viernes, 25 de junio de 2010

Enrique González Tuñón, figura significativa de la historia del periodismo argentino

A 67 años de su muerte


“Cuando yo muera no planten un sauce en mi tumba, planten una máquina de escribir”
(Enrique González Tuñón)



Enrique González Tuñón es uno de los nombres indefectiblemente ligado a la historia del periodismo y de la literatura argentina. Fue periodista, escritor y poeta. Hermano del mundialmente reconocido poeta Raúl González Tuñón. Su corta vida y la fama de este último quizás ha hecho olvidar, muchas veces, su reconocida labor en las letras.



Amigo de Roberto Arlt, su vida tiene muchos puntos en común con el autor de El juguete rabioso. Los dos tenían casi la misma edad, ejercieron el periodismo y pertenecían al mismo grupo literario –de Florida- aunque se los relaciona también con el grupo de Boedo por el contenido de sus obras. A Enrique González Tuñón, como a Roberto Arlt, le interesaba la vida en los arrabales de Buenos Aires donde abundaban los inmigrantes, las prostitutas y los malandras, acompañados por el ritmo del tango con letras escritas en lunfardo. Los dos fueron personajes de esa bohemia que se vivía en el Buenos Aires de entonces. Y existe algo más que los unió: una vida corta pero febril en lo literario. Los dos murieron a los 42 años; Arlt el 26 de julio de 1942 y González Tuñón el 9 de mayo de 1943.



El propio Arlt nombra a su amigo en el final de una de las mejores crónicas que se han escrito en el periodismo argentino; la del fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni titulada “He visto morir”: Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna de la Razón, Álvarez de Última hora, Enrique González Tuñón de Crítica y Gómez de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían (…)



Por esos años, compartían la actividad como periodistas de policiales y dejaban su impronta en las crónicas escritas con maestría, aportando una cuota innovadora en las páginas de los diarios a principios de la década del ’30.



Enrique González Tuñón, nació en Buenos Aires, en el barrio de Once, en 1901 y allí se crió, cuando la que hoy es Plaza Once era, en las palabras de su hermano Raúl, “un verdadero parque, boscoso, denso”. Desde chico fue un ávido y desordenado lector de Quevedo, Dickens, Gorki, Chéjov, entre otros.



Empezó en el periodismo en 1922 en el semanario El Noticiero, y al año comenzó a colaborar también en Caras y Caretas. A partir de 1924 y junto a Raúl comenzaron a participar en el grupo de Florida, también llamado movimiento Martinfierrista, colaborando con el periódico Martín Fierro y la revista Proa de Ricardo Güiraldes, donde escribía también el secretario privado de Güiraldes, Roberto Arlt.



En 1925 ingresó en Crítica, el legendario diario de Natalio Botana. Según César Tiempo “con la entrada de Enrique González Tuñón a Crítica la noticia conquistó la cuarta dimensión, el arrabal tomó posesión del centro; la prosa municipal y espesa de los gacetilleros se hizo luminosa y abigarrada; la metáfora tomó carta de ciudadanía en el mundo de la información, se empezó a escribir como Enrique, a jerarquizar lo popular, el tango, cuyo primer exegeta culto fue Enrique”
Seis años después, en 1931, pasó a Noticias Gráficas, y comenzó a colaborar en el suplemento literario de La Nación, algo que prestigiaba a quienes lograban llegar a escribir en el diario fundado por Bartolomé Mitre. Colabora además con El Mundo donde aparecen sus últimos trabajos literarios, sus poemas en prosa, algunos de los cuales integraron el libro La calle de los sueños perdidos.




Un hombre ha perdido un sueño y no lo puede encontrar.
Muchos seres perdieron un sueño. ¿Cuántos siguen el rastro del sueño perdido?
Un sueño puede perderse de día o de noche, a la hora indecisa de la madrugada, en la calle, en la casa, en un hotel, en una plaza, en un vagón de ferrocarril, en un barco. En cualquier lugar puede perderse un sueño como se pierde una llave.
¿Ha encontrado usted alguna vez una llave en la calle?
¿Ha encontrado un sueño perdido?
(¿De qué le vale una llave, un sueño, si no es su llave, su sueño?)
El mundo está lleno de sueños perdidos.
El honrado chofer devolvió la valija olvidada en su coche de alquiler.
El honrado transeúnte devolvió la cartera repleta de billetes.
Nadie, que yo sepa, ha devuelto un sueño.
Nadie.(…)

(La calle de los sueños perdidos)


Según su hermano Raúl, “más que un fin, el periodismo fue para él un medio, pero lo ejerció fervorosamente. Fue el cronista magistral de la ciudad. Él y yo conocíamos y amábamos todos sus barrios (…). Por sus calles anduvimos muchas veces con Nicolás Olivari, Roberto Arlt, Santiago Ganduglia, Carlos de la Púa (…)”



Enrique González Tuñón fue además guionista de cine en dos películas: Mañana me suicido, en 1942 y Pasión imposible en 1943. Escribió letras de tangos como Pa’l cambalache que fue grabado por Carlos Gardel en 1929, piezas teatrales y sainetes.


Su obra publicada está conformada por Tangos (1926), El alma de las cosas inanimadas (1927), La rueda del molino mal pintado (1928), Apología de un hombre santo (1930), Camas desde un peso y El Tirano (1932).



Los últimos años de su vida, debido a problemas en su salud y por recomendación médica, los pasó en la ciudad cordobesa de Cosquín, lugar donde lo visitaba Raúl que por esos años vivía en Chile. Raúl describió su último encuentro con su hermano; “lo hallé febril, agotado. Varias veces había vencido su mal, viajaba a la paz de su luminosa casa en Cosquín, al aire puro. Me pareció que estaba como apurando a la muerte. Le rogué que se cuidara, que no hiciera tonterías. No lo vi más. Recuerdo su mano espléndida dibujando un ademán náufrago en el vacío, y caer sobre el pecho como un pájaro herido”.



Un tiempo después, el 9 de mayo de 1943, Enrique González Tuñón murió en Cosquín, la ciudad que lo albergó en sus últimos momentos. En 22 años inmersos en el periodismo y la literatura supo dejar su impronta en uno y en otra. Muchos afirman que fue el más porteño de los cronistas de la época, el que mejor supo “pintar” el Buenos Aires de las décadas del ’20 y del ’30.


“No era un general, escribió Raúl González Tuñón, no era un primer ministro, pero era un artista, era un poeta, tenía la llave de la calle”.



Claudio Carraud


ccarraud@hotmail.com



Publicado en EL DIA de Gualeguay, EL DIARIO de Gualeguay, Análisis Digital, el 9 de mayo de 2010.


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