viernes, 25 de junio de 2010

Ignacio Ezcurra, la vida por el periodismo


Murió asesinado en Vietnam donde era corresponsal de guerra del diario La Nación

"Saigón, 8 de mayo. Correrá mucha sangre en mayo…" Esto fue lo último que escribió Ignacio Ezcurra en una hoja que quedó en su máquina de escribir, en el comienzo de una crónica que nunca llegó a terminar. Sobre su cama, en la habitación del hotel Eden Roc quedaron papeles y apuntes dispersos. En el armario, sus ropas y su uniforme, indispensable para viajar con los militares. En el baño, su máquina de afeitar y sobre la mesa, un telegrama sin abrir del diario La Nación, que lo había enviado como corresponsal de guerra para cubrir uno de los conflictos bélicos más importantes del siglo XX; la guerra en Vietnam. Había llegado a Saigón el 24 de abril de 1968 para una visita de un mes, con el fin de narrarles a los lectores cómo era vivir o tratar de sobrevivir en medio de una guerra.


François Pelou, director de la agencia France Presse en Saigón fue quien entró en la habitación del periodista argentino que había desaparecido. Pelou le comentó luego a la periodista italiana Oriana Fallaci, enviada especial de L’Europeo de Milán para cubrir la guerra, que Ezcurra no había ido al Norte y no había sido hecho prisionero sino que –para él- había tenido el mismo fin que Piggott, Laramy, Cantwell y Birch, cuatro periodistas muertos por el vietcong, acribillados a sangre fría en barrio Cholón.


Días después de la muerte de los periodistas, y un día antes de su desaparición, Ignacio Ezcurra declaró en televisión en La voz de América: "Siento mucho la muerte de los colegas que fueron asesinados días atrás por el Vietcong. Estaban desarmados y tuvieron tiempo de decir que eran periodistas. Fue una crueldad inútil eliminarlos. Por otra parte, entiendo que el periodismo ha sido sumamente imparcial con el Vietcong. También entiendo que todos los que estamos aquí sentimos que estamos corriendo ese riesgo. Y ése es un precio que tenemos que pagar por estar cubriendo la historia más grande y tal vez más triste de este momento".


En su libro Nada y así sea, Oriana Fallaci relata en tiempo presente:
"Estamos preocupados por Ignacio Ezcurra. Ayer por la mañana se fue en busca de noticias con dos corresponsales de la Associated Press y uno de Newsweek. En Cholón, cerca del lugar donde mataron a Piggott y sus compañeros, dijo de apearse para echar una ojeada. Se apeó del coche, echó a andar y por la tarde aún no había regresado al hotel. Tampoco regresó por la noche, y tenía una cita para la cena. ¿Lo habrán hecho prisionero? ¿Anda en pos de una noticia especial? ¿Se ha ido hacia el norte? (…) François me ha dicho que esta noche irá a su hotel para ver cómo ha dejado Ezcurra la habitación en el momento de partir. (…)
10 de mayo. Lo han matado. Esta mañana un fotógrafo japonés ha vendido a la Associated Press un rollo de fotografías hechas en Cholón y en una fotografía se ve el cadáver de un blanco. Yace tendido sobre una acera, junto al cadáver de un vietnamita. Lleva pantalones grises sujetos por un cinturón claro, camisa blanca de mangas largas y calza zapatos. Tiene los brazos atados a la espalda, se ve la cuerda a la altura del codo. (…)"

Ignacio Ezcurra murió en Cholón el 8 de mayo de 1968, tenía 28 años; su cuerpo nunca se recuperó.

Para Ignacio Ezcurra "Vietnam era algo más que un desafío periodístico era un imperativo del espíritu, un mandato ético, según las palabras de Bartolomé de Vedia, Jefe de editoriales de La Nación. Por eso pidió ser destinado corresponsal de guerra. Y cuando La Nación accedió a su pedido, partió a toda prisa, casi sin despedirse, como si una misión entrañable lo estuviese esperando".

Malcom W.Browne, corresponsal del New York Times escribió: "Yo personalmenteconseguí sobrevivir cinco años reporteando la guerra del Viet Nam con poco más que algunos rasguños. Pero alrededor de cuarenta de mis amigos y colegas, que representaban los medios de información de una docena de países, murieron en Indochina… Ignacio era uno de ellos…Parecerá fatuo a algunos si digo que esos periodistas murieron por una causa importante. Pero para mantener su libertad de elección un pueblo necesita tener conocimiento; y el conocimiento a veces tiene que ser pagado con sangre. Tal es el uso dentro de lo mejor del periodismo, e Ignacio Ezcurra era de lo mejor".


Su vida


Ignacio Ezcurra nació en San Isidro, en la provincia de Buenos Aires, el 7 de octubre de 1939, era el quinto entre doce hermanos, en el seno de una familia tradicional descendientes directos de Juan Manuel de Rosas y de Bartolomé Mitre, fundador del diario La Nación.


Se recibió de bachiller en 1956 en el colegio "El Salvador" de Buenos Aires. Comenzó la carrera de Letras en la UBA y simultáneamente ingresó al diario La Nación en la sección de avisos clasificados.


En 1958, luego de dos viajes, uno al Brasil en moto y otro al Perú, inició junto con dos amigos, un viaje "a dedo" atravesando Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y México, hasta llegar a Estados Unidos. Llegó allí ocho meses después y en 1959 trabajó en dos trabajos temporarios para mantenerse y siguió cursos de perfeccionamiento de inglés en la Universidad de Columbia.


En 1960 pudo estudiar Periodismo en la Universidad de Missouri gracias a una beca que ganó por concurso. Un año después regresó a nuestro país donde hizo el servicio militar y fue enviado por la Secretaría de Cultura de la Nación y el Instituto Di Tella a recorrer más de sesenta ciudades del interior para ofrecer espectáculos audiovisuales y películas documentales.


En 1962 viajó a Perú y Bolivia para traer material periodístico que publicaron la Editorial Atlántida y La Nación. En ese momento se incorpora al diario fundado por Mitre, su antepasado, como cronista volante de la redacción e ingresa en las carreras de Sociología e Historia de la UBA.


En 1963 viajó en una regata a Río Grande, Brasil, y a la vuelta visitó lugares a los que sólo se tiene acceso por mar. Ese mismo año, trabajó para el suplemento dominical de La Nación.


En 1965, invitado por la embajada de Siria, visitó Medio Oriente, intuyendo y anunciando en sus notas la inminencia de un conflicto. Su espíritu aventurero lo llevó a EEUU, en 1967, para investigar los conflictos raciales que se vivían en el país del norte y escribir sobre "El poder negro". Allí tomó contacto con figuras como Robert Kennedy y el líder negro Martin Luther King. Al año siguiente se desempeñó como reportero hasta su desaparición en Saigón el 8 de mayo de 1968.

El escritor Manuel Mujica Láinez, que conoció a Ezcurra en la redacción de La Nación escribió sobre él: "Tengo la certeza de que Ignacio Ezcurra vivió como hubiera deseado vivir y de que su fin, con lo que entraña de pródigo heroísmo, corresponde casi mágicamente a su fervoroso ideal. Su imagen, la del periodista absoluto, continuará siempre alerta, siempre activa, siempre impregnada de tensa juventud. No conocerá la bonanza de los años altos, pero no sabrá su melancolía. Y su clara sonrisa seguirá siendo invulnerable.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en El Día de Gualeguay, EL DIARIO de Gualeguay, El Miércoles de Concepción del Uruguay y Análisis Digital de Paraná, el 6 de junio de 2010.

No hay comentarios: