viernes, 25 de junio de 2010

Jorge Filippis Míguez, orgullosamente entrerriano

Arquitecto, diseñador, docente universitario, director de cine y escritor

Jorge Filippis Míguez es una de esas personas que llamaríamos polifacéticas, es decir; que se dedican a actividades muy distintas y tienen múltiples aptitudes. Este gualeyo nacido el 26 de octubre de 1950 “en calle Caseros 335 frente a la plaza” -como él mismo indica- es arquitecto, diseñador, docente universitario (Profesor titular de Cátedra en la Universidad de Buenos Aires), director de cine y escritor.

- ¿Cómo se pueden hacer tantas cosas diferentes? ¿Pensás que hay algo que une todas esas actividades?
- ¡Cómo me gustaría decir que me especialicé en la cabeza de un tornillo y toda mi vida me dediqué a eso! Vos sabés que a los que nos gusta el arte, nos gusta todo y es en realidad la vida la que nos lleva a ir definiendo un poco la huella. En la facultad se suele comentar que seria muy posible estudiar una carrera troncal que luego podría derivar en la Arquitectura, todos los diseños, incluidos los de imagen y sonido. Es lo que nosotros llamamos las carreras proyectuales. Podríamos afirmar que sí, que todas las carreras proyectuales están unidas al menos en su concepción más íntima, de que todas ellas se ocupan de solucionar problemas.

- ¿Cómo se fueron dando en tu vida esas actividades?
- Durante algún tiempo me resistí en "prosperar " en alguna de esas actividades, pero era como remar contra las olas que vienen, con el tiempo aprendí a surfear y tomo las olas que vienen. Estudiaba Arquitectura pero me fascinaba el cine. Me recibí en ambas con la absoluta convicción de dedicarme al cine. Mi primera empresa era una suerte de boutique creativa donde mi socio se dedicaría al Diseño Grafico y yo al cine. El destino quiso que tuviéramos más trabajo en diseño y terminé aprendiendo y luego a dedicarme con pasión.

Jorge Filippis está casado, tiene seis hijos y sobre sus orígenes explica que “mi madre Hebe Amalia Míguez es también nacida en Gualeguay, hija de José Segundo Míguez, (Senador, candidato a vicegobernador en la fórmula Garay – Míguez) y mi tía abuela era Paquita Arrigí, de los fundadores del diario Pregón y mi otra tía abuela fue Ramona Míguez, muchos años directora de la escuela nacional Narciso de Laprida en Victoria. Mi padre, porteño, era militar de caballería y cumplía sus años de destino en el Regimiento 3 de Caballería. Los militares van rotando por las provincias de manera que yo estuve unos pocos años en Gualeguay, luego Buenos Aires, Mendoza, San Luis, Córdoba y desde los 13 años vivo en Buenos Aires aunque sigo siendo orgullosamente entrerriano”.

Parte de su trabajo y experiencia en el diseño, Filippis lo ha volcado como editor de una “Enciclopedia Visual del Diseño” para el grupo Clarín D, que se publicó el año pasado y tendrá una continuidad este año. Pero además es autor de otros libros: Diseño Gráfico (2006), Glosario del Diseño (2006) y Tramas, Textura y Fondos sensibles (2008), todas editadas por la Editorial Nobuko.

Es importante su trabajo como dramaturgo; ganó en 1974 el “Premio Fondo Nacional de las Artes de Literatura” y desde 1985 sus obras de teatro se han estrenado en el país y en el exterior. En teatro infantil: La pelota saltarina, Mandón, Tenaz y Sonrisa, Adoradores de chupetines, Se nos viene un hermanito, La florcita rabiosa (declarada de interés por Greenpeace y por la Secretaría de Cultura de la Nación, por su aporte a la conservación del medio ambiente y la ecología). Para adultos escribió: Los hijos de un drama, Cuerpos poseídos, Hay que tocar la campana, Megahertz, SISI. Sus obras de teatro, tanto las dedicadas al público adulto como las de teatro infantil, han estado en la cartelera de importantes teatros y auditorios de Buenos Aires.

“Los hijos de un drama” fue editada en libro en 1975 y en 1986 editó “Tres obras de teatro infantil”.

- ¿De qué actividad te sentís más cerca o a cuál de todas las actividades estás más unido?
- Tengo una cátedra de diseño, vivo del diseño, desarrollo libros e investigaciones sobre diseño. Aún así sigo intentando algún día vivir de la literatura. Mis obras se dan por el interior del país todo el tiempo y cada tanto estreno o publico algo de teatro.

Luego de emigrar de Gualeguay siendo muy chico, Jorge visitó dos veces la ciudad. “Las dos veces fueron para conocer mi tierra. En la segunda llevé a toda mi familia y solicité que me dejaran entrar a la casa donde nací. Todos los Míguez parientes están en Buenos Aires, seguramente quedan parientes lejanos”.

Ante la pregunta de qué recuerdos tiene de su ciudad natal, con un dejo de nostalgia sostiene; “Todo me recuerda a mi madre, a las cosas que me contaba que hacía en su niñez, el Club Social, los bailes, cuando conoció a mi padre. Todo es como una afirmación de numerosas historias deshilvanadas. Gualeguay es el lugar donde nací y siempre que puedo lo expongo con orgullo. En muchos de mis libros dice Jorge Filippis y a continuación, donde todos escribirían Arquitecto, yo pongo entrerriano”.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en El Día de Gualeguay y EL DIARIO de Gualeguay, el 20 de junio de 2010.


Juan José Saer, la silenciosa tarea de escribir

A cinco años de la muerte del escritor santafesino


La figura de Juan José Saer ha ido creciendo a través del tiempo, agigantándose, tal vez, a medida que nuevas generaciones de lectores descubren a este escritor litoraleño que murió en París hace cinco años, el 11 de junio de 2005. En esa ciudad francesa tan relacionada con nuestra cultura, dónde varios escritores argentinos eligieron vivir, Saer arribó en 1968.


“Cuando me fui a París, relataba Saer en una nota periodística, no pensaba ir a París, no tenía ninguna intención de hacerlo, además cuando fui fue sólo por seis meses y finalmente me quedé por muchas razones de diferente tipo. No quiero disminuir el valor de esa experiencia que fue para mí extremadamente rica, pero no puede decirse que lo haya hecho de manera consciente, deliberada, voluntaria. Ahora bien, el hecho de haberme ido supone que ya había en mí los elementos necesarios que me permitían ese cambio, mucha gente ha tenido la oportunidad de irse y no lo ha hecho, otras debieron irse por razones obligatorias, impuestas exteriormente por gobiernos autoritarios o por situaciones económicas desesperadas o por rupturas violentas con un medio ambiente familiar o por lo que fuera”.


Juan José Saer nació en Serodino, provincia de Santa Fe, el 28 de junio de 1937. En la Universidad Nacional del Litoral fue profesor, enseñó Historia del Cine y Crítica y Estética Cinematográfica.


Sobre su experiencia de haber vivido en Europa, lejos de su país, Saer confesaba en una entrevista en 1998 que le había resultado bien irse del país “porque por primera vez lo vi como un conjunto, de lo contrario tenía una óptica demasiado situada como para verlo en su totalidad, no diré que lo vi claro en su conjunto, simplemente lo vi como a una totalidad, de ahí a que mis análisis sean más o menos confusos o más o menos claros es otro problema. Por primera vez lo vi como una totalidad, lo vi desde fuera, como cuando uno está en la habitación de una casa y cuando sale afuera ve la fachada, el exterior, ve más o menos las dimensiones generales; al mismo tiempo e inversamente, el hecho de entrar, penetrar, vivir y trabajar en Europa, tener hijos que han nacido allí, me dio una perspectiva nueva de Europa, que antes sólo veía desde el exterior, se produce una especie de inversión, eso para mí fue muy fructífero, lo fue hace 20 o 25 años. Los primeros 10 años de mi estadía en Europa fueron extremadamente fructíferos desde el punto de vista intelectual (desde el punto de vista personal es otra cosa), porque me permitió relativizar tanto mis experiencias argentinas como mis experiencias europeas y ponerlas en un contexto nuevo y diferente”.


Muchos afirman que Saer ha sido discípulo de Juan L. Ortiz a quien solía frecuentar en la ribera del Paraná. “Juan L. Ortiz era muy afrancesado y no es un insulto ser afrancesado, para Juan L. la cultura francesa era muy importante, la revolución francesa, la comuna, el PC francés, Aragón, Proust, todo eso para Juan L era una mitología muy fuerte, para mí nunca lo fue, aunque algunos escritores franceses son fundamentales para mí, como por ejemplo Flaubert, Proust, Baudelaire y otros.


Sobre los escritores en general y la tarea de escribir, Saer sostenía que “los escritores son esencialmente autodidactas y tratan de expresar, a través de su formación cultural, aunque tengan títulos universitarios la parte que usan es esencialmente una parte autodidacta, entonces ellos, por medios que les son propios, medios un poco improvisados, tratan de expresar esa especie de visión personal que tienen del mundo y no saben si es o no original, pero es lo que están sintiendo, pensando, percibiendo o rememorando cuando escriben. Con el tiempo se va formando una especie de visión global del mundo, pero tiene que ver más con las necesidades constructivas del texto que con una verdadera convicción o un discurso afirmativo o autoafirmativo”.


Sin eufemismos, el escritor afirmaba que hay también escritores que exaltan a otros escritores como sus maestros, pero que no reflejan en sus obras esa admiración. “Admirar supone ciertas obligaciones. Para poder admirar a un escritor hay que merecerlo. No decir que se admira a Shakespeare y escribir como Paulo Coelho. Justamente Coelho dijo en Buenos Aires que para él los dos escritores más importantes de América Latina eran Jorge Amado y Jorge Luis Borges. Yo opino que alguno de los dos tendría que protestar”.


Con notable claridad de conceptos, en un reportaje y ante la pregunta de si él consideraba que una ética debe ir acompañando a la estética de un escritor, Saer consideraba que no; “porque por ejemplo hay muchas cosas de Borges que yo no comparto o me río de ellas, pero Borges es un gran escritor y eso es lo que me importa. Lo principal es que sea un gran escritor”.


La prolífica obra de Saer es considerada entre las mejores de la literatura contemporánea argentina; abarca los libros de cuentos: “En la zona” (1960), “Palo y hueso” (1965), “Unidad de lugar” (1967), “La mayor” (1976), “Lugar” (2000) y las novelas: “Responso”(1964), “La vuelta completa” (1966), “Cicatrices” (1969), “El limonero real” (1974), “Nadie nada nunca” (1980), “El entenado” (1983), “Glosa” (1985), “La ocasión” (1986), “Lo imborrable” (1992) y “La pesquisa” (1994); “Las Nubes” (1997), “La grande” (2005) además de ser autor de ensayos como “ El concepto de ficción” (1997) y “La narración – objeto” (1999).


En el año 2004, Saer fue distinguido con el XV Premio Unión Latina de Literaturas Románticas, por decisión de un jurado reunido en París que consideró que el escritor santafesino había desarrollado “una obra rica y variada de modo silencioso, alejado de los grandes círculos de la publicidad literaria”. Por esa razón – ese modo silencioso, ajeno al ruido publicitario, de una modestia pocas veces vista entre los escritores- Saer no es tan reconocido. Pero quizás, de a poco, su figura vaya encontrando un merecido lugar en nuestra literatura.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en El Día de Gualeguay, EL DIARIO de Gualeguay y Análisis Digital de Paraná, el 13 de junio de 2010.


Ignacio Ezcurra, la vida por el periodismo


Murió asesinado en Vietnam donde era corresponsal de guerra del diario La Nación

"Saigón, 8 de mayo. Correrá mucha sangre en mayo…" Esto fue lo último que escribió Ignacio Ezcurra en una hoja que quedó en su máquina de escribir, en el comienzo de una crónica que nunca llegó a terminar. Sobre su cama, en la habitación del hotel Eden Roc quedaron papeles y apuntes dispersos. En el armario, sus ropas y su uniforme, indispensable para viajar con los militares. En el baño, su máquina de afeitar y sobre la mesa, un telegrama sin abrir del diario La Nación, que lo había enviado como corresponsal de guerra para cubrir uno de los conflictos bélicos más importantes del siglo XX; la guerra en Vietnam. Había llegado a Saigón el 24 de abril de 1968 para una visita de un mes, con el fin de narrarles a los lectores cómo era vivir o tratar de sobrevivir en medio de una guerra.


François Pelou, director de la agencia France Presse en Saigón fue quien entró en la habitación del periodista argentino que había desaparecido. Pelou le comentó luego a la periodista italiana Oriana Fallaci, enviada especial de L’Europeo de Milán para cubrir la guerra, que Ezcurra no había ido al Norte y no había sido hecho prisionero sino que –para él- había tenido el mismo fin que Piggott, Laramy, Cantwell y Birch, cuatro periodistas muertos por el vietcong, acribillados a sangre fría en barrio Cholón.


Días después de la muerte de los periodistas, y un día antes de su desaparición, Ignacio Ezcurra declaró en televisión en La voz de América: "Siento mucho la muerte de los colegas que fueron asesinados días atrás por el Vietcong. Estaban desarmados y tuvieron tiempo de decir que eran periodistas. Fue una crueldad inútil eliminarlos. Por otra parte, entiendo que el periodismo ha sido sumamente imparcial con el Vietcong. También entiendo que todos los que estamos aquí sentimos que estamos corriendo ese riesgo. Y ése es un precio que tenemos que pagar por estar cubriendo la historia más grande y tal vez más triste de este momento".


En su libro Nada y así sea, Oriana Fallaci relata en tiempo presente:
"Estamos preocupados por Ignacio Ezcurra. Ayer por la mañana se fue en busca de noticias con dos corresponsales de la Associated Press y uno de Newsweek. En Cholón, cerca del lugar donde mataron a Piggott y sus compañeros, dijo de apearse para echar una ojeada. Se apeó del coche, echó a andar y por la tarde aún no había regresado al hotel. Tampoco regresó por la noche, y tenía una cita para la cena. ¿Lo habrán hecho prisionero? ¿Anda en pos de una noticia especial? ¿Se ha ido hacia el norte? (…) François me ha dicho que esta noche irá a su hotel para ver cómo ha dejado Ezcurra la habitación en el momento de partir. (…)
10 de mayo. Lo han matado. Esta mañana un fotógrafo japonés ha vendido a la Associated Press un rollo de fotografías hechas en Cholón y en una fotografía se ve el cadáver de un blanco. Yace tendido sobre una acera, junto al cadáver de un vietnamita. Lleva pantalones grises sujetos por un cinturón claro, camisa blanca de mangas largas y calza zapatos. Tiene los brazos atados a la espalda, se ve la cuerda a la altura del codo. (…)"

Ignacio Ezcurra murió en Cholón el 8 de mayo de 1968, tenía 28 años; su cuerpo nunca se recuperó.

Para Ignacio Ezcurra "Vietnam era algo más que un desafío periodístico era un imperativo del espíritu, un mandato ético, según las palabras de Bartolomé de Vedia, Jefe de editoriales de La Nación. Por eso pidió ser destinado corresponsal de guerra. Y cuando La Nación accedió a su pedido, partió a toda prisa, casi sin despedirse, como si una misión entrañable lo estuviese esperando".

Malcom W.Browne, corresponsal del New York Times escribió: "Yo personalmenteconseguí sobrevivir cinco años reporteando la guerra del Viet Nam con poco más que algunos rasguños. Pero alrededor de cuarenta de mis amigos y colegas, que representaban los medios de información de una docena de países, murieron en Indochina… Ignacio era uno de ellos…Parecerá fatuo a algunos si digo que esos periodistas murieron por una causa importante. Pero para mantener su libertad de elección un pueblo necesita tener conocimiento; y el conocimiento a veces tiene que ser pagado con sangre. Tal es el uso dentro de lo mejor del periodismo, e Ignacio Ezcurra era de lo mejor".


Su vida


Ignacio Ezcurra nació en San Isidro, en la provincia de Buenos Aires, el 7 de octubre de 1939, era el quinto entre doce hermanos, en el seno de una familia tradicional descendientes directos de Juan Manuel de Rosas y de Bartolomé Mitre, fundador del diario La Nación.


Se recibió de bachiller en 1956 en el colegio "El Salvador" de Buenos Aires. Comenzó la carrera de Letras en la UBA y simultáneamente ingresó al diario La Nación en la sección de avisos clasificados.


En 1958, luego de dos viajes, uno al Brasil en moto y otro al Perú, inició junto con dos amigos, un viaje "a dedo" atravesando Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y México, hasta llegar a Estados Unidos. Llegó allí ocho meses después y en 1959 trabajó en dos trabajos temporarios para mantenerse y siguió cursos de perfeccionamiento de inglés en la Universidad de Columbia.


En 1960 pudo estudiar Periodismo en la Universidad de Missouri gracias a una beca que ganó por concurso. Un año después regresó a nuestro país donde hizo el servicio militar y fue enviado por la Secretaría de Cultura de la Nación y el Instituto Di Tella a recorrer más de sesenta ciudades del interior para ofrecer espectáculos audiovisuales y películas documentales.


En 1962 viajó a Perú y Bolivia para traer material periodístico que publicaron la Editorial Atlántida y La Nación. En ese momento se incorpora al diario fundado por Mitre, su antepasado, como cronista volante de la redacción e ingresa en las carreras de Sociología e Historia de la UBA.


En 1963 viajó en una regata a Río Grande, Brasil, y a la vuelta visitó lugares a los que sólo se tiene acceso por mar. Ese mismo año, trabajó para el suplemento dominical de La Nación.


En 1965, invitado por la embajada de Siria, visitó Medio Oriente, intuyendo y anunciando en sus notas la inminencia de un conflicto. Su espíritu aventurero lo llevó a EEUU, en 1967, para investigar los conflictos raciales que se vivían en el país del norte y escribir sobre "El poder negro". Allí tomó contacto con figuras como Robert Kennedy y el líder negro Martin Luther King. Al año siguiente se desempeñó como reportero hasta su desaparición en Saigón el 8 de mayo de 1968.

El escritor Manuel Mujica Láinez, que conoció a Ezcurra en la redacción de La Nación escribió sobre él: "Tengo la certeza de que Ignacio Ezcurra vivió como hubiera deseado vivir y de que su fin, con lo que entraña de pródigo heroísmo, corresponde casi mágicamente a su fervoroso ideal. Su imagen, la del periodista absoluto, continuará siempre alerta, siempre activa, siempre impregnada de tensa juventud. No conocerá la bonanza de los años altos, pero no sabrá su melancolía. Y su clara sonrisa seguirá siendo invulnerable.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en El Día de Gualeguay, EL DIARIO de Gualeguay, El Miércoles de Concepción del Uruguay y Análisis Digital de Paraná, el 6 de junio de 2010.

Reencuentros

Un mes especial, de gratos y emotivos reencuentros


Siempre son gratos y emotivos los reencuentros. Mucho más cuando se trata de personas que han tenido una influencia importante en nuestras vidas. Y para mí, este mayo que termina, fue un mes importante por los reencuentros que me tocó vivir.


Los protagonistas de esos reencuentros fueron tres personas que gozan de mi más alta estima y admiración. Influyeron, cada uno a su manera y seguramente sin proponérselo en este camino marcado por la actividad periodística en aquellos primeros años, en el comienzo de lo que era una vocación insoslayable por la comunicación.


Las personas de las que hablo son Mario Alarcón Muñiz, Roberto Romani y Miguel Enrique Diorio.


A las dos primeras, Mario y Roberto, tuve la alegría de encontrarlos en el stand de la imprenta de Entre Ríos en la Feria Internacional del Libro que se llevó a cabo en el Predio Ferial de Palermo a principios de este mes.


El miércoles 5 de mayo fue el día elegido por la provincia para desarrollar diferentes eventos y presentar en esta feria internacional las actividades culturales. De ahí la presencia del subsecretario de Cultura de la provincia, Roberto Romani, a quien después de varios años de no ver personalmente pude saludar con un afectuoso abrazo y descubrir que a pesar del tiempo y del cargo, nunca tan bien merecido, que hoy ostenta este hombre de la cultura, su sencillez y simpatía siguen intactos. Encontrar a Roberto casi igual a aquel joven director artístico de Radio Gualeguay donde comencé a trabajar, hizo nutrir la charla de anécdotas de aquellos años inolvidables cuando LT 38 era la única radio de la ciudad.


Esa tardenoche junto a Romani y desde el stand de la imprenta de la provincia, Mario Alarcón Muñiz transmitió su programa “La Calandria” que se emite de lunes a viernes a las 19 por LT 14 Radio General Urquiza de Paraná. Este programa, que lleva 10 años en LT 14, ha recibido el reconocimiento del público de la provincia por la difusión realizada durante muchos años por Mario Alarcón Muñiz de la historia y la cultura entrerriana.


El reencuentro con Mario fue sentido, como el de maestro a alumno. Tras el afectuoso abrazo vino la frase del maestro; “he leído varias de las cosas que escribiste, me gustó la nota…” y ahí siguió el detalle de lo que el alumno siente como una aprobación por parte de quién tuvo mucho que ver en los primeros años caminados en la comunicación.


“No te vayas, vamos a charlar”, me dijo Mario mientras se ponía los auriculares para salir al aire. Para los que alguna vez trabajamos en radio, ese “vamos a charlar” significa hablar al aire, a micrófono abierto. Cosa que ocurrió un rato después donde, como hacía muchos años, compartimos el micrófono hablando de anécdotas de otros tiempos y de la tarea periodística actual.


Merced a la buena voluntad de Mario Alarcón Muñiz y al ímpetu que yo demostraba, comencé a trabajar en Radio Gualeguay. Siempre recuerdo –y en la charla en su programa no faltó esa anécdota- que Mario me enseñó que para trabajar en la radio era necesario saber cebar mate. Lo primero que me dijo el día que fui a hablar con él y le conté que yo quería ser locutor y periodista fue: “bueno ahora vamos a ir al estudio, te vas a sentar al lado mío y vas a cebar mate”. Con esto echó por tierra mis ansias juveniles y me demostró que ganarme un lugar me iba a llevar tiempo y esfuerzo. Eran otras épocas, donde la radio se hacía de otra forma, donde los códigos de la comunicación eran más formales y salir al aire implicaba una responsabilidad que hoy en día casi no existe.


Varios días más tarde de mi encuentro con Mario y Roberto, recibí el llamado telefónico de Miguel Diorio que estaba en Buenos Aires y aprovechamos la oportunidad para vernos personalmente después de muchos años. Encontrarme con Miguel, con Elsita su mujer, Josefina su hija, y Juani su hijo, futuro periodista deportivo que heredó de su padre y de su abuelo “Pototo” Diorio esa vocación por la comunicación, fue realmente movilizador.


Miguel ha sido un excelente profesional de la radio, pero por sobre todas las cosas lo caracteriza algo mejor; ser muy buena persona. Esto -a mí entender- es mucho más valorable. Porque uno puede ser un muy buen profesional pero si no se es buena persona, de poco vale lo primero.


A él me une una amistad que a pesar de los años y la distancia pareciera que el tiempo no ha transcurrido. Por aquellos años de mis comienzos en la radio, Miguel me brindó su apoyo y amistad. Compartimos muchos momentos en los informativos, en el programa de automovilismo que él conducía: “Autódromo y Camino” y compartimos la locución comercial en el equipo deportivo de la radio que transmitía el campeonato de la Liga Departamental de Fútbol.


El último trabajo juntos fue precisamente haciendo la locución deportiva en la transmisión que hizo Radio Gualeguay en el año 1985 cuando jugó el Club Atlético Urquiza con la tercera división del Racing Club, como parte del convenio por la venta de Ramón Medina Bello al club de Avellaneda. El relato de ese partido fue de Panchi Cosso, con comentarios de Mario Acuña y la locución comercial de Miguel y mía.


Por supuesto que el encuentro con Miguel estuvo cargado de anécdotas pero no solo eso, sino de cosas familiares, personales; además de temas que nos gustan y que tienen como eje la comunicación.


Estos encuentros con gente querida y admirada, que influyeron en mi vocación por la comunicación, me dejaron una sensación de nostálgica alegría porque “el tiempo no para…” como decía una canción, pero los afectos siguen intactos.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en El Día de Gualeguay y en EL DIARIO de Gualeguay el 30 de mayo de 2010.

Las verdades de Mayo

La Semana de Mayo estuvo muy lejos de ser un apacible tránsito de vendedores ambulantes


Uno podría preguntarse con todo derecho: ¿la Revolución de Mayo fue un acto económico, un acto político, un acto militar? Y responderse: no, fue un acto escolar.
(Mitos de la historia argentina, Felipe Pigna)

Es difícil escaparle estos días al tema de la Revolución de Mayo porque no es menor el tema de cumplir nada más ni nada menos que 200 años. En ese sentido, deberíamos pensarnos privilegiados de ser testigos de un acontecimiento de tal magnitud. Y en una fecha como esta, tal como escribió Felipe Pigna en el principio de un capítulo dedicado a este acontecimiento en su libro Mitos de la historia argentina, para muchos de nosotros –y sin vergüenza me incluyo- la Revolución de Mayo fue, durante bastante tiempo, solo un acto escolar. Y fue así tal vez por el tipo de educación que recibimos en la escuela, donde los próceres son bustos de bronce o mármol que habitan los patios de edificios públicos y no seres humanos con emociones, miserias, aciertos y errores, como los de cualquier mortal.

Desde hace unos cuantos años a esta fecha, merced a los revisionistas históricos, muchos aprendimos y entendimos algunas cuestiones que hasta hace poco tiempo era un terreno vedado para el común de la gente. Y es bueno que sepamos “secretos” de la historia argentina que no nos contaron en la escuela, quizás de esa forma podamos entender y comprender algunas de las cosas que nos pasan como argentinos.

Más allá de lo que la Historia –así con mayúsculas- nos cuenta de la Revolución de Mayo, hay cosas que llaman la atención. Antes que nada es necesario entender que la revolución que tuvo lugar en Buenos Aires hace doscientos años; solo en Buenos Aires. No fue una revolución de todo el entonces Virreinato del Río de la Plata, ni mucho menos, sino una revolución armada por unos cuantos miles de hombres que habitaban el Buenos Aires colonial, algunos de los cuales tendrían sentimientos patrióticos verdaderos y muchos de ellos intereses económicos que tenían que ver con el movimiento comercial del puerto.

Quiero significar con esto que detrás de la utopía de la libertad de un país americano nuevo, había un innegable interés económico de por medio.

En ese Buenos Aires colonial de 1810, donde los habitantes gustaban dormir largas siestas –ya que no había mucho para hacer- preparándose para las tertulias nocturnas en las casas de las acaudaladas familias como la de Don Tomás O’Gorman y su esposa Ana Perichón, solía concurrir el virrey Don Baltasar Hidalgo de Cisneros, caballero de la Orden de Carlos III, nacido en Cartagena en 1755. Cisneros era un destacado marino que, como vicealmirante de la armada española, había peleado valientemente en el combate de Trafalgar. Con su desempeño se había ganado el reconocimiento de los propios ingleses y el ascenso a teniente general de la Real Armada Española. Es decir que Don Baltasar, de 55 años, no era precisamente la imagen amanerada con peluca blanca que uno puede imaginarse, sino un hombre de armar llevar y experimentado a la hora de batallar.

A principios de 1810, a Cisneros se le planteaba un dilema puramente económico pero con repercusiones políticas. Con la apertura del puerto el comercio había dejado a las arcas virreinales unas muy interesantes ganancias en materia de impuestos aduaneros y se había recuperado parte de lo que el virrey anterior, Liniers, había perdido con una mala administración. Esta libertad aduanera facilitaba el libre comercio pero afectaba a los influyentes comerciantes españoles que vivían de las restricciones impuestas por el comercio monopolista, que les permitía llevar adelante una actividad muy lucrativa: el contrabando. Lo notable de esto son los apellidos de estos comerciantes españoles perjudicados, algunos de los cuales, todavía recorren la historia reciente: uno era Martín de Álzaga y el otro José Martínez de Hoz.
Ante esta situación, Cisneros priorizó ayudar a los sectores más conservadores y anuló el decreto de libre comercio. Esto trajo aparejado problemas con los comerciantes ingleses que imponían su condición de que Inglaterra era aliada a España en la lucha contra Napoleón. Cisneros dio entonces, cuatro meses de plazo para que los comerciantes ingleses terminaran con todos los negocios que tenían pendientes, ese plazo vencía el 19 de mayo de 1810.

Los problemas con el tráfico de mercaderías en el puerto de Buenos Aires, sumado a los problemas que tenía la monarquía española en manos de Napoleón, no hacía más que encender en varios de los hombres que después fueron protagonistas de los acontecimientos históricos, la idea de aprovechar el contexto para tomar en sus manos los destinos del territorio de lo que luego de muchos años será nuestro país.

Por esos días de 1810 la que hoy es Plaza de Mayo, por entonces La Plaza de la Victoria, era ganada por unos 600 hombres llamados la “Legión Infernal” armados con cuchillos y pistolas, al mando de Domingo French y Antonio Luis Beruti, que distaban bastante de ser aquellos amables señores que vestidos de elegantes frac y galera, entregaban a los que deambulaban por la plaza, cintas blancas y celestes, que nos enseñó la escuela primaria.

Frech y Beruti comandaban lo que sería una especie de fuerza de choque urbana, que se encargó de presionar a quienes estaban dentro del Cabildo y hacerles saber que si las autoridades españolas no cumplían con los pedidos “del pueblo”, las cosas se podían poner difíciles.

Como se podrá apreciar, 200 años después, ganar la Plaza de Mayo es todavía uno de los objetivos de los grupos que son comandados por los French y Beruti modernos.

En resumidas cuentas, como escribió Felipe Pigna, “la Semana de Mayo estuvo muy lejos de ser un apacible tránsito de vendedores ambulantes – los cuentapropistas y subocupados de la época- y damas antiguas, como se nos enseñó prolijamente en nuestras tiernas infancias. Estaban en juego muchos intereses, nacionales y extranjeros, y las pasiones, en algunos casos legítimas y en otros unidas directamente a los bolsillos”.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en El Día de Gualeguay y EL DIARIO de Gualeguay el 23 de mayo de 2010.





Enrique González Tuñón, figura significativa de la historia del periodismo argentino

A 67 años de su muerte


“Cuando yo muera no planten un sauce en mi tumba, planten una máquina de escribir”
(Enrique González Tuñón)



Enrique González Tuñón es uno de los nombres indefectiblemente ligado a la historia del periodismo y de la literatura argentina. Fue periodista, escritor y poeta. Hermano del mundialmente reconocido poeta Raúl González Tuñón. Su corta vida y la fama de este último quizás ha hecho olvidar, muchas veces, su reconocida labor en las letras.



Amigo de Roberto Arlt, su vida tiene muchos puntos en común con el autor de El juguete rabioso. Los dos tenían casi la misma edad, ejercieron el periodismo y pertenecían al mismo grupo literario –de Florida- aunque se los relaciona también con el grupo de Boedo por el contenido de sus obras. A Enrique González Tuñón, como a Roberto Arlt, le interesaba la vida en los arrabales de Buenos Aires donde abundaban los inmigrantes, las prostitutas y los malandras, acompañados por el ritmo del tango con letras escritas en lunfardo. Los dos fueron personajes de esa bohemia que se vivía en el Buenos Aires de entonces. Y existe algo más que los unió: una vida corta pero febril en lo literario. Los dos murieron a los 42 años; Arlt el 26 de julio de 1942 y González Tuñón el 9 de mayo de 1943.



El propio Arlt nombra a su amigo en el final de una de las mejores crónicas que se han escrito en el periodismo argentino; la del fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni titulada “He visto morir”: Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna de la Razón, Álvarez de Última hora, Enrique González Tuñón de Crítica y Gómez de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían (…)



Por esos años, compartían la actividad como periodistas de policiales y dejaban su impronta en las crónicas escritas con maestría, aportando una cuota innovadora en las páginas de los diarios a principios de la década del ’30.



Enrique González Tuñón, nació en Buenos Aires, en el barrio de Once, en 1901 y allí se crió, cuando la que hoy es Plaza Once era, en las palabras de su hermano Raúl, “un verdadero parque, boscoso, denso”. Desde chico fue un ávido y desordenado lector de Quevedo, Dickens, Gorki, Chéjov, entre otros.



Empezó en el periodismo en 1922 en el semanario El Noticiero, y al año comenzó a colaborar también en Caras y Caretas. A partir de 1924 y junto a Raúl comenzaron a participar en el grupo de Florida, también llamado movimiento Martinfierrista, colaborando con el periódico Martín Fierro y la revista Proa de Ricardo Güiraldes, donde escribía también el secretario privado de Güiraldes, Roberto Arlt.



En 1925 ingresó en Crítica, el legendario diario de Natalio Botana. Según César Tiempo “con la entrada de Enrique González Tuñón a Crítica la noticia conquistó la cuarta dimensión, el arrabal tomó posesión del centro; la prosa municipal y espesa de los gacetilleros se hizo luminosa y abigarrada; la metáfora tomó carta de ciudadanía en el mundo de la información, se empezó a escribir como Enrique, a jerarquizar lo popular, el tango, cuyo primer exegeta culto fue Enrique”
Seis años después, en 1931, pasó a Noticias Gráficas, y comenzó a colaborar en el suplemento literario de La Nación, algo que prestigiaba a quienes lograban llegar a escribir en el diario fundado por Bartolomé Mitre. Colabora además con El Mundo donde aparecen sus últimos trabajos literarios, sus poemas en prosa, algunos de los cuales integraron el libro La calle de los sueños perdidos.




Un hombre ha perdido un sueño y no lo puede encontrar.
Muchos seres perdieron un sueño. ¿Cuántos siguen el rastro del sueño perdido?
Un sueño puede perderse de día o de noche, a la hora indecisa de la madrugada, en la calle, en la casa, en un hotel, en una plaza, en un vagón de ferrocarril, en un barco. En cualquier lugar puede perderse un sueño como se pierde una llave.
¿Ha encontrado usted alguna vez una llave en la calle?
¿Ha encontrado un sueño perdido?
(¿De qué le vale una llave, un sueño, si no es su llave, su sueño?)
El mundo está lleno de sueños perdidos.
El honrado chofer devolvió la valija olvidada en su coche de alquiler.
El honrado transeúnte devolvió la cartera repleta de billetes.
Nadie, que yo sepa, ha devuelto un sueño.
Nadie.(…)

(La calle de los sueños perdidos)


Según su hermano Raúl, “más que un fin, el periodismo fue para él un medio, pero lo ejerció fervorosamente. Fue el cronista magistral de la ciudad. Él y yo conocíamos y amábamos todos sus barrios (…). Por sus calles anduvimos muchas veces con Nicolás Olivari, Roberto Arlt, Santiago Ganduglia, Carlos de la Púa (…)”



Enrique González Tuñón fue además guionista de cine en dos películas: Mañana me suicido, en 1942 y Pasión imposible en 1943. Escribió letras de tangos como Pa’l cambalache que fue grabado por Carlos Gardel en 1929, piezas teatrales y sainetes.


Su obra publicada está conformada por Tangos (1926), El alma de las cosas inanimadas (1927), La rueda del molino mal pintado (1928), Apología de un hombre santo (1930), Camas desde un peso y El Tirano (1932).



Los últimos años de su vida, debido a problemas en su salud y por recomendación médica, los pasó en la ciudad cordobesa de Cosquín, lugar donde lo visitaba Raúl que por esos años vivía en Chile. Raúl describió su último encuentro con su hermano; “lo hallé febril, agotado. Varias veces había vencido su mal, viajaba a la paz de su luminosa casa en Cosquín, al aire puro. Me pareció que estaba como apurando a la muerte. Le rogué que se cuidara, que no hiciera tonterías. No lo vi más. Recuerdo su mano espléndida dibujando un ademán náufrago en el vacío, y caer sobre el pecho como un pájaro herido”.



Un tiempo después, el 9 de mayo de 1943, Enrique González Tuñón murió en Cosquín, la ciudad que lo albergó en sus últimos momentos. En 22 años inmersos en el periodismo y la literatura supo dejar su impronta en uno y en otra. Muchos afirman que fue el más porteño de los cronistas de la época, el que mejor supo “pintar” el Buenos Aires de las décadas del ’20 y del ’30.


“No era un general, escribió Raúl González Tuñón, no era un primer ministro, pero era un artista, era un poeta, tenía la llave de la calle”.



Claudio Carraud


ccarraud@hotmail.com



Publicado en EL DIA de Gualeguay, EL DIARIO de Gualeguay, Análisis Digital, el 9 de mayo de 2010.


lunes, 3 de mayo de 2010

Amaro Villanueva, un cronista de la cultura popular argentina

La Editorial de la UNER presentó sus Obras completas


Una sola es en el fondo, amigo, la voz del canto, / pero hay que preparar las voces, todas la voces, para el que ha de florecer, / inclinados, como tú, un momento, sobre las gotas que suben / de la pura fuente del diálogo, y la ofrenda…
(“Para Amaro Villanueva”, Juan L. Ortiz)


El nombre de Amaro Villanueva -junto al de Juan L. Ortiz, Carlos Mastronardi, Juan José Manauta, Emma Barrandeguy, Alfredo Veiravé- enorgullece al ámbito de la cultura de Gualeguay.

La Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) acaba de editar “Amaro Villanueva. Obras completas” bajo la dirección del escritor Sergio Delgado y la coordinación de Guillermo Mondejar.

Esta obra, compuesta por tres volúmenes, fue presentada el viernes pasado en la Sala Julio Cortázar de la 36º Feria Internacional del Libro que se está realizando, por estos días, en el predio ferial de Buenos Aires de La Rural.

En este gran trabajo de la editorial de la UNER colaboraron -entre otros- Guillermo Alfieri, Pablo Ansolabehere, Federico Bibbó, Eduardo Broguet, Edgardo Dobry, Daniel García Helder, Héctor Izaguirre, Juan José Manauta y Claudia Rosa.

Amaro Villanueva fue periodista, escritor, poeta; con una enorme cualidad; la de saber observar, escuchar, investigar y registrar la mayoría de las cosas que pasaban a su alrededor. Era, sin dudas, un hombre interesado por la cultura, entendida como toda manifestación del hombre. Tanto es así que fue, junto a otros destacados exponentes de la cultura como José Gobello y Nicolás Olivari, fundador -el 21 de diciembre de 1962- de la Academia Porteña de Lunfardo en cuyo Boletín publicó diferentes trabajos y proyectó, entre otros libros, un diccionario lunfardo.

Según escribió Carlos Mastronardi, “en la obra de Amaro Villanueva coexisten de manera armónica las certeras conclusiones del indagador consciente y el sabor de lo autóctono, de las expresiones y formas que más arraigo tienen en el alma de nuestro pueblo, en el contexto social argentino. Preciso es recordar que el estudioso que esclarece y eslabona con justeza los hechos se aliaba en él a una intensa pasión que lo llevó a identificarse con el ámbito nacional y con las costumbres verbales de sus gentes. Innecesario es destacar que esa pasión, ese fuerte y abarcante sentimiento, engendró al erudito, y no al revés, como corresponde a toda rica naturaleza estética. El hombre versado y experto en todo lo que concierne a nuestra tierra fue la consecuencia natural de una sensibilidad vibrante y compleja, la que se acuña en libros que sin duda el porvenir recogerá con veneración".

Amaro Villanueva nació en Gualeguay el 13 de septiembre de 1900 y en esta ciudad vivió su infancia y juventud. En la Gualeguay de principios de siglo pasado y en medio del ámbito rural, un joven Villanueva comenzó a tomar nota de los matices del lenguaje popular y a introducirse en el oficio de periodista, pero además empezó su interés por la historia y la política. Por aquellos años se cimienta su amistad con Juan L. Ortiz y Carlos Mastronardi. Según el autor de “Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre…”, en esos tiempos nació, con Villanueva, “una vecindad que duró toda la vida”.

Villanueva se recibió de maestro en 1920 y dos años después viajó a Rosario para estudiar medicina, estudios que abandonó al poco tiempo para comenzar a trabajar en Vialidad Nacional. Con este trabajo comienza a ganarse la vida, y continúa -como siempre- observando, estudiando y registrando los hechos de la cultura popular.

Desde 1927 y por treinta años, Amaro Villanueva se radicó en Paraná. En la capital entrerriana participó de varios proyectos periodísticos como el diario Entre Ríos, en 1930 y 1931, donde trabajó como jefe de redacción. En 1930 comienza a publicar en El Diario de Paraná los Versos gauchipolíticos y dos años más tarde se incorpora a ese medio donde llega a dirigir su página literaria. Realiza también, algunos proyectos independientes como el semanario Comarca en 1937, y publica en ese mismo año su primer libro Versos para la oreja.

El periodismo pasa a ser su principal medio de vida y a partir de 1940 colabora también con el diario El Litoral de Santa Fe. Por esos años comienzan a aparecer sus crónicas, relatos y ensayos que serán la base de sus distintos libros, principalmente los de El arte de cebar en 1938 y Crítica y pico en 1945.

Participó, además, de la fundación del Círculo de Periodistas de Paraná y del grupo cultural “Vértice”, los dos a principios de la década del ’30.

Desde Paraná, Villanueva colaboró con varios medios de Buenos Aires como Crítica, La Nación, Nosotros y Columna, la revista que se publicó hasta 1942 y que dirigía el periodista y escritor César Tiempo.

En 1956 decide radicarse en Buenos Aires donde vivió hasta su muerte, en 1969. En esta ciudad desarrolla una notable actividad. En 1957 publica el ensayo Garibaldi en Entre Ríos y el libro de relatos La mano y otros cuentos. En 1960 se publica, corregida y ampliada, la segunda edición de uno de sus libros más conocidos: El arte de cebar, su libro central sobre el mate que será completado por El lenguaje del mate en 1967.

A mediados de la década del ’60 y fundada la Academia Porteña de Lunfardo, Villanueva continúa con su trabajo que había establecido con los lenguajes populares a través del mate y los gauchos. Sus estudios sobre el lunfardo -jerga porteña- no hacen más que reafirmar el interés del periodista y escritor por la cultura popular argentina.

Quienes han estudiado la obra de Villanueva sostienen que cada una de sus ciudades de residencia; Gualeguay, Paraná y Buenos Aires, acompaña las distintas etapas de su itinerario intelectual y establece una profunda dinámica entre el lenguaje y su lugar.

El escritor Juan José Manauta escribió, en oportunidad de la muerte de este hombre de la cultura: “No nos recuperaremos de esta muerte. Porque con ser importante, fundamental diría, y vasta en sus proyecciones la obra que Amaro Villanueva deja escrita, parte de ella inédita y buena parte no acabada, obra que hará necesario e ineludible su recuerdo, es la persona de Amaro, el ser humano incalculable, el amigo cotidiano y no solamente derecho, sino profundo, el que ahora perdemos, lo que más amábamos de él, lo que en definitiva nos desgarra".

Amaro Villanueva fue, como escribió José Aricó, “…un caso emblemático de esa marginalidad o “falta de éxito”, como en confianza le decía a algún amigo, de una franja de intelectuales democráticos y socialistas más bien excéntricos a una forma determinada de organización de la cultura. Desde su muerte, ocurrida el 5 de agosto de 1969, muy pocos lo han recordado.”

Por eso, rescatar la obra de este gualeyo, cronista de la cultura popular agentina, es un merecido homenaje realizado por la Editorial de la UNER.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

viernes, 30 de abril de 2010

La importancia del perejil

Las noticias en los medios




Ahora resulta que lo importante es el perejil. No el “perejil” según el término que se emplea en la jerga policial para definir al pobre tipo al que le endilgaron algún delito sino el verdadero perejil -el Petroselinum crispum- uno de los condimentos más comunes en toda casa argentina.

Y la importancia de este tema se dio el mismo día viernes. El precio del kilo de perejil alcanzó los treinta pesos, según un informe periodístico de Canal 13 y la señal de cable Todo Noticias, los dos canales que pertencen a Artear, empresa del grupo Clarín.

Según estos dos medios, una de las noticias del día era esa, la del precio del perejil. La nota en cuestión también fue reproducida en el sitio web de TN (http://www.tn.com.ar/) bajo el título “El perejilazo”, con una volanta que decía: Claves inflación / perejil.

En la nota se afirmaba que “condimentar las comidas con perejil era antes muy barato, pero hoy, es todo un lujo. En el último año, la hierba se encareció un 875 por ciento y el kilo llegó a los 30 pesos”.

Buscando una explicación a este precio se sostenía que “los productores atribuyeron esta suba a la inflación y a la escasa producción de la hierba. En tanto, según algunos verduleros, la hierba aumentó porque los dueños de las huertas de los alrededores de Buenos Aires estaban desesperados por cubrir sus costos”.

Para quienes estamos diariamente en los temas que tienen que ver con los medios de información o comunicación (como se los prefiera denominar), que miramos con un poco más de detalle el tratamiento de las noticias, analizando el contenido y sobre todo la intencionalidad de las informaciones, una noticia como esta, de la suba del precio del perejil, no deja de llamarnos poderosamente la atención hasta hacernos caer al borde del desconcierto.

En mi caso particular, que me levanto temprano y antes de salir a la calle escucho, miro o leo las noticias que -según los medios- reflejan nuestra realidad, encontrarme con que una de las noticias importantes del día es la suba del perejil, me hace pensar en dos cosas: o a los productores periodísticos del grupo Artear (Canal 13, TN, etc) les agarró un ataque sorpresivo de creatividad sobre las noticias que afectan nuestra realidad cotidiana, o simplemente no hay noticias.

Entiéndaseme bien. Supongo que a doña Rosa (como decía un viejo periodista ya desaparecido) le afectará –más psicológica que realmente- que su verdulero le cobre el atado de perejil uno o dos pesos; pero de ahí a transformarlo en una noticia importante del día y hacer un análisis sobre que se encareció un 875 por ciento el kilo de perejil, hay un trecho bastante importante, ¿o no?

Pero sigamos en el análisis de la suba del perejil; la noticia finalizaba en un marco de credibilidad diciendo que “lo cierto es que hasta hace tres años, en muchas verdulerías, al perejil lo regalaban. Los verduleros pagaban 5 pesos el cajón de 10 kilos y, como era tan barato, lo daban a sus clientes como gentileza por cada compra. Hoy, la realidad es otra y el precio más económico del mercado no baja de los 10 pesos por kilo”.

Hoy la realidad es otra -decía la nota- y en el análisis de los contenidos de los medios y de las informaciones que se dan –como esta del perejil-, uno puede descubrir cual es la visión de la realidad que, subjetivamente, disfrazada de objetiva brindan absolutamente todos los medios. Porque si hay algo en lo que no creo es en la objetividad, ni de los periodistas ni de los medios de información.

Todos los días, los medios tratan, con las noticias, de armar y armarnos la realidad en la cual estamos inmersos. ¿Pero es esa la realidad? ¿Es la mismísima realidad la que nos muestran los medios? En este sentido tengo mi opinión formada de que la realidad no es la que arma o muestran los medios. No pretendo que se coincida con mi visión, solo pongo a consideración mi pensamiento. A mi entender no existe una sola realidad y mucho menos creo que la realidad se limite a la que muestran los medios de comunicación. Sostengo que existen muchas realidades; que la gente, el ciudadano común tiene su propia realidad o por lo menos siente o ve la realidad desde su propia experiencia de vida que puede o no estar reflejada en los medios.

Esto no es un tema menor porque la fuerza que tienen los medios hoy día hace que posean o ejerzan influencia en las personas. Por eso, amigo lector, no crea todo lo que ve o todo lo que le dicen, ni siquiera lo que está leyendo ahora, ejerza su espíritu crítico, vea un poco más allá de lo que mira y piense que toda información tiene detrás una intencionalidad.

Mientras tanto, yo tengo que pasar por la verdulería porque mi esposa me encargó unas cosas y me dijo que le pidiera al verdulero un atado de perejil porque esta noche comemos milanesas en casa, y la verdad que es para festejar, al precio que está la carne.
¡Ah!, otra cosita…a mí el perejil hace rato que me lo cobran, pero no creo que eso sea una noticia importante, ¿o sí?

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en EL DIA de Gualeguay y en EL DIARIO de Gualeguay, el 25 de abril de 2010.





El silencio del campo


Los reclamos ruralistas entraron en un impasse, ¿qué cosas cambiaron?


El sector ruralista parece haber entrado en un impasse sobre los reclamos hechos durante el 2008 y 2009 al gobierno kirchnerista. ¿Qué cosas han cambiado desde aquella noche en que el vicepresidente Julio Cobos dio su voto “no positivo” a la Resolución 125 sobre las retenciones móviles a las exportaciones?


En principio se puede llegar a pensar que nada ha cambiado, pero en realidad sí cambiaron. La economía no está mejor ahora que en aquel momento, cuando se debatía fuertemente la Resolución 125 y más de medio país se movilizaba, levantando las banderas del federalismo y defendiendo los principios del sector agro-ganadero. ¿Qué pasó entonces?


El 25 de mayo de 2008 en un acto que reunió a 300 mil personas en el Monumento a la Bandera en Rosario, el sector agropecuario apoyado por la gente común, con banderas en las manos, festejaba y aplaudía los discursos de los principales exponentes de las distintas agrupaciones del campo.


Al día siguiente, el diario de mayor tirada del país titulaba: “Ante una multitud en Rosario, el campo tuvo duras críticas contra el Gobierno”.


En ese acto, Alfredo De Angeli, emblema de la dura lucha en los cortes de ruta en Gualeguaychú pedía “una política distinta para los pueblos del interior” y anunciaba: “Señora Presidenta, el campo está revelado, no vamos a aflojar, la lucha sigue”.


En ese mismo acto, Eduardo Buzzi le hacía un guiño a la multitud antes de empezar su discurso y afirmaba: “Esto no es un acto más, estamos acá para escribir parte de la historia nacional” y entusiasmado en pleno discurso sostenía que “el gobierno de los Kirchner es un obstáculo para el crecimiento del país”.


A mil kilómetros de allí, ese mismo día en Salta, en una ciudad embanderada de azul y blanco, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner enviaba un mensaje conciliador. Al encabezar el acto por los 198 años de la Revolución de Mayo, convocaba a todos, incluyendo “productores, a sumarse a la gesta del Bicentenario para reconstruir el país”.


Lo que cabe preguntarse, a dos años de estos hechos y cuando ha llegado el año del Bicentenario, es qué cosas cambiaron en la economía del país, qué diferencias existen entre aquellos reclamos ruralistas y la situación que se vive hoy día.


¿Y por qué nos preguntamos esto? Simplemente porque encontrar las respuestas a esas preguntas hace a la legitimación de los reclamos que hacía el sector agro-ganadero en aquel momento. Si las condiciones no han cambiado o han cambiado para peor, si en nuestro país se siguen cerrando tambos y la producción lechera es cada vez menor, si el stock ganadero sigue disminuyendo y se corre el riesgo de terminar importando carne, si las retenciones siguen en los mismos niveles; ¿en qué quedaron los reclamos de la Mesa de Enlace?


Si comparamos algunos aspectos de la economía de hace dos años con la actual, que le toca vivir al común de la gente, a esas personas que no pertenecían al campo pero que apoyaron los reclamos porque los creían legítimos, podremos apreciar cambios considerables, cambios que afectan la economía de cualquier hogar del país.


La situación de la economía no es mejor hoy que hace dos años durante el pleno conflicto con el campo. La inflación ha ido erosionando los flacos bolsillos de los asalariados y los gremios no han cesado en sus reclamos por aumentos salariales en vista de este presente económico.


¿Y el campo?
Esta semana en la localidad de Bragado, el titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, participó de una asamblea con productores agropecuarios organizada por la filial de la entidad ruralista en esa ciudad de la provincia de Buenos Aires.


“El 35 por ciento de retenciones para todos por igual y sin segmentar entre pequeños y medianos productores y los pooles de siembra, es confiscatorio para los productores, dijo Buzzi, y el Gobierno lo utiliza para pagar la deuda externa en vez de la interna”, sentenció el dirigente con idéntico discurso al de hace dos años.


“Continúa el proceso de concentración, y a pesar de la buena cosecha del presente año, a muchos productores no les cierran los números. Nuevamente son viables sólo aquellos esquemas de gran escala”, afirmó Buzzi.


¿Y entonces? Si nada ha cambiado, si todo sigue por el mismo camino, ¿a qué se debe tanto silencio?


El dirigente Alfredo De Angeli estuvo este jueves por la noche en el programa “4to.Día” que se emite por la señal de cable Canal 26. Consultado sobre que el tema del campo ya no está en la agenda de la oposición, De Angeli afirmó que “Sí, es cierto, ya no se habla más de retenciones ni de un plan agrícola ganadero productivo. Están enfrascados en la discusión del uso de las reservas del Banco Central. De nosotros no se habla más”.


Sobre si los ruralistas se sienten defraudados al haber sido bandera de la oposición, el dirigente de la Federación Agraria dijo que “yo la verdad que hasta ahora no quiero decir sentirme defraudado. Yo le decía a los muchachos del campo que hay que declarar el estado de alerta y movilización. Vamos a tener que levantar la cosecha de mayo…”


- Qué es récord…, interrumpió un periodista.


“Sí, es récord pero que quede claro que no es por el gobierno, aclaró De Angeli, el sector apuntó ahí y dijo no queda otra y le dio para adelante. Está timbeando, lo único que les queda es eso. Lo juegan y les sale bien. Pero los precios internacionales se cayeron. La tonelada de soja está entre 800 y 820 pesos, vos fijate que el 2008 estaba 1200 y estamos ante un atraso cambiario. Que el gobierno tendría que reveerlo. Estamos peor que en la covertibilidad”.


Es curioso escuchar hablar a De Angeli de “atraso cambiario” cuando otros países limítrofes como Brasil ha logrado valorizar su moneda en desmedro del dólar. Uruguay revalorizó el peso uruguayo; cuando hace dos años el dólar costaba en el vecino país $ 24 pesos, hoy cuesta $19,60. Por el contrario, el dólar en nuestro país pasó de $3,10 a 3,90, y sin lugar a dudas, devaluarlo aún más, como pide De Angeli, traería serios inconvenientes en la economía interna.


Finalmente, el dirigente ruralista dejó latente la posibilidad de que renazca dentro de un tiempo algún tipo de protesta del sector, cuando en una muestra de honestidad brutal expresó: “Los cortes creo que no y los paros por ahora no vuelven porque se está levantando la cosecha y el tiempo además nos está favoreciendo. Pero tememos que venga un temporal y perdamos todo, por eso le dije a la gente de la producción que levantemos la cosecha y luego de asegurarnos vamos al paro”.


Hablando con un amigo, ligado de alguna manera al sector agropecuario, me dijo: “viste como es esto, primero se van a asegurar la cosecha, que los pesitos queden en casa, después cuando ya no tengan nada que hacer, si tienen ganas, van a salir a protestar”.


No sé si tendrá razón mi amigo, pero debo confesar que me dejó pensando si la otrora protesta ruralista tenía como sustento un verdadero federalismo, reclamando el mejoramiento de las economías regionales y la imperiosa necesidad de salvaguardar nuestra tradicional economía agro-ganadera por el bien de la patria, o solamente se trataba de una lucha de intereses propios de un sector importante de la economía de nuestro país.


Quizá, esta disyuntiva solo la termine dirimiendo el tiempo.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en EL DIA de Gualeguay y en EL DIARIO de Gualeguay, el 11 de abril de 2010.

Perla Suez: una bordadora de palabras


Nació en Córdoba pero pasó su infancia y adolescencia en Basavilbaso





“Una escritura transparente, recorrida por la inteligencia y la emoción…Una narradora sumamente singular, capaz de una escritura tan minuciosa como potente”. Así define Griselda Gambaro a Perla Suez en la contratapa de “La Pasajera” (Editorial Norma), la última novela de la escritora nacida en Córdoba, el 28 de noviembre de 1947, pero que pasó su infancia en Entre Ríos.


“Mis abuelos paternos vinieron de Rusia con la corriente inmigratoria del Barón Hirsch y se erradicaron en Ingeniero Sajarov, muy cerca de Villa Domínguez, en Entre Ríos. Quiero aclarar que firmo como Perla Suez, pero mi apellido de soltera es Yagupsky. La familia de mi madre es cordobesa. Aunque nací en Córdoba pasé mis primeros quince años de vida en Basavilbaso. Mi padre médico y mi madre ama de casa, eran grandes lectores; de niña me apropié de su biblioteca. Ellos me enseñaron a pensar y me acercaron a la mejor literatura. Tengo un hermano, con quien nos intercambiábamos los libros, así que leía con avidez, entre otros, El conde de Montecristo de Alejandro Dumas, y pasaba de Alicia en el país de las maravillas a El tigre de la Malasia de Emilio Salgari”.



-¿Qué recuerdos tenés de tu infancia en Basavilbaso?
- Tengo el mejor de los recuerdos de esos días: los amigos, la escuela, las maestras, los trenes, la estación y la gente que pasaba hacia el norte, rumbo a Posadas, y hacia el sur, rumbo a Buenos Aires.



Perla Suez publicó en 2001 “Letargo”, una novela que fue finalista del Premio Mundial de Literatura Rómulo Gallegos. Esta novela fue traducida al inglés y al italiano, logrando un notable interés de la crítica literaria. Ese mismo año publicó “El arresto” y en 2004 “Complot”. La editorial Norma editó en febrero de 2006 estas tres novelas en un solo volumen como “Trilogía de Entre Ríos”, recibiendo varios premios internacionales. The University of New México Press de Estados Unidos la publicó en inglés como The Entre Ríos Trilogy y ha sido traducida al italiano, al alemán y al francés.


Perla Suez es autora de numerosos libros dedicados a los jóvenes y a los niños. Arciboldo, Los tres pajaritos, Un golpe de buena suerte, Dimitri en la tormenta, El árbol de los flecos, El viaje de un cuis muy gris, El señor de los globos, ¡Blum!, El vuelo del barrilete, Memoria de Vladimir, son algunos de ellos.


La obra de esta escritora ha recibido numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales. “Los premios, así como otras formas de reconocimiento, me estimulan para seguir trabajando, sostiene Suez. En general, aconsejo a los escritores que están comenzando a escribir que se presenten a los concursos, porque creo que es un modo muy apropiado para poder acceder al reconocimiento”.


- ¿Cómo ha influido en tu literatura el haber vivido en Entre Ríos?
- La memoria de lo que mis ojos vieron de niña ha sido decisorio, hasta ahora, en mis novelas, tanto en los libros para niños como los para adultos. La Trilogía de Entre Ríos, editada por Norma en Buenos Aires, compuesta por tres novelas cortas Letargo, El Arresto y Complot, así como La Pasajera, editada también por Norma en el año 2008, están marcadas por esos recuerdos insoslayables. Memorias de Vladimir, Dimitri en la tormenta y Los tres pajaritos, entre otros libros para niños y jóvenes, tienen que ver con lo que yo escuché sobre los inmigrantes judíos que escaparon de la Rusia zarista buscando una vida diferente en esta tierra.



Suez estudió en la Universidad de Córdoba la Licenciatura y el profesorado en Letras Modernas, y fue becaria del gobierno de Francia, país en el que vivió durante la última dictadura militar de nuestro país. “En ese período nefasto de la Argentina, tuve la suerte de ganarme una beca del gobierno francés para trabajar en París de la mano de un gran maestro, Marc Soriano, con quien me formé en este campo. Esta experiencia me permitió, cuando regresé, seguir trabajando fuertemente en torno a la literatura”.



En 1997 ganó la Beca del Gobierno de Canadá como escritora. “Ese mismo año murieron mis padres y entonces empecé a sentir cuán poderosa es la memoria, la herencia invalorable que ellos me dejaron: las historias del Talmud, de la Cábala y los relatos de sus propias vidas. Desde entonces cuando escribo no hago otra cosa que recordar”.



“Suez maneja las palabras como una bordadora, -escribió Margara Averbach hace unos años en el diario Clarín- combinando los colores opuestos de la emoción a flor de piel por un lado y la exactitud minuciosa del arte por otro”.



- En tus novelas existe un estilo muy particular de escribir. Me refiero a esa “economía” de palabras, nada sobra; es una mezcla de “pintura” de situaciones. ¿Es algo natural o te lo proponés?
- Reconozco un estilo propio de escritura, pero éste no es algo natural, ya configurado; por el contrario, se va haciendo con la vida, como el oficio de escritor que se va haciendo con el trabajo. No hay en mi estilo una intención; es un ritmo interior que va marcando mi labor el que ha decidido, hasta ahora, que yo escriba de este modo.



- Qué escritores o libros, creés que te han influenciado…
- Son muchos y temo ser injusta al nombrarlos. Ya en la adolescencia me trepaba a la biblioteca de mis padres y me apoderé de libros de literatura, entre los cuales quiero destacar “El desierto de los tártaros” de Dino Buzzatti, “Moby Dick” de Herman Melville, “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, “La muralla china” de Franz Kafka, “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar. Más aquí en el tiempo, las novelas de Virginia Woolf “Orlando” y “Miss Daloway”, los cuentos de Flannery O’Connor, Katherine Mansfield y William Faulkner.



Suez afirma que “la ficción fortalece mi existencia. La memoria, la búsqueda de mis orígenes, la tolerancia, el respeto por los derechos humanos, han sido mis preocupaciones vitales en estos años y lo siguen siendo”.



La escritora está convencida de que “en un mundo incierto como el que vivimos, donde las palabras han sido desgarradas de su sentido por la violencia y el abuso de la estupidez humana, escribir y leer seguirán siendo los actos que justifiquen mi paso por la vida”.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en EL DIA de Gualeguay, Análisis digital y EL DIARIO de Gualeguay, el 4 de abril de 2010.







Roberto Juarroz, un gran poeta de instantes absolutos

Se cumplen 15 años de su fallecimiento



Roberto Juarroz es uno de los poetas argentinos que no ha tenido una difusión acorde con su importante labor en el ámbito de la literatura argentina.


Nació en Coronel Dorrego, en la provincia de Buenos Aires, el 5 de octubre de 1925 y murió el 31 de marzo de 1995. Este martes se cumplen 15 años de su desaparición física.


“Yo me he sentido atraído en primer lugar por los elementos de la naturaleza, contaba el propio Juarroz en un reportaje realizado por Luis Bravo en Montevideo en 1993. Nací en un pueblo al borde del campo. Mi padre era jefe de la estación de ferrocarril y teníamos enfrente el horizonte abierto. En esa pequeña ciudad de Coronel Dorrego me acostumbré desde muy chico a los silencios. Esas noches abiertas en donde se veían las estrellas, la luna nítida, los vientos, el agua, el árbol que para mí es un protagonista de la vida. Comencé mis lecturas muy temprano. Me atrajeron cada vez más y dediqué buena parte de mi vida a eso. Mientras tanto se fue configurando como lenguaje predilecto, o elector (tal vez me eligió a mí), la poesía


El silencio queda entre dos palabras / no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae, / ni tampoco el que estampa la presencia del árbol / cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura, / cada silencio tiene un registro y una profundidad. / El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro / y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio, / pero no nos han enseñado a deletrearlo. / Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable, / tal vez más que el lector.


En la Universidad de Buenos Aires (UBA) estudió Filosofía y Letras y gracias a una beca otorgada por esa casa de estudios, viajó a Francia para perfeccionarse en La Sorbona.
Durante muchos años fue director del Departamento de Bibliotecología y Documentación de la UBA donde además ejerció la docencia durante treinta años. También se desempeñó como bibliotecólogo para la UNESCO y la OEA en varios países.


Ejerció el periodismo en la revista Estos Es, entre 1956 y 1958, como crítico cinematográfico y en el diario La Gaceta de Tucumán, entre 1958 y 1963, como crítico literario. Dirigió la revista Poesía = Poesía desde 1958 hasta 1965 y colaboró en numerosas publicaciones argentinas y extranjeras. Además fue traductor de varios libros de poesía extranjera, en especial del poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud.


“Leí mucha poesía, de todos los tiempos y en varias lenguas, -afirmaba el poeta- y poco a poco se fue formando ese hecho de vida que es escribir. Hasta que sentí que la poesía era un poco flácida, repetitiva, aún en los grandes poetas, con zonas en las cuales cedía la tensión interior, ese rango de intensidad que para mí tiene siempre el poema. Eso me llevó a concebir una poesía más ceñida, más estricta o rigurosa, en donde cada elemento fuera irremplazable. La inclinación fue la de recoger de las situaciones extremas eso que llevamos escondido en nuestro silencio, lo que barajamos y pocas veces decimos. Para eso necesitaba un tipo de lenguaje diferente que dejara de lado lo que las palabras tienen de ornamento, de euforia. Buscar formas de síntesis poética, que no es síntesis intelectual, en donde confluyeran emoción, sensibilidad, inteligencia”.


Desde junio de 1984 Roberto Juarroz fue miembro de número de la Academia Argentina de Letras y recibió importantes premios y distinciones: el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía y el premio Esteban Echeverría que concede anualmente la Asociación Gente de Letras de Buenos Aires, los dos premios en 1984; el premio de la Bienal Internacional de Poesía en Lieja, Bélgica, en 1992 y ese mismo año el premio Juan Malrieu de Marsella. Su obra ha merecido numerosos estudios críticos y ha sido traducida a varios idiomas.


Según Octavio Paz, “cada poema de Roberto Juarroz es una sorprendente cristalización verbal: el lenguaje reducido a una gota de luz. Un gran poeta de instantes absolutos”.


Buscar una cosa / es siempre encontrar otra. / Así, para hallar algo, hay que buscar lo que no es.
Buscar al pájaro para encontrar a la rosa, / buscar el amor para hallar el exilio, / buscar la nada para descubrir un hombre, / ir hacia atrás para ir hacia delante.
La clave del camino, / más que en sus bifurcaciones, / su sospechoso comienzo / o su dudoso final, / está en el cáustico humor / de su doble sentido. / Siempre se llega, / pero a otra parte.
Todo pasa. / Pero a la inversa.



El poeta italo-argentino Antonio Porchia (1885 - 1968) autor de Voces, que influyó notablemente en la obra de Juarroz, escribió: “Sin misterio, todo sería muy poco, tal vez nada. Y creador del misterio es el poeta pero el poeta como Roberto Juarroz, uno de los mayores poetas de nuestro tiempo. Es difícil elogiar a quien merece más que elogios. En estos poemas cualquier palabra podría ser la última, hasta la primera. Y sin embargo, lo último sigue”.



Pienso que en este momento / tal vez nadie en el universo piensa en mí, / que sólo yo me pienso, / y si ahora muriese, / nadie, ni yo, me pensaría.
Y aquí empieza el abismo, / como cuando me duermo. / Soy mi propio sostén y me lo quito. / Contribuyo a tapizar de ausencia todo.
Tal vez sea por esto / que pensar en un hombre / se parece a salvarlo.


Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en EL DIA de Gualeguay, Análisis digital y EL DIARIO de Gualeguay, el 28 de marzo de 2010.

Ayrton Senna sigue vivo en el recuerdo de todos

El piloto brasileño cumpliría 50 años



Muchos pilotos creen que morir dentro de un auto en una pista de carreras es una forma digna dejar de existir cumpliendo con una pasión que implica riesgos, pero que no se puede desarrollar si no se lleva esa pasión en la sangre.


Un caso diferente era el de Ayrton Senna que llevaba la pasión por el automovilismo en sus entrañas pero que no tenía en cuenta la posibilidad de morir en una pista. "Nunca tengo en cuenta la posibilidad de un accidente, pero el miedo es una cosa constante en mi día a día", afirmaba el extraordinario piloto brasileño.


Ayrton no se sentía un piloto diferente, pero lo era; sin caer en la soberbia confesaba que tenía miedo a la muerte “pero convivo con eso, el miedo me fascina”; y afirmaba que “correr, competir, lo llevo en la sangre, es parte de mi, es parte de mi vida”.


Tres veces campeón de la Fórmula Uno (1988, 1990, 1991) en las diez temporadas completas que disputó; corrió en 162 Grandes Premios, ganó 41 de ellos, subió 80 veces al podio y consiguió 65 “pole positions”. Además ostenta todavía un récord que es muy difícil de batir; el de victorias obtenidas en el difícil circuito de Mónaco, en el que ganó seis veces, cinco de ellas consecutivas entre 1989 y 1993, más la de 1987. Muchos lo definen como el “Rey de Mónaco”, en alusión a este impresionante récord.


El piloto paulista era imbatible manejando bajo la lluvia donde consiguió triunfos legendarios que quedaron en la memoria de los fanáticos, quienes lo llamaban el “Rey de la lluvia”.


Ayrton Senna da Silva nació en Sao Paulo el 21 de marzo de 1960 y falleció a los 34 años, el 1 de mayo de 1994 tras sufrir un accidente en la curva Tamburello del circuito de Ímola en el Gran Premio de San Marino.


“Ayrton está presente en el corazón de los brasileños por los valores que seguía en la vida y en las pistas: motivación, dedicación, determinación, perfección y superación”, afirma Viviane Senna, presidenta del Instituto Ayrton Senna.


Este domingo es muy especial, porque hubiera cumplido 50 años y Viviane afirma que “en un año como este, de celebración, todo eso viene a flote, recordando la trayectoria de mi hermano.


Su trayectoria
Ayrton comenzó a manejar un karting que le regaló su padre cuando tenía cuatro años. “Cuando lo digo, nadie me cree que empecé a pilotar a los cuatro años. Mi padre tenía una fábrica metalúrgica y por eso pudo conseguir un pequeño kart exclusivo para mí, con un motor de un caballo de potencia”.


Su padre, Milton da Silva, vislumbraba en el pequeño “Beco” (tal su apodo familiar) su pasión por los autos de carrera. “Tenía ocho años cuando me compró mi primer kart de verdad, recordaba Ayrton. Era mi juguete preferido. Sólo me encontraba bien sentado en él y entrenando, cada vez más”.


Por esos meses logró debutar con su karting en una carrera privada. “Tenía sólo ocho años y la mayoría de los otros tenía 15, 18 e incluso 20. Las posiciones en la parrilla se determinaban por sorteo. Ponían unos papelitos con números dentro de un casco. Por ser recién llegado, fui el primero en coger un papel al azar. Saqué el número 1”.


Quizás esa anécdota haya sido una premonición de lo que luego fue su trayectoria en el automovilismo deportivo llegando a ser un número uno.


Cuando Senna dejó el Karting pasó a correr en la Fórmula Ford 1600, en Inglaterra, en 1981. “El kart me proporcionó muchos momentos de placer y excelentes recuerdos. Nunca el pilotaje fue tan divertido como en kart. Allí aprendí muchas cosas. Mucho de lo que uso en la Fórmula 1 lo aprendí en kart”.

En 1982 corrió en la Fórmula Ford 2000 y al año siguiente en la Fórmula 3, acercándose cada vez más a su objetivo: la Fórmula Uno.


“Deseaba enormemente ser piloto profesional, tener éxito como un profesional del automovilismo; para mí tenía que dejar de ser un pasatiempo y convertirse en una profesión. Por eso tuve que realizar importantes sacrificios, como aprender a vivir en un país diferente, lejos de mi familia. Por un lado, esa nueva vida no me gustaba mucho, pero por otro sabía que estaba en el camino de conseguir mi objetivo personal”.


En 1984, después de tan sólo tres años de haber dejado el Kart, llega su debut en la categoría mayor del automovilismo mundial, en el equipo Toleman, en el Gran Premio de Brasil, donde Senna se ve obligado a abandonar la carrera en la octava vuelta al quedarse sin presión en el turbocompresor. Comienza a gestarse su historia dentro del automovilismo grande.

Senna era un ferviente creyente; antes de salir a pista se concentraba y rezaba dentro del auto. “Él (Dios) es el dueño de todo. Le debo la oportunidad que tuve de llegar a donde llegué. Muchas personas tienen la capacidad pero no tienen la oportunidad. Él me la dio a mí, no sé por qué. Sólo sé que no puedo desperdiciarla”.


La última carrera
Diez años después de su debut, en el Gran Premio de San Marino, en un fin de semana trágico, Ayrton Senna muere en un accidente.


En las pruebas de clasificación, el sábado 30 de abril de 1994, el piloto austríaco Roland Ratzenberger del equipo Simtek choca violentamente contra el muro de la media curva Gilles Villeneuve, luego de que el alerón trasero se desprendiera de su auto y muere en forma instantánea. Ayrton, que ve el accidente por el circuito de televisión, fue a un rincón de su box y lloró. Minutos después fue hasta el mismo lugar del accidente lo que le valió una sanción de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA). Varios pilotos solicitaron la cancelación de la carrera; Senna ya no tenía ganas de correr; algunos dicen que su novia, Adriane Galisteu lo convenció para que corriese.


Al otro día, el domingo 1 de mayo, Senna, que había obtenido la pole positions, desayunó con Gerhard Berger y Niki Lauda. Quienes estuvieron con él lo notaron preocupado, nervioso y tardó más tiempo del normal en salir a la pista. Antes de subir revisó varias veces su auto como tratando de encontrar una excusa para no correr. Pidió a sus colaboradores una bandera austríaca para levantarla cuando ganara la carrera (algo que solo hacía con la de Brasil) en honor a Ratzenberger.


Cuando se largó la carrera Pedro Lamy chocó violentamente de atrás al piloto de Benetton, J.J.Letho, que estaba detenido. En ese momento debió detenerse la carrera pero por el contrario las autoridades de la prueba hicieron entrar el Pace Car hasta normalizar el estado de la pista. En la quinta vuelta se reanudó la carrera, y dos vueltas más tarde, a la entrada de la curva Tamburello, Senna perdió el control del Williams y chocó contra el muro de cemento a 15 metros de la pista; el auto rebotó de nuevo hacia el trazado del circuito y dio media vuelta. El piloto brasileño fue llevado al hospital aunque muchos afirman que ya estaba muerto.


El 5 de mayo, Ayrton Senna fue enterrado en el cementerio de Morumbí con todos los honores militares. Varios pilotos estuvieron presentes en el funeral y fueron ellos quienes cargaron el ataúd, ante el dolor del pueblo brasileño por haber perdido a su ídolo.


Hay quienes afirman que Ayrton no murió, porque solo mueren los que son olvidados y él vive en la memoria de su pueblo y en todos los que admiraron su trayectoria dentro y fuera de una pista de carrera.


Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en EL DIA de Gualeguay, Análisis Digital y EL DIARIO de Gualeguay, el 21 de marzo de 2010.

domingo, 14 de marzo de 2010

Jorge Guinzburg, un grande del periodismo humorístico

A dos años de su muerte





“Solo era pequeño de estatura” dijo Joan Manuel Serrat cuando, muy apesadumbrado, hablaba sobre la muerte de Jorge Guinzburg. Para muchos la frase de Serrat era tan cierta como el cariño que tenía la gente por este periodista, humorista, creativo publicitario, productor de teatro, guionista de radio y televisión.

Guinzburg era una persona muy querida en el ambiente artístico y por el común de la gente. Había obtenido el cariño y el respeto de todos, por su buen humor y por la maravillosa cualidad de saber reírse de sí mismo.

Talentoso como pocos, logró dejar su impronta en la televisión argentina donde alcanzó la popularidad pero antes había trabajado en distintos medios gráficos y en radio.

La mañana del 12 de marzo de 2008 cuando se conoció su muerte ocurrida en el sanatorio Mater Dei, todos los medios de comunicación se hicieron eco de la penosa noticia aunque días antes se sabía que su estado de salud era delicado. Tenía 59 años y sus restos fueron despedidos en un multitudinario adiós en el cementerio de La Tablada en el gran Buenos Aires.

El último ciclo de su programa Mañanas Informales en Canal 13 había logrado en 2007 un notable éxito para un programa de televisión en un horario marginal, donde Guinzburg desplegaba su oficio de humorista, periodista y conductor acompañado por Ernestina Pais.


Una de las anécdotas de ese programa, que quedó en el recuerdo, fue cuando jugaron una apuesta él y Gastón Recondo, columnista deportivo del programa. Por esa apuesta, perdida por Guinzburg, el conductor tuvo que afeitarse su prominente bigote – parte totalmente impuesta de su fisonomía personal - en cámara.

El 23 de marzo de 2007, Recondo comentó al aire que quería bajar de peso para llegar al 4 de mayo, día de su cumpleaños, pesando 83 kilos o menos. Guinzburg, quien aparentemente no tenía mucha fe en su compañero, dijo en cámara: “si vos pesás 83 kilos o menos, yo me saco el bigote”. Así quedó planteado el desafío que unos meses después hizo que se cumpliera la apuesta en vivo en Mañanas Informales.

Su debut en televisión
Guinzburg había hecho su debut frente a las cámaras de televisión en 1986 en La noticia rebelde en Argentina Televisora Color (ATC), hoy Canal 7, en el horario central de las 19. El programa era conducido por Adolfo Castello, Jorge Becerra, Nicolás Repetto, Carlos Abrevaya y Jorge Guinzburg.

El propio Nicolás Repetto recordaba hace unos días atrás en una nota que le realizaron en una radio, que él había trabajado con Becerra y Castello en Semanario Insólito, programa pionero en su género periodístico-humorístico que conducían además Raúl Portal y Virginia Hanglin en ATC en 1982 y 1983, y años después Raúl Becerra le propone hacer un programa (La noticia rebelde) con “dos nuevos”, conocidos del propio Becerra, esos dos nuevos eran Abrevaya y Guinzburg.

Luego del ciclo La noticia rebelde, y una vez aprendido el oficio de la televisión, Guinzburg ideó otros programas como Peor es nada donde trabajó junto a Fontova; Tres tristes tigres del trece, junto a dos de los Midachi: el Chino Volpato y Dady Brieva; y uno sus programas más recordados, La Biblia y el calefón.

Los comienzos
Guinzburg había comenzado su carrera junto a Carlos Abrevaya a principios de la década del ‘70 como guionistas de un programa que tenía Juan Carlos Mareco (Pinocho) en Radio Rivadavia y luego cumpliendo la misma tarea en el Fontana Show conducido por Cacho Fontana.

Años más tarde los dos formaron parte de Satiricón, revista creada por Carlos y Oscar Blotta y Andrés Cascioli; que contaba entre sus huestes a Mario Mactas, Alejandro Dolina, Carlos Ulanovsky, Roberto Fontanarrosa, entre otros.

Guinzburg también formó parte de la revista Humor, dirigida por Andrés Cascioli desde 1978, que tuvo una importante participación en el humor político de nuestro país durante el último gobierno militar.

Los premios
Jorge Guinzburg fue, sin dudas, un generador permanente de ideas que aprovechó el humor para llegar mucho más allá en lo periodístico.

Durante su vida recibió importantes premios nacionales e internacionales. Tal vez los más significativos fueron: el Premio Konex de Platino como mejor conductor de la década (1990/2000) y varios Martín Fierro en conducción, creación y producción de varios ciclos.

Nada más acertado que la frase del Nano Serrat: Guinzburg solo era pequeño de estatura.


Claudio Carraud


lunes, 8 de marzo de 2010

Emma Barrandeguy, una mujer que se rebeló frente a la hipocresía

Se cumplen 96 años de su nacimiento
Desde los balcones del cuarto piso, en el despacho de la Vieja, como la llamábamos, vi pasar los hombres que marchaban hacia Plaza de Mayo el 17 de octubre. Nos acompañaba Giudici, dirigente comunista. Mientras, en el piso de abajo, en la Redacción, alguien que vio a esos hombres sudorosos que se habían sacado el saco los calificó de "descamisados".
(“Trabajar”, del libro Habitaciones de Emma Barrandeguy)

Emma Barrandeguy es uno de los referentes de la cultura que enorgullecen Gualeguay. Tuvo la dicha de codearse, desde su trabajo en el diario Crítica de Natalio Botana, con las personalidades que marcaron la cultura argentina en las décadas del ’30, ’40 y ’50.
La poeta y narradora gualeya nació el 8 de marzo de 1914. Por esos años Salvadora Medina Onrubia –más tarde esposa de Botana y de quién Emma fue secretaria privada- vivía en Gualeguay.

En 1937, luego de recibirse se maestra y de estudiar idiomas, Emma Barrandeguy se radicó en Buenos Aires.

“Hice de todo – contaba en un reportaje en el diario Página 12-, trabajé como voluntaria en el Instituto de Orientación Vocacional con 19 psicólogas, imagínense lo que era eso; hice traducciones para El Ateneo y Emecé, estudié la carrera de Filosofía a los 50 años, vendí alhajas por toda la ciudad, menos a los policías y a los maestros, porque ésos nunca pagaban, abracé el anarquismo y las mateadas con mis amigos anarquistas en la biblioteca de la Federación Libertaria Argentina de la calle Brasil, trabajé durante dos décadas para el diario Crítica y fui la secretaria privada de Salvadora Medina Onrubia, la esposa del dueño de Crítica, Natalio Botana.”

Salvadora -sobre quien Emma escribió un libro- era anarquista; poeta y dramaturga; sentía atracción por la magia negra y por ambos sexos. Según Barrandeguy, fue una luchadora, una mujer increíble y escribir acerca de ella, abordar esa convivencia y transformarla en páginas de una biografía fue algo tan inevitable como respirar o dormir.

Conocí del diario Crítica las postrimerías de una época de esplendor. Mi experiencia de Buenos Aires comenzaba y mis sentidos acostumbrados a la provincia se adaptaban mal todavía a la vida ciudadana. Al salir del hospital de Roffo donde hacía de nurse me inicié en Contaduría, en el cuarto piso, y mi trabajo era hacer los sobres de las liquidaciones, tarea que se apresuraba hacia el fin de cada quincena, pero que me dejaba horas libres para leer sobre el escritorio a escondidas o mirar los plátanos de la Avenida de Mayo.
(“Trabajar”, del libro Habitaciones)

Emma Barrandeguy se inclinó hacia la poesía desde muy chica. “Desde los 6 años, diría yo. Un día, Nieve, mi madre, me trajo un libro de Margarita Abella Caprile, que era familiar de los Mitre, y leí algo que todavía hoy recuerdo con asombro: en su prólogo decía que había que perdonar a la poeta porque escribía bordando en bastidor. Es increíble, pensé entonces, si la poesía es un acto que sale por todos los vientos.”

Dueña de una natural humildad, dijo una vez en una conferencia: “Ustedes creen que mi obra es buena; pues yo no. No creo en la inspiración, por lo tanto la poesía viene cuando la hoja en blanco dice algo. Por eso creo que toda vida es novelable y todo el mundo puede llenar una página.”

La vasta obra de Barrandeguy se compone de: Las puertas (Poesía) y El andamio (Relato), 1964; Amor saca amor (Teatro), 1970; No digo que mi país es poderoso (Ensayo), 1982; Los pobladores (Relato), 1983; Crónica de medio siglo (Crónica novelada), 1984; Refracciones (Poesía), 1986; Camino hecho (Poesía), 1991; Salvadora, una mujer de “Crítica” (Biografía), 1997; Habitaciones (Prosa novela), escrita a fines de la década del ’50 y publicada en 2002; Mastronardi-Gombrowicz. Una amistad singular (Ensayo), 2004.

Sobre la poeta gualeya escribió hace poco tiempo Marcelo Leites a propósito de la publicación de Poesías completas. “Fue una marginal, una disidente, una mujer que se rebeló frente a la hipocresía de las instituciones y costumbres, frente a la ruindad del mundillo provinciano. Difícilmente pueda encontrarse otro caso similar dentro de la ya vasta historia de la literatura entrerriana. Gradualmente Emma se fue quitando todas las máscaras hasta quedar completamente desnuda, cosa que sucede hacia el final de su vida, cuando decide publicar su obra Habitaciones, en el año 2002, libro escrito, sin embargo, a fines de 1950”.

En una entrevista realizada por Pablo Guercovich, a raíz de la publicación de Habitaciones, y ante la pregunta de si había tratado en algún otro libro el tema de la bisexualidad la escritora afirmaba que “nunca; pero no quería morirme sin hacerlo explícito. Es una forma de luchar contra la discriminación. Haciendo que una persona supuestamente muy distinguida por su literatura pase de pronto a ser una lesbiana. Eso es lo que hay que desear: que una lesbiana se integre no por sus preferencias sexuales sino por sus méritos. La vida privada no tiene nada que ver”.

Los últimos años de su vida los pasó en Gualeguay disfrutando de su casa, de su jardín. “Me gusta sentarme en la galería. En verano vienen golondrinas de California, atraviesan el Amazonas y van al río. Al atardecer les enseñan a volar a los pichones y a cazar los alimentos en el aire. Por las noches mi hermana se va a dormir y yo vuelvo a mi rutina de escritura para el diario local del domingo. En esta época se respira felicidad”.

Emma murió en su pueblo natal, a los 92 años, el 19 de diciembre de 2006.
En 1979 escribió:

Me moriré sin vos, eso es sabido; / tus ojos no vendrán antes de irme / y en vano esperará tus dedos firmes / mi mano, que en caricias has sentido.
Te morirás sin mí, no habré podido / en tu final mirada repetirme, / pero sé que fugaz, al despedirme / una lágrima sola habrás vertido.
Aunque el cariño su lealtad señale, / otros seres pusimos como un muro / entre nosotros dos y fue cobarde.
Si todo indica que ya no hay futuro, / en mi poesía está y no es alarde / que lo mejor de mí por siempre es tuyo.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com