lunes, 8 de marzo de 2010

Tomás Eloy Martínez, gracias por escribir


Hacía treinta años que Simón Cardoso había muerto cuando Emilia Dupuy, su esposa, lo encontró a la hora del almuerzo en el salón reservado de Trudy Tuesday. Dos desconocidos hablaban con él en uno de los boxes del fondo. Emilia creyó que había entrado a un lugar equivocado y su primer impulso fue retroceder, alejarse, volver a la realidad de la que venía.

(Purgatorio, Tomás Eloy Martínez)

Así comienza Purgatorio, la última novela que escribió Tomás Eloy Martínez y que está dedicada a su esposa; periodista y escritora: “Para Gabriela Esquivada, por su amor”.

Tomás Eloy Martínez murió en la tarde del domingo 31 de enero, tras una larga enfermedad. El mundo periodístico y literario se hizo eco de la penosa noticia. El escritor y periodista gozaba del prestigio, reconocimiento y cariño de muchos colegas, no solo argentinos sino de varias partes del mundo.

Su tarea de escritor le hizo merecedor de varios premios internacionales; sus libros han sido traducidos a más de veinte idiomas, y su novela El vuelo de la reina ha vendido más de medio millón de ejemplares en China. “Sí, pero no me hice rico, -decía el escritor en un reportaje- los chinos pagan solo unos pocos yuans por el anticipo ¡y nada después!”

Tomás Eloy Martínez nació en San Miguel de Tucumán, el 16 de julio de 1934. “Mis padres provenían de viejas familias venidas a menos y recuerdo épocas de pobreza en las que mi padre llevaba a casa trabajos de arquitectura para completar el salario. Desde que aprendí a leer me encerré en mi cuarto y casi no hice otra cosa durante mi infancia, ni siquiera durante las vacaciones en las montañas. Fui un fracaso jugando al fútbol, que me gustaba mucho, y los únicos aplazos de la vida los tuve en una materia que se llamaba dibujo”.

Desde muy chico se convirtió en un ávido lector. “El primer libro que cayó en mis manos fue una versión infantil de Don Quijote, con la que me aburrí muchísimo. En la adolescencia lo releí con placer y, desde entonces, el placer no ha cesado. Cada tres o cuatro años lo empiezo otra vez y no paro hasta terminarlo. Como a casi cualquier chico, nada me gustaba tanto como las aventuras. Devoré las obras completas de Julio Verne y de Alejandro Dumas. Leí dos veces La isla misteriosa y dos o tres veces La reina Margot y El conde de Montecristo. A los catorce años empecé a tener insomnio y siempre recuerdo a una empleada de la Biblioteca Sarmiento, en Tucumán, que me recomendó El Proceso, de Kafka, como remedio infalible para quitármelo. Bueno, desde entonces soy un insomne incurable”.

Siendo joven se graduó como licenciado en Literatura Española y Latinoamericana en la Universidad de Tucumán y en 1970 obtuvo una Maestría en Literatura en la Université de París III.

El escritor periodista

Como muchos escritores, Martínez comenzó trabajando como periodista. “Empecé en el periodismo por necesidad, porque mis padres y yo mismo desconfiábamos de que el trabajo universitario y la literatura fueran a permitirme vivir: Así que empecé trabajando en La Gaceta de Tucumán, como corrector. Fue una escuela formidable, porque allí estaban todos los profesores desaprobados por el peronismo. Había un gran filósofo francés, Roger Labrousse, una extraordinaria profesora de Historia, María Elena Vela, otra profesora de Filosofía, Selma Agüero... Teníamos conversaciones muy ricas mientras discutíamos los problemas de la gramática o de las separaciones de sílabas. Esa fue mi primera forma de educación periodística.”

Luego de trabajar en La Gaceta, ingresó al diario La Nación donde trabajó muchos años para luego pasar a desempeñarse en la revista Primera plana. “En mi primer día en La Nación me encargaron el obituario de Sacha Guitry. La necrológica era un género muy cuidado en el diario; escribí esa con los datos del archivo y con lo que yo recordaba. Me solté el lenguaje, no me fié sólo de los datos, y don Bartolomé Mitre, el director, vino a felicitarme. Sentí entonces que ese eco de un periodismo diferente podía tener una cierta repercusión en los lectores. Después me nombraron crítico de cine, y empecé a escribir críticas iconoclastas, disconformes. Un día nos quitaron la publicidad las grandes productoras; el periódico quiso que reformara mis criterios, y yo retiré mi firma. Me mandaron a ver muertos, a una sección que se llamaba Movimiento marítimo, sobre los ahogados en el Río de la Plata. Era un castigo. Me fui. Y malviví hasta que apareció Primera plana, la revista de Jacobo Timerman. Allí unos jóvenes dimos rienda suelta a nuestro apetito por narrar, y descubrimos otro país”.

Como otros periodistas de su época, a mediados de la década del ’70, es amenazado y debe dejar el país. “En septiembre de 1972 entré a La Opinión como director del suplemento cultural. Allí seguí hasta que me amenazó de muerte la Triple A, en abril de 1975; entonces empezó mi exilio”.

Trabajó como periodista en Venezuela y en México y durante muchos años estuvo radicado en New Jersey, EE.UU. Desde allí colaboró con diarios como La Nación y El País de España, además de dictar clases y cursos en diferentes universidades.

Decálogo

Un mediodía de 1998, Tomás Eloy Martínez mantuvo una charla informal con los redactores del diario La Nación. En ella, esbozó un programa de diez puntos claves, una especie de decálogo del quehacer periodístico. Germán Sopeña, que era en ese entonces secretario de Redacción, tomó detallada nota de lo que decía Martínez.

El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un artículo insuficiente o infiel a la propia conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo.

Hay que defender ante los editores el tiempo que cada quien necesita para escribir un buen texto y el espacio que necesita dentro de la publicación.

Una foto que sirve sólo como ilustración y no añade información alguna no pertenece al periodismo. Las fotos no son un complemento, sino noticias en sí mismas.

Hay que trabajar en equipo. Una redacción es un laboratorio en el que todos deben compartir sus hallazgos y sus fracasos.

No hay que escribir una sola palabra de la que no se esté seguro, ni dar una sola información de la que no se tenga plena certeza.

Hay que trabajar con los archivos siempre a mano, verificando cada dato y estableciendo con claridad el sentido de cada palabra que se escribe.

Hay que evitar el riesgo de servir como vehículo de los intereses de grupos públicos o privados. Un periodista que publica todos los boletines de prensa que le dan, sin verificarlos, debería cambiar de profesión y dedicarse a ser mensajero.

Hay que usar siempre un lenguaje claro, conciso y transparente. Por lo general, lo que se dice en diez palabras siempre se puede decir en nueve, o en siete.

Encontrar el eje y la cabeza de una noticia no es tarea fácil. Tampoco lo es narrar una noticia. Nunca hay que ponerse a narrar si no se está seguro de que se puede hacer con claridad, eficacia, y pensando en el interés de lector más que en el lucimiento propio.

Recordar siempre que el periodismo es, ante todo, un acto de servicio. Es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro.

Sin lugar a dudas, Tomás Eloy Martínez fue un gran periodista que siempre quiso ser escritor y logró ser uno de los mejores de Latinoamérica. Como cuenta en una nota realizada por José Mármol en el Jornal de poesía de Sao Pablo, Brasil. “Mi primera vocación fue ser escritor. Empecé escribiendo cuentos a los siete años de edad y siempre supe que quería ser escritor. ¿Escritor de qué o para qué? De eso no tenía una clara idea. Pero, en el origen de mi vocación estaba narrar historias, era una necesidad”.
Nada mejor que cerrar con el título de esa nota de José Mármol en el Jornal de poesía; Tomás Eloy Martínez: gracias por escribir.


Claudio Carraud


ccarraud@hotmail.com




Fuentes:
“Tomás Eloy Martínez: gracias por escribir”, por José Mármol, Jornal de poesía de Fortaleza / Sao Pablo, noviembre 2000.
“Los titulares de mañana”, Tomás Eloy Martínez, La Nación, 10 de septiembre de 2005
Entrevista a Tomás Eloy Martínez realizada por Magdalena Ruiz Guiñazú en Diario Perfil


Publicado el 7 y 8 de febrero en EL DIARIO de Gualeguay, El Día de Gualeguay, Análisis Digital (Paraná)

No hay comentarios: