sábado, 25 de abril de 2009

Roberto Arlt y el oficio de escribir

A 109 años del nacimiento del periodista y escritor argentino
Si usted conociera los entretelones de la literatura, se daría cuenta de que el escritor es un señor que tiene el oficio de escribir, como otro de fabricar casas. Nada más. Lo que lo diferencia del fabricante de casas, es que los libros no son tan útiles como las casas, y después... después que el fabricante de casas no es tan vanidoso como el escritor.(…)
(El escritor como operario)
Roberto Arlt escribía esto en sus Aguafuertes porteñas, allá por 1930, en el diario El Mundo dónde había comenzado a trabajar en 1928, para dejar definitivamente su huella en el periodismo y en la literatura argentina.
Criticado por muchos, aceptado por pocos; Arlt marcó un camino dentro de las letras, dibujó un estilo -muy propio- dentro del periodismo argentino.
Roberto Godofredo Cristophersen Arlt nació en Buenos Aires el 26 de abril de 1900, hijo de Karl Arlt, prusiano de Posen –hoy Poznan, Polonia- y de Ekatherine Lobstraibitzer, nacida en Trieste, al norte de Italia, a orillas del Mar Adriático.
Vivió con su familia hasta los dieciséis años, cuando decidió irse a vivir solo y comenzó su derrotero por diferentes pensiones del barrio porteño de Flores.
Tuvo diferentes ocupaciones: ayudante en una librería, pintor de brocha gorda, hojalatero, peón en una fábrica de ladrillos y hasta fue un estudiante de pocas luces en la Escuela de Mecánica de la Armada.
Desde 1916 comenzó a trabajar como periodista, una profesión con la que intentó ganarse la vida sin mayores pretensiones, y en la que se desenvolvió con gran soltura, al punto de imponer una forma particular de escribir.

La mayoría de los que escribimos, lo que hacemos es desorientar a la opinión pública. La gente busca la verdad y nosotros les damos verdades equivocadas. Lo blanco por lo negro. Es doloroso confesarlo, pero es así. Hay que escribir. En Europa los autores tienen su público; a ese público le dan un libro por un año. ¿Usted puede creer, de buena fe, que en un año se escribe un libro que contenga verdades? No, señor. No es posible. Para escribir un libro por año hay que macanear. Dorar la píldora. Llenar páginas de frases.(…)
(Desorientadores)

Su primer cuento, “Jehová”, lo escribió alrededor de 1916 y da comienzo a su carrera de escritor que se consolida con “El juguete rabioso”, en 1926.
Roberto Arlt tuvo la lucidez de pintar una realidad de aparente opulencia económica que concluiría con una crisis económica en nuestro país, unos años después.
Supo mostrar la cara oculta de la sociedad, con conflictos políticos-ideológicos. Muchos sostienen que “El juguete rabioso” es el punto de partida de la novela argentina contemporánea.
Por ese entonces, comienza a escribir para los diarios Crítica y El Mundo. Sus columnas diarias Aguafuertes porteñas, aparecieron de 1928 hasta 1935 y fueron recopiladas en el libro que lleva el mismo nombre.
En 1929 aparece “Los siete locos” y dos años después “Los lanzallamas”. En 1932 publica “El amor brujo” y al año siguiente “El jorobadito” junto a “Aguafuertes porteñas”. En 1935 viaja a España y África enviado por el diario El Mundo y de ese viaje surgen sus “Aguafuertes españolas” en 1936. Cinco años después, en 1941 publica “El criador de gorilas”.
Escribió además, obras de teatro como El humillado, Escenas de un grotesco, Trescientos millones y Saverio el cruel.
Por su labor como escritor, Arlt se relacionó con muchos de los escritores que pertenecían a los grupos de Florida y Boedo, dos grupos en apariencia antagónicos en la vanguardia porteña de los años veinte.
Si bien Arlt había sido por un tiempo secretario de Ricardo Güiraldes -a quién dedicó “El juguete rabioso”- y colaboró en la revista Proa, de Jorge Luis Borges; dos exponentes del grupo de Florida, no dejó de sufrir el desdén de los “martinfierristas”. Por esto, a Roberto Arlt se lo relaciona con los escritores del grupo de Boedo que defendían un arte comprometido con los problemas del hombre, que preferían el cuento y la novela a la poesía y veían en la literatura una posibilidad de aportar a una transformación de la sociedad.

Si usted quiere ser diputado, no hable en favor de las remolachas, del petróleo, del trigo, del impuesto a la renta; no hable de fidelidad a la Constitución, al país; no hable de defensa del obrero, del empleado y del niño. No; si usted quiere ser diputado, exclame por todas partes:
–Soy un ladrón, he robado... he robado todo lo que he podido y siempre.
(¿Quiere ser usted diputado?)

Roberto Arlt escribió sobre la realidad que veía cuando recorría las calles de Buenos Aires, se “empapaba” de esa realidad mundana de los años ’20 y ’30, de inmigrantes, anarquistas, socialistas, delincuentes y prostitutas.
Una de las crónicas más impresionantes y mejor escritas de Arlt es sobre el fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni, ocurrido el 1 de febrero de 1931, durante la dictadura de José Uriburu, en la antigua penitenciaría que existía dónde hoy está el Parque Las Heras, en Buenos Aires.

Las cinco menos tres minutos. Rostros afanosos tras las rejas. Cinco menos dos. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas. Más sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir (…)
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huída hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos.(…)
Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte.(…)
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja del adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen.(…)
Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar.
Ha formado el blanco pelotón de fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Este grita: Venda no.
Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso.(…)
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?
- Pelotón, firme. Apunten
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
- ¡Viva la anarquía!
-¡Fuego!
El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas.
Fogonazo del tiro de gracia. (…)Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.
Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez de Última hora, Enrique Gonzáles Tuñón, de Crítica y Gómez, de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara:
- Está prohibido reírse
- Está prohibido concurrir con zapatos de baile.

(He visto morir)

El 26 de julio de 1942 Roberto Arlt murió de un ataque cardíaco. Tenía 42 años. Tan solo dieciséis años le bastaron para dejar su marca en el periodismo y en la literatura argentina.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com


Fragmentos escritos por Roberto Arlt en Aguafuertes porteñas: El escritor como operario, Desorientadores, ¿Quiere usted ser diputado? y He visto morir, crónica sobre la muerte de Severino Di Giovanni.

domingo, 19 de abril de 2009

“Papá era muy generoso, no quería nada para sí, sino para los demás”

Moriana Zitarrosa, presidenta de la Fundación Zitarrosa

Dulce niñita dormida/ ¿con quién soñarás?/ tu carita encendida/ ¿a quién mirará?
Sé que para ti la vida/ es tomar y tomar/ quiero saber quién te mira/ y qué cosas te da.
Madeja espesa y pesada/ tu pelo también/ se ha dormido en la almohada/ torrente de miel.
Debajo de tu cabeza/ cual suave edredón/ pone en tu humilde belleza/ un violento color.
Carla Moriana pequeña/ quisiera poder/ ser tu padre y tu madre/ y volverte a nacer.

(“Para Carla Moriana”, canción de Alfredo Zitarrosa)

El gran cantor uruguayo describía en esa hermosa canción, escrita a mediados de los años ’70, el sentimiento hacia su primera hija Carla Moriana.
Hoy, Moriana (39) es la presidenta de la fundación Zitarrosa con sede en Montevideo y su hermana menor –Serena (35) su vicepresidenta.

La misión de la fundación, nacida el 10 de marzo de 2004, es la de mantener viva la presencia de Alfredo Zitarrosa en su dimensión humana, promoviendo su figura y su obra, y colaborando en la protección de éstas, así como con el mantenimiento y la preservación de su legado, con especial atención a su archivo documental y personal, por ser parte fundamental del patrimonio cultural uruguayo, y referente de su identidad.

“Esto significa que los objetivos de la Fundación, surgen directamente de la forma de sentir y ver el mundo, de papá”, afirma Moriana.

“Si bien hay un componente importante en relación con la preservación, la protección y la difusión, de la figura, la memoria y el legado artístico y humanista de Zitarrosa; también busca ser una prolongación de su dimensión humana, es decir, ser un vehículo físico para que su acción comprometida a favor de la gente, de los más desprotegidos, de los artistas, pueda continuar y amplificarse.”

“En el sitio web (http://www.zitarrosa.org/) puede encontrarse más detalle sobre todos los objetivos, su justificación, y también, los valores en los que se sustenta la acción de la Fundación -sostiene su presidenta- lo cual es fundamental, porque son los mismos valores con los que se conducía papá, y esta institución, que se inspira en él y es su proyección física, debe conducirse de la misma manera; no puede ser de otro modo.”

”Quisiéramos que en un futuro -ojalá próximo- se trate de una institución grande, luminosa, que haga honor a su Alma Mater” dice Moriana.

- ¿Cuáles son los recuerdos más tempranos que tenés de tu padre?
- Cuando pienso en él se me presenta su cara sonriente, como conteniendo, simplemente estando y acompañando. Era una persona con quién se podía contar siempre, muy cariñoso con nosotras, siempre presente. A pesar de que la imagen más difundida de él es la de una persona muy seria, muy circunspecta, era una persona con un precioso sentido del humor y en casa, con nosotras era bastante alegre.

- ¿Cómo era en la intimidad, con sus amigos y su familia?
- Una persona cálida, preocupada por su trabajo, muy estudioso e interesado por todo. Papá era muy generoso, tal vez demasiado. No quería nada para sí, sino para los demás.

- ¿Les contaba a tu hermana y a vos sobre cómo había sido su niñez?
- No era un tema que él mencionara mucho en casa, era un tema que no le gustaba mucho tocar. De hecho tuve muy poca relación con su madre y hoy, por desgracia, prácticamente no tenemos relación con su hermana y los hijos de ella que es lo que conozco queda de la familia de mi padre.

- Cuando tu papá se tuvo que ir de Uruguay vos tenías 6 años, ¿ustedes lo acompañaron?
- Sí, lo acompañamos por Argentina, España y México con escalas en medio de cada uno por Montevideo. Donde más vivimos fue en México, estuvimos allí un poco más de cuatro años y para nosotras fue nuestra última escala antes de regresar a Montevideo. Él se quedó un período más en Buenos Aires hasta que efectivamente pudo volver a pisar suelo uruguayo.

- ¿Cómo viviste vos y tu familia el exilio?
- El exilio fue muy duro; lo recuerdo como una etapa de mucho sufrimiento. Papá estaba siempre en casa, trabajaba mucho en su estudio, y por períodos, sufría mucho de terribles jaquecas. En esas etapas y en las mudanzas -que en general recaían sobre ella- mamá era la que estaba siempre presente haciéndose cargo de nosotras, y trabajaba doble atendiéndonos a nosotras dos y a papá. Para todos fue difícil, para nosotras adaptarnos a diferentes lugares para luego tener que volver a cambiar y volver a adaptarnos, que siendo niñas es difícil de entender y sobrellevar. Para papá y mamá estar exiliados, separados de su tierra, familia y amigos, fue una de las experiencias más duras.

- Algunas personas que conocieron a tu padre opinan que él nunca pudo superar ese difícil momento que es el destierro obligado…
- Tengo la misma opinión. Siempre estaba pensando en regresar en cuanto pudiera, de hecho fue el primer artista proscrito en regresar a Uruguay, ese día estaba radiante de alegría al volver a ver a su gente y pisar de nuevo su tierra. Luego se sucedió la etapa dura del regreso, encontrarse con un país que no era el que había dejado, pero por sobre todo la proscripción solapada de la que fue objeto la canción popular, en particular papá , eso lo sabemos hoy por testimonios de gente. Papá prácticamente no trabajaba en Uruguay, no se pasaba por radio, no le pedían entrevistas los medios ni salía en televisión nacional. Los buenos trabajos surgían de fuera del país. Sin embargo él no quería salir, no quería volver a irse. Siempre decía que sólo muerto lo volvían a sacar de su tierra.

- Siendo chica, ¿eras consciente de la repercusión que tenía su labor artística?
- No tenía gran conciencia de eso, es difícil pensar en el padre de uno como algo más que eso. Yo vivía su fama y la firma de autógrafos como algo común, siempre fue así y aunque a veces era un poco molesto no poder salir libremente con él, a la plaza por ejemplo, se vivía como lo que era y lo asumíamos así. De hecho si bien él se sentía agradecido, también eso lo recluía y no podíamos tener una vida normal como cualquier familia. Ahora, ya pasados unos cuantos años, para mí su repercusión artística se ha hecho más clara. Ya se ven las cosas con otros ojos y he recibido múltiples testimonios de gente que nos comenta de qué manera ha influido la obra de papá en sus vidas y de cómo lo sigue haciendo a pesar de su desaparición física, lo que me da una idea aún más completa.

- ¿Él sabía de la trascendencia que tenía en el público? Para muchos su canto era el canto a la libertad del pueblo uruguayo y latinoamericano.
- Sí, estoy segura que tenía una profunda conciencia de eso, aunque tal vez sentía que no era digno de todo el cariño que se le profesaba, pero sí, se daba cuenta de lo que significaba y lo tomaba con una gran responsabilidad, por entenderlo es que lo seguía haciendo, porque también sufría mucho con su trabajo, no le gustaba subirse al escenario y aún así lo hacía porque entendía que era necesario de algún modo. Era una responsabilidad muy pesada para él.

- Para muchos, Alfredo Zitarrosa, ha llegado a la categoría de mito, y es muy querido y admirado en Argentina…
- Para mí es una alegría y un honor que esto sea así. En Argentina, en particular, me consta el cariño que le tienen porque me lo han transmitido así, a mí misma, cada vez que piso esa tierra. Mi más profundo agradecimiento a todo el pueblo argentino por recordarlo con ese cariño y respeto que se siente tan fuertemente.


Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Fotos: gentileza Moriana Zitarrosa

martes, 14 de abril de 2009

¡Pobre Patria mía!

El último libro de Marcos Aguinis

Fuimos ricos, cultos, educados y decentes. En unas cuantas décadas nos convertimos en pobres, mal educados y corruptos. ¡Geniales! La indignación me tritura el cerebro, la ansiedad me arde en las entrañas y enrojece todo el sistema nervioso. Acudo hoy al subgénero del panfleto -eléctrico, insolente, visceral- para decir lo que siento sin tener que poner notas al pie o marear con citas. Lo que quiero transmitir es tan fuerte y claro que debo escupirlo.

Así comienza el último libro de ensayos de Marcos Aguinis, ¡Pobre Patria mía!, editado esta semana por la editorial Sudamericana.

“Esto no es un libro. Es un grito sublevado, un llamado de atención, una apelación a parar la pelota enloquecida en que se ha convertido la Argentina de hoy”, afirma Aguinis.

El autor sostiene que este libro “surge de mis entrañas. La Argentina padece una decadencia sostenida, que no armoniza con las posibilidades de sus recursos naturales y humanos. Me duele percibir cómo se la destruye y torna irrelevante. Cómo perdemos una oportunidad tras otra. En 1853 nuestro país era el más desértico y miserable de América latina; en sólo medio siglo se convirtió en el mejor educado y más promisorio. ¿Cómo no voy a decir ¡Pobre patria mía!?”

- Usted comienza su libro diciendo: Fuimos ricos, cultos, educados y decentes. ¿Qué nos pasó?
- Nos alejamos de la sabia ruta que fijaron los constituyentes de 1853, inspirados por el genio de Juan Bautista Alberdi. En las décadas sucesivas hubo contramarchas y errores, por supuesto, pero dominaban las ideas que nos hicieron admirables. En el libro señalo cómo a partir de la década de 1920 se fortalecieron las corrientes de la decadencia, aunque maquilladas de un patriotismo que era autoritario, estatista, mesiánico y reaccionario. El golpe de Estado de 1930 fue fascista y en el golpe del 4 de junio de 1943 hubo generales abiertamente nazis. Luego se incorporó a la liza un populismo desenfadado y más adelante llegó la guerrilla, seguida de represiones sangrientas. La democracia que recuperamos en 1983 no estuvo libre de gérmenes caudillescos, corruptos y otros ligados a la poca conciencia sobre la importancia de las instituciones por encima de los hombres y sus ambiciones mezquinas.

Marcos Aguinis nació en Córdoba. Ha transitado una amplia formación internacional en literatura, medicina, psicoanálisis, arte e historia. Cómo él mismo dijo una vez: “he viajado por el mundo, pero también he viajado por diversas profesiones”.

Su primer libro, “Maimonides: un sabio de avanzada”, se publicó en 1963. Desde entonces ha publicado diez novelas, catorce libros de ensayos, cuatro libros de cuentos y dos biografías. En estos últimos años, sus libros se han convertido en best-sellers.
Sus novelas han marcado hitos literarios: La cruz invertida, Refugiados: crónica de un palestino, La conspiración de los idiotas, Profanación del amor, La gesta del marrano, La matriz del infierno, Los iluminados, Asalto al Paraíso, La pasión según Carmela. Sus ensayos: Carta esperanzada a un General, Elogio de la culpa, Las redes del odio, Un país de novela, El atroz encanto de ser argentinos, ¿Qué hacer?, se incrementan con la publicación de ¡Pobre patria mía!


- ¿Cuál es el gran "mal" argentino?
- No entender, precisamente, el rol axial de las instituciones. El Congreso no reúne a los "representantes del pueblo", sino a políticos que lamen los zoquetes del mandamás de turno. La Justicia tiene miedo de ser independiente y procesar a los corruptos mientras están en el poder. En síntesis, no impera la Constitución.

- Existe en nuestro país una pérdida valores…
- Sí, hemos caído en un pozo carente de valores. A menudo ni se los reconoce. Valores públicos y privados. Se roba y se miente con impunidad. Se abusa del poder. Muchos de esos defectos los vengo denunciando en mis libros y artículos.

- ¿Cómo se pueden recuperar esos valores perdidos?
- Es una tarea ardua, porque siempre cuesta más construir que destruir. Deben funcionar a la vez la ejemplaridad de arriba y el esfuerzo de abajo. Los medios de comunicación tienen un rol decisivo, para educar, denunciar y estimular. Si la tendencia consigue apuntar hacia la recuperación de los valores del trabajo, la decencia, la solidaridad, el esfuerzo, la excelencia, el respeto, las cosas pueden cambiar para bien en menos tiempo del pensado. Pero, insisto, la tarea necesita de la buena lluvia y de la buena tierra.

En una parte del primer capítulo de ¡Pobre Patria mía!, escribe Marcos Aguinis:

Tengo tanto para decir que no sé por dónde empezar. No quiero transformar este panfleto, que debe ser corto, en un libro largo. Comenzaré por un tema “cacareado pero marginal”, como dije muchas veces: la educación. Sin educación no hay buen futuro. Y parece que no nos interesa el futuro, porque la educación es un desastre.

- En su libro, hace una crítica dura a la mala educación pública. Quizás, uno de los errores en ese tema es el ingreso irrestricto a la Universidad de Buenos Aires, responsabilidad del gobierno de Raúl Alfonsín, dónde usted fue funcionario…
- En efecto, arrastramos ideas equivocadas, porque no advertimos que la evolución del mundo exige cambios. Así como fue progresista y maravillosa la Reforma Universitaria de 1918, algunos de sus postulados ahora se han vuelto anacrónicos. Antes, por ejemplo, se daba prioridad al enciclopedismo, pero ahora es más importante la ciencia y la tecnología. Se sigue pidiendo una universidad con ingreso irrestricto y gratuito, cuando ese aspecto ya tiene características inmorales, porque quienes se benefician de ese ingreso y esa gratuidad no siempre los merecen: muchos no estudian y desertan sin dar las gracias, y muchos son hijos de padres que pueden pagar. Con ese dinero se podrían crear becas para jóvenes sin recursos que merecerían ser universitarios y no pueden siquiera financiarse el transporte.

Aguinis ha escrito artículos sobre una amplia gama de temas en diarios y revistas de América latina, Estados Unidos y Europa.
Ha dictado conferencias y cursos en instituciones educativas, artísticas, científicas y políticas en Alemania, España, Estados Unidos, Francia, Israel, Rusia, Italia y casi todos los países latinoamericanos.
Además ha recibido numerosos premios, entre ellos, la Faja de Honor de la sociedad Argentina de Escritores y el Premio Planeta de España. Fue designado por Francia Caballero de las Letras y las Artes y la Tel Aviv University le otorgó en 2002 el título de Doctor Honoris Causa.

En ¡Pobre Patria mía! Aguinis hace una crítica a la decisión del gobierno de estatizar los fondos de las AFJP a fines del año pasado. Habla además de la tendencia a la fuga de capitales, un tema que no es de ahora, sino de larga data.

Dice Aguinis:
Los gobiernos deberían intentar que aumente la confianza de sus ciudadanos para que no fuguen al exterior ahorros y capitales. Sobre este punto no me cansaré de machacar, porque hace más de medio siglo que aumenta la tendencia a mandar dinero al exterior: nadie confía en el respeto que aquí se brinda a la propiedad privada. Lo hizo el mismo Kirchner cuando fue gobernador de Santa Cruz, y no parece dispuesto a repatriar los centenares de millones de dólares que giró hacia un periplo mundial del que no rinde información clara (ni turbia siquiera) pese a denuncias insistentes y la actitud innoble de fiscales y jueces que no se atreven a enfrentarlo. Para colmo, él y su mujer gritan que los argentinos sean patriotas y traigan de vuelta sus dineros. El dinero de los giles, no el de ellos, que de giles no tienen nada.

- Usted es muy crítico del matrimonio Kirchner, ¿cuál es su opinión sobre lo que hizo el gobierno de adelantar las elecciones para el 28 de junio?
- No les importa el país ni su futuro, sino gozar del poder y enriquecerse. Son responsables de una gran oportunidad que pierde la Argentina, ahora que el mundo está en crisis y necesita alimentos. Provocaron enfrentamientos estériles, incentivaron el odio, facilitaron la inseguridad y degradaron las instituciones de la república. Su deseo de adelantar las elecciones expresa debilidad y revela que perciben (algo perciben) la cercanía de su fin.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

sábado, 4 de abril de 2009

Se ha ido el último líder político de la Argentina

La muerte de Raúl Alfonsín

La cureña partió lentamente pasadas las dos de la tarde desde el Congreso de la Nación, por la avenida Callao, rumbo al cementerio de la Recoleta.
El féretro de madera oscura, con un lustre espejado, es custodiado por el Regimiento de Granaderos a Caballo.
Una bandera argentina cubre el ataúd que guardará los restos del apóstol de la democracia como lo definió, momentos antes, el ex presidente de Brasil José Sarney.
En su discurso de despedida Sarney destacó la visión de estadista de Raúl Alfonsín, remarcando que “nos deja el legado de haber elevado su voz de fuego y libertad”.
Miles y miles de personas pasaron por el Salón Azul del Congreso de la Nación para expresar su cariño, reconocimiento y admiración, a un indiscutido líder de la política argentina.
Desde el conocimiento de su deceso, la gente, el ciudadano común, no ha cesado de expresar espontáneamente su reconocimiento al llamado padre de la democracia.
Velas encendidas cubrieron la calle frente a su casa la noche de su muerte. Hombres y mujeres emocionados, corazones embargados por la profunda tristeza de saber que se ha ido el hombre que les devolvió la esperanza de creer en un país mejor -allá lejos y hace tiempo- un caluroso diciembre de 1983.
El cortejo avanza por la avenida y caen sobre el ataúd flores rojas y blancas que simbolizan el adiós y el agradecimiento de sus correligionarios, pero también, del hombre común. Miles de personas a ambos lados de la calle agitan banderas.
Los colores se mezclan: el celeste, el blanco y el rojo. Las boinas blancas, que traen añoranzas de otros tiempos, han salido a la calle a despedir a su líder, aquel que sostuvo que “con la democracia se come, se cura y se educa”.
A medida que la cureña avanza, el silencio se colma de aplausos.
El cortejo fúnebre lleva los restos mortales de quien, después de muchos años, ha sido reconocido por propios y ajenos. Por quienes lo acompañaron en sus ideas políticas y por quienes fueron sus adversarios. Su figura se agiganta mucho más merced al reconocimiento de éstos últimos.
Raúl Alfonsín recibió el año pasado el merecido homenaje de la ciudadanía. Merced a una acertada iniciativa de la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, se inauguró en el Salón de los Bustos de la Casa de Gobierno la estatua del ex presidente, obra del escultor Orio Dal Porto.
“Entre los honores que me dio la vida, jamás hubiera imaginado acceder a presenciar un monumento de mi persona” confesó un emocionado Alfonsín, y subrayó en otro momento: “desde 1983 no hubo ni habrá más presidentes de facto en la Argentina”.
El 30 de octubre de 1983, Alfonsín había ganado las elecciones con el 51,7% de los votos frente al 40,1% del peronismo. En esa oportunidad, el presidente electo de los argentinos pronunció una frase que demostró su intención de aunar los esfuerzos en pos de la democracia: “Hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie, todos juntos hemos recuperado nuestros derechos”.
Durante los cinco años y medio que duró su gobierno tuvo que atravesar momentos muy difíciles, con aciertos y errores, tratando siempre de sostener la institucionalización de la democracia.
Alfonsín propició el enjuiciamiento de las dos primeras juntas militares, firmó el Tratado de Paz y Amistad con Chile en 1984 luego de un plebiscito donde el 81,3% de la gente votó a favor de la paz con el vecino país. Debió soportar trece paros generales organizados por la CGT, y resolver una crisis militar en la Semana Santa de 1987, con una rebelión encabezada por el entonces Teniente Coronel Aldo Rico. En esa oportunidad Alfonsín pronunció la famosa frase “Felices Pascuas, la casa está en orden”.
Dedicó su vida a la política. Su humildad, honestidad y honradez, debería ser un ejemplo a seguir por la clase política y dirigente actual.
Entre tanta corrupción, tanta mentira, y tanta deshonestidad que vino después, su figura se agiganta y sus valores son una muestra cabal de integridad moral.
Alfonsín escribió -en una oportunidad- sobre Arturo Illia: “La vida y la obra de don Arturo son patrimonio de los argentinos, sea cual fuere el partido al que pertenezcan”. Hoy cabría decir lo mismo sobre él.
La cureña avanza por Callao soportando los embates de aquellos que desean acariciar el féretro, sabiéndose protagonistas de un hecho histórico, tan solo comparable con la muerte de Eva Perón en 1952 o la de Juan Domingo Perón en 1974.
El cortejo fúnebre llega a la Recoleta después de más de una hora de marcha entre las miles y miles de personas que, con lágrimas en los ojos, decidieron acompañar al líder político a su última morada.
Vendrán más tarde los discursos, las emocionadas despedidas y los aplausos.
Se ha ido Raúl Alfonsín, el llamado padre de la democracia, descanse en paz.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com