sin dudas, altamente prestigioso para el primer mandatario colombiano, quién ve con buenos ojos contar con el apoyo de Betancourt para sus aspiraciones de seguir en el poder.

Lo que cabe preguntarse es cómo será el futuro de la democracia en Colombia y qué pasará con las FARC después de los golpes que han sufrido en este año.
Tal vez sea el comienzo del fin de una organización armada, en tiempos donde el romanticismo de las guerrillas revolucionarias sesentistas ya no tiene cabida en el mundo de hoy.
El idealismo revolucionario del Che se dio en un contexto histórico internacional que poco tiene que ver con los tiempos que nos tocan vivir.
Para Colombia quizá sea el comienzo de una pacificación nacional, dentro de una realidad conflictiva como la latinoamericana, que aún lucha por definir su futuro como región en un contexto internacional cada vez más difícil.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 06/07/08