sábado, 1 de agosto de 2009

René Favaloro: un ejemplo de vida

Se cumplieron nueve años de su muerte

La noticia conmovió al país aquella tarde de sábado. Eran las 16.45 del sábado 29 de julio de 2000 cuando su secretaria privada, una médica que tenía 35 años y el hermano de esta, encontraron el cuerpo en el baño del departamento donde vivía, en el 2º piso del edificio con ladrillos a la vista en Dardo Rocha 2965, pleno Palermo Chico.

Según revelaron en ese momento las fuentes policiales, la secretaria y su hermano llegaron al departamento y notaron que la puerta tenía la llave puesta. Tocaron el timbre, esperaron y finalmente, con su propia llave, destrabaron la cerradura para entrar. Favaloro no estaba en ningún lado. Revisaron la casa hasta que por una hendija de la puerta del baño se dieron cuenta de que estaba ahí adentro.

Intentaron entrar pero el cuerpo del médico obstruía la puerta. Entonces llamaron al portero para que les ayudara a sacar la puerta de su lugar. Cuando entraron vieron a Favaloro tirado en el piso, con una herida de bala a la altura del corazón. En el lugar estaba el revólver calibre 38 con el que se había disparado.

En el espejo del baño encontraron una nota pegada en la que el cardiocirujano pedía, a quien lo hallara, que avisara enseguida a dos sobrinos, un hombre y una mujer. Más tarde aparecieron cartas escritas por él que, según se supo, explicaban su decisión.

Favaloro vivía solo, había quedado viudo en 1998 y no tenía hijos. Su muerte conmocionó a la comunidad científica argentina y al público en general ya que este médico de 77 años gozaba de un prestigio a nivel mundial, porque había desarrollado la técnica del bypass coronario que ha salvado miles de vidas.

El presidente Fernando de la Rúa decretó duelo nacional hasta el entierro del prestigioso médico cardiocirujano.


René Favoloro saluda al Papa Juan Pablo II
Todos nos vamos a morir, dijo Favaloro una vez. No tengo miedo, me codeo con la muerte todos los días. Mi madre murió a los 91 años, mi padre a los 86; pero eso no quiere decir nada. A pesar de venir de una familia profundamente católica, creo que “chau, bueno, se terminó para siempre”. Por eso, cada día hay que tratar de hacer lo mejor para uno, la familia y la sociedad. Lo que va a quedar es el recuerdo.
Su vida
René Gerónimo Favaloro nació 12 de julio de 1923 en una casa humilde del barrio “El mondongo” de la ciudad de La Plata, su padre era carpintero y su madre modista. A tan solo una cuadra de su casa estaba el Hospital Policlínico donde se formaría como médico. Desde los cuatro años comenzó a manifestar su deseo de ser “doctor”.
El pequeño René cursó la primaria en la escuela de su barrio, cuando volvía pasaba las tardes en el taller de carpintería de su padre ebanista, quien le enseñó los secretos del oficio.
Aprendió de sus padres uno de los valores que siempre sostuvo a través de su vida, la cultura del esfuerzo.
En los potreros de su barrio aprendió a amar el fútbol, se hizo fanático de Gimnasia y Esgrima de La Plata, pero siempre fue un alumno aplicado que hizo de la autodisciplina una filosofía de vida.
Su abuela materna le transmitió su amor por la tierra y la emoción al ver cuando las semillas comenzaban a dar sus frutos. A ella le dedicó su tesis del doctorado: “A mi abuela Cesárea, que me enseñó a ver la belleza hasta en una pobre rama seca”.
En 1936, después de un riguroso examen, Favaloro entró al Colegio Nacional de La Plata. Allí, docentes como Ezequiel Martínez Estrada le infundieron sólidos principios de profunda base humanística. Aprendió los ideales de libertad, justicia, ética, respeto, y búsqueda de la verdad.
Al finalizar la secundaria ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata, y en tercer año comenzó las concurrencias al Hospital Policlínico y allí acrecentó su vocación al tomar contacto con los pacientes.
Cuando se recibió en 1949 trabajó un tiempo en el Hospital Policlínico, hasta que un día llegó una carta de un tío de Jacinto Aráuz, un pueblito de la zona desértica de La Pampa de 3.500 habitantes. Su tío le explicaba que el único médico que atendía la población, el doctor Dardo Rachou Vega, estaba enfermo y necesitaba viajar a Buenos Aires para su tratamiento. Le pedía a su sobrino René que lo reemplazara aunque fuera por dos o tres meses. En 1950 y casado con María Antonia, su novia de la escuela secundaria, René Favaloro se radicó en Jacinto Aráuz y pasó a ser el doctor del pueblo. Las vivencias como médico rural, lo marcaría para siempre.
Existe en el país enorme cantidad de tierra improductiva-mucha de ella fiscal- a la que hay que agregar en estos últimos años centenares de miles de hectáreas que están allí, al lado de los diques construidos desde Cabra Corral hasta El Chocón, esperando la mano del hombre para derramar el agua y traer progreso al país, escribió en su libro “Recuerdos de un médico rural”.
Luego de 12 años de trabajar como médico ese pueblito de La Pampa, Favaloro decidió viajar a Estados Unidos para estudiar en la Cleveland Clinic los avances que se estaban llevando a cabo en cirugía torácica. Pensó que al volver lo que aprendería en Cleveland sería de mucha utilidad en nuestro país. Con pocos recursos y un inglés incipiente, lo que pensó que sería un breve tiempo en Estados Unidos terminó siendo una década.

René Favaloro junto a Federico Leloir
Con el profundo amor por su patria, Favaloro decidió regresar a la Argentina en 1971 con el sueño de desarrollar un centro de excelencia similar al de la Cleveland Clinic, que combinara la atención médica, la investigación y la educación. Y lo logró en 1975 cuando creó la Fundación Favaloro junto a otros colaboradores y afianzó la labor que venía desarrollando desde su regreso al país. Uno de sus mayores orgullos fue el de haber formado más de quinientos residentes provenientes de todos los puntos de Argentina y de América latina.
René Favaloro volcó su experiencia de vida en sus libros: Recuerdos de un médico rural (1980); De La Pampa a los Estados Unidos (1993); y Don Pedro y la Educación (1994), pero además, su pasión por la historia hizo que publicara dos libros de investigación sobre el general José de San Martín; ¿Conoce usted a San Martín? (1987) y La Memoria de Guayaquil (1991).
La crisis económica en que estaba sumida la Argentina desde fines de la década del ‘90 se reflejaba en la Fundación que dirigía Favaloro. Cansado de pedir favores a empresarios para poder seguir adelante con la Institución y ante la sordera de los diferentes gobiernos que parecía no interesarles demasiado la labor de la Fundación, Favaloro comenzó –quizás- a sentir impotencia y depresión.
En una conferencia en la Universidad Católica de Córdoba en 1981 Favaloro dijo: Proceder con honestidad en aras de la dignidad del hombre es el compromiso más trascendente en nuestro corto paso por este mundo.
Algunos sostienen que su muerte fue un atroz llamado de atención. Aquel sábado de julio de 2000 René Favaloro decidió que ya no valía la pena seguir viviendo.
Dejó el legado de su Fundación, sus enseñanzas; sus convicciones y sus ideales.
El año antes de su muerte en un congreso expresó:
Estoy convencido de que a esta sociedad consumista, cegada por el mercado, la sucederá otra que se caracterizará por el hecho trascendente de que no dejará de lado la justicia social y la solidaridad.
Ojalá, así sea.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

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