martes, 14 de abril de 2009

¡Pobre Patria mía!

El último libro de Marcos Aguinis

Fuimos ricos, cultos, educados y decentes. En unas cuantas décadas nos convertimos en pobres, mal educados y corruptos. ¡Geniales! La indignación me tritura el cerebro, la ansiedad me arde en las entrañas y enrojece todo el sistema nervioso. Acudo hoy al subgénero del panfleto -eléctrico, insolente, visceral- para decir lo que siento sin tener que poner notas al pie o marear con citas. Lo que quiero transmitir es tan fuerte y claro que debo escupirlo.

Así comienza el último libro de ensayos de Marcos Aguinis, ¡Pobre Patria mía!, editado esta semana por la editorial Sudamericana.

“Esto no es un libro. Es un grito sublevado, un llamado de atención, una apelación a parar la pelota enloquecida en que se ha convertido la Argentina de hoy”, afirma Aguinis.

El autor sostiene que este libro “surge de mis entrañas. La Argentina padece una decadencia sostenida, que no armoniza con las posibilidades de sus recursos naturales y humanos. Me duele percibir cómo se la destruye y torna irrelevante. Cómo perdemos una oportunidad tras otra. En 1853 nuestro país era el más desértico y miserable de América latina; en sólo medio siglo se convirtió en el mejor educado y más promisorio. ¿Cómo no voy a decir ¡Pobre patria mía!?”

- Usted comienza su libro diciendo: Fuimos ricos, cultos, educados y decentes. ¿Qué nos pasó?
- Nos alejamos de la sabia ruta que fijaron los constituyentes de 1853, inspirados por el genio de Juan Bautista Alberdi. En las décadas sucesivas hubo contramarchas y errores, por supuesto, pero dominaban las ideas que nos hicieron admirables. En el libro señalo cómo a partir de la década de 1920 se fortalecieron las corrientes de la decadencia, aunque maquilladas de un patriotismo que era autoritario, estatista, mesiánico y reaccionario. El golpe de Estado de 1930 fue fascista y en el golpe del 4 de junio de 1943 hubo generales abiertamente nazis. Luego se incorporó a la liza un populismo desenfadado y más adelante llegó la guerrilla, seguida de represiones sangrientas. La democracia que recuperamos en 1983 no estuvo libre de gérmenes caudillescos, corruptos y otros ligados a la poca conciencia sobre la importancia de las instituciones por encima de los hombres y sus ambiciones mezquinas.

Marcos Aguinis nació en Córdoba. Ha transitado una amplia formación internacional en literatura, medicina, psicoanálisis, arte e historia. Cómo él mismo dijo una vez: “he viajado por el mundo, pero también he viajado por diversas profesiones”.

Su primer libro, “Maimonides: un sabio de avanzada”, se publicó en 1963. Desde entonces ha publicado diez novelas, catorce libros de ensayos, cuatro libros de cuentos y dos biografías. En estos últimos años, sus libros se han convertido en best-sellers.
Sus novelas han marcado hitos literarios: La cruz invertida, Refugiados: crónica de un palestino, La conspiración de los idiotas, Profanación del amor, La gesta del marrano, La matriz del infierno, Los iluminados, Asalto al Paraíso, La pasión según Carmela. Sus ensayos: Carta esperanzada a un General, Elogio de la culpa, Las redes del odio, Un país de novela, El atroz encanto de ser argentinos, ¿Qué hacer?, se incrementan con la publicación de ¡Pobre patria mía!


- ¿Cuál es el gran "mal" argentino?
- No entender, precisamente, el rol axial de las instituciones. El Congreso no reúne a los "representantes del pueblo", sino a políticos que lamen los zoquetes del mandamás de turno. La Justicia tiene miedo de ser independiente y procesar a los corruptos mientras están en el poder. En síntesis, no impera la Constitución.

- Existe en nuestro país una pérdida valores…
- Sí, hemos caído en un pozo carente de valores. A menudo ni se los reconoce. Valores públicos y privados. Se roba y se miente con impunidad. Se abusa del poder. Muchos de esos defectos los vengo denunciando en mis libros y artículos.

- ¿Cómo se pueden recuperar esos valores perdidos?
- Es una tarea ardua, porque siempre cuesta más construir que destruir. Deben funcionar a la vez la ejemplaridad de arriba y el esfuerzo de abajo. Los medios de comunicación tienen un rol decisivo, para educar, denunciar y estimular. Si la tendencia consigue apuntar hacia la recuperación de los valores del trabajo, la decencia, la solidaridad, el esfuerzo, la excelencia, el respeto, las cosas pueden cambiar para bien en menos tiempo del pensado. Pero, insisto, la tarea necesita de la buena lluvia y de la buena tierra.

En una parte del primer capítulo de ¡Pobre Patria mía!, escribe Marcos Aguinis:

Tengo tanto para decir que no sé por dónde empezar. No quiero transformar este panfleto, que debe ser corto, en un libro largo. Comenzaré por un tema “cacareado pero marginal”, como dije muchas veces: la educación. Sin educación no hay buen futuro. Y parece que no nos interesa el futuro, porque la educación es un desastre.

- En su libro, hace una crítica dura a la mala educación pública. Quizás, uno de los errores en ese tema es el ingreso irrestricto a la Universidad de Buenos Aires, responsabilidad del gobierno de Raúl Alfonsín, dónde usted fue funcionario…
- En efecto, arrastramos ideas equivocadas, porque no advertimos que la evolución del mundo exige cambios. Así como fue progresista y maravillosa la Reforma Universitaria de 1918, algunos de sus postulados ahora se han vuelto anacrónicos. Antes, por ejemplo, se daba prioridad al enciclopedismo, pero ahora es más importante la ciencia y la tecnología. Se sigue pidiendo una universidad con ingreso irrestricto y gratuito, cuando ese aspecto ya tiene características inmorales, porque quienes se benefician de ese ingreso y esa gratuidad no siempre los merecen: muchos no estudian y desertan sin dar las gracias, y muchos son hijos de padres que pueden pagar. Con ese dinero se podrían crear becas para jóvenes sin recursos que merecerían ser universitarios y no pueden siquiera financiarse el transporte.

Aguinis ha escrito artículos sobre una amplia gama de temas en diarios y revistas de América latina, Estados Unidos y Europa.
Ha dictado conferencias y cursos en instituciones educativas, artísticas, científicas y políticas en Alemania, España, Estados Unidos, Francia, Israel, Rusia, Italia y casi todos los países latinoamericanos.
Además ha recibido numerosos premios, entre ellos, la Faja de Honor de la sociedad Argentina de Escritores y el Premio Planeta de España. Fue designado por Francia Caballero de las Letras y las Artes y la Tel Aviv University le otorgó en 2002 el título de Doctor Honoris Causa.

En ¡Pobre Patria mía! Aguinis hace una crítica a la decisión del gobierno de estatizar los fondos de las AFJP a fines del año pasado. Habla además de la tendencia a la fuga de capitales, un tema que no es de ahora, sino de larga data.

Dice Aguinis:
Los gobiernos deberían intentar que aumente la confianza de sus ciudadanos para que no fuguen al exterior ahorros y capitales. Sobre este punto no me cansaré de machacar, porque hace más de medio siglo que aumenta la tendencia a mandar dinero al exterior: nadie confía en el respeto que aquí se brinda a la propiedad privada. Lo hizo el mismo Kirchner cuando fue gobernador de Santa Cruz, y no parece dispuesto a repatriar los centenares de millones de dólares que giró hacia un periplo mundial del que no rinde información clara (ni turbia siquiera) pese a denuncias insistentes y la actitud innoble de fiscales y jueces que no se atreven a enfrentarlo. Para colmo, él y su mujer gritan que los argentinos sean patriotas y traigan de vuelta sus dineros. El dinero de los giles, no el de ellos, que de giles no tienen nada.

- Usted es muy crítico del matrimonio Kirchner, ¿cuál es su opinión sobre lo que hizo el gobierno de adelantar las elecciones para el 28 de junio?
- No les importa el país ni su futuro, sino gozar del poder y enriquecerse. Son responsables de una gran oportunidad que pierde la Argentina, ahora que el mundo está en crisis y necesita alimentos. Provocaron enfrentamientos estériles, incentivaron el odio, facilitaron la inseguridad y degradaron las instituciones de la república. Su deseo de adelantar las elecciones expresa debilidad y revela que perciben (algo perciben) la cercanía de su fin.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

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