sábado, 4 de abril de 2009

Se ha ido el último líder político de la Argentina

La muerte de Raúl Alfonsín

La cureña partió lentamente pasadas las dos de la tarde desde el Congreso de la Nación, por la avenida Callao, rumbo al cementerio de la Recoleta.
El féretro de madera oscura, con un lustre espejado, es custodiado por el Regimiento de Granaderos a Caballo.
Una bandera argentina cubre el ataúd que guardará los restos del apóstol de la democracia como lo definió, momentos antes, el ex presidente de Brasil José Sarney.
En su discurso de despedida Sarney destacó la visión de estadista de Raúl Alfonsín, remarcando que “nos deja el legado de haber elevado su voz de fuego y libertad”.
Miles y miles de personas pasaron por el Salón Azul del Congreso de la Nación para expresar su cariño, reconocimiento y admiración, a un indiscutido líder de la política argentina.
Desde el conocimiento de su deceso, la gente, el ciudadano común, no ha cesado de expresar espontáneamente su reconocimiento al llamado padre de la democracia.
Velas encendidas cubrieron la calle frente a su casa la noche de su muerte. Hombres y mujeres emocionados, corazones embargados por la profunda tristeza de saber que se ha ido el hombre que les devolvió la esperanza de creer en un país mejor -allá lejos y hace tiempo- un caluroso diciembre de 1983.
El cortejo avanza por la avenida y caen sobre el ataúd flores rojas y blancas que simbolizan el adiós y el agradecimiento de sus correligionarios, pero también, del hombre común. Miles de personas a ambos lados de la calle agitan banderas.
Los colores se mezclan: el celeste, el blanco y el rojo. Las boinas blancas, que traen añoranzas de otros tiempos, han salido a la calle a despedir a su líder, aquel que sostuvo que “con la democracia se come, se cura y se educa”.
A medida que la cureña avanza, el silencio se colma de aplausos.
El cortejo fúnebre lleva los restos mortales de quien, después de muchos años, ha sido reconocido por propios y ajenos. Por quienes lo acompañaron en sus ideas políticas y por quienes fueron sus adversarios. Su figura se agiganta mucho más merced al reconocimiento de éstos últimos.
Raúl Alfonsín recibió el año pasado el merecido homenaje de la ciudadanía. Merced a una acertada iniciativa de la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, se inauguró en el Salón de los Bustos de la Casa de Gobierno la estatua del ex presidente, obra del escultor Orio Dal Porto.
“Entre los honores que me dio la vida, jamás hubiera imaginado acceder a presenciar un monumento de mi persona” confesó un emocionado Alfonsín, y subrayó en otro momento: “desde 1983 no hubo ni habrá más presidentes de facto en la Argentina”.
El 30 de octubre de 1983, Alfonsín había ganado las elecciones con el 51,7% de los votos frente al 40,1% del peronismo. En esa oportunidad, el presidente electo de los argentinos pronunció una frase que demostró su intención de aunar los esfuerzos en pos de la democracia: “Hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie, todos juntos hemos recuperado nuestros derechos”.
Durante los cinco años y medio que duró su gobierno tuvo que atravesar momentos muy difíciles, con aciertos y errores, tratando siempre de sostener la institucionalización de la democracia.
Alfonsín propició el enjuiciamiento de las dos primeras juntas militares, firmó el Tratado de Paz y Amistad con Chile en 1984 luego de un plebiscito donde el 81,3% de la gente votó a favor de la paz con el vecino país. Debió soportar trece paros generales organizados por la CGT, y resolver una crisis militar en la Semana Santa de 1987, con una rebelión encabezada por el entonces Teniente Coronel Aldo Rico. En esa oportunidad Alfonsín pronunció la famosa frase “Felices Pascuas, la casa está en orden”.
Dedicó su vida a la política. Su humildad, honestidad y honradez, debería ser un ejemplo a seguir por la clase política y dirigente actual.
Entre tanta corrupción, tanta mentira, y tanta deshonestidad que vino después, su figura se agiganta y sus valores son una muestra cabal de integridad moral.
Alfonsín escribió -en una oportunidad- sobre Arturo Illia: “La vida y la obra de don Arturo son patrimonio de los argentinos, sea cual fuere el partido al que pertenezcan”. Hoy cabría decir lo mismo sobre él.
La cureña avanza por Callao soportando los embates de aquellos que desean acariciar el féretro, sabiéndose protagonistas de un hecho histórico, tan solo comparable con la muerte de Eva Perón en 1952 o la de Juan Domingo Perón en 1974.
El cortejo fúnebre llega a la Recoleta después de más de una hora de marcha entre las miles y miles de personas que, con lágrimas en los ojos, decidieron acompañar al líder político a su última morada.
Vendrán más tarde los discursos, las emocionadas despedidas y los aplausos.
Se ha ido Raúl Alfonsín, el llamado padre de la democracia, descanse en paz.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

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