
David o “Dovi” -su sobrenombre- vive hace 17 años en Galicia, España. “Me vine a España en 1990 con mi primera esposa que es argentina con nacionalidad española. Nos casamos en Buenos Aires vía consulado para obtener así la doble nacionalidad. Recuerdo que llegamos el último día de 1990, puse la radio y escuchaba la radio gallega, no entendía el idioma. Era plena guerra de Irak, estaba leyendo Sobre héroes y tumbas de Sábato. No paró de llover en tres meses y estaba escribiendo cartas con la ropa mojada. Llegamos a Villagarcía de Arousa y los primeros meses estuvimos en lo de mis suegros de esa época, luego alquilamos una casa muy linda sobre el mar. Ahí empecé a dar clases de pintura. Después alquilamos en dos casas más y finalmente compramos esta, donde vivo ahora y tengo mi taller cerámico”.
Dovi me cuenta, desde España, como está conformada su familia. “Con mi primera esposa tuve dos hijos, Martín de 15 años y Tania de 12. Nos separamos y en 2003 me volví a casar con una española, tenemos una hija, Xiana ( Juliana en gallego) de casi 3 años. Todos nos llevamos muy bien y estamos juntos todos los días”.
- ¿Es duro el desarraigo, cómo lo vivís?
- Yo viví el desarraigo en Buenos Aires el primer año y lo viví aquí de nuevo. Fue duro en Buenos Aires porque implicaba el corte del cordón umbilical. Llegás a Buenos Aires y no sos nada, bueno... imaginate en España. Al haberlo superado en Buenos Aires me sentí fuerte para irme a cualquier sitio. Hay que decir que siempre ha sido en condiciones buenas, por elección y no por necesidad, pero aún así la “morriña” no te la saca nadie. Morriña en gallego significa extrañar, especialmente la tierra de uno, acordate que esta es tierra de emigrantes.
- ¿Cómo es Villagarcía de Arousa?
- Es una ciudad de alrededor de 45 mil habitantes que está en Pontevedra, Galicia. Es muy linda, bien cuidada y sin los vicios de las grandes ciudades, aunque con todos sus servicios. Es una ciudad de mar -pertenece a la Ría de Arousa- pero con montañas y montes, el paisaje es realmente muy lindo.
- ¿A qué te dedicás?
- Tengo un taller de cerámica decorativa llamado “Greda Cerámica” donde hacemos murales cerámicos para edificios, fabricamos azulejos antiguos descatalogados, plasmamos fotografías sobre cerámica.
- En España se usa mucho la cerámica decorativa, viene heredado de la cultura de los Moros ¿no?
- Exactamente. Aquí se usa mucho la cerámica, especialmente en el sur donde los Moros la usaban para toda construcción que se precie. De hecho, la mayoría de los patios andaluces están azulejados. De todas formas, aquí en Galicia, no es tan masivo el uso como allí. Nosotros de todas formas hacemos unos trabajos muy específicos, de hecho esta gente de Sevilla son quienes nos encargan trabajos que ellos no pueden hacer, como la fotocerámica.
- ¿Hay diferencias grandes entre vivir en España y vivir en Argentina?
- Es muy diferente. Tenés que acostumbrarte y eso no ocurre rápidamente. Hay gente que no se acostumbra. Ayuda mucho tener cierta estabilidad básica. En mi caso, me ha ayudado mucho cuando me estaba estableciendo. La pasé un poco mal al principio en el sentido de salir a vender lo que hacía y nadie sabía ni de lo que le estaba hablando, o sea, pintar azulejos para decorar cocinas y baños. Como no tenía coche tenía que atravesar un monte caminando dos kilómetros de ida y vuelta todos los días cargado de azulejos para meter en el horno... todo para ganar dos mangos. Si lo pensás no lo hacés, pero una cosa trae la otra y te vas quedando con lo mejor.
- Tus padres están en Gualeguay. ¿Cuánto hace que no venís?
- Fui en 2002 y en 2004, mis hermanos están en Buenos Aires y mis padres en Gualeguay, estamos mucho en contacto con ellos.
- ¿Cómo ves Gualeguay a la distancia?
- Con muchísimo orgullo. Cuando me preguntan aquí de que parte soy, me tomo mi tiempo para explicarlo bien. A la gente le gusta lo sonoro del nombre Gualeguay. Supongo que en parte porque aquí en España algo “guay” es algo divertido y buena onda, así que suena bien.
- ¿Qué recordás de aquellos años de la adolescencia?
- Mi adolescencia me ha dejado muy marcado, aun siento ese sabor de la soledad, propio de los adolescentes, pero la sensación de andar en bici por ahí, solo, con un librito de Hermann Hesse, yendo hacia el parque Quintana. Recuerdo muchos amigos de la adolescencia, muchos de Buenos Aires, o de otros lados. Durante muchos años nos reuníamos en “el campito” que era una casita que teníamos con tres hectáreas, muy linda, que solía hacer las veces de antro cultural y de ocio. Creo que allí pasé los mejores momentos de mi vida.
- ¿Seguís teniendo contacto con gente de Gualeguay?
- Cada vez más. Me encanta contactarme con amigos de la infancia y recordar, reírnos de las cosas que hacíamos. Hablo mucho con Alfredito Urteaga, el negro Rubén Reynoso, Cachito López, Daniel Azorín, gente de Gualeguay que está en otros sitios, con esto de Internet estamos todos más accesibles.
- Los primeros años, sin Internet, la desinformación era total. Recuerdo un día en el consulado, haciendo trámites, haber visto un diario Clarín viejo y me pareció alucinante. Ahora estoy bastante enterado de todo lo que pasa allá, claro que no es lo mismo, pero todos los días leo noticias de Argentina y de Gualeguay, así que me entero de lo más importante.
- ¿Volverías a vivir a la Argentina?
- No creo, aunque nunca se sabe. Alguna vez he pensado en qué pasaría si me fuera un par de años a vivir allí, pero es improbable ya que tengo tres hijos que mantener aquí, así que hasta dentro de veinte años por lo menos no puedo (risas). Lo que es casi seguro es que si vuelvo sería para ir a vivir a Gualeguay.
Claudio Carraud