lunes, 30 de noviembre de 2009

Simplemente...Fontanarrosa

El jueves pasado hubiese cumplido 65 años


“De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro”.
(Roberto Fontanarrosa)


Escribir sobre el “Negro” Fontanarrosa es remontarse inevitablemente a una ciudad: Rosario y a un club de fútbol: Rosario Central. Es imposible pensarlo y recordarlo sin su querida ciudad y sin su querido club de fútbol. Fontanarrosa mismo es sinónimo de Rosario y de los “canallas”.
Roberto Fontanarrosa hubiese cumplido el jueves pasado 65 años. Y el “hubiese” duele, por la ausencia de un tipo que nos hacía reír. Él era simplemente: Fontanarrosa. Había accedido a esa categoría de los reconocidos y queridos por la gente. Aquellos a los que solo se los nombra con el apellido porque ya son una marca registrada. Como Borges, Fangio, Maradona, Gardel, Olmedo o Serrat; el rosarino era simplemente Fontanarrosa.

El “Negro” –como le decía casi todo el mundo- nació el 26 de noviembre de 1944. “Era domingo y el parto había sido normal, salvo por un detalle, el bebé resultó negro y canalla. Mi niñez no da ciertamente para escribir una novela angustiante. Ni da tampoco para una historieta”.
Era una persona extremadamente humilde, que desde el interior pudo ganarse un lugar en Buenos Aires –donde atiende Dios-, para llegar nuevamente a todo el país e incluso a otros países como Uruguay, Colombia, México, Brasil, Italia y España, donde sus libros han sido publicados.

Desde Rosario, lugar donde vivió y trabajó siempre, supo consolidarse no solo como humorista gráfico sino además como escritor. “No hubo un momento en que decidí quedarme en Rosario, siempre me pareció natural. Pero me lo permite el tipo de trabajo, y cada vez más a través del fax o de la computadora”, contó en una de sus últimas entrevistas al semanario El Miércoles de Concepción del Uruguay.

La humorista gráfica Maitena afirma en una nota periodística que “el Negro era un maestro en todo: en cómo siguió viviendo siempre donde estaban sus afectos, sus amigos, donde tenía la vida que le gustaba, es decir una vida sencilla y chiquita. Eso de vivir en un pequeño mundo, de irme lejos y dedicarme al laburo muchas veces pienso que fue un ejemplo de él”.

Fontanarrosa no había terminado la secundaria, y sus primeros trabajos fueron en publicidad, en 1963, en la agencia de Roberto Reyna para luego pasar a trabajar en medios gráficos. En 1968 publicó su primer chiste gráfico en la revista rosarina Boom. “Yo arranqué desde muy chico simplemente porque me gustaban las historietas, especialmente las de aventuras, y para mí era un entretenimiento. Y lo sigue siendo ¿eh? copiar a Hugo Pratt, al Sargento Kirk, Ernie Pike, Pepe Dinamita, de El Tony, de Misterix... Y que después uno se gane la vida de esto es un privilegio, es realmente un privilegio”.

Era un tipo querido por todos, y muy respetado por sus colegas. “Yo tengo una teoría que explica la buena relación que en líneas generales hay entre nosotros los humoristas, que tampoco somos demasiados. Hay competencia, por ahí habrá alguna envidia, pero no existe el vedettismo que hay en otros rubros, y eso es porque todos en algún momento pasamos por la publicidad, y si hay algún rubro que atenta contra tu orgullo esa es la publicidad ¡Te tocan tantas veces el culo en la publicidad!”.

La influencia de Fontanarrosa en el humor gráfico argentino es insoslayable. “Cuando empecé a dibujar le afané de todo al Negro, afirma Maitena. Le robé la tipografía: Mujeres Alteradas lleva la helvética minúscula que usaba él. Le robé la manera de resolver los globos, la mirada de los personajes, esa forma de poner el puntito de la mirada en el ojo. Yo quería eso, que mis personajes estuvieran vivos como los del Negro. Que se parecieran a la gente como los de él”.

Tal vez, sus personajes más recordados sean Boogie, el aceitoso y el gaucho Inodoro Pereyra, el renegau, nacidos a principio de la década del ’70 en la revista cordobesa “Hortensia”. Publicó luego en Satiricón y a partir de 1973, cuando el diario Clarín diseña su nueva contratapa, Fontanarrosa es uno de los humoristas gráficos convocados por el matutino porteño.

Pero su labor humorística no solo se remite a los chistes gráficos, es importante su trabajo como escritor e incluso colaboró durante más de veinte años con el grupo Les Luthiers. “Los conocí personalmente cuando presentaron Mastropiero que nunca, en Rosario, y se quedaron en la ciudad una semana. En esa época querían formar un grupo de apoyo que les tirara ideas, el grupo no se formó pero yo empecé a trabajar con ellos”.

El mundo ha vivido equivocado es el título del primer libro de cuentos publicado por Ediciones de la Flor Luego vendrían varios más: No sé si he sido claro, Nada del otro mundo, Uno nunca sabe, El mayor de mis defectos, Best Seller, Área 18, La gansada, La mesa de los galanes, entre otras compilaciones de relatos.

Muchos sostienen que fue un gran escritor que, aunque reconocido, su obra literaria ha quedado opacada por su popularidad como humorista gráfico.

En el 2003 le detectaron una enfermedad llamada esclerosis lateral amiotrófica que fue avanzando hasta dejarlo casi sin libertad de movimientos. Siempre intentó seguir trabajando, de buen ánimo y con una lucidez notable.

El 27 de abril de 2006 en un homenaje que se le hizo en el Senado de la Nación, Fontanarrosa sostuvo: “Esta distinción viene a saldar una deuda que yo tenía con el gran educador sanjuanino, Sarmiento, porque fui un pionero de la deserción escolar. Es más, durante mucho tiempo estuve convencido de que ese gesto ceñudo, severo, de Sarmiento, era porque estaba enojado conmigo. No tengo la intención de trascender, no soy un pedagogo ni un esclarecido, lo único que quiero es hacer reír”.

El 19 de julio de 2007, víctima de un paro cardiorrespiratorio, Fontanarrosa murió. Tenía 62 años. Su entierro fue al día siguiente, en el día del amigo. Esa noche, en el bar El Cairo de Rosario, sus amigos de la mesa de los galanes dejaron una silla vacía como símbolo de la ausencia, pero el ambiente estaba cargado de la presencia de un negro canalla cuya única intención fue hacer reír. ¡Y vaya si lo logró!

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com


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