viernes, 12 de septiembre de 2008

Sasturain, el 57, Elena y el gigantón

Es viernes a la mañana y me propuse llegar temprano a la oficina. Poder hacerlo es todo un logro. Cuando uno viaja desde la zona norte del conurbano hacia la ciudad de Buenos Aires, nunca sabe bien a que hora puede llegar. La panamericana es una verdadera caja de sorpresas.
Salgo de casa rumbo a la parada del servicio diferencial del 57 pensando que a pesar de la mañana fría y algo nublada, será un lindo día. El viernes es mi día preferido. Será quizás porque yo nací una tardecita de verano, un día viernes.
La 57 (cubre el trayecto Pilar-Plaza Italia) es una línea un tanto particular. Viajamos casi siempre los mismos pasajeros –que coincidimos en el horario- y conocemos a los choferes. Debe ser la única línea de colectivos donde los usuarios saludan al chofer al subir y al bajar del ómnibus. Se conserva todavía esa buena costumbre pueblerina del saludo que se ha perdido en las grandes ciudades.
Subo al colectivo y saludo con un “buen día”. Compro el boleto y me acomodo en uno de los lugares libres que da sobre las ventanillas de la izquierda. Reclino un poco el asiento y saco de mi mochila el libro de Juan Sasturain “Manual de perdedores” que compré la noche anterior.
“Podría comenzar este relato diciendo que uno no puede jubilarse de lo que ama...” Me gusta como empieza. Me interno en la lectura. El asiento de mi derecha está vacío pero sé que pronto alguien se sentará. En la próxima parada el colectivo se colmará de almas que se han levantado –como yo- para cumplir el ritual diario de viajar hasta la Capital para trabajar.
“Tony no pasó aquel invierno y en la misma camita arrugada de la pensión se fue de largo en un sueño...” No presto atención a los que suben porque estoy metido en el relato de Sasturain, pero siento el preciso momento en que un gigantón se sienta al lado mío. En realidad se desploma, deja caer toda su humanidad de más de cien kilos sobre el asiento que cruje y es imposible no darse cuenta de que alguien se ha sentado. Lo miro de reojo brevemente, debe medir por lo menos un metro noventa.
Trato de continuar mi lectura: “En un rincón de la Chacarita adonde puedo llevarlo cualquier tarde de estas hay un lugarcito...” Escucho que canta. Lo miro. Mi compañero circunstancial de viaje, al que es la primera vez que veo, ha apoyado su codo derecho en el apoyabrazos, ha puesto su puño sobre la boca como si se tratara de un micrófono y canta bajito algo que no entiendo bien: - elena no... ya no te vayas... no te vayas mi amor...
Qué loca está la gente –pienso- y vuelvo a Sasturain: “Recuerdo que en los agitados días de otoño del ’83, cuando este Manual era un folletín...”
-Sacá un crédito –escucho que dice en voz baja el gigantón.
Miro de reojo. Le está hablando a la nuca del tipo que está sentado en el asiento de adelante.
-Que tu hermana saque un crédito de quinientos mangos, me los das y vos le pagás el crédito a tu hermana, yo te vendo así, si vos querés bien y sino no te vendo más –dice, convencido de hablar con alguien.
Siempre me ha llamado la atención la cantidad de “personajes” que hay en Buenos Aires. Si bien en todos los pueblos hay gente particular, uno puede ver en las calles de Buenos Aires un sinnúmero de personas raras. Supongo que existirá una relación directa con la cantidad de habitantes: a mayor cantidad de gente mayor proporción de personajes.
El colectivo merma su marcha por el embotellamiento que a esa hora se produce, casi todas las mañanas, a la altura de la ruta 197 en Pacheco.
- Y sí, que saque un crédito – vuelve a insistir.
Esto se pone bueno –pienso- e intento retomar el relato en el libro: “ Fue el primero en dejar la sala. En el vestíbulo, se recostó contra una pared, encendió un cigarrillo acurrucado sobre la llama y luego pitó hondamente para largar el humo...”
- ¿Qué hora es? – escucho y miro a mi derecha.
- ¿Qué hora es?- La pregunta es para mí.
Levanto el brazo izquierdo para mirar mi reloj.
- Las nueve menos veinte -respondo, mientras el gigantón intenta corroborar por él mismo lo que digo inclinando su cabeza para ver mi reloj.
Lo miro por primera vez a los ojos y me percato que son de color claro. Reparo en el buzo a rayas que trae puesto, los jeans y zapatos marrones; debe tener unos cuarenta y cinco años más o menos.
Mi compañero circunstancial de viaje vuelve a su posición y sigue cantando bajito, mientras con la mano golpea su muslo derecho, como marcando el ritmo:
- Elena no, Elena no... ya no te vayas... no te vayas mi amor...
Desisto de seguir leyendo. Veo el respaldo del asiento de adelante, hay una leyenda escrita con marcador indeleble negro: El que se atreva a tener dos mujeres recibirá el peor de los castigos (tendrá dos suegras), reza la frase. Y hay una pregunta escrita más abajo: ¿hasta donde se lavan la cara los pelados? Sonrío mientras mi compañero de viaje sigue empeñado en que yo me aprenda de memoria la canción que canta.
- Elena no, Elena no... ya no te vayas... no te vayas mi amor...
Ya me resulta familiar y trato de recordar dónde la escuché.
Cierro los ojos, el sol que se asoma entre las nubes, me pega en la cara. Es agradable sentir el calor del sol en una mañana fría.
Escuchando al gigantón recuerdo –de repente- que esa canción la cantan “Los grosos”, un grupo de música tropical formado por enanos. Me asalta una imagen surrealista: el gigantón cantando rodeado por el grupo de enanos. Sonrío con los ojos cerrados.
El colectivo ya está llegando a mi destino. Abro los ojos, estamos a una cuadra de Cabildo y Congreso. Le pido permiso para poder pasar y bajar del colectivo, él seguramente seguirá su viaje hasta Plaza Italia, el mío ha concluido. El gigantón se para, con la cabeza toca el techo del colectivo.
En la calle me doy cuenta que a pesar del sol, el aire es frío. Por la vereda de la avenida la gente camina apurada para que el subterráneo los trague en la estación Congreso de Tucumán. Yo voy enfrentando a ese gentío, tengo que caminar dos cuadras en sentido contrario.
Hoy será un buen viernes, me convenzo. Anoche le mandé por mail a Jorge la nota para el semanario. Tengo que pensar sobre qué voy a escribir la semana que viene. Sin darme cuenta canto: Elena no... Elena no... ya no te vayas... no te vayas mi amor...
Ya sé sobre qué voy a escribir el domingo que viene.


Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 14/09/08

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Delicias de las locuras ciudadanas...je je. Sí, yo también los viernes y los domingos por la tarde, extraño las callecitas de Gualeguay, que tienen ese no se qué. Bah, los lunes también.
Abrazo
Horacio.

Anónimo dijo...

Hola Claudio, perdoná no voy a sobre tu Post, llegué aquí por Orsai. entré creo x intuición clickeando en tu nombre, no, no nos conocemos, pero leí que escribías desde Gualeguay, soy de Paraná, hace 23 años que vivo en España, y estaba rastreando desde hace un tiempo Blogs de Paraná o de Entre Ríos, pero todo lo que encuentro es de política, o candidatos, je,je, y yo quería algo más familiar, cotidiano, me puedes ayudar ?? indicame alguno por favor !!! Gracias, y sigo tomando mates cada día...Un Beso.

Claudio Carraud dijo...

Patricia, yo estoy radicado en Buenos Aires y escribo para el semanario Gualeguay al día. Tengo mi familia en Gualeguay así que de tanto en tanto ando por los pagos. Sobre tu búsqueda de gente de Paraná, yo diría que vas a tener que empezar a investigar, te doy algunos datos por donde podés buscar.
http://www.gualeguayenparana.com.ar
http://www.myspace.com/melinayuros
Por ahí podés llegar a encontrar gente de Paraná.
Muchas gracias por entrar, aunque sea de rebote, jejeje.

Anónimo dijo...

Claudio, gracias!!, entré de reboté pero leí bastante, y me gustó, muchísimo, y el de los escritores y los gatos, genial!! soy una loca de los felinos,viene de línea materna, ja, ja, y mis hijos lo heredaron, tengo el libro de A. Burgos: "Gatos sin fronteras", además de escritores a otros genios le gustaron o gustan los gatos:Dalí, Sabina, Amaral,Soy Veterinaria y trabajo en un Refugio de gatos. Saludos

Claudio Carraud dijo...

Gracias Patricia, por favor mandame un mail para tener la dirección de correo tuya, así me contás de tu experiencia en España.

Alejandra dijo...

Muy bueno! Vagabundeaba por el ciberespacio y acabo de descubrir tu blog.
Me quedo.