lunes, 3 de mayo de 2010

Amaro Villanueva, un cronista de la cultura popular argentina

La Editorial de la UNER presentó sus Obras completas


Una sola es en el fondo, amigo, la voz del canto, / pero hay que preparar las voces, todas la voces, para el que ha de florecer, / inclinados, como tú, un momento, sobre las gotas que suben / de la pura fuente del diálogo, y la ofrenda…
(“Para Amaro Villanueva”, Juan L. Ortiz)


El nombre de Amaro Villanueva -junto al de Juan L. Ortiz, Carlos Mastronardi, Juan José Manauta, Emma Barrandeguy, Alfredo Veiravé- enorgullece al ámbito de la cultura de Gualeguay.

La Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) acaba de editar “Amaro Villanueva. Obras completas” bajo la dirección del escritor Sergio Delgado y la coordinación de Guillermo Mondejar.

Esta obra, compuesta por tres volúmenes, fue presentada el viernes pasado en la Sala Julio Cortázar de la 36º Feria Internacional del Libro que se está realizando, por estos días, en el predio ferial de Buenos Aires de La Rural.

En este gran trabajo de la editorial de la UNER colaboraron -entre otros- Guillermo Alfieri, Pablo Ansolabehere, Federico Bibbó, Eduardo Broguet, Edgardo Dobry, Daniel García Helder, Héctor Izaguirre, Juan José Manauta y Claudia Rosa.

Amaro Villanueva fue periodista, escritor, poeta; con una enorme cualidad; la de saber observar, escuchar, investigar y registrar la mayoría de las cosas que pasaban a su alrededor. Era, sin dudas, un hombre interesado por la cultura, entendida como toda manifestación del hombre. Tanto es así que fue, junto a otros destacados exponentes de la cultura como José Gobello y Nicolás Olivari, fundador -el 21 de diciembre de 1962- de la Academia Porteña de Lunfardo en cuyo Boletín publicó diferentes trabajos y proyectó, entre otros libros, un diccionario lunfardo.

Según escribió Carlos Mastronardi, “en la obra de Amaro Villanueva coexisten de manera armónica las certeras conclusiones del indagador consciente y el sabor de lo autóctono, de las expresiones y formas que más arraigo tienen en el alma de nuestro pueblo, en el contexto social argentino. Preciso es recordar que el estudioso que esclarece y eslabona con justeza los hechos se aliaba en él a una intensa pasión que lo llevó a identificarse con el ámbito nacional y con las costumbres verbales de sus gentes. Innecesario es destacar que esa pasión, ese fuerte y abarcante sentimiento, engendró al erudito, y no al revés, como corresponde a toda rica naturaleza estética. El hombre versado y experto en todo lo que concierne a nuestra tierra fue la consecuencia natural de una sensibilidad vibrante y compleja, la que se acuña en libros que sin duda el porvenir recogerá con veneración".

Amaro Villanueva nació en Gualeguay el 13 de septiembre de 1900 y en esta ciudad vivió su infancia y juventud. En la Gualeguay de principios de siglo pasado y en medio del ámbito rural, un joven Villanueva comenzó a tomar nota de los matices del lenguaje popular y a introducirse en el oficio de periodista, pero además empezó su interés por la historia y la política. Por aquellos años se cimienta su amistad con Juan L. Ortiz y Carlos Mastronardi. Según el autor de “Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre…”, en esos tiempos nació, con Villanueva, “una vecindad que duró toda la vida”.

Villanueva se recibió de maestro en 1920 y dos años después viajó a Rosario para estudiar medicina, estudios que abandonó al poco tiempo para comenzar a trabajar en Vialidad Nacional. Con este trabajo comienza a ganarse la vida, y continúa -como siempre- observando, estudiando y registrando los hechos de la cultura popular.

Desde 1927 y por treinta años, Amaro Villanueva se radicó en Paraná. En la capital entrerriana participó de varios proyectos periodísticos como el diario Entre Ríos, en 1930 y 1931, donde trabajó como jefe de redacción. En 1930 comienza a publicar en El Diario de Paraná los Versos gauchipolíticos y dos años más tarde se incorpora a ese medio donde llega a dirigir su página literaria. Realiza también, algunos proyectos independientes como el semanario Comarca en 1937, y publica en ese mismo año su primer libro Versos para la oreja.

El periodismo pasa a ser su principal medio de vida y a partir de 1940 colabora también con el diario El Litoral de Santa Fe. Por esos años comienzan a aparecer sus crónicas, relatos y ensayos que serán la base de sus distintos libros, principalmente los de El arte de cebar en 1938 y Crítica y pico en 1945.

Participó, además, de la fundación del Círculo de Periodistas de Paraná y del grupo cultural “Vértice”, los dos a principios de la década del ’30.

Desde Paraná, Villanueva colaboró con varios medios de Buenos Aires como Crítica, La Nación, Nosotros y Columna, la revista que se publicó hasta 1942 y que dirigía el periodista y escritor César Tiempo.

En 1956 decide radicarse en Buenos Aires donde vivió hasta su muerte, en 1969. En esta ciudad desarrolla una notable actividad. En 1957 publica el ensayo Garibaldi en Entre Ríos y el libro de relatos La mano y otros cuentos. En 1960 se publica, corregida y ampliada, la segunda edición de uno de sus libros más conocidos: El arte de cebar, su libro central sobre el mate que será completado por El lenguaje del mate en 1967.

A mediados de la década del ’60 y fundada la Academia Porteña de Lunfardo, Villanueva continúa con su trabajo que había establecido con los lenguajes populares a través del mate y los gauchos. Sus estudios sobre el lunfardo -jerga porteña- no hacen más que reafirmar el interés del periodista y escritor por la cultura popular argentina.

Quienes han estudiado la obra de Villanueva sostienen que cada una de sus ciudades de residencia; Gualeguay, Paraná y Buenos Aires, acompaña las distintas etapas de su itinerario intelectual y establece una profunda dinámica entre el lenguaje y su lugar.

El escritor Juan José Manauta escribió, en oportunidad de la muerte de este hombre de la cultura: “No nos recuperaremos de esta muerte. Porque con ser importante, fundamental diría, y vasta en sus proyecciones la obra que Amaro Villanueva deja escrita, parte de ella inédita y buena parte no acabada, obra que hará necesario e ineludible su recuerdo, es la persona de Amaro, el ser humano incalculable, el amigo cotidiano y no solamente derecho, sino profundo, el que ahora perdemos, lo que más amábamos de él, lo que en definitiva nos desgarra".

Amaro Villanueva fue, como escribió José Aricó, “…un caso emblemático de esa marginalidad o “falta de éxito”, como en confianza le decía a algún amigo, de una franja de intelectuales democráticos y socialistas más bien excéntricos a una forma determinada de organización de la cultura. Desde su muerte, ocurrida el 5 de agosto de 1969, muy pocos lo han recordado.”

Por eso, rescatar la obra de este gualeyo, cronista de la cultura popular agentina, es un merecido homenaje realizado por la Editorial de la UNER.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com