lunes, 8 de marzo de 2010

Fernando Fader, representante de nuestra identidad pictórica

Se cumplen 75 años de la muerte del gran artista plástico





Fernando Fader es uno de los pintores más destacados en la historia de las artes plásticas argentinas del siglo XX.

Fader, que no había nacido en nuestro país sino en Francia, se propuso representar un arte nacional; quizá por eso sostenía que había nacido en Mendoza lo que ha traído confusiones con respecto a su verdadero origen.

Nació en Burdeos, Francia, el 11 de abril de 1882. Su familia se trasladó a Mendoza cuando él tenía 4 años. Hijo de Carlos Fader -reconocido ingeniero naval de origen alemán- y de la vizcondesa francesa Celia de Bonneval.

Realizó los estudios primarios en Francia viviendo con la familia materna y luego los estudios secundarios en Alemania donde vivió con la familia de su padre. Esos años de soledad lejos de su familia más cercana marcaron, en cierta manera, su personalidad y el propio Fader la recordaba como “una niñez solitaria, triste y errática”.

Cuando termina sus estudios y regresa a Mendoza, el joven Fernando le cuenta a su padre que quería ser pintor. El ingeniero Fader decide regalarle un viaje a Europa y le aconseja que aproveche para repensar su decisión.
En el transcurso de ese viaje, recorriendo museos y pinacotecas, se va afianzando su vocación por las artes plásticas. Cuando se cumple el año, Fernando envía un telegrama a su padre con una sola palabra: “persisto”. Su padre le contesta: “lo sabía”.

Fader viaja a Alemania para comenzar sus estudios de pintura y tiene la opción de estudiar con dos maestros: Frank Von Ziuk, pintor de estilo simbolista que realizaba desnudos femeninos y masculinos vinculados a temas mitológicos y literarios; y Heinrich Von Zugel, partidario de la pintura al aire libre con temas de paisajes y animales. Fader se inclina por este último y comienza a estudiar en su escuela desde 1900 hasta 1904, año en que regresa a vivir a Mendoza, donde da clases de pintura y expone en el living de la casa paterna.

Al año siguiente comienza su reconocimiento como artista. Ese año expuso en Buenos Aires una serie de obras entre el que estaba una llamado “La chula”, cuadro que impresiona a un conocido crítico de arte de la época, Supertino Del Campo. Este escribe un artículo en el diario La Nación donde afirma que “no existe en la Argentina un pintor capaz de pintar de esa manera, Fernando Fader es un pródigo que desborda talento y que el día de mañana nos asombrará con su obra total”. El joven artista de 23 años logra un impulso importante en su carrera y lo vincula a los destacados pintores de la época.

Ese mismo año su padre, el ingeniero Carlos Fader que estaba abocado a construir una usina hidroeléctrica en Cacheuta, Mendoza, fallece. Fernando debe hacerse cargo de los negocios familiares lo que hace que comience a alejarse de la pintura.


En 1906 se casa con Adela Guiñazú -quien había sido su alumna-, hija de un terrateniente mendocino. Con ella tendrá tres hijos: Raúl, César y Adela.


Desde 1909 Fader se dedica a la empresa familiar y se aleja de la pintura, pero en 1913 un terrible aluvión que desciende de la precordillera arrasa con todos los bienes de los Fader-Guiñazú y lleva a la quiebra a la familia.


Tal vez liberado de las obligaciones de mantener la empresa familiar, Fader decide retomar definitivamente la pintura. Se muda a una modesta casa en la calle Olleros en el barrio de Belgrano, en Buenos Aires y comienza un nuevo período de su producción. A partir de 1915 expone y sus obras comienzan a lograr premios y cotizaciones importantes lo que le permite vivir del arte.


Ese mismo año debido a una enfermedad pulmonar y ante el diagnóstico de seis meses de vida que le habían dado los médicos, le recomiendan viajar a Córdoba donde el aire puede ser beneficioso para su salud.


Se instala en Deán Funes y un tiempo más tarde construye su casa en Loza Corral en el departamento de Ischilín, donde continúa pintando. El diagnóstico de los médicos no se cumple; Fader seguirá trabajando en sus cuadros hasta casi tres años antes de su muerte, ocurrida el 28 de febrero de 1935.


Sus notables obras, sus “empastes” vivos, logran impresionar el ojo de quien lo ve y conmueven el alma. Sus paisajes son representativos de una importante porción del arte argentino del siglo pasado.


Diana Wechsler, doctora en Historia del Arte afirma que “hacia finales del siglo XIX y frente al creciente aluvión inmigratorio que llegó a la Argentina, emerge el debate en torno de la constitución de la identidad nacional. Las artes plásticas se involucran tempranamente en este debate que recorre –con distintas alternativas- las primeras décadas del siglo XX. El tema del paisaje nacional se presenta como un espacio donde desarrollar una estética vinculada con este propósito de delinear una identidad”.


Sin dudas Fernando Fader como Cesáreo Bernaldo de Quirós, Benito Quinquela Martín, Ernesto de la Cárcova, entre otros, forman parte de nuestra identidad pictórica nacional.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado el 28 de febrero y 1 de marzo en EL DIARIO de Gualeguay, El Día de Gualeguay y Análisis Digital (Paraná)

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