domingo, 24 de agosto de 2008

Un ciudadano latinoamericano


Si yo le dijera que Eduardo Hughes es el primer ciudadano ilustre del MERCOSUR seguramente usted se quedaría buscando en su memoria de quién estoy hablando. Pero si le digo que Hughes es, en realidad, Galeano o mejor dicho que Hughes es Eduardo Germán Hughes Galeano, la cosa se hace más fácil.
Cuando uno ve a Eduardo Galeano es indudable que tiene más cara de Hughes que de Galeano. Su rostro remite a sus ancestros galeses, con sus rasgos anglosajones y sus ojos claros. Pero Galeano se siente muy latinoamericano.
Sobre su nombre y de por qué -este escritor uruguayo nacido en Montevideo el 3 de septiembre de 1940- usa su apellido materno, Galeano cuenta en El libro de los abrazos el origen de su familia: “Me firmo Galeano, que es mi apellido materno, desde los tiempos en que empecé a escribir. Esto ocurrió cuando yo tenía diecinueve años, o quizá apenas unos días, porque llamarme así fue una manera de nacer de nuevo. Antes, cuando era un chiquilín y publicaba dibujos, los firmaba Gius, por la difícil pronunciación española de mi apellido paterno. Hughes se llamaba mi tatarabuelo galés, que a los quince años se echó a la mar en el puerto de Liverpool y llegó al Caribe, a Santo Domingo, y tiempo después a Río de Janeiro, y finalmente a Montevideo”.
Eduardo Galeano -periodista y escritor- es, sin dudas, una de las personalidades más importantes de la literatura latinoamericana.
Durante su adolescencia realizó diferentes trabajos y publicó a los catorce años su primera caricatura política en El Sol, un periódico del partido socialista.
Empezó a trabajar como periodista a los veinte años en el semanario Marcha, que tuvo una importante influencia en el pensamiento uruguayo en los años ’60 y contaba con la colaboración de escritores como Vargas Llosa y Mario Benedetti.
Galeano cuenta que por esos años, en la redacción de Marcha podía haber treinta personas y otras veces cinco, porque “no cobrábamos y todos los periodistas vivíamos de otros trabajos”.
Eduardo Galeano reemplazó como secretario de redacción de Marcha a otro gran escritor uruguayo, Juan Carlos Onetti.
Sobre su relación con Onetti escribió: “Yo no tenía ni veinte años y andaba jugando a la gallinita ciega en las noches del mundo. Quería pintar, y no podía. Quería escribir, y no sabía. A veces escribía algún cuento, y a veces se lo llevaba a Juan Carlos Onetti. El estaba siempre en cama, por pereza, por tristeza, rodeado de pirámides de puchos, tras una muralla de botellas vacías. Yo me sentía en la obligación de emitir frases inteligentísimas. El maestro Onetti miraba al techo y no abría la boca más que para bostezar, fumar y beber. Sentado a su orilla, yo esperaba que él me dijera que aquellos cuentitos míos eran indudablemente geniales, pero él callaba y a lo sumo gruñía o me estimulaba así: -Mirá, pibe. Si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó, hubiera llegado a ser director de la banda del pueblo.”
El gobierno militar uruguayo obligó a Eduardo Galeano a dejar el país en 1973. Viajó a Buenos Aires y fundó la revista cultural Crisis hasta el golpe militar del ’76, cuando se va a España, país donde vivía desde el año anterior Juan Carlos Onetti, también exiliado. Vuelve a Uruguay en 1985 y desde ese año reparte sus días entre Montevideo y Buenos Aires.
Entre sus varios libros, quizás el más conocido sea “Las venas abiertas de América Latina” que publicó en 1971 cuando tenía treinta años. Viviendo en España escribe “Memoria del fuego”, un relato en tres tomos sobre la historia de América. Su último libro, “Espejos” editado este año es uno de los más vendidos en nuestro país. Galeano se ha preocupado por mostrar, a través de sus obras, la problemática económica, social y política de Latinoamérica desde el siglo XV.

Sobre el oficio de escribir
Desde hace mucho tiempo he tratado de reflexionar acerca de por qué escribo. Una pregunta que no me inquieta, pero que siembra algunas curiosidades en mí. Cuestiones que tienen que ver con la vocación de escribir, la necesidad de comunicarse y la bienvenida responsabilidad de saber que alguien lee lo que uno escribe.
Por estos días me topé con la que –creo- puede ser la respuesta sobre el tema de la grata responsabilidad de escribir.
La dijo, precisamente, Eduardo Galeano y vale la alegría –antes que la pena- de compartirlo.
Narraba Galeano, en una entrevista, que cuando estaba en España escribiendo “Memoria del fuego” descubrió -leyendo un libro escrito a principios de 1900 por un cura boliviano que había estado viviendo con unos indios guaraníes que vivían en el sur de Bolivia- una pequeña historia reveladora sobre la responsabilidad del oficio de escribir.
“Estos indios, los indios Chiriguanos, eran guaraníes establecidos en Bolivia, perseguidores del paraíso que llegaron a las espaldas del imperio de los Incas, mucho antes que los españoles. A principio del siglo XVIII habían llegado allí curas franciscanos, y esos curas franciscanos traían en las alforjas libros. Los indios Chiriguanos nunca habían visto libros, jamás. No sabían lo que era el papel porque nunca lo habían visto. Y no tenían palabra para llamarlo, porque uno solo tiene palabras para llamar lo que existe o para llamar lo que necesita. Y ellos no sabían que el papel existía, ni sabían que podían necesitarlo. Y cuando preguntaron a los curas que era eso, los curas les dijeron que esa era una cosa que servía para enviar mensajes a los amigos que están lejos. Y cuando los indios supieron que el papel era una cosa que servía para enviar mensajes a los amigos que están lejos, resolvieron llamarlo Piel de Dios. Y ese, es el nombre que el papel tiene en lengua chiriguana: Piel de Dios. Y cuando yo lo supe –concluye Galeano- descubrí que en el fondo lo que uno hace escribiendo es eso; mandar mensajes a los amigos que están lejos, a los amigos que uno conoce y a los millones y millones de amigos que uno no conoce, pero que se hacen amigos a través de esa suerte de abrazo que es la ceremonia de la lectura, y que esa era al mismo tiempo mi alegría y mi responsabilidad.”

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Publicado en Gualeguay al día el 24/08/08

2 comentarios:

Silvina Carraud dijo...

Claudio: conmovedor Galeano. Le mostraba hoy a mamá el siguiente texto de Galeano, que la emocionó, porque en sus palabras vio reflejados los sentimientos que ella sentía y no había sabido expresar. Es el siguiente:
LOS NADIES.
"Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata."

No es preciso agregar más.
Besos.
Silvina

Claudio Carraud dijo...

Excelente Silvina. El reportaje de Galeano donde habla de los Chiriguanos lo ví en una entrada en tu blog y me pareció buenísimo.
un beso