lunes, 14 de diciembre de 2009

Silvina Ocampo: su vida y su obra es un enigma que vale la pena descifrar

A 16 años de su muerte




Puede ocurrir que la figura de Silvina Ocampo sea un tanto difusa para el común de la gente, opacada quizá por el nombre y la popularidad de su hermana mayor Victoria, escritora emblemática ligada a lo mejor de las letras en el siglo pasado, creadora y directora de la revista Sur; o por la de su esposo el escritor Adolfo Bioy Casares, aquel que en 1940 tuvo la capacidad y lucidez de imaginar y escribir -probablemente su obra más famosa- La invención de Morel.

Pero Silvina Ocampo recorrió su propio camino en el arte, primero como artista plástica y luego como poeta y escritora.
“Desde muy chica Silvina se acostumbró a esconderse de la mirada de los otros, escribió Marcelo Pichón Riviere en un artículo titulado La misteriosa vida de Silvina Ocampo, publicado en 1998 en la Revista Ñ. Se sabía distinta, marcada por la diferencia. Cuando estaba con gente, nunca hablaba durante un silencio. Esperaba que alguien dijera algo y otro le respondiera. Entonces sí hablaba me contó una vez, en una entrevista realizada en la década del 70”.

Silvina Inocencia Ocampo Aguirre había nacido el 28 de julio de 1903, era la menor de seis hijas del matrimonio de Manuel Ocampo y Ramona Aguirre. De familia aristocrática, aprendió primero a hablar francés, luego inglés y recién después español. “Yo no me crié con el español, sino con el francés y el inglés. Cuando tenía cuatro años estábamos en París. Los sentía como idiomas ya hechos; en cambio, el español sentía que tenía que inventarlo, que había que rehacer el idioma. Además, me parece que pasar de un idioma a otro es muy interesante. La traducción es el trabajo más interesante”.

Siendo muy joven estudió dibujo y pintura en París con Giorgio de Chirico y Fernand Léger. En realidad Silvina quería estudiar con Picasso. Intentó verlo porque le gustaba la obra del pintor español, pero él apenas si entreabrió la puerta. Siguió insistiendo y fue a visitarlo varias veces pero a Picasso no le gustaba dar clases. Así que finalmente conoció a Giorgio de Chirico con quien comenzó a tomar clases.

Para Silvina Ocampo la escritura ya era, en ese entonces, algo común en ella. Había comenzado a escribir de la manera más simple. “Hacía composiciones larguísimas e incomprensibles. Yo insistía en alejarme del tema dado por la maestra”.

En 1934, cuando Silvina Ocampo se dedicaba solo a la pintura y no había incursionado en la literatura, conoce a Adolfo Bioy Casares. Marta Casares, madre de Adolfo, le dijo a su hijo que tenía que conocer a Silvina porque era la más inteligente de las Ocampo. Se encontraron en la casa del escritor y él la invitó a conocer su estudio. “Mientras subíamos las escaleras me di cuenta que me había enamorado, recordó años después Bioy Casares. Fue un flechazo. Yo me sentía tan atraído por ella y, sin haber hablado demasiado, la abracé y la besé. Silvina me aceptó desde ese momento, con total naturalidad”.

A pesar de que la madre de Bioy Casares se opuso luego a la relación de su hijo con Silvina porque era once años mayor que él, en 1940 se casaron en Pardo un pueblo cercano a la estancia Rincón Viejo, propiedad de la familia Bioy.

“La pareja formada por Silvina y Adolfo fue muy larga -escribió Pichón Riviere- y la multitud de hechos que la pueblan evoca la de esos matrimonios de la época victoriana, tan llenos de amor y de compleja dependencia como de historias de infidelidad. Durante muchísimo tiempo se habló de la fama de mujeriego de Bioy, de sus múltiples aventuras amorosas. Pero rara vez se conoció el nombre de una de esas mujeres”. En 1998 se publicaron cartas de Elena Garro, escritora mexicana, escritas a Bioy Casares. Además, en un libro que reúne parte de la correspondencia de la escritora Alejandra Pizarnik, se publicaron cartas de Alejandra a Silvina, que entretejen una historia amorosa.

Su obra

El primer libro de Silvina Ocampo, Viaje Olvidado fue publicado en 1937. Sobre este libro escribió su hermana Victoria, trece años mayor: “Hace años había yo empezado a escribir unos recuerdos de infancia –recuerdos que duermen en un cajón y que quizá publique. Se me había ocurrido preguntarle a Silvina si le gustaría ilustrarlos. Contestó que sí; pero todo quedó en proyecto. Descubrí más tarde que Silvina tenía algo mejor que hacer que ilustrar mis recuerdos. Tenía que contar los suyos propios, a su manera. Y eso es lo que un día me trajo”.


Los cuentos de Ocampo tienen como característica la inagotable imaginación de la autora que muchas veces se adentra en lo fantástico, enmarcado en un lenguaje cuidado que denota su habilidad lingüística.

Entre sus libros de cuentos figuran: Autobiografía de Irene (1946), La Furia (1959), Las invitadas (1961), Los días de la noche (1970), Y así sucesivamente (1987), Cornelia frente al espejo (1988). En poesía: Enumeración de la patria (1942), Espacios métricos (1942), Los sonetos del jardín (1946), Poemas de amor desesperado (1949), Los nombres (1953), Lo amargo por dulce (1962), Amarillo celeste (1972). Escribió además cuentos infantiles y Los que aman, odian (1946) en autoría con Adolfo Bioy Casares y Los traidores (1956), pieza teatral en autoría con J. R. Wilcock. Además colaboró en varias antologías con Bioy Casares y Jorge Luis Borges.

Su obra literaria recibió varios premios; el Premio Municipal de Literatura en 1954 por su poemario Espacios métricos, y el Premio Nacional de Poesía en 1962 por Lo amargo por lo dulce, entre otros.

Su producción literaria se vio interrumpida tres años antes de su muerte a causa de una enfermedad progresiva que la tuvo postrada durante varios años. Finalmente, el 14 de diciembre de 1993 a los 90 años, murió en Buenos Aires.

Como escribió Pichón Riviere; Silvina Ocampo hizo de su vida y de su obra un enigma que vale la pena descifrar.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

sábado, 5 de diciembre de 2009

¿Y Gualeguay?

Ausencia gualeya en la carpa de Entre Ríos instalada a metros del Obelisco

La provincia de Entre Ríos promocionó el turismo, esta semana, en Buenos Aires montando una carpa en pleno centro de la ciudad. A pocos metros del Obelisco -monumento emblemático porteño- en el interior de una gran carpa blanca se informó a los visitantes sobre los atractivos turísticos de los diferentes lugares de la provincia.

Según la información que había proporcionado la Secretaría de Turismo de Entre Ríos, la carpa estaría instalada hasta este viernes con el objetivo de promocionar las ofertas turísticas para las vacaciones de verano. En el lugar, las promotoras ofrecerían degustación de productos típicos y repartirían folletería institucional de distintas localidades. “Durante estos tres días (miércoles, jueves y viernes) habrá además seis puntos para la atención de los municipios. Están presentes Concordia, Colón, Villa Elisa, Gualeguaychú, Gualeguay, La Paz, San José, Chajarí, Paraná, Victoria, Federación, Urdinarrain, Diamante, Concepción del Uruguay, Villaguay, la microregión turística Caminos del Palacio y la asociación Estancias Entrerrianas”, rezaba la información oficial. Estaba previsto que el jueves se promocionaría el carnaval de Gualeguay y se entregaría información a los concurrentes.

En la tarde del jueves tuvimos la oportunidad de visitar la carpa para interiorizarnos, en detalle, sobre la oferta turística de la provincia. Grande fue nuestra sorpresa cuando notamos que entre la folletería que se entregaba a los visitantes en una bolsa de nylon, con el logotipo característico de Entre Ríos, no había absolutamente ninguna información de Gualeguay. Folletos de Paraná y de los eventos principales de la capital provincial; Concepción del Uruguay con el Palacio San José; las termas de Villa Elisa y las de San José; Ubajay, el Palmar y la ciudad de Colón; La Paz, Federación, Chajarí, Larroque, Gualeguaychú, y Concordia. De Gualeguay nada de nada.

Cuando preguntamos sobre esto a las personas que daban información a la gente la respuesta fue: “no mandaron nada, es más, iban a venir hoy con una comparsa para promocionar el carnaval pero llamaron diciendo que no venían, que suspendían el viaje”. ¿Pero no hay ni siquiera folletería? fue nuestra pregunta. “No deben tener plata –nos respondieron sonriendo-, nosotros estuvimos anoche en la casa de la provincia armando las bolsas con toda la folletería que mandaron de los municipios, pusimos todo los que teníamos”.

Este viernes nos comunicamos con Roberto Moret, Secretario de Turismo, Cultura y Deportes de la Municipalidad para consultarle sobre lo sucedido. Moret explicó que lamentablemente habían tenido que suspender el viaje hacia Buenos Aires porque “no conseguimos chicos para ir en la comparsa; la mayoría está justo en época de trimestrales en la escuela y se hizo imposible viajar. Hablamos con otros que están estudiando en Buenos Aires, que salieron en las comparsas, para ver si podíamos armar algo; les íbamos a llevar los trajes, pero ellos también están con exámenes en la facultad y era justo un día de semana, a lo mejor si se hacía un fin de semana hubiera sido diferente. Esta carpa se iba a hacer en noviembre y se fue postergando por diferentes circunstancias, se hizo justo en esta época dónde los chicos están terminando el año con los exámenes, es una pena pero no pudimos hacer nada más”.

Con respecto a la ausencia total de folletería de Gualeguay en la carpa, el funcionario explicó que “hemos tenido que ser selectivos a la hora de entregar folletería porque no tenemos recursos para todo. Estuvimos con una presencia muy fuerte hace unos días en la Feria Internacional de Turismo (FIT) en el predio de la Rural donde tuvimos contactos con mucha gente relacionada con el turismo y los recursos no nos da para todo. Durante este año hemos tenido presencia en diferentes lugares promocionando a Gualeguay, pero tuvimos que seleccionar los lugares. Hemos armado una nueva página web de la Secretaría de Turismo (http://www.visitagualeguay.com.ar/) con información de Gualeguay, tenemos una de las mejores oficinas de turismo de la provincia, estamos trabajando con todos los prestadores de servicios turísticos de la ciudad. Hay que trabajar mucho, tenemos que tener buenos servicios, una ciudad limpia y brindarle seguridad al turista; son aspectos fundamentales”, finalizó Moret.

No ponemos en tela de juicio la forma en que se está trabajando para mejorar los servicios turísticos en Gualeguay, tarea que no solo le corresponde a la Secretaría de Turismo sino además a todos los prestadores turísticos de la ciudad. Estamos a pocos días del carnaval y se debe reflexionar y pensar estratégicamente sobre qué es lo que tiene la ciudad para ofrecer al turismo.

La ausencia absoluta de Gualeguay en la carpa que montó la provincia para promocionar el turismo entrerriano puede deberse a desinteligencias desde la Secretaría de Turismo de la Provincia por correr la fecha y producir esos inconvenientes que explicó Roberto Moret ó por falta de recursos como para tener a mano suficiente folletería con información de la ciudad para que se repartiera los días miércoles, jueves y viernes en Buenos Aires. Lo cierto es que Entre Ríos armó una carpa para promocionar los lugares turísticos de la provincia y Gualeguay brilló; no por las comparsas sino por su ausencia.

Claudio Carraud

ccarraud@ hotmail.com

lunes, 30 de noviembre de 2009

Simplemente...Fontanarrosa

El jueves pasado hubiese cumplido 65 años


“De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro”.
(Roberto Fontanarrosa)


Escribir sobre el “Negro” Fontanarrosa es remontarse inevitablemente a una ciudad: Rosario y a un club de fútbol: Rosario Central. Es imposible pensarlo y recordarlo sin su querida ciudad y sin su querido club de fútbol. Fontanarrosa mismo es sinónimo de Rosario y de los “canallas”.
Roberto Fontanarrosa hubiese cumplido el jueves pasado 65 años. Y el “hubiese” duele, por la ausencia de un tipo que nos hacía reír. Él era simplemente: Fontanarrosa. Había accedido a esa categoría de los reconocidos y queridos por la gente. Aquellos a los que solo se los nombra con el apellido porque ya son una marca registrada. Como Borges, Fangio, Maradona, Gardel, Olmedo o Serrat; el rosarino era simplemente Fontanarrosa.

El “Negro” –como le decía casi todo el mundo- nació el 26 de noviembre de 1944. “Era domingo y el parto había sido normal, salvo por un detalle, el bebé resultó negro y canalla. Mi niñez no da ciertamente para escribir una novela angustiante. Ni da tampoco para una historieta”.
Era una persona extremadamente humilde, que desde el interior pudo ganarse un lugar en Buenos Aires –donde atiende Dios-, para llegar nuevamente a todo el país e incluso a otros países como Uruguay, Colombia, México, Brasil, Italia y España, donde sus libros han sido publicados.

Desde Rosario, lugar donde vivió y trabajó siempre, supo consolidarse no solo como humorista gráfico sino además como escritor. “No hubo un momento en que decidí quedarme en Rosario, siempre me pareció natural. Pero me lo permite el tipo de trabajo, y cada vez más a través del fax o de la computadora”, contó en una de sus últimas entrevistas al semanario El Miércoles de Concepción del Uruguay.

La humorista gráfica Maitena afirma en una nota periodística que “el Negro era un maestro en todo: en cómo siguió viviendo siempre donde estaban sus afectos, sus amigos, donde tenía la vida que le gustaba, es decir una vida sencilla y chiquita. Eso de vivir en un pequeño mundo, de irme lejos y dedicarme al laburo muchas veces pienso que fue un ejemplo de él”.

Fontanarrosa no había terminado la secundaria, y sus primeros trabajos fueron en publicidad, en 1963, en la agencia de Roberto Reyna para luego pasar a trabajar en medios gráficos. En 1968 publicó su primer chiste gráfico en la revista rosarina Boom. “Yo arranqué desde muy chico simplemente porque me gustaban las historietas, especialmente las de aventuras, y para mí era un entretenimiento. Y lo sigue siendo ¿eh? copiar a Hugo Pratt, al Sargento Kirk, Ernie Pike, Pepe Dinamita, de El Tony, de Misterix... Y que después uno se gane la vida de esto es un privilegio, es realmente un privilegio”.

Era un tipo querido por todos, y muy respetado por sus colegas. “Yo tengo una teoría que explica la buena relación que en líneas generales hay entre nosotros los humoristas, que tampoco somos demasiados. Hay competencia, por ahí habrá alguna envidia, pero no existe el vedettismo que hay en otros rubros, y eso es porque todos en algún momento pasamos por la publicidad, y si hay algún rubro que atenta contra tu orgullo esa es la publicidad ¡Te tocan tantas veces el culo en la publicidad!”.

La influencia de Fontanarrosa en el humor gráfico argentino es insoslayable. “Cuando empecé a dibujar le afané de todo al Negro, afirma Maitena. Le robé la tipografía: Mujeres Alteradas lleva la helvética minúscula que usaba él. Le robé la manera de resolver los globos, la mirada de los personajes, esa forma de poner el puntito de la mirada en el ojo. Yo quería eso, que mis personajes estuvieran vivos como los del Negro. Que se parecieran a la gente como los de él”.

Tal vez, sus personajes más recordados sean Boogie, el aceitoso y el gaucho Inodoro Pereyra, el renegau, nacidos a principio de la década del ’70 en la revista cordobesa “Hortensia”. Publicó luego en Satiricón y a partir de 1973, cuando el diario Clarín diseña su nueva contratapa, Fontanarrosa es uno de los humoristas gráficos convocados por el matutino porteño.

Pero su labor humorística no solo se remite a los chistes gráficos, es importante su trabajo como escritor e incluso colaboró durante más de veinte años con el grupo Les Luthiers. “Los conocí personalmente cuando presentaron Mastropiero que nunca, en Rosario, y se quedaron en la ciudad una semana. En esa época querían formar un grupo de apoyo que les tirara ideas, el grupo no se formó pero yo empecé a trabajar con ellos”.

El mundo ha vivido equivocado es el título del primer libro de cuentos publicado por Ediciones de la Flor Luego vendrían varios más: No sé si he sido claro, Nada del otro mundo, Uno nunca sabe, El mayor de mis defectos, Best Seller, Área 18, La gansada, La mesa de los galanes, entre otras compilaciones de relatos.

Muchos sostienen que fue un gran escritor que, aunque reconocido, su obra literaria ha quedado opacada por su popularidad como humorista gráfico.

En el 2003 le detectaron una enfermedad llamada esclerosis lateral amiotrófica que fue avanzando hasta dejarlo casi sin libertad de movimientos. Siempre intentó seguir trabajando, de buen ánimo y con una lucidez notable.

El 27 de abril de 2006 en un homenaje que se le hizo en el Senado de la Nación, Fontanarrosa sostuvo: “Esta distinción viene a saldar una deuda que yo tenía con el gran educador sanjuanino, Sarmiento, porque fui un pionero de la deserción escolar. Es más, durante mucho tiempo estuve convencido de que ese gesto ceñudo, severo, de Sarmiento, era porque estaba enojado conmigo. No tengo la intención de trascender, no soy un pedagogo ni un esclarecido, lo único que quiero es hacer reír”.

El 19 de julio de 2007, víctima de un paro cardiorrespiratorio, Fontanarrosa murió. Tenía 62 años. Su entierro fue al día siguiente, en el día del amigo. Esa noche, en el bar El Cairo de Rosario, sus amigos de la mesa de los galanes dejaron una silla vacía como símbolo de la ausencia, pero el ambiente estaba cargado de la presencia de un negro canalla cuya única intención fue hacer reír. ¡Y vaya si lo logró!

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com


miércoles, 25 de noviembre de 2009

Alfredo Veiravé; cazador de la palabra en vuelo


No he sido nunca un cazador de perdices porque la muerte de un animal pequeño me sacude como el viento del campo a los pastos extraños, pero soy cazador de la palabra en vuelo, lo cual constituye una estética desdeñada por Valéry entre otros. ¿De dónde viene esta cetrería sin halcones? Debe ser, supongo, una fuerza que sale de la propia voz callada que comienza a hablar dentro de uno, en cualquier momento; el lujo de la bandada que cruza el cielo en una tarde espectacular; cuando el papel en blanco nos mueve los dedos, articulados en una mano que golpea las teclas.

(Palabra cazada al vuelo, Alfredo Veiravé)

“Estimado Alfredo: Si dijese que tengo el corazón hecho pedazos seguramente me contestaría con su habitual sentido del humor: Para esa desazón del alma suya le mando un beso del próximo verano. Pero como ya no habrá próximo verano para usted, se lo diré de otro modo porque estamos desolados por su partida -aunque un poeta nunca se marcha del todo- y andamos por la ciudad aún atontados por la noticia, con el corazón hecho pedazos.”

Así describía, la escritora santafesina Ketty Alejandrina Lis, los sentimientos de quienes lo conocieron, en una carta titulada “Adiós al poeta Alfredo Veiravé” unos días después de su muerte, ocurrida en la Resistencia que lo acogió, el 22 de noviembre de 1991.

Alfredo Veiravé nació en Gualeguay, el 29 de mayo de 1928, pero en 1957 cuando tenía 29 años, se radicó en la capital chaqueña.

Fue poeta, ensayista, crítico literario, egresado como profesor de Letras de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), lugar donde además ejerció la docencia en varias cátedras de la Facultad de Humanidades y donde hoy su hija, María Delfina, es la decana.

Marcelo Leites sostiene que “no tiene mucho sentido atribuírselo a una o a otra provincia, como si fuera un trofeo, cosa que a él le hubiera hecho mucha gracia estoy seguro (…) Veiravé fue mucho más allá de los límites de las provincias. Fue uno de los primeros poetas argentinos que aportaron a la construcción del imaginario “latinoamericano”, que además de los autores propios del boom, incluía a poetas, aunque estos fueran (como sucede siempre) mucho menos visibles que los narradores.

Veiravé obtuvo importantes premios; Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1955; Premio Leopoldo Lugones de la SADE y el Fondo Nacional de las Artes (1960 y 1963); recibió además el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la poesía en 1982.

Sus obras poéticas; El alba, el río y tu presencia (1951); Después del alba, el ángel (1955), El ángel y las redes (1960); Destrucciones y un jardín de la memoria (1965); Puntos Luminosos (1970); El imperio milenario (1973); La máquina del tiempo (1976); Historia natural (1980); Radar en la tormenta (1985); Laboratorio central (1990).
Sus poemas han sido traducidos al inglés y al portugués.

La poética de Veiravé es, como él mismo la denominó, como de collage; un calidoscopio, un montaje de imágenes aparentemente disímiles -como la definió Horacio Salas-, provenientes de la ciencia, la naturaleza, la historia, la política o la cotidianidad provinciana.

Los que la vieron dicen que la tierra / es una esfera en el espacio, un planeta/ más bien pequeño / del tamaño del dedo pulgar de los astronautas. / Yo no lo dudo porque he visto las fotografías / y porque ahora estoy a casi medio planeta de mi casa. / Lo mejor de todo esto es que en ese pulgar / también mi casa es una parte del universo. / Cómo no serlo si en el patio del fondo / hay un filodendro de gigantes hojas y también gusanos bajo / la tierra / aptos para la pesca, y ahora que me acuerdo / el olor de los helechos contra la pared / la cara de Delfina o Federico entre los árboles / y aquel canario que se nos voló de noche.

(Mi casa es una parte del universo)

Según afirma Francisco Romero, que fue alumno de Veiravé, el tono de su poesía es “el de una conversación, un coloquio amable consigo mismo y con un lector cómplice, siempre inquietante, nunca solemne”.

Si Monet pintó varias veces una parva de heno / en el mismo día para demostrar que la luz cambia el color de las parvas, / por qué yo no voy a escribir otro poema al filodendro de mi casa / si siempre los amigos que llegan lo entrevistan / y le toman fotografías y él crece orgulloso contra la / pared igual que una vedette del cine mudo / porque el orgullo es objeto de la vanidad y eso se le nota / en los días de lluvia cuando desdeña las gotas pequeñas / y sólo deja caer sobre sus hojas art nouveau o de medusa verde, / las gotas grandes y las más sonoras…

(Retrato del Filodendro)

Hablar de la poesía de Alfredo Veiravé es remontarse a su amigo y maestro Juan L. Ortiz. Es insoslayable la influencia que tuvo Juanele en Veiravé, sobre todo en sus primeros trabajos -donde su obra está muy emparentada a la de Ortiz- hasta que se fue consolidando su propia voz.

Ahora estás bajo la noche de nuestro pueblo- estrella de la / luz de la noche, y está bien que así sea, Juan, porque / ese fue tu mayor deseo durante tu larga vida. / Ahora estás bajo la tierra de Gualeguay que es liviana para tus / anhelos de danzarín del alba, el parque y el río (…)
A veces sientes, me dices, las tropillas del viento por / las cuchillas / de Victoria, las verdes quintas de Gualeguay, / el murmullo del agua que rompe toda su red melódica / en un sauce; el grito de las ranas en el costado de / los ranchitos.

(Carta inconclusa a Juan L. Ortiz bajo la noche de Gualeguay)

“La poesía de Alfredo Veiravé -escribió Francisco Romero- no envejece, está predestinada a perpetuo movimiento, siempre en guardia. Viaja clandestina entre nosotros, pasajeros de un planeta cuyo suelo ilusoriamente firme es una alfombra de fuego, para recordarnos que tan incesante e irremediable como el cerco del tiempo, es el obstinado fluir de la vida que encierra todo buen poema como memoria y antídoto frente al previsible destino de muerte y olvido”.

Quizás hoy, más que nunca, tengan una lapidaria validez las palabras de la escritora Ketty Alejandrina Lis: “Gracias Alfredo, por su poesía y por su constante trabajo a favor de la poesía. Gracias por su mano siempre tendida a todos aquellos que ponemos el alma para merecer el preciado título de Poeta. Y por último, gracias por tener dentro de usted tantas flores de lapacho que le enriquecieron la vida, como la poesía”.
Claudio Carraud


Fuentes:
Carta al poeta Alfredo Veiravé, Ketty Alejandrina Lis
Secretaría de Cultura de la Provincia del Chaco
Autores de Concordia
Antología de poesía argentina







Baldomero Fernández Moreno: la poesía en las cosas simples

Setenta balcones hay en esta casa, / setenta balcones y ninguna flor. / ¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa? / ¿Odian el perfume, odian el color?


Setenta balcones y ninguna flor tal vez sea el poema más conocido y popular de Baldomero Fernández Moreno, uno de los poetas argentinos más importantes y cuya obra ha sido admirada por grandes escritores como Leopoldo Lugones, Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, entre otros.

Fernández Moreno es uno de los más claros y emblemáticos representantes del “sencillismo”, por su forma de apreciar y hacer hincapié en las cosas cotidianas y sencillas de la vida, sustrayéndolas al intento de profundizar aspectos abstractos y utilizando un lenguaje muy cuidado pero sin caer en palabras rebuscadas, y sin floreos innecesarios. Fernández Moreno encontró su propio camino dentro de la poesía y es insoslayable la influencia que tuvo en otros poetas que vinieron después.

Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno nació el 15 de noviembre de 1886, en una amplia casa en la calle México 671, en un Buenos Aires de casas bajas con algunas calles de adoquines.

Sus padres, Baldomero Fernández y Amelia Moreno eran comerciantes españoles que gozaban de una buena posición económica que poco a poco se fue deteriorando, lo que hizo que volvieran a España cuando Baldomero tenía seis años. En 1892 los Fernández Moreno llegan a Bárcena, la aldea paterna, en las montañas de Santander, mirando al mar.

Esos años vividos en la aldea dejará una fuerte impronta en su obra, lo que se ve reflejado, años más tarde, en La Patria desconocida y Aldea española (1925) por la que obtiene el Primer Premio Municipal de poesía.

En la aldea comienza sus primeros años de estudio en la pequeña escuela, con un solo maestro, pero en 1897 su familia vuelve a nuestro país, dónde él continúa sus estudios. Es un alumno aplicado y un ferviente lector de los poetas argentinos, americanos y españoles. Cuando termina el bachillerato decide estudiar medicina, una vocación desde que era niño, e ingresa en la Facultad de Medicina. Sus lecturas de Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío y Antonio Machado ocupan su atención, además de Baudelaire y Verlaine.

En 1912 se recibe de médico. Sin tener muy en claro su futuro, a instancias de un amigo visita Chascomús y decide instalar su consultorio en el pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires.

Por esos años Fernández Moreno, de 25 años, alterna su actividad de médico con la de poeta. Después de casi dos años de vivir en Chascomús, decide irse a La Pampa y se radica un tiempo en Catriló.

Su vocación por la poesía comienza a tener un peso importante en su vida y decide volver a Buenos Aires donde, en 1915, publica su primer libro Los iniciales del misal que es muy bien recibido por la crítica. Comienza a frecuentar la revista Caras y Caretas y a relacionarse con el ambiente literario de la época.

En enero de 1919 se casa con Dalmira del Carmen López Osornio a quien había conocido en Chascomús y ese mismo año nace su primer hijo, César, quien será también un destacado poeta; y luego Dalmira, Ariel, Manrique y Clara. El matrimonio vive un tiempo en Huanguelén, en el sur de la provincia de Buenos Aires, luego en Chascomús y finalmente, en 1924, vuelven a vivir a Buenos Aires.

Adiós la casa blanca que albergó un año entero / entre sus cuatro muros el amor verdadero. / Adiós campos extensos, polvorientos caminos. / Adiós los pobres ranchos de los pobres vecinos. / Adiós los trigos de oro, adiós verdes maizales, / las refinadas hierbas, los bravos pajonales…

Baldomero retoma su contacto con el mundo literario y se vincula con Alfonsina Storni, Nicolás Coronado, Enrique Méndez Calzada y con su entrañable amigo, el escritor uruguayo (nacido en Salto) Enrique Amorim. Cada vez con más fuerza, la poesía va ocupando su vida, hasta que decide abandonar la práctica de la medicina, y comienza a dar clases de literatura e historia.

En 1925 se funda la Sociedad de Escritores, lo que luego será la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y a Fernández Moreno le toca presidir su comisión directiva, un reconocimiento de sus pares.

Hasta ese momento había publicado Las iniciales del misal (1915), Intermedio provinciano (1916), Ciudad (1917), Por el amor y por ella (1918), Campo argentino (1919), Versos de Negrita (1920), Nuevos poemas (1921), Cantos de amor, de luz, de agua (1922), El hogar en el campo (1923), Aldea española (1925).

A partir de 1926 publica El hijo, Poesía (1928), Décimas (1928), Último cofre de Negrita (1929), Sonetos (1929), Cuadernillos de verano (1931), Dos poemas (1935), Romances (1936), Yo médico; yo catedrático (1941), Buenos Aires: ciudad, pueblo, campo (1941), Tres poemas de amor (1941)
En prosa La mariposa y la viga y La patria desconocida.

Alfredo Veiravé escribe sobre la prosa de Baldomero: “Su prosa autobiográfica será un modo, pues, de ampliar o explicar su vida, con anterioridad al año en que se inicia como poeta édito”.
Veiravé afirma que “Poco dispuesto a las obras de pura ficción, después de su madurez y de haber trasvasado su vida a poesías de todos los días, Fernández Moreno comienza a ordenar el pasado de su lejana infancia a través de sus memorias”

Los libros de Fernández Moreno recogen todo un universo poético; la ciudad, el campo, la aldea española, la novia, el hijo, etc.; en una forma simple y evocado en imágenes directas.

Los últimos años de su vida transcurren en dura lucha con su insomnio y su equilibrio nervioso, luego de superar -en algunos tramos de su vida y por pérdidas familiares- largos momentos de depresión.

Me borré el doctor / hace mucho tiempo. / Borré la inicial / de mi nombre feo. / No quiero ser nada / ni malo ni bueno. / Un pájaro pardo / perdido en el viento.

El 13 de junio de 1950, Baldomero Fernández Moreno recibe el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Casi un mes después, el 7 de julio, muere súbitamente a causa de un derrame cerebral; tenía 63 años.
Claudio Carraud

lunes, 9 de noviembre de 2009

El Muro de la vergüenza

La caída del Muro de Berlín, ocurrida el 9 de noviembre de 1989, es uno de los acontecimientos históricos más importantes del siglo XX.


El muro, llamado Muro de Protección Antifascista por los comunistas y Muro de la vergüenza por los occidentales, fue parte de la frontera entre la Alemania Oriental (República Democrática Alemana) y la Alemania Occidental (República Federal Alemana) desde el 13 de agosto de 1961.


El muro, uno de los emblemas más destacados de la llamada Guerra fría se extendía por casi 50 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos.


Durante los años de la división entre la Europa del Este y la del Oeste, muchas personas murieron en el intento por franquear, clandestinamente, la frontera entre las dos Alemanias. Si bien el número de personas no se conoce con exactitud, se estiman que fueron 270, incluyendo 33 que murieron como consecuencia de la detonación de minas, las que fallecieron en el intento por pasar hacia la Alemania Occidental en busca de una libertad inexistente detrás de las paredes casi inexpugnables del muro.


Cuando culmina la Segunda Guerra Mundial, en los años posteriores a la caída de Adolf Hitler (30 de abril de 1945), se comienza con la reconstrucción y protección de la Alemania que se había rendido ante las fuerzas de los Aliados y se divide el país en la República Democrática Alemana (RDA) y la República Federal Alemana (RFA). La RDA queda bajo la protección de los soviéticos y la RFA bajo la protección de los Aliados.


Con la intensificación de la Guerra Fría, una guerra diplomática y de amenaza militar constante, las fronteras se fueron reforzando, sobre todo del lado oriental. Con el tiempo la frontera pasó a ser el límite entre dos ideologías políticas opuestas y dos bloques económicos y culturales antagónicos.


Desde el establecimiento de las dos repúblicas alemanas, se incrementó la emigración de la Democrática hacia la Federal, es decir, desde oriente a occidente. En 1952 las fronteras interiores de las dos Alemanias se protegieron con vallas y policías y se creó una zona de 5 kilómetros en la que se podía entrar con un permiso especial y sólo para residentes. Sin embargo, permanecía abierta la frontera entre Berlín del Este y Berlín del Oeste que era muy difícil de controlar. Se calcula que entre 1949 y 1961 casi 3 millones de personas abandonaron la RDA desde Berlín Oriental. Sumado a esto, para los habitantes de la Europa del Este –polacos y checos especialmente- Berlín se transformó en la puerta hacia el occidente. En esos años, unas 50 mil personas de Berlín Oriental trabajaban en Berlín Oeste.


Poco a poco y por circunstancias económicas que no beneficiaban a Berlín Oriental en el tipo de cambio monetario, además de un mercado negro de flujo de mercaderías y de trabajadores, hizo que las autoridades de la RDA pensaran en cortar todo ese movimiento. Comienza a madurar entonces, la idea de la construcción del muro.


El sábado 12 de agosto de 1961, el Servicio Secreto de la República Federal Alemana, recibe la información de que el día anterior “ha tenido lugar una conferencia entre el Secretario del Partido Comunista y otros altos funcionarios del partido. Se declaró que la situación del constante incremento del flujo de refugiados hace necesario el acordonamiento de los sectores de Berlín, no se especificó un día exacto”.


La noche del 12 al 13 de agosto de 1961, se construyó el muro entero y quedó sin construir una pequeña parte fuertemente vigilada por la policía socialista. Se comenzaron a sellar los accesos a Berlín Oeste y se apostaron más de 14 mil hombres de seguridad, entre policías, tropas de frontera y brigadas, quienes estaban preparados para un posible combate en la frontera.


El gobierno de la RDA alegó que era un muro de protección antifascista cuyo objetivo era evitar las agresiones occidentales y argumentando que la construcción del muro era consecuencia obligada de la política de Alemania Federal. Además reconocían que entre otros objetivos del muro estaba el de evitar la emigración masiva de científicos o fuga de cerebros.


Esta visión era compartida por los demás Estados del Pacto de Varsovia, que veían la rivalidad entre las dos Alemanias como un reflejo del antagonismo entre los dos grandes pactos militares de esa época.

El presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, sostuvo que el muro era “una solución poco elegante, aunque mil veces preferible a la guerra”.


El Primer Ministro Británico, Harold Macmillan, declaró que “Alemania del Este detiene el flujo de refugiados y se atrinchera tras un grueso telón de acero. No se trata de nada ilegal”.


El muro llegó a tener una longitud de más de 120 kilómetros. La construcción inicial fue mejorada regularmente. En 1975 comenzó a construirse la cuarta generación de este muro; era de hormigón armado, tenía una altura de 3,6 metros y estaba formado con 45 mil secciones independientes de 1,5 metros de longitud.


Así, transcurrieron 28 años y 87 días, hasta la reunificación de las dos Alemanias, hace 20 años, hecho histórico que fue festejado en todo el mundo.


La apertura del muro, conocida en Alemania con el nombre de die Wende (el cambio) fue consecuencia de las exigencias de libertad de circulación en la ex República Democrática Alemana, y la menor restricción de fronteras entre Hungría y Austria, que había comenzado en agosto de 1989. El debilitamiento de la ideología comunista y los cambios políticos que se avecinaban hicieron precipitar la caída del muro.


El 9 de noviembre los berlineses se enteraron, por los medios, de la apertura de las fronteras y llevaron a cabo la destrucción del muro con todos los medios a su disposición; picos, martillos, cualquier elemento era válido para destruir un símbolo de la dolorosa impronta de la post-guerra. El genial violonchelista ruso Mstislav Rostropóvich, exiliado en el oeste luego de haber abandonado en 1974 la Unión Soviética al haber sido privado –por cuestiones políticas- de la posibilidad de dar conciertos y trabajar, fue al pie del muro a tocar para animar a los que lo demolían. La fotografía de Rostropóvich al lado del muro se volvió famosa.


Esa noche histórica del 9 de noviembre de 1989 dio comienzo a una nueva etapa en lo político, económico y social en toda la población de Europa. Es, sin lugar a dudas, un hito del siglo XX.

Claudio Carraud

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Homero Manzi, un poeta con mayúsculas


San Juan y Boedo antiguo y todo el cielo, / Pompeya y, más allá, la inundación, / tu melena de novia en el recuerdo, / y tu nombre flotando en el adiós. / La esquina del herrero barro y pampa, / tu casa, tu vereda y el zanjón, / y un perfume de yuyos y de alfalfa / que me llena de nuevo el corazón.
(Sur, Homero Manzi)


Homero Manzi describía, con su extraordinaria lírica, el barrio de su niñez. Se había criado entre los barrios porteños de San Cristóbal (Boedo no existía como barrio todavía) y Pompeya a principios del siglo pasado y si bien no era nacido en Buenos Aires, la sentía propia y se sentía parte de ella.


Homero Nicolás Manzione Prestera nació en Añatuya, Santiago del Estero, el 1 de noviembre de 1907. Era el sexto de ocho hijos de Luis Manzione, porteño, y de Ángela Prestera, entrerriana -nacida en Concepción del Uruguay-.

Se crió en Añatuya –dónde su padre llegó a ser intendente- hasta los nueve años cuando su madre Angela viaja a Buenos Aires con sus hijos, para que estos puedan estudiar, y en las vacaciones de invierno y verano vuelven a Añatuya, donde Luis Manzione se queda trabajando.

Por esos años, Pompeya estaba coronada por el Puente Alsina que hacía poco tiempo era de hierro y la Avenida Sáenz –continuación de Boedo- era el camino para cruzar el río.

En esas calles se crió Homero Manzione, que se hizo hincha del club Huracán y que desde joven sintió atracción por las letras.

Fue profesor de literatura y castellano en los colegios nacionales Mariano Moreno y Domingo Faustino Sarmiento hasta 1930. Trabajó como periodista en el mítico diario Crítica de Natalio Botana, dónde lucían su prosa Roberto Arlt, Enrique y Raúl González Tuñón, Horacio Quiroga, Ulises Petit de Murat, y tantos otros.

En esa esquina legendaria de San Juan y Boedo, donde funcionaba el bar El Aeroplano –hoy llamado Homero Manzi- se juntaban los escritores referentes del llamado “Grupo Boedo”, al que pertenecía Manzi, y que se contraponía al “Grupo Florida”.

En esos años decide cortar su apellido Manzione y hacerse llamar Manzi, que es como se lo recuerda.

Homero Manzi fue profesor, periodista, poeta, guionista y director de cine. Su calidad poética es insoslayable como letrista de tangos, milongas y valses y, tal vez, el estar tan ligado a la música popular, hace que no sea reconocido -debidamente- como hombre de letras. Manzi estuvo en esa disyuntiva; “en lugar de hacerme hombre de letras, preferí escribir letras para los hombres”, dijo alguna vez.

Tuvo, además, una activa vida política. En 1924, sus tíos Miguel y José Manzione que eran oficiales de policía y estaban en la guardia privada de Hipólito Irigoyen, lo llevan a conocer a don Hipólito y es ahí que se hace integrante de la “Juventud Irigoyenista”.

Estudiando en la Facultad de Derecho conoce, entre otros, a Arturo Jauretche con quien entabla una profunda amistad. El 29 de junio de 1935, Manzi, Jauretche, Scalabrini Ortiz, entre otros, fundan la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A.) En 1939 renuncia a la ficha del comité Radical, desconforme con los momentos que se vivían dentro del partido. Manzi era básicamente Irigoyenista más que Radical.
Años más tarde, cuando conoce a Juan Domingo Perón, simpatiza con el partido Justicialista -aunque nunca se afilia- y cree que Perón es el continuador de la obra inconclusa de Irigoyen.

En su faz de guionista, Manzi, trabajó en conjunto con Ulises Petit de Murat con quien escribe los guiones para varias películas, en la época de oro del cine argentino, como “La guerra gaucha”, “El viejo hucha”, “Su mejor alumno” -una adaptación de “Vida de Dominguito” de Domingo Faustino Sarmiento-, y muchas más.

En 1946 se entera de su enfermedad, los médicos le diagnostican cáncer en los intestinos; tiene varias intervenciones quirúrgicas, pero continúa trabajando fervientemente. Escribe los guiones de varias películas y en 1948 asume como presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC)

Entre sus más de cien obras quizás las más conocidas sean las letras de “Sur”, “Malena”, “Barrio de tango”, “Desde el alma”, “Milonga sentimental”, “Che bandoneón” y “Discepolín” escrita en 1951 y dedicada a su entrañable amigo Enrique Santos Discépolo.
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta / se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín…/ ¿No ves que están bailando? / ¿No ves que están de fiesta? / Vamos, que todo duele, viejo Discepolín…

Estando internado en el Instituto Costa Buero, en Paraguay y J.E. Uriburu, el 3 de mayo de 1951, Homero Manzi fallece; tenía 44 años.

Como escribió Julio Nudler sobre Manzi; “la letra de tango fue su verdadero elemento, y es hoy la que lo mantiene vivo”.
Sin embargo, Homero Manzi, fue mucho más que eso, fue un poeta con mayúsculas.


Claudio Carraud

jueves, 29 de octubre de 2009

Alfonsina Storni, gran poetisa de América

La tarde de primavera cae mansa sobre el patio de la casa colonial. Los visitantes juegan, como adolescentes, para amenizar la reunión. Han elegido jugar a las prendas. Le ha tocado a Horacio tomar un reloj de cadena que pende de su mano en alto. El y Alfonsina deben besar al mismo tiempo las caras del reloj; en eso consiste la prenda. En el momento en que ella acerca los labios, Horacio –rápido de reflejos- quita el reloj y sus labios se encuentran en un beso. Los otros invitados, espectadores de turno, sonríen y festejan la ocurrencia del escritor identificado con la selva misionera. Todos conocen los gustos de Horacio Quiroga -que está cercano a cumplir 44 años- por las mujeres más jóvenes. Todos saben de la atracción que siente Quiroga por su amiga Alfonsina Storni que tiene 30 años en esa primavera.

Quiroga ya es un escritor conocido; ha publicado Los arrecifes de coral, El crimen del otro, El almohadón de plumas, Historia de un amor turbio, Cuentos de amor de locura y de muerte, Cuentos de la Selva y Anaconda. Ya ha vivido en la selva misionera y ha regresado a Buenos Aires. Alfonsina Storni ha publicado La quietud del rosal, El dulce daño, Irremediablemente y Languidez. Comparten con su amigo Quiroga el amor por la literatura, una vida difícil y la lucha por profesionalizar la tarea de los escritores.

Un tiempo después, cuando Quiroga decide volver a vivir a la selva misionera, le pide a Alfonsina que lo acompañe. Esta consulta a su amigo, el artista plástico Benito Quinquela Martín, a quien Quiroga no le caía en gracia. Su respuesta es elocuente:
-¿Con ese loco? ¡No!.

Alfonsina es una mujer admirada y respetada, con una personalidad tan fuerte como para enfrentar sola el nacimiento de su único hijo, Alejandro, en 1912 y criarlo; en una sociedad -a principios del siglo pasado- donde esto era un hecho escandaloso.
En su poema La loba, escribió:
Yo tengo un hijo fruto del amor, del amor sin ley, / que no pude ser como las otras, casta de buey / con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza! / Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Alejandro Storni cuenta en una entrevista realizada por Cecilia Santero en 2003; “Con mi padre yo me llevaba muy bien. Mi padre era un hombre muy bueno y mi madre nunca habló mal de él”. Su identidad se mantuvo siempre en reserva porque era un hombre mayor que Alfonsina, casado y con un alto cargo político. Pero Alejandro lo frecuentó hasta la muerte, ocurrida ocho años antes que la de Alfonsina.

Su vida

Alfonsina Storni nació en Sala Capriasca, Suiza, el 29 de mayo de 1892, llevó el nombre de su padre Alfonso Storni. “Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo”, y cumplió durante su vida con ese legado.

Su familia se radicó en San Juan, durante un tiempo, aunque después viajan a Rosario, donde su madre –Paulina- abre una pequeña escuela domiciliaria. Paulina pasa a ser el sostén de una familia pobre cuando el padre de Alfonsina muere.

En 1907 llega a Rosario la compañía de teatro de Manuel Cordero -director de teatro- que recorría las provincias y Alfonsina, que tiene 15 años por entonces, reemplaza a una actriz que se enferma, y le pide a su madre que la deje viajar con la compañía por el país. Cuando vuelve a Rosario se encuentra que su madre se ha casado y vive en Bustinza, un pequeño pueblo a 70 kilómetros de Rosario.
Alfonsina decide entonces estudiar de maestra rural en Coronda y recibe allí su título profesional. Trabaja como maestra y comienza a publicar sus primeros poemas en dos revistas literarias de la época Mundo Rosarino y Monos y Monadas.

Sobre el final del año 1911 decide viajar a Buenos Aires, tiene 19 años y está embarazada; al año siguiente nace su hijo Alejandro. Trabaja como cajera en la tienda “A la ciudad de México”, en Florida y Sarmiento y comienza a publicar en la revista Caras y Caretas. De a poco va relacionándose con los escritores y periodistas de la época.

En 1916 logra publicar su primer libro; La inquietud del rosal. Por esos años conoce en Montevideo a Juana de Ibarbourou, José Enrique Rodó y Horacio Quiroga.
Ibarbourou cuenta años después de la muerte de la poetisa argentina: “Era joven y parecía alegre; por lo menos su conversación era chispeante, a veces muy aguda, a veces también sarcástica. Levantó una ola de admiración y simpatía. Un núcleo de lo más granado de la sociedad y de la gente intelectual la rodeó siguiéndola por todos lados. Alfonsina, en ese momento, pudo sentirse un poco reina”.

Reconocida en los ambientes literarios y con cuatro libros publicados, Alfonsina interviene en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores y participa intensamente en el gremialismo literario. Colabora en el diario Crítica y en La Nación; da clases de teatro y su producción literaria está sujeta a la inspiración, no es una escritora sistemática, pasa mucho tiempo sin escribir y cuando surge la inspiración escribe un libro completo de poemas en pocos días.

El 19 de febrero de 1937 su amigo, Horacio Quiroga, se suicida tomando un vaso con cianuro y muere en la pobreza y en la más absoluta soledad.
Alfonsina conmocionada por este hecho, y tal vez presagiando el final que le espera a ella misma, le dedica unos versos:
Morir como tú, Horacio, en tus cabales, / y así como en tus cuentos, no está mal; / Un rayo a tiempo y se acabó la feria…/ Allá dirán. / Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte / que a las espaldas va. / Bebiste bien, que luego sonreías… / Allá dirán.
Su muerte
Alfonsina había sido operada de un cáncer de mama el 20 de mayo de 1935. La mastectomía le dejó grandes cicatrices y secuelas emocionales. Convive con la enfermedad los años que siguieron. En enero de 1938 el Ministerio de Instrucción Pública del Uruguay organiza un acto que reunió a las tres grandes poetisas americanas de esos años. Alfonsina Storni (argentina) es invitada junto a Juana de Ibarbourou (uruguaya) y Gabriela Mistral (chilena).

A mediados de ese año aparecen Mascarilla y trébol y una antología de sus poemas preferidos.

Su enfermedad avanza, ya ni siquiera puede escribir. El 23 de octubre de 1938 viaja a Mar del Plata. En su cabeza ronda la idea de la muerte y del mar; ese mar que ha evocado en muchos poemas y que siempre le ha dado curiosidad.
Quisiera esta tarde divina de octubre / pasear por la orilla lejana del mar; / que la arena de oro, y las aguas verdes, /y los cielos puros me vieran pasar / (…)
Con el paso lento, y los ojos fríos / y la boca muda, dejarme llevar; / ver cómo se rompen las olas azules / contra los granitos y no parpadear; /ver cómo las aves rapaces se comen / los peces pequeños y no despertar / (…)


Alfonsina decide no esperar la muerte sino salir en busca de ella. Así como siempre ha tomado decisiones en su vida, también quiere decidir su muerte; el día y la forma. Escribe el poema Voy a dormir que envía al diario La Nación y una carta para su hijo. El 25 de octubre, alrededor de la una de la madrugada, deja una nota en la habitación del hotel que anuncia su decisión y se tira al mar desde una escollera donde hoy se yergue un monumento a su memoria.
La mañana en que sale publicado su último poema, unos pescadores encuentran su cuerpo en la playa. Esa tarde, los diarios titulan “Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poetisa de América”.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Diálogos con Carlos Mastronardi, el último libro de Elsa Serur

El nocturnal ambiente favorece el diálogo con la sombra de Mastronardi, diálogo que Elsa recoge en la habitual destreza de su escritura, llevándonos a conocer la intimidad del poeta con palabras precisas y elocuentes.
(Emma Barrandeguy, abril de 2005)

Elsa Serur presentará el próximo viernes 23 de octubre a las 20.30 en el Club Social de Gualeguay su libro Diálogos con Carlos Mastronardi, editado por la Universidad Nacional del Litoral. El acto contará con la presencia, además de la autora, de Laura Erpen, Luis Alberto Salvarezza y Eise Osman.

“El libro habla sobre los amores de Mastronardi a partir de las cartas escritas por las mujeres que lo amaron y que él me entregó pocos días antes de morir. Y algunos diálogos que rescatan su posición frente a la vida y el arte”, afirma la autora de este libro que promete hacernos conocer al gran poeta gualeyo en una faceta más íntima.
Sobre las expectativas que tiene con este libro, Elsa sostiene “de que se conozca mejor a nuestro gran poeta, porque a través de este libro se conoce el contexto donde se desarrolló su vida y la influencia de la misma en su obra”.


- ¿Cómo nace la idea del libro?
- La idea del libro nace porque si él nos confió sus cartas era para publicarlas y que no se perdieran sus recuerdos. Además, su única familia que era su sobrino Jorge Lecuna, me pidió que las publicara.


Elsa Serur y su esposo Eise Osman conocieron íntimamente a Carlos Mastronardi. “Lo conocimos en el café Tortoni, en Buenos Aires, por intermedio de un amigo. Desde mi época de estudiante admiraba a Mastronardi y Borges; y cuando tuve la suerte de conocerlo, de ser invitados por él para compartir un café en el Tortoni para mí fue muy gratificante, cuenta Elsa. Además, gracias a él conocimos a Borges. Ya no recuerdo la fecha pero nosotros éramos muy jóvenes y él ya era una persona mayor. A pesar de la diferencia de edad, nos hicimos muy amigos y nuestra amistad se fue profundizando cuando vivíamos en Holt y recibimos una extensa carta donde elogiaba los poemas de Eise, que luego prologó. Y vino a nuestra casa para leer la última prueba de galera; el libro se llama Poemas”.


-¿Cómo era la personalidad de Mastronardi?
- Era una persona muy sensible y con agudo sentido del humor, con una fina ironía. Su trato era selectivo, según la calidad intelectual de las personas que compartían sus códigos. Con el resto de las personas era amable pero poco dado a las confidencias.

“Mastronardi era un gran poeta, reconocido a nivel mundial, afirma Serur. Esto lo atestigua Eugene Montale, Premio Nobel de Literatura, que llevó a analizar, a una tertulia literaria en Florencia, la poética de Carlos Mastronardi; según cuenta César Tiempo. Después de esto podemos deducir cual es la importancia de Mastronardi en la literatura no solamente entrerriana sino mundial. Borges reconocía en Mastronardi un poeta que podía tomarse algunas licencias literarias, comparándolo con poetas de renombre mundial.”

- ¿Cómo lo recuerda?
- Lo recuerdo como un gran amigo. Intelectualmente –junto a Eise- compartimos muchos momentos de interés mutuo, en largas charlas donde intercambiábamos ideas sobre literatura y filosofía. Su comprensión del arte era apolínea; es decir equilibrado, coherente, dejando traslucir una ultraconciencia –en el caso de Valery y Mastronardi que no creían en el vitalismo, como creía Bernard Shaw- que denota de alguna manera un cierto equilibrio de la forma. Y la nuestra era dionisíaca; lo dionisiaco es la desmesura que se apoya en lo vital y tiene como fondo la tragedia según Nietzsche. Pero, de todas maneras, logramos conciliar en una síntesis ambas posiciones.

- Leí que Mastronardi tenía fobia a la luz, que era un personaje nocturno, ¿es cierto esto? ¿No se contrapone en algunos aspectos con su obra poética?
- Creo que de ninguna manera se contrapone la noche con el poeta, y Mastronardi, como el gran poeta Novalis, disfrutaba “la noche mística”. Recuerdo que en una ocasión nos visitó y fue invitado a compartir un asado en el balneario, y nos confesó su miedo al sol. Por supuesto que no fuimos y nos quedamos en casa, compartiendo una tallarinada.

Mastronardi vivió un tiempo en la casa de Elsa Serur y Eise Osman, antes de morir el gran poeta – tal vez por agradecimiento o en nombre de esa gran amistad- les legó su obra. “El quedó muy solo cuando murió su compañera Eduardita; esto se aclara leyendo las cartas del libro. Compartió una gran amistad con nosotros dos y confiaba en nosotros.”

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com









Fernando Sturzenegger, “la fotografía es parte de mi mundo”

“La fotografía es, en un mismo instante, el reconocimiento simultáneo de la significación de un hecho y de la organización rigurosa de las formas, percibidas visualmente, que expresan y significan ese hecho”.
Henri Cartier-Bresson, (1908-2004)

Henri Cartier-Bresson, fotógrafo francés, sostenía que el instante de fotografiar -ese momento único- se trataba de poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento en el que se desarrolla el clímax de una acción.

Para Fernando Sturzenegger la fotografía es una forma de vida y no caben dudas de que pone la cabeza, el ojo y el corazón en cada una de ellas. “Es parte de mi mundo, hoy no podría estar sin hacer fotos periódicamente. Es lo que soy: fotógrafo…”





Sturzenegger ha ganado varios premios y menciones en un corto lapso de tiempo dedicado a la fotografía, lo cual habla de un futuro promisorio.
“Siempre he pensado que los premios no nos hacen mejores ni peores en lo que hacemos. Pero el hecho de participar en concursos es una buena unidad de medida para valorar mejor nuestros trabajos y más aún si los jurados son gente reconocida. Fui finalista entre los 10 mejores de mi categoría y entre unas 3500 fotos en el Sony World Photography Awards 2009 en Cannes, y uno de los dos argentinos que obtuvieron mención en las 8 categorías que involucraron a 200 países del mundo. Además fui foto del año 2008 en una de las webs más importantes de fotografía en España que es Dzoom. También fui cuarto en foto del año 2008 en Fotorevista Argentina y fui finalista en el 2007 y segundo en el 2009 en el concurso “El fotón” de España. Fui finalista en el concurso “Ecoloquia” en el 2008 de Argentina y gané una convocatoria de Fotorevista con la temática “escaleras” con una foto de nuestra conocida torre del barrio Molino.”

- ¿Cuánto tiempo hace que comenzaste con la fotografía y por qué?
- Siempre admiré fotografías de autor sin entender bien qué las hacía distintas. En el 2006 empecé a leer un poco del tema y en el 2007 compré mi primera cámara compacta y empecé a participar de foros y probar técnicas. Lo hago porque he descubierto una forma de escapar, sentirme mejor y expresar en una imagen lo que soy y siento. Y es algo que vivo con mucha pasión junto a mi mujer Patricia, ella también es fotógrafa.

- ¿Qué tratás de mostrar a través de tus fotos?
- Eso se condice con diferentes estados de ánimo. Generalmente salgo con la cámara en búsqueda de cualquier lugar o escenas que me llamen la atención; mucho tiene que ver la hora, la luz, la época del año. Tomar una fotografía es un momento de vaciamiento de la mente y vuelo de la imaginación. Mayormente intento magnificar con un encuadre o ajuste determinado la impresión que ese lugar o momento me causó. Es así como nace una foto de Puerto Ruiz con aspecto casi sórdido, pero con vestigios de luz aquí y allá, los mismos vestigios de luz que brillan con la esperanza de que el viejo puerto vuelva a renacer algún día.




A Fernando le gusta mucho más hablar de sus obras que de él mismo; considera que la obra es lo más importante, no su autor. “Soy de Gualeguay y también vivo y trabajo aquí como trabajador de oficio, soy hijo de colonos que labraban tierras de sol a sol en precarias condiciones. Nací en el mes de octubre de 1966, hice la primaria en la escuela Juan José Castelli y la secundaria en la escuela Normal, y algún intento de nivel terciario”.

- ¿Sos autodidacta en la fotografía?
- Soy totalmente autodidacta, aprendí fotografía primero observando todas las fotos que podía y luego leyendo sobre técnicas, estilos, ajustes determinados o adecuados para tal o cual toma y nunca me he sentido limitado para lograr un objetivo.

Sobre sus referentes o los fotógrafos a quienes admira, Sturzenegger afirma que “los gustos van y vienen, los fotógrafos clásicos son de admirar, como Cartier-Bresson y Ansel Adams; aunque hoy día hay muchos fotógrafos destacados por sus trabajos como Michael Keena y su fotografía minimalista, y algunos retratos del joven Joel Lawrence; también admiro la fotografía intervenida del argentino Mariano Villalba”.


- ¿Qué diferencias existen entre la fotografía tradicional y la digital?, sobre todo con el tema de los retoques…
- No existen mayores diferencias, todos los que se animaron retocaron sus fotos como los autores que nombré. Ya en el año 1948 el fotógrafo Phillippe Halsman creó la obra “Dalí Atomicus” en la que se ve a Salvador Dalí flotando con tres gatos y un chorro de agua –producto del cuarto oscuro-. Creo que las discusiones con respecto al retocado o no, pasan principalmente por los límites de cada uno y la aceptación o no; es lógico por el período de transición entre lo analógico y lo digital. Nada de eso tiene que ver con una verdadera obra de arte. Yo proceso todas mis fotos algunas para simplemente ajustar sus niveles y otras con mucho más que eso, dándole una luz aquí o allá o quitándola, según mi visión del trabajo. Desde ya, una foto digital en blanco y negro es una foto procesada.


- ¿Cómo se da –en tu caso- el proceso creativo? ¿Qué te mueve a sacar una foto o a conseguir una imagen única?
- Se trata de salir con la cámara a divertirme. Trato, con la fotografía, de justificar mi vida después de las obligaciones y el trabajo. Ver a través de una cámara es increíble; uno congela para siempre momentos que pasan desapercibidos para la mayoría. Depende el valor que uno le de a los momentos y lugares, hacen una imagen única. Se trata de levantar la vista, ver más allá de nosotros y nuestras preocupaciones.

Fernando Sturzenegger no ha exhibido sus fotos en público salvo en foros; webs especializadas o en su blog (http://www.plan55gualeguay.blogspot.com/) llamado “Fotos de Gualeguay. “Tengo invitación de gente de otras ciudades pero recién estoy armando mis primeros enmarcados y claro que me gustaría mostrar mis fotos aquí. Pero Gualeguay mayormente promociona a quien puede costearse su arte, algunas veces sin tener presente el nivel de lo mostrado. Pero reconozcamos que para que algo trascienda o guste, primero hay que mostrarlo y hoy día Gualeguay es una de las pocas ciudades que todavía no ha tenido su concurso de fotografía, siendo que en muchos hogares existe una cámara. Y si querés que alguien ame algún tipo de arte, primero tenés que enseñarles de qué se trata”.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

viernes, 9 de octubre de 2009

Nacho Calandria presenta su primer álbum solista "Aquellos días"

El viernes 9 de octubre a las 21,30 en el Club Barrio Norte


Nacho Calandria presenta su primer disco solista. Nacho no es otro que Ignacio González, del dúo Calandria. “Soy Ramón Ignacio González, pero tantos años de Calandria me han rebautizado para todos; por eso elegí ese nombre artístico ¡si así podemos decirle!”, afirma el cantor haciendo su propia presentación que casi ni hace falta porque es un hombre que se ha ganado un lugar en la música entrerriana después de tantos años de subir a los diferentes escenarios de la provincia.

“Canto hace más de treinta años, desde la escuela primaria y he recorrido un largo camino integrando coros, octetos, dúo…”

- Notás una maduración como artista…
- La maduración me la ha dado la experiencia, siempre falta algo… o algo más, pero soy un cantor de oficio y me gusta llegar al corazón de la gente más que al oído.

- ¿Cómo surge la idea del disco solista?
- Hace más de veinte años que vengo escribiendo canciones, algunas de las cuales interpretamos con mi hermano y teniendo una cantidad suficiente como para hacer dos discos empecé -en un principio- con este trabajo, recopilando las cosas más sentidas. El disco solista era un sueño y lo estoy realizando.

El álbum se llama “Aquellos días”, y fue grabado en el mes de agosto en el Estudio Río de la ciudad de Diamante para el sello discográfico Graff Producciones, dos marcas muy reconocidas en Entre Ríos. “Lo grabé en el mes de agosto, en la misma semana que Antonio Tarragó Ros estaba poniendo la voz a su propio trabajo en ese estudio”.

- ¿Qué expectativas tenés con este disco?
- Cada vez que uno graba un disco se generan un montón de expectativas, muchas de ellas se van concretando y otras apagando. Espero que sean más las encendidas que las otras…

El álbum Aquellos días tiene doce canciones; Del otro lado de la orilla, sobre el conflicto de las pasteras en Fray Bentos; Por mi fe, dedicada al gauchito Gil; La máquina negra, sobre los trenes que ya no funcionan; Ramona Sola; Homenaje a los gringos; Aquellos días, “que da nombre al CD y es una remembranza de mi niñez”; Palos en la rueda; Que te pasa río; La cuarenta treinta y cinco, “en homenaje a mi abuela”; El bochazo mal pegau; Luna de enero; y Desempérrese, “dedicada a un amigo que es séptimo hijo varón”.
“La letra como la música de los temas del CD me pertenecen y pretendo que a partir de la presentación le pertenezcan a todos quienes gusten de escucharme”, afirma Nacho con las expectativas puestas en el próximo jueves 9 de octubre, cuando a las 21.30 en el Club Barrio Norte suba al escenario para poner a consideración del público Aquellos días.

En un principio, se supo que la presentación iba a ser en el Teatro Italia, pero en la semana hubo un cambio en cuanto al lugar elegido. “La presentación se hace en el Club Atlético Barrio Norte, no se concretó lo del Teatro Italia debido a ciertas diferencias que tuvimos con la comisión a la hora de ajustar detalles del espectáculo”, cuenta el cantor. “Pretendía ofrecer un vino de honor a quienes iban a la presentación, muchos de ellos amigos y parientes que vienen desde otras ciudades, pero la Sociedad Italia no aceptó esto. Bueno…Barrio Norte me ha ofrecido todas las condiciones necesarias para un acto cultural de índole popular, bien nuestro, y estoy muy contento. Mi público, además, no llega a tener zapatos bien lustrados para acceder al teatro. No hay mal que por bien no venga, son lindas las alpargatas para poner los pies sobre la tierra”.

- ¿Quiénes colaboraron en disco?
- En acordeón y teclado Jaime Cardozo, en bajo Diego Morgan, músico invitado en percusión Claudio Kadur de Diamante y Ricardo González en guitarra base; eso respecto a la parte musical. El diseño gráfico del disco lo hizo Mariano Dunat, los ajustes gramaticales de las letras la profesora Laura Erbes; las fotos son de Julio Montana y el esfuerzo familiar –ellos- que siempre están, incondicionalmente.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com


Marcos Sastre, una vida dedicada a la cultura y la educación

Marcos Sastre es, tal vez, uno de esos personajes de la historia relegados, olvidados, o por lo menos no tan reconocidos como debería. Fue el mayor propulsor de la educación pública, antes que Domingo Faustino Sarmiento.

Sastre -educador, periodista, escritor, librero y pintor- fue un hombre indiscutiblemente ligado a la cultura argentina aunque sin ser argentino de nacimiento.

Marcos Sastre nació en Montevideo el 2 de octubre de 1808 (algunos autores lo dan nacido en 1809, es decir que el viernes próximo se cumplirían 200 años) y en la capital uruguaya pasó sus primeros años de vida. Cuando tenía 8 años, su familia se trasladó por un corto tiempo a Concepción del Uruguay y luego a Santa Fe. Estudió en el colegio Montserrat de Córdoba y en 1827 obtiene una beca para estudiar dibujo y pintura en Buenos Aires. Cuando vuelve a Córdoba se doctora en Filosofía.

En 1831 se casó con Jenara de Aramburu, con quien tuvo 12 hijos. Por estos años Sastre se dedica a la atención de su familia aunque se empieza a vislumbrar al Sastre educador de los años venideros.

Con un profundo apego a los libros abre, hacia 1833, la “Librería Argentina” en Buenos Aires que con el tiempo dio sus frutos. Sastre logra ampliar el local y en 1937 funda el “Salón Literario” donde había una importante biblioteca que se podía consultar; allí se reunían periódicamente los miembros de la sociedad culta de Buenos Aires. En este lugar se concurrían escritores e intelectuales de la época que brindaban conferencias y charlas. Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez, José Mármol, Esteban Echeverría fueron algunos de los que pronunciaron un discurso el día de la inauguración del “Salón Literario”. Ese día, Marcos Sastre realizó una alocución que tituló “Ojeada filosófica sobre el estado presente y la suerte futura de la Nación Argentina”.

El “Salón Literario” tuvo una vida efímera, ya que al año siguiente, por cuestiones políticas –en pleno régimen rosista- se anunció el cierre de la librería y del salón. Sus integrantes se reagruparon en una sociedad secreta llamada la “Asociación de Mayo” que logra influenciar el desarrollo político y cultural de esos años.

Luego del cierre de la librería, Sastre se retira a vivir a una quinta de su propiedad en la localidad de San Fernando, cerca de Tigre, en la provincia de Buenos Aires, donde se dedica a su familia y a la pintura. Para poder vivir, se dedica a cuidar su huerta y a la crianza de ovinos. De ahí proviene su libro “De la cría de las ovejas y refinamiento de las lanas” (este libro fue traducido al alemán en el año 1837), y funda una de las primeras escuelas de la zona de San Fernando dedicada a promover la lectura entre los más jóvenes

Por esos años, viviendo cerca del delta, con la impronta cotidiana de la naturaleza, concibe la idea de escribir su obra máxima llamada “El Tempe Argentino”, que vería la luz muchos años después, en 1858, aunque Sastre ya había dado a conocer algún escrito sobre el delta argentino.

Sus libros
“El Tempe Argentino” es una obra científica sobre el delta y tuvo en su época más ediciones que el “Facundo” de Sarmiento. El libro, de una enorme repercusión entre los hombres de letras del momento, fue ilustrado por el mismo Sastre con bellos grabados e incluyó poesías, como la escrita por Bartolomé Mitre, dedicada al ombú.

“El Tempe Argentino” escrito con una prosa cuidada, es una obra destacada por sus contenidos. Algunos estudiosos han puesto a Marcos Sastre a la altura de otros grandes naturalistas como Francisco Javier Muñiz y Guillermo Enrique Hudson.

Tempe es un valle de Grecia, en la región de Tesalia, situado entre los montes Olimpo. Tradicionalmente se le llama Tempe a la sección inferior donde el río Peneo formaba una laguna y en la actualidad forma un pequeño delta antes de desembocar en el mar Egeo. Este lugar es de una notable belleza paisajística; Marcos Sastre hizo un paralelismo entre ese delta y el delta argentino y de ahí el nombre de El Tempe Argentino para denominar al delta del Paraná.

Nueve años antes de escribir “El Tempe Argentino”, Marcos Sastre publicó, en 1849 cuando vivía en Santa Fe, la primera edición de la “Anagnosia”. La Anagnosia es un método para aprender a leer rápidamente, cosa que Sastre consideraba muy importante ante el analfabetismo existente en el país. Fue libro de texto en las escuelas de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. Sus ediciones se sucedieron rápidamente hasta llegar a imprimir varios centenares de miles. Hasta comienzos del siglo pasado, la Anagnosia se empleaba en las escuelas para aprender a leer.

Marcos Sastre en Entre Ríos
Hacia 1849, Marcos Sastre emigra hacia Santa Fe donde el gobernador Pascual Echagüe lo recibe. Allí redacta el prospecto del Colegio San Jerónimo y se dedica al periodismo. Un año más tarde es nombrado Inspector General de Escuelas de la Provincia de Entre Ríos, por el general Justo José de Urquiza. Bajo este cargo organiza colegios de varones y mujeres y escribe el Reglamento General para las escuelas de educación en Estados de Entre Ríos (Concepción del Uruguay, Imprenta del Colegio, 1852). En este documento se expone por primera vez en el país, en forma orgánica, un concepto de educación y de la función de la escuela.

Continúa por esos años con su labor periodística, pues se le encarga la responsabilidad de la redacción de “El Federal Entrerriano”.

Luego de la batalla de Caseros, cuando Urquiza entra en Buenos Aires, Sastre es designado director de la Biblioteca y Regente de la Escuela Normal, pero un tiempo después es encarcelado -por un breve tiempo- debido a una acusación política y debe dedicarse a dar lecciones privadas para poder subsistir.

De vuelta en Buenos Aires
Hacia 1856 cuando Sarmiento es designado Jefe del Departamento de Escuelas, el Gobernador Valentín Alsina nombra a Marcos Sastre Inspector General de Escuelas. Es ahí cuando, desde su cargo, se vincula y colabora con el autor de “Facundo”.

Sastre fue miembro de la Sociedad Amigos de la Historia Natural, del Instituto Histórico Geográfico, del Consejo de Instrucción Pública, Director de Escuelas de la Municipalidad de Buenos Aires y Decano de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas, cargo que deja en 1877.

Años más tarde, vuelve a abrir una librería en Buenos Aires, hacia 1891, y al año siguiente es designado, por el Presidente Julio Argentino Roca, Miembro del Consejo Nacional de Educación.

El 15 de febrero de 1897 Sastre fallece en una quinta del barrio de Belgrano en Buenos Aires. Sus restos fueron depositados en el segundo cementerio que tuvo la ciudad, dónde hoy está la plaza que lleva su nombre en el barrio de Villa Urquiza.

Marcos Sastre será recordado por tres aspectos de su vida; como educador, como creador del “Salón Literario” y como autor de la “Anagnosia” y “El Tempe Argentino”.
Claudio Carraud

sábado, 19 de septiembre de 2009

Marcelo Gómez, creador de talentos



Juan Martín Del Potro entró en la historia grande del tenis mundial cuando, tras vencer al número uno del mundo Roger Federer, se consagró campeón del US Open, uno de los cuatro torneos de Grand Slam.

Desde que Guillermo Vilas ganó en 1977 ningún otro latinoamericano había ganado el US Open hasta el lunes pasado. Del Potro, nacido en Tandil el 23 de septiembre de 1988, logró la hazaña y su sueño de chico, cuando comenzó a practicar tenis en las canchas del Club Independiente, en su ciudad natal.

Marcelo Gómez es uno de los responsables del presente que vive Del Potro. El “Negro” Gómez –como se lo conoce en Tandil- fue quién le enseñó a jugar cuando Juan Martín tenía 6 años y lo entrenó hasta el año 2007, cuando logró escalar hasta el puesto 53 del ranking de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP).

El lunes a la tardecita la ciudad de Tandil se paralizó para ver el partido más importante de la carrera de Juan Martín Del Potro. Independiente se llenó de chicos y grandes que alentaron a Del Potro mirando el partido en una pantalla gigante instalada en el quincho del club.

Al día siguiente del gran triunfo de Del Potro, pudimos dialogar con Marcelo Gómez para hablar sobre el gran presente que vive “La torre de Tandil”.

- ¿Dónde viste el partido?
- En el club, se puso una pantalla gigante que fue lo que mostraba ESPN durante el partido.

- ¿Cómo viste el partido?
- Yo creo que Juan Martín en ese partido pasó por todas las etapas. Al principio no sentía los golpes; no anduvo bien, pero siguió luchando. Creo que el secreto del partido estuvo ahí; no dejó nunca de jugar, no dejó nunca de insistir, de luchar. Al principio lo sufrí mucho porque veía que Juan Martín no jugaba, que estaba muy nervioso, que él se sentía superado por Federer.

-¿Creés que Juan Martín sintió la presión psicológica de estar enfrentándose a Federer?
- No. Él lo que sintió es un vendaval de Federer que jugó increíble. No le dio chance, lo hizo dudar todo el tiempo y jugó al límite todo el tiempo. Lo tuvo contra las cuerdas, no lo dejó hacer nada y Juan Martín no centraba la pelota, no encontraba sus tiros. Fue muy difícil el comienzo pero se sobrepuso. Es muy difícil una final, con el marco de público, con Federer… y se sobrepuso, luchó, buscó. Le encuentra la vuelta en el 3-1 del segundo set, que le quiebra el saque y vuelve a recuperar el quiebre que había sufrido al principio. Ahí apretó el puño y creo que ahí cambió el partido; en ese lugar cambió el partido. Comenzó a luchar, a ver que se podía. Después que gana el tie break en el segundo set yo dije: bueno… acá se da, se puede. Juan se pone arriba 4-3 con el saque pero pierde el saque entero en cero. Gana Federer el de él y después Juan Martín hace dos doble faltas que vos decís: con esos errores a Federer no le ganás. En el cuarto set siguió luchado; se le dio en el tie break y cuando le quiebra el saque a Federer en el segundo game del quinto set pensé: acá hay una ventanita, acá se puede. Después ratificó muy bien su saque y ahí ya se encaminó para la victoria.

- Por momentos a Juan Martín se lo vio muy sólido, pegando muy fuerte el drive…
- Empezó a soltar el brazo y a demostrarle a Federer que quería ganar y creo que Federer lo sintió; perdió la intensidad, perdió todo lo que había hecho y finalmente Juan Martín lo pudo ganar.

- A tu criterio ¿qué significado tiene para Del Potro este triunfo?
- Yo creo que un doble significado; ganarle al mejor del mundo en este torneo, en el lugar en el cual él hacía cinco años que no perdía y ganar el US Open; cumplir un sueño de él de chico. Así que imaginate todas las cosas que le pasaron por la cabeza.

- ¿Pensás que este triunfo marca un antes y un después en la carrera de Juan Martín?
- Siempre hay un antes y un después de algo importante, Yo creo que ahora Juan Martín tiene que estar enfocado a lo que tiene que hacer. Los entrenadores que tiene hoy están para eso; para contenerlo, para marcarle el camino. Están para decirle que hay que seguir trabajando, no bajar los brazos, no aflojar. Que está en un lugar que se lo ganó y está bien merecido y que tiene que seguir trabajando para seguir progresando; ir por más que es el segundo sueño de él: ser número uno del mundo.

Marcelo Gómez nació el 20 de julio de 1970 en Río Cuarto, pero desde los 6 años vive en Tandil. Aprendió a jugar al tenis en la escuela de Pérez Roldán. En la escuela de tenis del Club Independiente de Tandil formó muchos jugadores. Los más destacados además de Juan Martín Del Potro son: Mariano Zabaleta; Juan Mónaco, hoy Nº 37 en el ranking ATP; Máximo González, Nº 69; Diego Junqueira, Nº 153.

- Siempre le tuviste confianza a Juan Martín; hace unos cuantos años decías que iba a estar entre los diez mejores del mundo, hoy está entre los cinco mejores…

- Sí; siempre le tuve confianza, desde que empezó a jugar los primeros “Futuros” (torneos menores), la verdad que siempre trabajé para eso. Siempre pensé que el objetivo era que estuviera entre los diez mejores del mundo y que algún día hiciera lo que está haciendo hoy. Son cosas que se dan, que es mérito del jugador. Uno trabaja para que esto suceda; si se trabaja con seriedad y hay talento se pueden dar las cosas.

- Vos entrenaste a Del Potro hasta el 2007 ¿por qué dejaste en entrenarlo?
- Porque Juan tenía que dar un salto de calidad, estaba 53 del mundo. Él buscaba más contención; había empezado a buscar cosas que por ahí yo no le podía dar, que era mayor asistencia, viajar más, estar más. Y sobre todo pensábamos que yo no tenía la experiencia de los grandes torneos y había gente que la tenía; se decidió por Franco Davín que era gente de Tandil y del club.

Franco Davín nació en Pehuajó y se formó tenísticamente en su ciudad natal hasta los 13 años, cuando se suma a la escuela de Pérez Roldán en Tandil. Por esos años forma un exitoso cuarteto junto a Guillermo y Mariana Pérez Roldán y a Patricia Tarabini. Davín se retiró del tenis en 1998. Uno de sus mayores logros como entrenador fue cuando Gastón Gaudio ganó Roland Garros en 2004 y ahora este US Open entrenando a Juan Martín Del Potro.

- ¿Qué pensás que le dio Davín?
- Franco le dio la tranquilidad que necesitaba en ese momento; le marcó un poco el camino del trabajo y de seguir insistiendo. Y básicamente de transmitirle la experiencia que había vivido con (Gastón) Gaudio en Roland Garros. Juan Martín confió en él; pienso que es lo más importante es que un jugador te tenga fe, y la verdad que se trabajó muy bien y los resultados están a la vista.

- Mientras tanto, vos seguís entrenando chicos en Tandil…
- Sí, trabajando a full y tratando día a día de sacar algún jugador.

- ¿Y ves alguno que está en camino, quizás no como Juan Martín pero que puede llegar a estar entre los cien mejores del mundo?
- La idea es esa; se trabaja para que los chicos puedan llegar a estar entre los cien. Y sí, hay chicos que están trabajando bien, que son chicos, que son jóvenes; que quieren, que tienen un espejo como Juan Martín que es muy importante, después con el tiempo y lo que ellos pongan se verá si lo pueden lograr.


- ¿Qué responsabilidad tenés vos en esa escuela que se ha formado en Tandil y que tiene prestigio internacional en el tenis?
- Y… yo creo que uno es casualidad, dos no tanto, tres menos... (risas) Es trabajo de muchos años; formar un jugador te lleva 10 ó 12 años de trabajo y hace mucho que estoy haciendo esto; trabajando con los chicos. Tengo una línea de trabajo; sé para dónde hay que ir, sé lo que hay que hacer y fruto de este trabajo son todos estos chicos que han salido, que hoy nos representan en el mundo y que hacen quedar muy bien a la escuela del club.




Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Gualeguay partido

Escribo desde la indignación. Sé que no debería hacerlo. Sé que un periodista debe despojarse muchas veces de las emociones al sentarse frente a la pantalla de la computadora a escribir. Pero a veces… ¿cómo hacerlo? Cómo hacer para estar informado de lo que pasa, ver lo que sucede y escribir sobre otra cosa. Hubiera querido –y estaba dispuesto- a escribir sobre otros temas. Había buscado otros temas que –a juzgar por mi gusto personal- son más interesantes de leer; pensando en usted que seguramente no querrá “cargase” de los problemas por los que atraviesa la ciudad. Lo lamento, no pude sentarme a escribir sobre otro tema y le pido disculpas, pero urge, es necesario, reflexionar sobre lo que nos pasa y lo que le pasa a Gualeguay.

Estamos enfermos, así, como lo lee. Estamos enfermos de politiquería, lamento dar tan penoso diagnóstico; aunque usted seguramente ya se dio cuenta. Sé que más de uno se sentirá tocado y le molestará esto que escribo. Pero la indignación no me hace pensar de otra manera. No me deja ver, en la clase política gualeya, otra cosa que no sea eso; politiquería.

Para que nos entendamos redefinamos los términos, como dijo alguien. El término politiquería, según la definición del diccionario es “la acción y efecto de politiquear”, entendiendo este verbo en su acepción de “hacer política de intrigas y bajezas”.

Politiquería es justamente lo que se hace en nuestra ciudad. Es una lástima, en una ciudad chica, donde muchos jóvenes deben irse para buscar un porvenir mejor, porque Gualeguay no les ofrece posibilidades de crecimiento; pero no por eso dejan de querer y extrañar a su pueblo. Una ciudad donde la pobreza se nota cada vez más, dónde es difícil conseguir trabajo, donde muchos buscan “acomodarse” merced a la política.

Politiquería es lo que demuestran nuestros representantes. ¿Por qué? Por ganar una cuota de poder, por tratar de sacar una ventaja, por buscarse un lugarcito en un escalón más arriba; por no entender que la política debe ser un servicio hacia la gente y no un medio para posicionarse mejor y sacar ventaja personal en el juego de la democracia.

Esta semana, particularmente, dejó al desnudo lo que ocurre en nuestra ciudad. Por un lado causa pena e indignación que quienes han elegido ser dirigentes políticos dentro de los diferentes partidos, no se puedan sentar a dialogar, no tengan vocación de diálogo, algo fundamental para convivencia democrática.

La UCR bajo la conducción del ex intendente Héctor Jaime, decidió dar por concluido el diálogo ante la negativa del Ejecutivo Municipal –según los términos de Jaime- de dar la información que habían solicitado. En declaraciones a Radio Gualeguay Jaime sostuvo que “lo que nos molestó es que nos hagan perder el tiempo” y especificó que "lo que nos jode es la pobrísima información suministrada. Queremos tener números reales de lo que pasa en la Municipalidad para hacer un análisis serio".

Pregunto: ¿qué tiene para ocultar el Ejecutivo Municipal para no mostrar la documentación como corresponde? Si es verdad que la Municipalidad tiene intenciones de ocultar información, es un hecho condenable porque no hace más que crear intrigas y sospechas sobre el manejo de fondos públicos y sobre políticas de Estado. Pero por otro lado, la oposición no debería terminar el diálogo sino, por el contrario, seguir insistiendo en el camino de la charla, el debate, la discusión, porque es el único camino que conduce al mejoramiento de las cosas. El diálogo político es fundamental para solucionar los problemas de la ciudad.

Otro de los hechos vergonzantes es el nivel de escándalo que se vive en el Hospital San Antonio con la designación de un nuevo director. La semana pasada se había hablado de que asumiría Mauricio Orgambide pero hubo una marcha atrás en la designación, aunque nadie supo explicar las razones, más allá de la explicación que dio Pablo Basso sobre la falta de consenso. Se habla de las presiones de los gremios, pero los gremios no se hacen cargo de esto, negando toda influencia en la decisión. Se habló de que la responsabilidad le cabía al Senador Hernán Vitullo, pero ante la consulta del periodista Jorge Barroetaveña, Vitullo hizo responsable al intendente Erro de haber influenciado ante el gobierno provincial porque Orgambide había participado en la marcha de los productores agropecuarios y eso demostraba que era contrario a la política provincial y nacional.

En todo ese dimes y diretes cabe destacar una frase pronunciada por el ex director del Hospital Marcelo Osman que revela dónde puede terminar todo esto; “nos vamos a quedar sin hospital” sentenció –acertadamente- Osman.

La clase dirigente debe hacerse cargo de lo que pasa en Gualeguay, se debe cambiar la realidad que hoy les toca vivir a los gualeyos. La clase dirigente debe ser consciente de que Gualeguay está partido, fragmentado y hay que volver a unirlo y unirse, por el bien de todos y por el progreso de la ciudad.
Claudio Carraud

jueves, 10 de septiembre de 2009

Benjamín Solari Parravicini, el Nostradamus argentino

Michel de Nôtre-Dame, más conocido como Nostradamus fue un médico provenzal de origen judío que vivió entre 1503 y 1566. Nostradamus no fue reconocido por lo que fue su actividad como médico sino por sus profecías que se conocieron en 1555 bajo el nombre de Las verdaderas centurias astrológicas y profesías.

Según lo descrito por sus biógrafos, Nostradamus, -que tenía mucho miedo de ser considerado un hereje por la Inquisición, en tiempos violentos donde publicar ciertas ideas podía costar la vida- escribió sus profecías en forma de cuartillas y utilizando metáforas, las cuales han sido interpretadas por quienes han estudiado sus escritos.

Tal vez debido al hecho de que sus cuartillas proféticas fueron escritas con oscuras metáforas, perduraron por siglos y han sido interpretadas de forma distinta por diferentes estudiosos a través de los años.

A Nostradamus se le adjudica haber predicho acontecimientos importantes de la historia acaecidos muchos años después de su muerte: el gran incendio de Londres de 1666; el reinado de Napoleón; el terremoto de San Francisco en 1906; el asesinato del presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, en 1963; la primera y segunda Guerra Mundial, entre otros.

Pero así como Nostradamus fue conocido por sus predicciones y no por su labor de médico, en nuestro país también existió alguien que fue un reconocido artista plástico pero que su fama llegó de la mano de algo que, en principio, parecía tener que ver con la creatividad artística pero luego se comprobó que estaba más ligada a las profecías y a un don especial de videncia.


Benjamín Solari Parravicini, fue bautizado por Fabio Zerpa -uno de los que más ha estudiado su vida- como el Nostradamus argentino. Nació en Buenos Aires, el 8 de agosto de 1889; fue un artista plástico que durante su vida se fue transformando en un ser especial, con un espíritu cargado de amor y paz, según afirman quienes lo conocieron.

En 1932, estando en su estudio donde dibujaba y pintaba, comenzó a recibir de una extraña forma, algunas ideas que él atribuía a la espontaneidad de la creación y que eran volcadas en el papel. Pero esas ideas comenzaron a ser proféticas, porque con el tiempo se iban cumpliendo. Era como si una fuerza desconocida se apoderara de él; Benjamín dibujaba y escribía frases que ni él mismo podía llegar a comprender. Así fue creando lo que se conoce actualmente como “psicografías”.

Uno de los hechos más destacados de los vividos por Solari Parravicini fue en 1938. En medio de la noche, se despertó en forma abrupta percibiendo un fuerte olor a mar y algas en su habitación. Comenzó a escuchar una voz femenina, delicada. Benjamín escribió lo que escuchaba pero sin comprender demasiado. La voz le decía que se estaba separando de la vida, que veía imágenes hermosas y que “las algas le envolvían las manos como joyas muertas”. Al final del mensaje la mujer se identificó. Solari Parravicini escribió un nombre, un lugar y una fecha: “Alfonsina Storni, Mar del Plata, Octubre de 1938”. En ese mismo instante, pero a casi 500 kilómetros de distancia, en Mar del Plata, la poetisa se suicidaba internándose en el mar.

Solari Parravicini era profundamente católico, y al principio no le daba importancia a los mensajes que recibía, al punto tal de llegar a quemar muchos de ellos.

Desde 1936 y 1940, es la época donde Benjamín o Pelón –como lo llamaban en su familia- realizó muchas de las más de 700 psicografías que se conocen. Una de ellas es un dibujo que muestra dos hombres espalda contra espalda y llevan escrito Hitler y Mussolini. Dice en un costado “Con el mismo fin; el mismo fin”. Es de 1938 cuando recién surgían los dos líderes y la segunda guerra mundial no había comenzado.

En 1936 realizó un dibujo donde está Mussolini colgado de los pies, como sería expuesto junto a su amante, en Milán, casi diez años después, en 1945.

Otro de los dibujos destacados es el que predijo el atentado de las Torres gemelas del 11 de septiembre de 2001. En el dibujo de 1939 se lee: “La libertad de Norteamérica perderá su luz, su antorcha no alumbrará como ayer y el monumento será atacado dos veces”.

Otras predicciones de Solari Parravicini llaman realmente la atención. En 1938 escribió: “El can será el primer volador”, recordemos que la perra Laika fue la primera tripulante espacial, en una nave soviética. “Hombres voladores en la época del 60 al 70”. En ese período fueron los viajes espaciales y el hombre llegó a la luna en 1969.

Solari Parravicini realizó muchas predicciones sobre extraterrestres, seres de otras galaxias e incluso de contactos que tuvo con estos seres. Mucho se ha escrito y hablado sobre este hombre especial, con una personalidad particular, que murió hace casi 35 años, en diciembre de 1974 dejando su legado de psicografías para las generaciones venideras.





Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com