martes, 9 de diciembre de 2008

Recetas de cocina con historias que emocionan

Entrevista a la escritora Cristina Bajo


Elogio de la cocina, el último libro de la escritora Cristina Bajo, editado por Sudamericana, es un libro de esos que se ven en contadas ocasiones. Con una calidad de impresión notable y hermosas ilustraciones que refieren a otros tiempos, lleva en sus entrañas recetas de cocina e historias que emocionan porque remiten a ese lugar común que es la infancia.

“Elogio de la cocina es un homenaje a mi madre y a mi infancia en las sierras. Me considero una persona feliz, pero en cuanto a mi niñez, excepcionalmente feliz, hasta me atrevería a decir dichosa. Quizás eso se transparente en el libro, pues personas muy jóvenes se han emocionado al leerlo”.

“La idea –sostiene la autora- nació como un lindo libro de recetas y anécdotas. Con el tiempo, pensamos con Paula Viale, de Sudamericana, que podía muy bien ser un libro objeto, especial para regalo. Terminó siendo esta belleza”.

- ¿Quién eligió las imágenes que ilustran el libro y de dónde sacó las recetas?
- La búsqueda de imágenes la inicié hace tiempo, armé una galería de arte en mi computadora que acreciento constantemente. Para este libro, una joven amiga, Magui, me ayudó en la búsqueda y selección de éstas para los diferentes capítulos. Por supuesto, intervino el departamento de diseño de la editorial, a quien debemos la exquisitez del proyecto gráfico. Queríamos que imágenes, papel, formato y viñetas, transmitieran sensaciones agradables, como de tiempos más ingenuos.
La mayoría de las recetas son mías o variaciones sobre las de mamá y de mi abuela; también las hay de algunas escritoras, como Lilia Lardone, cuya receta probó “a orillas del Paraná.” Otras son robadas de textos viejísimos, como las Aves a la Montiño, del siglo XVII, o las Truchas a la Chambord, de un libro del siglo XIX que mi abuela trajo de España.

- Es un libro hermoso por el texto y por lo estético, lo visual...
- Pero tiene algo más: literatura, cine, poesías. Hay postres dedicados a personajes legendarios del cine –con fotos de las actrices -: Lady Scarlett (por Vivian Leigh en Lo que el viento se llevó), la Copa Gilda (por Rita Hayworth) y la tarta Sabrina (por Audrey Hepburn). En algún capítulo digo: “A veces, cuando uno saborea una comida, huele una especie, o prepara un plato, va más allá del oficio de cocinar y sin darnos cuenta, estamos saboreando literatura.”

- Su libro habla de la cocina como el centro de reunión de la casa...
- El título indica, además que el acto de cocinar; el lugar en que se come. Papá decía que era la habitación más importante de la casa, el corazón del hogar. Por eso, las construía grandes, con comedor de diario donde se recibía, como un privilegio, a los amigos íntimos.

- Por lo que leí en su libro, usted hace “un culto" de la amistad. ¿Qué significado tienen sus amigos en su vida?
- Tengo amigos de la infancia a los que veo con frecuencia. Muchos de los Cenadores -los que vienen a cenar- que nombro en el libro, pertenecen a esa época. Tanto ellos como los nuevos amigos son muy, muy importantes para mí. Y me encanta reunirlos alrededor de mi mesa y cocinar para ellos.

Cristina Bajo nació en Córdoba en 1937 y se crió en las Sierras. “Cuando llegamos a Cabana, en las sierras de Córboba, a principios de los años cuarenta, fuimos a parar a un caserón levantado sobre una loma, de la época en que arribó el ferrocarril a Unquillo, pintado de ocre desvaído y con algunos detalles de verde. La cocina era una habitación amplia, alta, cuyo techo de vigas a la vista nunca pudimos ver con claridad pues cubría una capa de hollín de treinta años. Tenía un fogón muy viejo, estucado, y una cocina a leña enorme, de hierro negro y detalles de bronce, donde se podía cocinar, por sus dimensiones y los dos hornos, para veinte personas a la vez”, escribió en el principio de su libro.

“Mi infancia fue sumamente feliz y libre – sostiene la escritora- en compañía de cinco hermanos más, en contacto con la naturaleza y animales como zorros, pumas y corzuelas”.

Comenzó a escribir desde muy chica, pero su primer libro lo publicó en 1995. “Yo empecé a los 9 años y enseguida supe que era eso lo que quería hacer cuando fuera grande. El lapso fue largo, pero no me pesó, publiqué a los 57 años”.

En 1995, su amigo Javier Montoya dueño de la editorial Ediciones del Boulevard, decidió publicar su novela Como vivido cien veces. A ésta le siguieron En tiempos de Laura Osorio y Sierva de Dios, ama de la muerte. Escribió además Tú que te escondes (2004) y La trama del pasado (2006). Actualmente escribe una columna todos los domingos en la revista Rumbos. En 2005, recibió el Premio Literario Academia Argentina de Letras por Tú que te escondes y el Premio Especial Ricardo Rojas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por Sierva de Dios, ama de la muerte, que la editorial Sudamericana relanzó con el nombre de El jardín de los venenos que ya fue traducida a tres idiomas.

A lo largo de su vida, fue maestra rural, abrió una librería, y diseñó ropa artesanal. “Me recibí de Maestra Normal y Profesora de Piano, lo usual entonces. Tengo una amplia cultura, mérito de mis padres que se preocuparon de estimularnos para que leyéramos de todo, poniendo a nuestro alcance libros de arte, de historia, animándonos a pintar, a escribir, a disfrutar la música clásica. Ejercí muchos oficios, algunos alocados, como una boutique de ropa artesanal “prerrafaelista”, copiada de los cuadros de Rossetti, Waterhouse, Leighton, etc.”

Cristina es madre de dos hijos varones y abuela de seis nietos “para quienes suelo cocinar, pero resulta que pertenecen a la generación de la hamburguesa”.

- ¿Cómo es esa anécdota de que escribió durante treinta años sin que nadie supiera qué escribía y que decidió publicar debido a una enfermedad que tuvo?
- Demoré treinta años en terminar Como vivido cien veces, pues me entretenía cambiarla, crear nuevos personajes, incorporar la historia apenas conocida. Casi nadie se interesaba en lo que yo hacía, así que, cuando estuve internada, comprendí que podía morir y mis hijos no iban a saber qué hacía yo sentada ante mi máquina de escribir.

Para esta escritora cordobesa, escribir es una necesidad. “Yo necesito escribir. Cuando nacieron mis hijos dejé de escribir durante lo que me pareció mucho tiempo. Pero como fechaba cuanto hacía, descubrí después que en realidad fueron unos meses, nada más.”

- ¿Se es escritor al publicar?
- Si escribimos con dedicación, diariamente, a través de los años, se es escritor. El editar hace que los demás nos reconozcan.

- ¿Qué influencias reconoce en lo que escribe?
- A los que he tomado como maestros, a los que, además de disfrutar, estudio: cómo resuelven escenas, el tratamiento que dan a los personajes, los diálogos, son Dickens, Mujica Láinez, Jane Austen, Graham Greene, Sarmiento, Balzac, entre otros…

- Ha leído mucha historia…
- En la biblioteca de mis padres había muchos libros de historia. De chicos, leímos la Historia Universal, seguimos con la argentina y finalmente papá me compró la historia de Córdoba. Siempre me gustó la novela histórica, que en casa abundaba. Las novelas de Manuel Gálvez, La Gloria de don Ramiro, de Larreta, y Lo que el viento se llevó me dieron la idea de hacer novelas a partir de Córdoba y del interior.

- ¿Es difícil llegar a ser reconocida viviendo en el interior?
- Desde las provincias cuesta llegar a todo el país y debemos hacerlo desde Buenos Aires.

- Según el dicho, Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires…
- No sé si Dios, pero las grandes editoriales están allá.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Fotos: gentileza David Juárez

1 comentario:

Anónimo dijo...

No veo la hora de que llegue la mañana para ir a saborear un rico café, en esas librerías donde mientras tanto podré hojear, y seguramente comprar este libro que tanto amor despliega en sus comentarios y entrevista. La cocina, para mi, fue siempre un ámbito especial. La cocina, despliega muchas sensaciones y sentimientos. Es una de las herramientas más dulces, silenciosas, provocadoras y atrapantes. Es muy difícil darse cuenta. Cuando empezás a intuir, ya te atrapó por completo.
Gracias por esta nota fantástica! MIM