sábado, 25 de abril de 2009

Roberto Arlt y el oficio de escribir

A 109 años del nacimiento del periodista y escritor argentino
Si usted conociera los entretelones de la literatura, se daría cuenta de que el escritor es un señor que tiene el oficio de escribir, como otro de fabricar casas. Nada más. Lo que lo diferencia del fabricante de casas, es que los libros no son tan útiles como las casas, y después... después que el fabricante de casas no es tan vanidoso como el escritor.(…)
(El escritor como operario)
Roberto Arlt escribía esto en sus Aguafuertes porteñas, allá por 1930, en el diario El Mundo dónde había comenzado a trabajar en 1928, para dejar definitivamente su huella en el periodismo y en la literatura argentina.
Criticado por muchos, aceptado por pocos; Arlt marcó un camino dentro de las letras, dibujó un estilo -muy propio- dentro del periodismo argentino.
Roberto Godofredo Cristophersen Arlt nació en Buenos Aires el 26 de abril de 1900, hijo de Karl Arlt, prusiano de Posen –hoy Poznan, Polonia- y de Ekatherine Lobstraibitzer, nacida en Trieste, al norte de Italia, a orillas del Mar Adriático.
Vivió con su familia hasta los dieciséis años, cuando decidió irse a vivir solo y comenzó su derrotero por diferentes pensiones del barrio porteño de Flores.
Tuvo diferentes ocupaciones: ayudante en una librería, pintor de brocha gorda, hojalatero, peón en una fábrica de ladrillos y hasta fue un estudiante de pocas luces en la Escuela de Mecánica de la Armada.
Desde 1916 comenzó a trabajar como periodista, una profesión con la que intentó ganarse la vida sin mayores pretensiones, y en la que se desenvolvió con gran soltura, al punto de imponer una forma particular de escribir.

La mayoría de los que escribimos, lo que hacemos es desorientar a la opinión pública. La gente busca la verdad y nosotros les damos verdades equivocadas. Lo blanco por lo negro. Es doloroso confesarlo, pero es así. Hay que escribir. En Europa los autores tienen su público; a ese público le dan un libro por un año. ¿Usted puede creer, de buena fe, que en un año se escribe un libro que contenga verdades? No, señor. No es posible. Para escribir un libro por año hay que macanear. Dorar la píldora. Llenar páginas de frases.(…)
(Desorientadores)

Su primer cuento, “Jehová”, lo escribió alrededor de 1916 y da comienzo a su carrera de escritor que se consolida con “El juguete rabioso”, en 1926.
Roberto Arlt tuvo la lucidez de pintar una realidad de aparente opulencia económica que concluiría con una crisis económica en nuestro país, unos años después.
Supo mostrar la cara oculta de la sociedad, con conflictos políticos-ideológicos. Muchos sostienen que “El juguete rabioso” es el punto de partida de la novela argentina contemporánea.
Por ese entonces, comienza a escribir para los diarios Crítica y El Mundo. Sus columnas diarias Aguafuertes porteñas, aparecieron de 1928 hasta 1935 y fueron recopiladas en el libro que lleva el mismo nombre.
En 1929 aparece “Los siete locos” y dos años después “Los lanzallamas”. En 1932 publica “El amor brujo” y al año siguiente “El jorobadito” junto a “Aguafuertes porteñas”. En 1935 viaja a España y África enviado por el diario El Mundo y de ese viaje surgen sus “Aguafuertes españolas” en 1936. Cinco años después, en 1941 publica “El criador de gorilas”.
Escribió además, obras de teatro como El humillado, Escenas de un grotesco, Trescientos millones y Saverio el cruel.
Por su labor como escritor, Arlt se relacionó con muchos de los escritores que pertenecían a los grupos de Florida y Boedo, dos grupos en apariencia antagónicos en la vanguardia porteña de los años veinte.
Si bien Arlt había sido por un tiempo secretario de Ricardo Güiraldes -a quién dedicó “El juguete rabioso”- y colaboró en la revista Proa, de Jorge Luis Borges; dos exponentes del grupo de Florida, no dejó de sufrir el desdén de los “martinfierristas”. Por esto, a Roberto Arlt se lo relaciona con los escritores del grupo de Boedo que defendían un arte comprometido con los problemas del hombre, que preferían el cuento y la novela a la poesía y veían en la literatura una posibilidad de aportar a una transformación de la sociedad.

Si usted quiere ser diputado, no hable en favor de las remolachas, del petróleo, del trigo, del impuesto a la renta; no hable de fidelidad a la Constitución, al país; no hable de defensa del obrero, del empleado y del niño. No; si usted quiere ser diputado, exclame por todas partes:
–Soy un ladrón, he robado... he robado todo lo que he podido y siempre.
(¿Quiere ser usted diputado?)

Roberto Arlt escribió sobre la realidad que veía cuando recorría las calles de Buenos Aires, se “empapaba” de esa realidad mundana de los años ’20 y ’30, de inmigrantes, anarquistas, socialistas, delincuentes y prostitutas.
Una de las crónicas más impresionantes y mejor escritas de Arlt es sobre el fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni, ocurrido el 1 de febrero de 1931, durante la dictadura de José Uriburu, en la antigua penitenciaría que existía dónde hoy está el Parque Las Heras, en Buenos Aires.

Las cinco menos tres minutos. Rostros afanosos tras las rejas. Cinco menos dos. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas. Más sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir (…)
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huída hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos.(…)
Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte.(…)
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja del adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen.(…)
Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar.
Ha formado el blanco pelotón de fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Este grita: Venda no.
Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso.(…)
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?
- Pelotón, firme. Apunten
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
- ¡Viva la anarquía!
-¡Fuego!
El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas.
Fogonazo del tiro de gracia. (…)Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.
Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez de Última hora, Enrique Gonzáles Tuñón, de Crítica y Gómez, de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara:
- Está prohibido reírse
- Está prohibido concurrir con zapatos de baile.

(He visto morir)

El 26 de julio de 1942 Roberto Arlt murió de un ataque cardíaco. Tenía 42 años. Tan solo dieciséis años le bastaron para dejar su marca en el periodismo y en la literatura argentina.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com


Fragmentos escritos por Roberto Arlt en Aguafuertes porteñas: El escritor como operario, Desorientadores, ¿Quiere usted ser diputado? y He visto morir, crónica sobre la muerte de Severino Di Giovanni.

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