viernes, 29 de agosto de 2008

"Si vuelvo sería para ir a vivir a Gualeguay"

Dovi Mayer con sus hijas: Tania y Xiana
David Mayer (43) es uno de los tantos gualeyos que se radicaron en otras partes del mundo. Vivió en Gualeguay hasta 1983 y luego de terminar la secundaria en la Escuela Normal se mudó a Buenos Aires para seguir estudiando. Egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes Pridiliano Pueyrredón como Profesor Nacional de Bellas Artes con especialidad en pintura.
David o “Dovi” -su sobrenombre- vive hace 17 años en Galicia, España. “Me vine a España en 1990 con mi primera esposa que es argentina con nacionalidad española. Nos casamos en Buenos Aires vía consulado para obtener así la doble nacionalidad. Recuerdo que llegamos el último día de 1990, puse la radio y escuchaba la radio gallega, no entendía el idioma. Era plena guerra de Irak, estaba leyendo Sobre héroes y tumbas de Sábato. No paró de llover en tres meses y estaba escribiendo cartas con la ropa mojada. Llegamos a Villagarcía de Arousa y los primeros meses estuvimos en lo de mis suegros de esa época, luego alquilamos una casa muy linda sobre el mar. Ahí empecé a dar clases de pintura. Después alquilamos en dos casas más y finalmente compramos esta, donde vivo ahora y tengo mi taller cerámico”.
Dovi me cuenta, desde España, como está conformada su familia. “Con mi primera esposa tuve dos hijos, Martín de 15 años y Tania de 12. Nos separamos y en 2003 me volví a casar con una española, tenemos una hija, Xiana ( Juliana en gallego) de casi 3 años. Todos nos llevamos muy bien y estamos juntos todos los días”.

- ¿Es duro el desarraigo, cómo lo vivís?
- Yo viví el desarraigo en Buenos Aires el primer año y lo viví aquí de nuevo. Fue duro en Buenos Aires porque implicaba el corte del cordón umbilical. Llegás a Buenos Aires y no sos nada, bueno... imaginate en España. Al haberlo superado en Buenos Aires me sentí fuerte para irme a cualquier sitio. Hay que decir que siempre ha sido en condiciones buenas, por elección y no por necesidad, pero aún así la “morriña” no te la saca nadie. Morriña en gallego significa extrañar, especialmente la tierra de uno, acordate que esta es tierra de emigrantes.

- ¿Cómo es Villagarcía de Arousa?
- Es una ciudad de alrededor de 45 mil habitantes que está en Pontevedra, Galicia. Es muy linda, bien cuidada y sin los vicios de las grandes ciudades, aunque con todos sus servicios. Es una ciudad de mar -pertenece a la Ría de Arousa- pero con montañas y montes, el paisaje es realmente muy lindo.

- ¿A qué te dedicás?
- Tengo un taller de cerámica decorativa llamado “Greda Cerámica” donde hacemos murales cerámicos para edificios, fabricamos azulejos antiguos descatalogados, plasmamos fotografías sobre cerámica.

- En España se usa mucho la cerámica decorativa, viene heredado de la cultura de los Moros ¿no?
- Exactamente. Aquí se usa mucho la cerámica, especialmente en el sur donde los Moros la usaban para toda construcción que se precie. De hecho, la mayoría de los patios andaluces están azulejados. De todas formas, aquí en Galicia, no es tan masivo el uso como allí. Nosotros de todas formas hacemos unos trabajos muy específicos, de hecho esta gente de Sevilla son quienes nos encargan trabajos que ellos no pueden hacer, como la fotocerámica.

- ¿Hay diferencias grandes entre vivir en España y vivir en Argentina?
- Es muy diferente. Tenés que acostumbrarte y eso no ocurre rápidamente. Hay gente que no se acostumbra. Ayuda mucho tener cierta estabilidad básica. En mi caso, me ha ayudado mucho cuando me estaba estableciendo. La pasé un poco mal al principio en el sentido de salir a vender lo que hacía y nadie sabía ni de lo que le estaba hablando, o sea, pintar azulejos para decorar cocinas y baños. Como no tenía coche tenía que atravesar un monte caminando dos kilómetros de ida y vuelta todos los días cargado de azulejos para meter en el horno... todo para ganar dos mangos. Si lo pensás no lo hacés, pero una cosa trae la otra y te vas quedando con lo mejor.

- Tus padres están en Gualeguay. ¿Cuánto hace que no venís?
- Fui en 2002 y en 2004, mis hermanos están en Buenos Aires y mis padres en Gualeguay, estamos mucho en contacto con ellos.

- ¿Cómo ves Gualeguay a la distancia?
- Con muchísimo orgullo. Cuando me preguntan aquí de que parte soy, me tomo mi tiempo para explicarlo bien. A la gente le gusta lo sonoro del nombre Gualeguay. Supongo que en parte porque aquí en España algo “guay” es algo divertido y buena onda, así que suena bien.

- ¿Qué recordás de aquellos años de la adolescencia?
- Mi adolescencia me ha dejado muy marcado, aun siento ese sabor de la soledad, propio de los adolescentes, pero la sensación de andar en bici por ahí, solo, con un librito de Hermann Hesse, yendo hacia el parque Quintana. Recuerdo muchos amigos de la adolescencia, muchos de Buenos Aires, o de otros lados. Durante muchos años nos reuníamos en “el campito” que era una casita que teníamos con tres hectáreas, muy linda, que solía hacer las veces de antro cultural y de ocio. Creo que allí pasé los mejores momentos de mi vida.

- ¿Seguís teniendo contacto con gente de Gualeguay?
- Cada vez más. Me encanta contactarme con amigos de la infancia y recordar, reírnos de las cosas que hacíamos. Hablo mucho con Alfredito Urteaga, el negro Rubén Reynoso, Cachito López, Daniel Azorín, gente de Gualeguay que está en otros sitios, con esto de Internet estamos todos más accesibles.

- Estás informado, entonces, de lo que pasa en Argentina...
- Los primeros años, sin Internet, la desinformación era total. Recuerdo un día en el consulado, haciendo trámites, haber visto un diario Clarín viejo y me pareció alucinante. Ahora estoy bastante enterado de todo lo que pasa allá, claro que no es lo mismo, pero todos los días leo noticias de Argentina y de Gualeguay, así que me entero de lo más importante.

- ¿Volverías a vivir a la Argentina?
- No creo, aunque nunca se sabe. Alguna vez he pensado en qué pasaría si me fuera un par de años a vivir allí, pero es improbable ya que tengo tres hijos que mantener aquí, así que hasta dentro de veinte años por lo menos no puedo (risas). Lo que es casi seguro es que si vuelvo sería para ir a vivir a Gualeguay.


Claudio Carraud
Publicado en Gualeguay al día el 31/08/08

domingo, 24 de agosto de 2008

Los 25


Excelente artículo de Horacio Ricardo Palma, publicado en Gualeguay al día, hoy 24 de agosto.


“Uno se cree, que los mató el tiempo y la ausencia. Pero su tren vendió boleto de ida y vuelta… Son aquellas pequeñas cosas, que nos dejó un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel o en un cajón…” (Aquellas pequeñas cosas – J. M. Serrat)


En la esquina, los duendes de los primeros aromas dulces sobre la vereda ancha sembrada de paraísos, envuelven y abrazan lindo (disculpen, pero quién no asesinó algún adverbio alguna vez). Lindos duendes de ricos aromas que avisan la primavera, en la vereda de mi barrio.

El teléfono celular me vibra furioso en la cintura. Así avisa él, frenéticamente con su tembloroso cosquilleo. Lo espío. Es un mail. Me sorprendo. El remitente es un nombre de alguien que hace mucho no veo. Eso no me llama la atención, digo, que me escriba alguien que hace mucho que no veo no es lo que me sorprende. Sí me llama la atención que es el primer mail que recibo de ella en mi vida…el título del mail es escueto: “25”.

Al ansioso que hay en mí lo asalta el picor de la curiosidad. Pero estoy de charla con alguien de una generación un tanto momificada (la mía) para estos arrebatos de la tecnología. Y mi amigo no me perdonaría jamás si yo interrumpiera ahora nuestra conversación para espiar un mail en el celular. Así que rascaré mi curiosidad dentro de un rato.

Estoy a 25 cuadras de mi próximo trámite. El sol tibio de agosto, más el dulce abrazo del aroma inconfundible de los primeros brotes de los paraísos de mi barrio, y la idea de pensar que con este día glorioso me tendría que sumergir en las oscuras catacumbas del subte solo para llegar 20 minutos antes…hacen que elija caminar. Además, convengamos que asesinar una caminata en este tibio mediodía, con el estiletazo profundo y devastador de un oscuro viaje en subte, sería un crimen de lesa vulgaridad. Así que desisto del transporte público y me aventuro con mis pies privados.

Tengo que llegar al banco a pagar la cuota del viaje a Bariloche de Belu, mi hija… ¡Uf!, me parece mentira, si hasta creo que fue ayer nomás que yo estaba embarcado en el mío. Pero no…ayer nomás no fue.

Lanzado ya a la caminata, ando pensando en la conversación que acabo de tener con mi amigo, un personaje que lleva un suplicio más, que los tantos matrimonios que ha intentado. Me lo encontré en la esquina y en pocos minutos me contó con lujo de detalles su enésima frustración de convivencia amorosa. Me lo cuenta con desazón profunda…y, pasados los 40, este tipo de comodidades, digo, “buscar palenque ande ir a rascarse”, suelen complicarse endemoniadamente. Es que a estas alturas, a uno las mañas se le han agarrado con fuerza. “¿Me entendés Horacio, vos sufriste alguna vez por amor?”, me pregunta. Yo sonrío… “Como 25 veces”, le contesté. Tal vez el número no sea exacto, pero la expresión me sonó cierta. Mi amigo puso cara de “consuelo de tontos…”, y supongo que era la compasión que necesitaba, pues enseguida me saludó con un beso… y se fue.

Y yo empecé entonces mi primer paso hacia las 25 cuadras que me separaban de mi próximo trámite en una esquina de Buenos Aires. Sonrío…recuerdo. Aunque más exacto es decirlo a revés: recuerdo, y sonrío. “El que solo se ríe, de sus picardías se acuerda” decía mi abuela. Es que la charla con mi amigo me ha disparado algunos recuerdos de desengaños. Y yo ando caminando, y aprovecho para recordar. Casualmente, mi próximo trámite es en una esquina de recuerdos de desengaños.

Allí, hace 25 años (o casi), en un invierno que yo por entonces creía eterno como la juventud, aunque invierno y juventud duraron lo que un suspiro, lloré un millón de lágrimas desde esa esquina hasta la pensión donde vivía, en Montevideo 1.550.

Es que en esa esquina, alguien me rompió el corazón declarándome desamor eterno. Vuelvo a sonreír, hoy allí hay una importante clínica donde entre otras cosas, arreglan corazones. En aquella esquina, los pedazos de mi corazón se ahogaron aquél invierno en un mar de lágrimas heladas.

Ahora sonrío en honor a lo mucho que entonces lloré.

Supongo que hay recuerdos que son más hermosos cuanto más lejanos. Y el sol tibio de este agosto que agoniza irremediablemente, está ahora entibiando el recuerdo de aquellas lágrimas heladas de hace 25 años. Respiro hondo. Y mientras sonrío el recuerdo tibio de aquella vieja puñalada de desamor, abro el mail. “25”.

Me pregunto ¿qué cuernos será 25?...lo leo: “Estamos organizando la fiesta de los 25 años de egresados, agreguen los mail a la lista…”.

Supongo que se me desdibujó un poco la sonrisa, de hecho, en la esquina descubrí que un hombre me miraba de reojo…yo estaba como hablando solo.

¿25 qué....25 años de recibido en la Escuela de Comercio?, creo que me preguntaba en voz alta mientras leía el mail. Titubeé algunos números en el aire. Intenté sin éxito una cuenta simple…pero supongo que debe ser cierto que 2.008 – 1.983 da como resultado 25. De hecho, recuerdo que muchos de aquellos compañeros de la Escuela de Comercio (a varios los leo en la lista del mail), eran buenos para los cálculos. Así que definitivamente debe ser como ellos dicen. Es imposible que hayan errado esa cuenta.

25 años de recibido… ¡mamita que pasa el tiempo!

Una melodía suave me zamarrea levemente y me saca un poco de mis cabildeos. Un hombre está sentado en la esquina con su guitarra eléctrica cantando con tantas ganas como si estuviera cantando en el Luna. Un puñado de personas lo escuchan parados a su alrededor. Las grandes ciudades tienen estas cosas maravillosas de un mundo en cada esquina…estoy en la esquina esperando para cruzar. “25 historias de la tragedia”, dice el título catástrofe de un diario que cuelga del kiosco de revistas. Se refiere a la tragedia aérea ocurrida en el Aeropuerto de Barajas, en la queridísima España. “Fue el adiós que nació en el amor más grande. Y ése fue el adiós que tuvo ayer Amalia Filloy, la mujer que murió carbonizada entre los restos del McDonnell Douglas, por preferir que salvaran a su hija antes que a ella. "¡Se lo ruego! ¡Salve a mi hija primero!", rogó la valiente mujer al bombero que quiso rescatarla. El bombero acató el último deseo de esa madre…” y dejo de leer para no largarme a llorar a mares en esta esquina.

Los Hombres tenemos estas cosas de héroes y de villanos. De actos heroicos, y de atrocidades inexplicables.

El hombre sigue cantando la hermosa canción para hacer perfecta la mañana…“son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel o en un cajón. Como un ladrón te acechan detrás de la puerta. Te tienen tan a su merced como hojas muertas, que el viento arrastra allá o aquí... que te sonríen tristes y nos hacen que lloremos… cuando nadie nos ve…”…y yo me alejo arrullado por esa poesía única de los recuerdos…

Casi sin darme cuenta estoy llegando. En 25 cuadras he recordado 25 desengaños. He viajado como 25 años…y he vuelto a recordar como a 25 compañeros de aquella patria invicta que fue mi juventud…un montón de recuerdos de la vida, que creía muertos a manos del tiempo o de la ausencia, han tomado vida en este mediodía tibio de un agosto irremediable… ¡qué cosa! resulta que están tan pero tan vivas y lejanas, que me hacen llorar lágrimas este mediodía… y yo aprovecho a llorar en esta esquina, solo porque creo que nadie me ve.

http://www.horaciopalma.blogspot.com/

Un ciudadano latinoamericano


Si yo le dijera que Eduardo Hughes es el primer ciudadano ilustre del MERCOSUR seguramente usted se quedaría buscando en su memoria de quién estoy hablando. Pero si le digo que Hughes es, en realidad, Galeano o mejor dicho que Hughes es Eduardo Germán Hughes Galeano, la cosa se hace más fácil.
Cuando uno ve a Eduardo Galeano es indudable que tiene más cara de Hughes que de Galeano. Su rostro remite a sus ancestros galeses, con sus rasgos anglosajones y sus ojos claros. Pero Galeano se siente muy latinoamericano.
Sobre su nombre y de por qué -este escritor uruguayo nacido en Montevideo el 3 de septiembre de 1940- usa su apellido materno, Galeano cuenta en El libro de los abrazos el origen de su familia: “Me firmo Galeano, que es mi apellido materno, desde los tiempos en que empecé a escribir. Esto ocurrió cuando yo tenía diecinueve años, o quizá apenas unos días, porque llamarme así fue una manera de nacer de nuevo. Antes, cuando era un chiquilín y publicaba dibujos, los firmaba Gius, por la difícil pronunciación española de mi apellido paterno. Hughes se llamaba mi tatarabuelo galés, que a los quince años se echó a la mar en el puerto de Liverpool y llegó al Caribe, a Santo Domingo, y tiempo después a Río de Janeiro, y finalmente a Montevideo”.
Eduardo Galeano -periodista y escritor- es, sin dudas, una de las personalidades más importantes de la literatura latinoamericana.
Durante su adolescencia realizó diferentes trabajos y publicó a los catorce años su primera caricatura política en El Sol, un periódico del partido socialista.
Empezó a trabajar como periodista a los veinte años en el semanario Marcha, que tuvo una importante influencia en el pensamiento uruguayo en los años ’60 y contaba con la colaboración de escritores como Vargas Llosa y Mario Benedetti.
Galeano cuenta que por esos años, en la redacción de Marcha podía haber treinta personas y otras veces cinco, porque “no cobrábamos y todos los periodistas vivíamos de otros trabajos”.
Eduardo Galeano reemplazó como secretario de redacción de Marcha a otro gran escritor uruguayo, Juan Carlos Onetti.
Sobre su relación con Onetti escribió: “Yo no tenía ni veinte años y andaba jugando a la gallinita ciega en las noches del mundo. Quería pintar, y no podía. Quería escribir, y no sabía. A veces escribía algún cuento, y a veces se lo llevaba a Juan Carlos Onetti. El estaba siempre en cama, por pereza, por tristeza, rodeado de pirámides de puchos, tras una muralla de botellas vacías. Yo me sentía en la obligación de emitir frases inteligentísimas. El maestro Onetti miraba al techo y no abría la boca más que para bostezar, fumar y beber. Sentado a su orilla, yo esperaba que él me dijera que aquellos cuentitos míos eran indudablemente geniales, pero él callaba y a lo sumo gruñía o me estimulaba así: -Mirá, pibe. Si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó, hubiera llegado a ser director de la banda del pueblo.”
El gobierno militar uruguayo obligó a Eduardo Galeano a dejar el país en 1973. Viajó a Buenos Aires y fundó la revista cultural Crisis hasta el golpe militar del ’76, cuando se va a España, país donde vivía desde el año anterior Juan Carlos Onetti, también exiliado. Vuelve a Uruguay en 1985 y desde ese año reparte sus días entre Montevideo y Buenos Aires.
Entre sus varios libros, quizás el más conocido sea “Las venas abiertas de América Latina” que publicó en 1971 cuando tenía treinta años. Viviendo en España escribe “Memoria del fuego”, un relato en tres tomos sobre la historia de América. Su último libro, “Espejos” editado este año es uno de los más vendidos en nuestro país. Galeano se ha preocupado por mostrar, a través de sus obras, la problemática económica, social y política de Latinoamérica desde el siglo XV.

Sobre el oficio de escribir
Desde hace mucho tiempo he tratado de reflexionar acerca de por qué escribo. Una pregunta que no me inquieta, pero que siembra algunas curiosidades en mí. Cuestiones que tienen que ver con la vocación de escribir, la necesidad de comunicarse y la bienvenida responsabilidad de saber que alguien lee lo que uno escribe.
Por estos días me topé con la que –creo- puede ser la respuesta sobre el tema de la grata responsabilidad de escribir.
La dijo, precisamente, Eduardo Galeano y vale la alegría –antes que la pena- de compartirlo.
Narraba Galeano, en una entrevista, que cuando estaba en España escribiendo “Memoria del fuego” descubrió -leyendo un libro escrito a principios de 1900 por un cura boliviano que había estado viviendo con unos indios guaraníes que vivían en el sur de Bolivia- una pequeña historia reveladora sobre la responsabilidad del oficio de escribir.
“Estos indios, los indios Chiriguanos, eran guaraníes establecidos en Bolivia, perseguidores del paraíso que llegaron a las espaldas del imperio de los Incas, mucho antes que los españoles. A principio del siglo XVIII habían llegado allí curas franciscanos, y esos curas franciscanos traían en las alforjas libros. Los indios Chiriguanos nunca habían visto libros, jamás. No sabían lo que era el papel porque nunca lo habían visto. Y no tenían palabra para llamarlo, porque uno solo tiene palabras para llamar lo que existe o para llamar lo que necesita. Y ellos no sabían que el papel existía, ni sabían que podían necesitarlo. Y cuando preguntaron a los curas que era eso, los curas les dijeron que esa era una cosa que servía para enviar mensajes a los amigos que están lejos. Y cuando los indios supieron que el papel era una cosa que servía para enviar mensajes a los amigos que están lejos, resolvieron llamarlo Piel de Dios. Y ese, es el nombre que el papel tiene en lengua chiriguana: Piel de Dios. Y cuando yo lo supe –concluye Galeano- descubrí que en el fondo lo que uno hace escribiendo es eso; mandar mensajes a los amigos que están lejos, a los amigos que uno conoce y a los millones y millones de amigos que uno no conoce, pero que se hacen amigos a través de esa suerte de abrazo que es la ceremonia de la lectura, y que esa era al mismo tiempo mi alegría y mi responsabilidad.”

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Publicado en Gualeguay al día el 24/08/08

sábado, 16 de agosto de 2008

La sensación de inseguridad


Abraham H. Maslow (1908-1970) doctor en Psicología fue el autor en el año 1934 de la teoría psicológica conocida como “Jerarquía de las necesidades de Maslow” o “Pirámide de las necesidades de Maslow”.
Maslow, de origen judío, nacido en Nueva York fue considerado uno de los más importantes psicólogos humanistas estadounidenses. Su teoría sobre las necesidades del ser humano es muy utilizada -hoy día- en muchas disciplinas como la publicidad y el marketing.
La llamada “Pirámide de Maslow” trata de una jerarquía de las necesidades del ser humano, graficada en una pirámide de cinco niveles. Los primeros cuatro niveles se agrupan en las necesidades de déficit y el nivel más alto de las necesidades del ser. Las necesidades de déficit pueden ser satisfechas, las del ser es una fuerza impelente continua.
En la base de la pirámide se ubican las necesidades fisiológicas: alimentarse, respirar, descansar, etc. En el peldaño que le sigue se agrupan las necesidades de seguridad en un sentido amplio: física, de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud, de propiedad privada. Le siguen más arriba las necesidades de afiliación: amistad, afecto. En el cuarto nivel, las necesidades de reconocimiento: respeto, éxito, confianza. Y por último, en el quinto peldaño -la punta de la pirámide- las necesidades de autorrealización.
Como lo describió Abraham Maslow, hace más de setenta años, las necesidades de seguridad son básicas para todo ser humano.
La realidad que se vive en nuestra sociedad hace que -en muchos sentidos- ese peldaño de la famosa pirámide, esas necesidades básicas de seguridad, no estén satisfechas, sobre todo las que tienen que ver con la seguridad física y de la propiedad privada.
Los problemas que existen en nuestro país hacen que el tema de la inseguridad sea una verdadera preocupación en la opinión pública, porque la sentimos todos y cada uno.
En todos los medios de comunicación vemos a diario los problemas de inseguridad que llegan a índices que son alarmantes y que tienen su origen en diferentes motivos.
La inseguridad en nuestra ciudad
Gualeguay no está al margen de lo que ocurre en casi todo el país con el problema de la inseguridad. La ciudad ha crecido y proporcionalmente al crecimiento demográfico sobreviene el aumento delictivo. Y la sensación de inseguridad es una de las realidades que viven los gualeyos.
El Jefe de Policía Comisario Mayor Alejandro Moschen en declaraciones al programa “Lo bueno, lo malo, lo feo”, sobre la sensación de inseguridad y sobre su gestión dijo que “Si tengo que hacer una evaluación de estos 6 meses estoy conforme. Sacamos las estadísticas y esto también sirve para definir esa famosa sensación de inseguridad. Desde el punto de vista policial, insisto, estamos conformes”.
Según lo declarado por el Comisario Moschen, la policía de Gualeguay cuenta con más de 250 efectivos, pero a esta cifra se le debe restar el personal administrativo, médicos, mecánicos, técnicos de criminalística y lo que queda es lo que se distribuye en la ciudad y el departamento.
Si tenemos en cuenta que la cantidad de habitantes del departamento está en alrededor de 48 mil habitantes y que la cantidad de efectivos sería del orden de los doscientos, la relación es de 1 policía cada 240 habitantes. Cabe la pregunta: ¿esta cantidad de efectivos policiales es poca?
En la provincia de Buenos Aires la relación es de 1 policía cada 750 habitantes. En la ciudad de San Rafael, en la provincia de Mendoza hay 1 efectivo policial cada 563 habitantes, mientras que en la ciudad de Mendoza la relación es de 1 policía cada 212 habitantes. San Miguel de Tucumán tiene 1 policía cada 562 habitantes. Por otra parte, en la provincia de Misiones la relación es de 1 policía cada 512 habitantes y en la ciudad de San Francisco, Córdoba, una ciudad con 62 mil habitantes, la relación es de 1 efectivo cada 425 habitantes.
¿Qué pasa en otros países? En Panamá, por ejemplo, la relación es de 1 policía cada 180 habitantes. En Costa Rica 1 cada 352 habitantes. En España, más precisamente en Avilés, una ciudad con 83 mil habitantes, la relación es de 1 policía cada 706 personas y en Gran Canaria, 1 policía cada 376 ciudadanos. En Europa se considera que la relación ideal debe ser de 1 efectivo cada 1000 habitantes, por supuesto que la realidad europea no se condice con la de América, pero vale como dato.
Si se toman en cuenta solamente los promedios, en los países de Centroamérica la relación es de 1 policía cada 490 habitantes, mientras que en Sudamérica es de 1 cada 380 habitantes. Según algunos especialistas, la relación ideal es de 1 policía cada 250 personas.
Todos estos números no hacen más que dejar muy en claro que el problema de la policía de Gualeguay no pasa por la cantidad de efectivos con que cuenta. ¿Cuál es el problema entonces?
Según las declaraciones del Comisario Moschen, la policía cuenta “actualmente con 5 móviles en el comando, más la camioneta de la guardia especial que es el antiguo GIA, más la de la Brigada, 4 bicicletas, 4 motos, la Primera tiene 2 autos, la Segunda un auto y una camioneta reparada que se le entregará ahora. Entiendo que muchos vehículos no están lindos pero están andando”.
Lo que se interpreta de lo dicho por Moschen es que no se pueden movilizar más de 70 u 80 efectivos, es decir, menos de la mitad de la cantidad total. ¿Qué pasa con el resto? Si existe un problema de movilidad, porque el departamento es muy extenso, se deben encontrar las soluciones adecuadas.
Me pregunto: ¿le cabe solamente al jefe de Policía encontrar una solución? ¿No deberían colaborar en el tema de la inseguridad, Luis Erro, como intendente, el senador Hernán Vitullo y el diputado José Jodor?
Quizás, si el Ejecutivo Municipal junto a los legisladores provinciales realizaran las gestiones correspondientes a nivel provincial, se podría conseguir una mayor cantidad de vehículos y resolver, de esta forma, los aparentes inconvenientes de movilidad que tiene nuestra policía.
La seguridad, tal como lo definió Maslow en el siglo pasado, es una necesidad básica del ciudadano. El Estado es quién debe instrumentar los recursos necesarios para que esa “sensación de inseguridad” no exista en cada uno de nosotros.
Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 17/08/08

sábado, 9 de agosto de 2008

La intolerancia


Siempre trato de ser respetuoso con las personas, porque más allá de ideologías, pensamientos o filosofías diferentes, creo en el respeto mutuo como la base para cualquier discusión o intercambios de ideas.
Sostengo que si por alguna razón, en cualquier intercambio de opiniones se cae en la irrespetuosidad, se habrá transitado por un camino que difícilmente tenga retorno. Y las cosas ya no serán igual.
En nuestra sociedad, la sociedad en la que vivimos día a día, parecería ser que se ha puesto de moda la falta de tolerancia. Es lamentable que cada día seamos más intolerantes en todos los órdenes de la vida.
Una de las acepciones de la palabra tolerancia nos marca:”Respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás”. A esta acepción me refiero cuando hablo de la intolerancia. La falta de respeto hacia quienes piensan diferente.
El conflicto que sostuvo el gobierno con el sector agropecuario nos mostró la intolerancia que impera en nuestra sociedad. De los dos lados, tanto del gobierno como de las organizaciones ruralistas se vieron muestras de intolerancia, de la falta de respeto hacia quienes piensan diferente.
Recuerdo unas palabras que dijo el senador uruguayo José “Pepe” Mujica, en pleno conflicto gobierno-campo, cuando le preguntaron su opinión y su consejo sobre lo que estaba pasando en esos días en nuestro país. Mujica dijo que él no era quién para opinar ni dar consejos, “nosotros –refiriéndose a la República Oriental del Uruguay- somos un paisito nomás, como vamos a darle consejos a la Argentina” y tras la insistencia de los periodistas dijo “yo solamente puedo decirles a los argentinos que tienen que quererse más, no pueden decirse las cosas que se dicen y después sentarse en una mesa a negociar, quién va a negociar después de todo lo que se dicen, yo les diría solamente que tienen que quererse más”.
Estas palabras de Pepe Mujica hablan de la tolerancia que nos debemos tener, y que es necesaria para poder llevar adelante un proyecto como país y como sociedad.
Las muestras de intolerancia vienen, en reiteradas oportunidades, por parte de quienes nos gobiernan y hacen blanco –la mayoría de las veces- en los medios de comunicación y en los periodistas.
Demasiados políticos devenidos en funcionarios hacen de la intolerancia su deporte preferido. Existe, hoy más que nunca, una suerte de enfrentamiento entre los gobernantes y los periodistas que son críticos de las tareas de quienes nos gobiernan. Parecería que ser periodista y opinar en un sentido que no es el deseado por la clase gobernante, lo transforma inmediatamente en un enemigo a combatir. Esto no solo sucede en el ámbito nacional, sino en el provincial y en el local. Pasa con la Presidenta de la Nación y pasa con los funcionarios de segunda línea, gobernadores, intendentes y funcionarios municipales.
El pago chico
Es acá donde entro en el terreno del “pago chico”, y en la experiencia propia y ajena. En uno de mis viajes a Gualeguay, tuve la oportunidad de encontrarme con el Intendente Municipal, Luis Erro, fue un encuentro casual. Muy respetuosamente – Luis Erro- me cuestionó algunas opiniones que yo había volcado en un artículo y que tenían que ver con declaraciones que él había realizado. Hablamos unos momentos, intercambiamos opiniones sobre la responsabilidad que me cabe a mí como periodista y la que le cabe a él como Intendente, siempre en un marco de respeto mutuo.
Todos estamos expuestos a las críticas, los periodistas porque nuestro trabajo es público y los funcionarios cuya labor también es pública. Y todos debemos ser tolerantes y respetuosos de las opiniones de los demás.
El Intendente, Luis Erro, hace unas semanas criticó a los medios y a los periodistas porque supuestamente se hacen eco de las malas noticias, y sostuvo que los periodistas tienen todo el tiempo el micrófono y los funcionarios no. Cabe preguntarse: ¿cuál es la tarea del periodismo y cuál es la tarea de los funcionarios? Deberíamos comenzar por pensar qué rol cumple el periodismo en la sociedad y qué responsabilidad conlleva ese rol.
Una muestra de la intolerancia de ciertos funcionarios se dio la semana pasada cuando el presidente de Bomberos Voluntarios y además funcionario municipal Alfredo Dellagiustina expulsó al periodista Gustavo Juliá de la sede de Bomberos.
Según argumentó el propio Dellagiustina, Juliá es el responsable de una campaña en su contra. El Secretario de Obras Públicas de Gualeguay, ante la consulta periodística sobre qué era lo que le molestaba de la actitud de Juliá dijo: “Hace rato, no es de ahora. Siempre, después que asumí este cargo, me ha criticado”.
No conozco a Gustavo Juliá, no es mi intención defenderlo ni ensayar, desde aquí, una defensa corporativa del periodismo porque como en cualquier otra actividad, los hay buenos y malos, honestos y deshonestos. Pero me pregunto: ¿Qué derecho se arroga Alfredo Dellagiustina para tratar de esa manera a un periodista, más allá de las diferencias que pueden llegar a tener? Dellagiustina debería saber que como funcionario municipal o como presidente de una institución –de cualquiera de las dos formas- es un hombre público y eso conlleva necesariamente estar expuesto a las críticas. Y una condición “sine qua non” de cualquier funcionario es, justamente, tolerar las críticas que puedan nacer de su labor.
Alfredo Dellagiustina debería dejar de creer en conspiraciones. Si se trabaja bien y se cumple con los deberes que existen en toda función pública, no debería preocuparse por las críticas. En definitiva será la gente –la opinión pública- la encargada de juzgar su labor.
Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Publicado en Gualeguay al día el 10/08/08

sábado, 2 de agosto de 2008

"A los argentinos nos quieren en España"

Laura Campañá, una gualeya en Galicia


La fuerte crisis económica que sobrevino al gobierno inconcluso de Fernando de la Rúa, hizo que muchos argentinos buscaran nuevos horizontes en el viejo continente tratando de encontrar un futuro que acá era muy incierto.
Laura Campañá (46) junto a su esposo Rafael Cuadrado (47) y Martina (14) la hija de ambos, fue una de las tantas familias argentinas que debió emigrar a España en busca de mejores oportunidades.
Laura nació y creció en Gualeguay, estudió Bioquímica en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires y en el año 2003 se fue a vivir a España. Por estos días está en Argentina visitando a su familia y a los amigos que dejaron acá.
- ¿Cuándo llegaste?
- Llegué a Ezeiza con Martina el 12 de julio, pasamos ese fin de semana en Buenos Aires y después me vine a Gualeguay. Vinimos solas porque Rafael tuvo que quedarse en Vigo por razones de trabajo.
Rafael Cuadrado trabaja en seguridad informática, es un ferviente lector y aficionado escritor. En el año 2000 fue editor, junto con dos gualeyos, José “Canario” Rourich y Pablo “Pity” Carraud, de la revista cultural “Desalmados Monteros”, que se editó en formato digital (http://www.desalmadosmonteros.es/) y donde colaboraron varios exponentes de la cultura de nuestra ciudad como Derlis Maddonni, Ricardo “Cary” Pico, “Juana” Saldaña, Daniel González Rebolledo, Tuky Carboni, entre otros.
- ¿Cuánto tiempo hacía que no venías?
- Hace dos años y medio.
- ¿Cómo encontraste la ciudad?
- Gualeguay está igual, con la diferencia de la costanera que no estaba cuando vine la última vez, con más negocios, muchos más autos; motos y bicicletas que se meten por todos lados. Tengo que hacer una crítica con ese tema porque nadie usa casco, me asombró porque en España te hacen una multa si no usás el casco, no podés salir ni siquiera en bicicleta si no usás casco. Lo que me parece perfecto es que hayan ordenado el tránsito en el centro y que no dejen estacionar sobre la izquierda.
A Laura se le mezcla la tonada entrerriana con la gallega, y es simpático escucharla hablar luchando por ser más gualeya que española. Me cuenta lo difícil que es irse a vivir a otro país, lejos de los afectos. “Es difícil irse. A nosotros no nos fue fácil tomar la decisión de irnos, vender las cosas, además, no todos se adaptan a vivir y trabajar allá. Hay gente que les ha costado un montón y no tienen amigos, cuesta, a menos que sean argentinos o uruguayos. Afortunadamente nosotros hemos hecho muchos amigos, incluso tenemos un matrimonio gallego -Rosa y Joaquín- que son muy amigos, la niña de ellos es amiga de Martina, entonces eso nos ayudó.”
- Es diferente la vida allá...
- Allá no tenés el problema de la salud y no tenés el problema de la educación. Es decir, nosotros de nuestro sueldo no tenemos que pensar en disponer para salud y educación, sabemos que eso lo tenemos. Eso es una ventaja, yo sé que mi hija tiene una buena educación y la salud también. Cosa que, si me planteo venirme acá, es diferente, que la obra social, que el colegio y eso nos tira atrás a veces cuando pensamos en volver. Lo que es importante para Martina, yo lo tengo. Si nos fuimos, fue por ella, no me fui por mí, sino para darle a ella un mejor futuro.
- ¿Cómo es Galicia?
- Galicia es muy linda, está dividida en cuatro provincias: Pontevedra, Lugo, La Coruña y Orense. La ciudad de Vigo, donde vivimos, queda en Pontevedra, es uno de los puertos más importantes, está sobre la Ría de Vigo (la ría es como una bahía) sobre el Atlántico, tiene trescientos mil habitantes. La ciudad está sobre el mar, así que en verano vamos mucho a la playa, Vigo es una ciudad muy linda.
- Se adaptaron bien a las costumbres, las comidas...
- La comida es muy parecida a la de acá, no hay grandes variedades, por lo menos en Galicia. Pensá que acá vinieron muchos gallegos en el siglo pasado que trajeron su cultura, sus comidas, así que muchas comidas nuestras son las mismas, esa diferencia no la notás. Además yo sigo haciendo mi comida, sigo haciendo milanesas, pascualinas, sigo tomando mate -se consigue yerba sin problemas-, comemos mucho pescado, eso sí. Ahora, estos días que estoy acá, ya estoy extrañando el pescado.
- Están cómodos allá...
- Sí. Nos quieren mucho a nosotros, a los argentinos, la verdad que nos quieren, yo no he tenido problemas. En cambio al colombiano, al rumano, es como que no lo quieren. De los argentinos les gusta como hablamos, les gusta la tonada que tenemos. Y generalmente alguien tiene un pariente acá, o está una prima o está una tía; Buenos Aires es considerada la quinta provincia gallega por la cantidad de inmigrantes gallegos que llegaron el siglo pasado.
- ¿Y como te arreglás con el gallego?
- Con el tema del gallego me arreglo bien, se entiende. Nuestros amigos, Rosa y Joaquín hablan en gallego. Rosa trabaja en la Xunta de Galicia (gobierno autonómico), entonces hablan y escriben en gallego. Para trabajar yo escribo en castellano, depende, hay gente que te habla en castellano y gente que te habla en gallego, como venga y como tenga la costumbre la gente.
- ¿Están informados allá de las cosas que pasan en Argentina?
- En la televisión pasan muy pocas noticias de Argentina, ahora, con el problema del campo sí pasaban un poco más de información. Nosotros estamos informados más que nada por Internet. Rafael, lee los diarios argentinos por Internet y se mantiene bien informado de lo que pasa aquí.
- ¿Volverían a vivir a la Argentina?
- Mirá, el otro día le preguntaba a Martina ¿a vos qué te gusta más, acá o allá? Y me decía; acá tengo mi familia, mis amigas, extraño eso, pero me gusta vivir allá, creo que va a ser difícil volver.
Laura y Martina estarán volviendo a fines de esta semana a Vigo a reencontrarse con Rafael y continuar con sus actividades habituales en España, el país que los acogió. Como les pasó a nuestros abuelos que vinieron de Europa en el siglo pasado, ellos se fueron en busca de un porvenir venturoso, algo que no encontraron en nuestro bendito país.


Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 3/08/08