martes, 25 de noviembre de 2008

Y ahora...¿qué hacemos con los calzones de Nadal?


Todo empezó con una graciosa, pero poco feliz, frase de Juan Martín del Potro cuando ya Argentina se sabía finalista de la copa Davis. Refiriéndose a que vendría a jugar Rafael Nadal -su amigo- del Potro descerrajó un “que venga, le vamos a sacar los calzones…”, frase que fue festejada por todo el público presente en Parque Roca. Después llegaron todas las elucubraciones sobre en qué superficie había que jugarle a Nadal. Que polvo de ladrillo no porque era darle por ganado los partidos al número uno del mundo; que tenía que ser carpeta y si era carpeta tenía que ser un estadio cerrado.

Entonces comenzó la puja por qué ciudad sería la sede: Córdoba o Mar del Plata. Y vinieron veedores mundiales para inspeccionar las posibles cedes y dar el visto bueno. Y comenzó la lucha política, la de ellos –los políticos- que no dan puntada sin hilo y que aprovechan cualquier oportunidad que pueden para sacar un rédito, aunque más no sea figurar, salir en la foto, cueste lo que cueste –y vaya si costó unos cuantos millones que Mar del Plata fuera finalmente la cede- y Scioli pudo darse el lujo de que la final de la Copa Davis se jugara en la provincia de Buenos Aires.

Pero resulta que “el Rafa” se lesionó y no pudo venir a jugar, entonces muchos se empezaron a preguntar: ¿entonces que hacemos? Y trataron de hacer un poco más blanda la superficie. Todo para poder sacar un poco más de ventaja deportiva, que por supuesto es lícita y está dentro del reglamento. Pero ¿de qué sirvió?

Los españoles vinieron, sin Nadal, uno de los pilares fundamentales del equipo. Vinieron calladitos la boca, sabiendo que la fiesta se estaba preparando y ellos, obligatoriamente, serían los sparring para que los argentinos festejáramos la primera Copa Davis, ésa misma que está hecha con tanto peso para que no la pueda sostener un solo jugador sino cuatro, un equipo. Porque la Davis se juega en equipo, algo que es difícil de entender en el tenis, un deporte que es fundamentalmente individualista. Por esa razón misma, es difícil hacerle entender a un tenista los conceptos básicos que debe tener un equipo, porque el mismo tenis es individual. Y convengamos que cuando se juega dobles es bastante aburrido, jugarlo y más mirarlo.

En otros deportes como el rugby, por citar un ejemplo, es fundamental el trabajo de equipo. En un scrum son ocho jugadores que son uno. En el tenis no pasa lo mismo, el tenis es fundamentalmente un juego individual, y eso se nota.

Y en las afueras del estadio de Mar del Plata, la fiesta se palpitaba. Y los vendedores ambulantes, que parecido a nuestros políticos aprovechan las oportunidades, vendían “los calzones de Nadal” como un símbolo inequívoco de lo “ganadores” que nos creemos muchas veces los argentinos, de nuestro triunfalismo, de nuestra enfermedad crónica: el exitismo.

El equipo español, sin Rafael Nadal, nos demostró que muchas veces lo imposible se hace posible. El capitán del equipo, Emilio Sánchez Vicario, que sabe –y mucho- sobre entrenar, motivó especialmente a los jugadores haciéndoles entender que por algo estaban en ese equipo y que podían estar a la altura de una final de Copa Davis. Y vaya si lo estuvieron.

Del equipo argentino, mucho se habló. Se dijeron muchas cosas sobre peleas que en realidad no existieron, sobre conflictos que no son tanto. Sí existió un solo reproche; fue de un jugador hacia del Potro: “viste pendex, que no tendrías que haber ido a Shangai”. Algo injusto para el chico de Tandil, que arrancó entre los cincuenta mejores del mundo, que hoy es top ten; y que se ganó el derecho a jugar el Master por estar entre los ocho mejores del año.

Nos ganaron, bien, sin discusión, sin excusas. Nos demostraron que fueron mejores. Ojalá esto nos sirva para aprender de nuestros errores. Ojalá nos sirva para darnos cuenta que los partidos se ganan en la cancha y no fuera de ésta. Habrá otras finales para Argentina seguramente. Habrá otras oportunidades, ojalá las podamos aprovechar.

Mientras tanto, los vendedores ambulantes, habrán guardado los calzones de Nadal en alguna caja de cartón, para una mejor oportunidad. O quizás, en un tiempo, aparezcan en algún puesto en “La Salada” como un triste recuerdo de lo que fue, para todos los argentinos, esta final de Copa Davis.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

2 comentarios:

Horacio Ricardo Palma dijo...

Del Potro me hizo acordar a Galtieri..."si quieren venir que vengan...le presentaremos batalla".

Ahora, por favor que no lo nombren a Martìn Jaite!!!, es lo más parecido a Riquelme (por pechofrío), era una amargura verlo a Jaite en la Davis!!!
Abrazo

Claudio Carraud dijo...

A mí me pasó lo mismo que a vos con lo de Juan Martín del Potro.
abrazo