miércoles, 2 de septiembre de 2009

Juan Manuel de Rosas, el maldito de la historia oficial

Presentación del libro de Pacho O’Donnell


Los caudillos eran investidos de poder y prestigio por sectores populares que reconocían en sus figuras a líderes capaces de conducirlos eficazmente en la lucha por los intereses y principios que compartían. Nuestra historia liberal, escrita por los unitarios vencedores en la guerra civil, los condenó al sótano de los “malditos” por bárbaros, crueles e ignorantes, castigándolos en la memoria colectiva de argentinas y argentinos por su oposición a los “civilizados”, según la disyuntiva planeada, con su habitual brutalidad semántica, por Sarmiento.

(Caudillos Federales, el grito del interior. Pacho O’Donnell)


Juan Manuel de Rosas, el maldito de la historia oficial es uno de los libros más controversiales de Pacho O’Donnell porque el personaje mismo, protagonista de este libro, lo es.

No hay duda de que puede reprochársele a Rosas su tendencia al autoritarismo. Nada justifica persecuciones, degüellos o fusilamientos. Pero tienen razón sus defensores al argumentar que la historia oficial se ha empeñado en cargar sobre sus espaldas toda la violencia de su época, de la que no se pudieron abstraer otros federales ni tampoco sus enemigos unitarios, escribió el autor en la Introducción.

La editorial Norma ha reeditado este libro, de uno de los más importantes historiadores revisionistas de nuestros días, para regocijo de quienes gustan de la Historia, y de los que quieran conocer sobre la vida de uno de los caudillos más importantes de nuestra historia.

La presentación fue en el teatro Andamio 90, en la ciudad de Buenos Aires, donde se dio cita numerosas personalidades del espectáculo y de la cultura argentina.

En el escenario, custodiado por una guardia de “Los Colorados del Monte” con vestimenta y banderas de época, fueron dejando su impronta artistas invitados, amigos de O’Donnell, que acompañaron a este en la presentación.

Así pasó el actor Juan Palomino que leyó un anónimo verso federal; el grupo de danza federal “Santos Amores” dirigido por José Luís Montoya; el cantor Jorge Suligoy; el actor Lito Cruz que leyó un fragmento de la obra “El Sable” de Pacho O’Donnell y la actriz María Florentino que leyó un verso federal muy antiguo.

Cerrando el acto, Pacho O’Donnell y Antonio Tarragó Ros representaron una parte del espectáculo Pasiones en la historia argentina, con textos de O’Donnell y música de Tarragó Ros. Fue así que los presentes pudieron disfrutar de dos textos; uno sobre el caudillo riojano Facundo Quiroga y su caballo el “Moro” a quien le adjudicaba poderes sobrenaturales, y otro sobre Encarnación Ezcurra, esposa de Rosas y activa partidaria del federalismo.

Concluida la presentación, tuvimos la oportunidad de dialogar con Pacho O’Donnell sobre la presentación de su libro y sobre aspectos controversiales de Juan Manuel de Rosas.

“Creo que a Rosas hay que mirarlo con ecuanimidad, no hay que hacer rosismo, pero tampoco hay que hacer antirrosismo. Entender a Rosas sin pasiones es muy importante para entender toda la historia argentina. Así que como ahora se ha reeditado mi libro sobre Rosas que fue un libro que muchos dicen -y creo que es cierto- cambió la forma de entender y de contar la historia argentina me pareció que valía la pena celebrarlo con algo que podríamos llamar una fiesta federal; con los Colorados del Monte, con Lito Cruz, Juan Palomino, con María Florentino; en fin, con muchos amigos, así que la hemos pasado bien celebrando el federalismo. Yo creo que el país hubiera sido mejor con una más acentuada organización federal y no tan centralista como es desde que se dictó la Constitución”, afirmó O’Donnell.

Mario “Pacho” O’Donnell nació en Buenos Aires, es Doctor en psiquiatría y psicoanálisis, escritor, y dramaturgo. Fue Secretario de Cultura de Buenos Aires y de la Nación, Senador Nacional y Embajador en Panamá y en Bolivia. Por su “aporte a la literatura hispanoamericana” fue condecorado con la Orden de Isabel la Católica por el Rey Juan Carlos I de España. También fue distinguido con las Palmas Académicas (Francia).

Ha publicado Teoría y técnica de la psicoterapia grupal, La teoría de la transferencia en psicoterapia grupal y El juego. Como dramaturgo estrenó entre otros, ¿Lobo estás?, Vincent y los cuervos, El encuentro de Guayaquil, La tentación y La tumba de Lorenzo.

Su obra literaria incluye las novelas Las hormigas de Chaplin, Doña Leonor, los rusos y los yanquis y el libro de cuentos La seducción de la hija del portero.

Sobre revisionismo histórico a publicado El grito sagrado, El águila guerrera, El Rey blanco, Los héroes malditos, Historias argentinas, Caudillos Federales, y las biografías Juana Azurduy, la teniente coronela; Monteagudo, la pasión revolucionaria; Che, la vida por un mundo mejor; y Juan Manuel de Rosas, el maldito de la historia oficial.

- Rosas es un personaje controversial en la Historia Argentina…
- Lo apasionante de Rosas es que es muy controversial y que ha sido muy deformado. A mí me gusta mucho escribir –justamente- sobre personajes polémicos; por eso escribí sobre Juana Azurduy, sobre el Che Guevara, sobre Bernardo Monteagudo, y sobre Rosas. A mí me interesan mucho aquellos personajes que, obviamente, están demasiado maltratados, demasiado olvidados, o demasiado “jibarizados”; hay algo ahí que hay que descubrir, que hay que sacar a la luz.

Según el autor “el principal pecado de Rosas -más allá de que era un hombre violento en tiempos en que eran todos violentos; también lo fue Urquiza, también lo fue Lavalle, también lo fue Paz- es que fue el jefe del bando perdedor y que la Historia la escribieron los ganadores y como no lo pudieron matar en la vida real se ocuparon de intentar matarlo en la Historia”.

“Rosas fue un jefe popular, sostiene el historiador, un jefe al cual seguían los sectores populares, la chusma como se le decía; los mulatos, los indios… y se enfrentó a la oligarquía porteña, oligarquía de contrabandistas, oligarquía especuladora. El erigió la unidad protocapitalista que fue la estancia, jerarquizó el trabajo productivo; él era un estanciero de campo no era un estanciero de ciudad. Rosas fue un hombre que defendió la soberanía, que se enfrentó a dos potencias que invadieron la Argentina y eso le mereció el premio mayor que puede tener un argentino que es cuando San Martín le lega su sable al morir. Rosas tenía también defectos; básicamente su gran error político fue negarse a dictar la constitución cuando de alguna manera el país ya estaba reclamando una organización constitucional, eso fue de alguna manera lo que selló su suerte. En cuanto a su tiranía, su violencia, Rosas no ha sido especialmente más violento que sus rivales; eran tiempos violentos”.

- ¿Y eso lo exonera de alguna forma?
- Yo diría que Rosas tuvo defectos y virtudes, lo que pasa es que siempre se le han visto nada más que los defectos, se ha cargado todo lo malo de la época. Por ejemplo: es absurdo que no haya una calle Rosas en la ciudad de Buenos Aires; habiendo calles de parientes de concejales, traidores a la patria, unos cuantos imbéciles. No solo no hay calle Rosas sino que no hay calle de caudillos, muchos de los cuales fueron héroes de la independencia como Estanislao López, Pancho Ramírez, como Chacho Peñaloza, como Francisco Bustos, como Felipe Varela. Ni siquiera hay calle Lucio V. Mansilla; hay calle Lucio N. Mansilla, pero no hay calle Lucio V. Mansilla. Porque Lucio V. Mansilla, sobrino de Rosas, si bien nunca fue rosista, luego de la caída de Rosas en Caseros, su familia, la familia Rosas, la familia Ezcurra, la familia Mansilla fueron muy atacadas, muy injuriadas y Mansilla salió en defensa y fue castigado. Y en Buenos Aires, insólitamente, no hay calle Lucio V. Mansilla, una figura extraordinaria de nuestra Historia. Creo que cerrar esas heridas todavía abiertas insólitamente, le hace muy bien al país.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Foto: Laura Pribluda. Gentileza Editorial Norma

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