domingo, 17 de mayo de 2009

¿Está mal opinar?

La relación de los gobernantes con la prensa
El periodismo nunca se ha llevado bien con los gobiernos. Los gobernantes nunca se han llevado bien con los periodistas. Esto, bien sabido es, ha sido desde siempre, desde que uno tiene uso de razón. En general, tanto a los políticos como a los funcionarios o quienes tienen la tarea de gobernar o gestionar, no les cae en gracia la crítica periodística, la toman como si fuera un ataque personal hacia ellos, en particular; o hacia su gestión, en general.
En nuestra ciudad parecería ser que está ocurriendo esto mismo que acabo de comentar. Daría la impresión de que la crítica periodística es, hasta cierto punto, destructiva, dañina por naturaleza.
Deberíamos ponernos a pensar cuál es el papel o el rol que tienen los periodistas en la sociedad o qué funciones cumple la prensa.
La primera y que todos conocemos es la de informar. Informar sobre hechos que ocurren en la sociedad. Esta sería una función aséptica, es decir, simplemente informar lo que pasa. Muchos hablan -en este punto- de la objetividad del periodismo. Informar objetivamente. Cosa que, debo confesar, no creo demasiado. No creo en un periodismo objetivo hecho por sujetos, creo en el periodismo subjetivo bien hecho, o éticamente bien realizado.
La segunda función es la de interpretar los hechos. Esto es, sobre un hecho específico lograr ir un poco más allá de la información aséptica, hilar un poco más fino, inferir, sacar conclusiones sobre las consecuencias o las implicancias que puede tener un hecho.
Y la tercera función es la de opinar. La opinión en el periodismo normalmente es crítica y es necesario que así sea.
Reflexionando sobre este tema, sobre la responsabilidad que nos cabe a los periodistas y comunicadores y sobre la relación conflictiva –en cierto punto- de los gobernantes y la prensa, recordé un artículo que leí una vez del periodista Mariano Grondona, hace unos cuantos años.
En este artículo titulado “El periodista y la honestidad” dice cosas con las que estoy plenamente de acuerdo y que viene muy bien a cuento de la relación de los gobernantes con la prensa.
Dice Grondona que la función de opinar del periodismo “es una función que refleja la comparación entre la situación actual y la situación ideal. Creo que los periodistas tenemos el deber de recordar constantemente el ideal de medir cuan distante está el gobierno, la oposición, la sociedad, tal o cual sector de ese ideal”.
Más adelante sostiene que “hay países, entre ellos el nuestro, donde se hace difícil asimilar la crítica como algo positivo. Se tiende a pensar que la crítica es un acto negativo, un acto de pesimismo, de mostrar siempre lo malo, deprimente. Y yo creo que por el contrario, la crítica es un acto tremendamente positivo porque es como decirle a la sociedad: ¡Mirá cuán lejos está del ideal! ¡vamos!.
En definitiva, el periodismo de opinión –que es crítico- no hace más que “exigir” ese ideal del que habla Grondona. Deberíamos pensar que uno le exige cosas a alguien que cree que puede dar mucho más, que es capaz, a quien es inteligente. Poco podríamos exigirle a alguien que -se sabe- su capacidad no da para más.
Por esa razón, cuando el periodismo opina, exige, reclama, lo hace a sabiendas de que el gobernante es capaz de hacer mejor las cosas, o de hacer mucho más. Siguiendo este razonamiento, no se debería fustigar a quien ejerce el legítimo derecho, como periodista, de expresar una opinión. No se debería caer en el juego innecesario de tratar de descalificar o inferir que un periodista puede responder a interesas espurios.
El periodismo de opinión es necesario en una sociedad democrática y debe ser ejercido con responsabilidad. La misma responsabilidad que deben tener los gobernantes o los funcionarios para con el pueblo, con la sociedad.
Sostiene Grondona en “El periodista y la honestidad” que “en cuanto a la interpretación y la crítica, yo creo que gobierna otra virtud, que es la honestidad intelectual, porque interpretar, criticar, opinar, son acciones más subjetivas, donde se da por sentado que hay una subjetividad en juego. Por lo tanto, es discutible. Si la información fue veraz, es indiscutible: ocurrió tal cosa ayer a las cinco de la tarde. La interpretación y, más aún, la crítica y la opinión, son discutibles. Entonces acá no gobierna ya la veracidad, lo verificable de lo que se está diciendo, pero sí la honestidad intelectual del que lo dice”.
A la prensa se la denomina, muchas veces, “el cuarto poder” y se puede discutir si es tan así o no, pero no se puede soslayar que el periodismo tiene influencia en la gente o que la gente se deja influenciar por el periodismo. Pero tampoco debemos menospreciar el poder de análisis que tiene la sociedad. Es decir que esa supuesta influencia de la prensa siempre estará limitada por el poder de análisis de los ciudadanos.
Los periodistas deberemos ser conscientes y responsables de lo que decimos o escribimos. Pero más conscientes y responsables deberán ser los gobernantes y los funcionarios porque sus decisiones tendrán repercusión directa en la sociedad y tenderán al bienestar o no de los ciudadanos.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

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