sábado, 27 de diciembre de 2008

Tiempo de reflexión, festejos y agradecimientos


Cuando llega este tiempo de las Fiestas, en general, quién más quién menos comienza a recapitular lo ocurrido durante el año. Uno hace un balance de lo vivido, de lo pasado; los momentos buenos y no tan buenos; los logros y los objetivos alcanzados.
Convengamos que es un poco rara esta época, porque por un lado es de festejos y por el otro de reflexión. Por lo menos ese es mi caso.
Recuerdo las épocas de adolescencia cuando a uno no le interesaban demasiado las reflexiones -como es lógico- y lo único que se esperaba era que pasara rápido el brindis con la familia para después salir a festejar con los amigos. Y con ellos, que por fortuna eran muchos, uno se encontraba generalmente en una casa que era el punto de reunión, donde se seguía brindando para después salir a recorrer las calles céntricas de la ciudad llenas de gente festejando. Y terminábamos bailando en la vieja Delgas o La Fábrica, como se llamó después. Siempre recuerdo de Delgas ese techo corredizo que tenía, que dejaba ver las noches estrelladas en el verano gualeyo. Eran lindas épocas, donde –creo- éramos un poco más ingenuos de lo que hoy son los adolescentes. Eran, en definitiva, otras épocas.
Pero volvamos a lo que decía en un principio. A esta altura del año uno hace un balance. Y yo hago el mío, vale decir, empiezo a recordar todo lo escrito durante este año. Desde la primera publicada el 10 de febrero hasta ésta de hoy han pasado cuarenta y ocho notas. Varias de ellas de opinión, otras de interés general, varios reportajes y algún que otro relato que no escribí este año, sino hace algunos años atrás y que estaban guardados entre los archivos de mi computadora esperando la oportunidad de ser publicados.
Seguramente algunas notas gustaron o se destacaron más que otras, eso es inevitable. Pero debo ser sincero en esto: soy un poco egoísta. Es decir, todo lo que escribí fue porque algo me motivó a escribirlo y fue pensado y escrito sin tener en cuenta si le gustaría o no a quién lo leyera. Si uno pensara todo el tiempo en el lector correría el riesgo de transformarse en un demagogo de la palabra, algo que –por lo menos en mi caso- no me interesa.
Uno escribe -como decía Félix Laiño, maestro de periodistas- por el solo hecho del alumbramiento de ideas. Uno siente un alivio al poder expresarse y de eso se trata: de poder expresarse y comunicarse. Pero no todo es egoísmo porque en definitiva lo que hacemos los periodistas además de informar es brindar contenido. Y eso precisamente es lo que he tratado de hacer durante este año: brindar contenido al lector y espero haber logrado ese objetivo que me propuse cuando comencé a escribir en Gualeguay al día.
Escribir en este medio me ha permitido conectarme nuevamente con mi ciudad de la cuál, como ha dicho el gran escritor gualeyo Juan José Manauta: “nunca me fui”.
En una nota publicada este año titulada “Gualeguay a la distancia”, dije que escribía a la distancia y es así en realidad. Pero los poco más de doscientos kilómetros que me separan de mi ciudad no me impiden tener el mismo sentimiento que cualquier gualeyo y querer lo mejor para mi pueblo.
Desde este lugar he tratado de aportar mi granito de arena poniendo lo mejor de mi esfuerzo en lo que he escrito, desde la primera letra hasta el último punto. Se me podrá criticar desde mi poca o mucha calidad periodística o literaria hasta algunas opiniones vertidas en alguna nota; pero no se me podrá criticar falta de compromiso o dedicación en lo que hago. Eso, en definitiva, me deja tranquilo.
Este tiempo de reflexión también me hace pensar en personas a las que debo agradecer la colaboración que me han brindado este año. Debo comenzar por Horacio Palma porque fue un poco el artífice para que yo colabore con el semanario; debo seguir por Jorge Barroetaveña por brindarme la libertad absoluta para escribir y expresarme, sin modificar nada de lo que he escrito y eso debe ser valorado en su justa medida; y finalmente a toda la gente que forma parte de Gualeguay al día y de Radio Gualeguay.
Debo por último referirme a usted, “estimado lector” o “amigo lector” o simplemente “lector” que es en definitiva quién juzga nuestra labor, quién nos elige o nos rechaza. A usted que dedica cinco minutos en leer lo que escribo debo agradecerle porque es –creo yo- el amigo lector. Y esto es verdad, el lector termina siendo un amigo, un amigo a la distancia. Y precisamente sobre esto viene a mi memoria un breve relato sobre los indios Chiriguanos, de Eduardo Galeano.
“Los indios Chiriguanos, eran guaraníes establecidos en Bolivia. A principio del siglo XVIII habían llegado allí curas franciscanos que traían en las alforjas libros. Los indios Chiriguanos nunca habían visto libros, jamás. No sabían lo que era el papel porque nunca lo habían visto. Y no tenían palabra para llamarlo, porque uno sólo tiene palabras para llamar lo que existe o para llamar lo que necesita. Y ellos no sabían que el papel existía, ni sabían que podían necesitarlo. Y cuando preguntaron a los curas que era eso, los curas les dijeron que esa era una cosa que servía para enviar mensajes a los amigos que están lejos. Y cuando los indios supieron que el papel era una cosa que servía para enviar mensajes a los amigos que están lejos, resolvieron llamarlo Piel de Dios. Y ése, es el nombre que el papel tiene en lengua chiriguana: Piel de Dios. Y cuando yo lo supe –concluye Galeano- descubrí que en el fondo lo que uno hace escribiendo es eso: mandar mensajes a los amigos que están lejos, a los amigos que uno conoce y a los miles y miles de amigos que uno no conoce, pero que se hacen amigos a través de esa suerte de abrazo que es la ceremonia de la lectura”.
Por eso, desde aquí y para los amigos que conozco y los no conozco pero que se han hecho amigos a través de esa suerte de abrazo que es la ceremonia de la lectura, mis más sinceros deseos de que tengan un ¡Feliz Año Nuevo!
Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

1 comentario:

Horacio Ricardo Palma dijo...

Soy una especie de Romay del periodismo gualeyo, digamos...gracias por las gracias que no merezco, pero como soy caballero, agradezco.
Y feliz año para todos.
Abrazo