domingo, 28 de junio de 2009

Los jóvenes y la política

El desencanto y el desinterés de muchos argentinos




A los jóvenes no les interesa la política, decía el informe de un canal de noticias, esta semana. Según las opiniones que el equipo periodístico había recogido de la calle, la mayoría de los jóvenes no sabía y -lo que es más grave- no le interesaba saber absolutamente nada de los candidatos que se presentan en estas elecciones legislativas.
Lo que revelaba este informe no es algo nuevo, sino que viene sucediendo desde hace bastantes años atrás. Repasemos lo que pasaba hace dos años, en el 2007. Según datos que se publicaron en el diario La Nación de una encuesta realizada por la consultora Poliarquía, el 34.3 por ciento de los ciudadanos decía que le interesaba “poco” la política y el 38,5 por ciento decía directamente “nada”. Esto suma un total del 72,8 por ciento de los ciudadanos.
Lo llamativo de esto, es que pasaba a solo seis días de las elecciones presidenciales.
Siguiendo con datos de esta misma encuesta y ante la pregunta “¿le presta atención a la campaña?, el 37 por ciento respondió “poco” y el 36,5 por ciento “nada”. La suma de ambas arroja el 73,5 por ciento.
Otra de las cosas llamativas de estos datos recogidos en su momento por Poliarquía, era que al 75 por ciento de los ciudadanos que supuestamente iban a votar a Cristina Kirchner, no les interesaba la política.
Vayamos ahora, un poco más acá en el tiempo. En otra encuesta realizada en febrero de 2008, es decir, hace un año y medio, según los datos de la consultora Carlos Fara & Asociados, el 74 por ciento de los jóvenes entre 19 y 28 años les interesa poco o nada la política.
Estos datos sirven para entender lo que ocurre hoy día en unas elecciones legislativas que si no fuera por el poder político mediante que se juega el ex presidente Néstor Kirchner, pasarían sin pena y sin gloria.
Salvo, lógicamente, por el condimento que le pone el programa de Marcelo Tinelli, con sus imitaciones, donde la ridiculez colectiva de los políticos –candidatos o no- llega al punto de que los verdaderos terminan haciendo los gestos que hacen los imitadores. Algo que llena de vergüenza ajena hasta al más indiferente espectador.
El tema del desinterés político de los ciudadanos, como se puede ver en las encuestas de años anteriores, no es un tema nuevo. Pero este desinterés no es solamente de los más jóvenes, sino que le pasa a gente que tiene en promedio entre 35 y 45 años. Cabe preguntarse: qué nos pasa a los argentinos con la política.
El desencanto general y hasta cierta apatía a la política y más precisamente hacia los políticos nace en la década del ’90, la década Menemista.
En esos años del neoliberalismo, la época de “la pizza y el champagne”; de los políticos mostrando y mostrándose en las reconocidas revistas de tiradas importantes, como si fueran parte de una elite privilegiada, en un país del tercer mundo que se creía del primero, hizo que mucha gente comenzara a descreer de los verdaderos objetivos de la política.
Lo grave es que esto continúa hasta hoy. Ya no mostrándose como otrora, pero continuando con los vicios del poder, sirviéndose de la política para beneficio propio.
Es lógica la apatía de los jóvenes que ante un micrófono y una cámara esgrimen el irrefutable argumento de: “siempre son los mismos, son corruptos, por eso no quiero saber nada con la política”.
La misma política, con sus vicios, los lleva al desinterés; a esa apatía crónica que hace que no quieran o no les interese siquiera interesarse en los candidatos para una elección.
Sumado a esto, la misma sociedad, lleva a los jóvenes al individualismo y a no creer que vale la pena hacer cosas por y para la sociedad.
Los jóvenes de clase media y media alta, que tienen acceso a una buena educación, no piensan en función de la sociedad sino en función de ellos mismos. Muchos aspiran a terminar la universidad y acceder a un posgrado; obtener una buena formación, ingresar a una empresa multinacional y comenzar una carrera profesional venturosa buscando un porvenir económico, sin importar qué es lo que pasa o lo qué nos pasa como sociedad.
Pero ¿es culpa de los jóvenes o de sus familias esta postura individualista? Estimo que no. Creo que tiene que ver fundamentalmente con el gran descrédito que tiene, hoy, la política argentina.
Muchas de las personas que han intentado intervenir en la política, al tiempo se sienten defraudados, desilusionados, merced a los aparatos partidistas que continúan formando, tradicionalmente, los mismos tipos de dirigentes, con los mismos vicios de la vieja política.
No es casual, entonces, que tengamos los políticos y los dirigentes, que tenemos.
La tarea que nos queda como sociedad es la de intentar cambiar el concepto de que la política es sinónimo de corrupción, de negociados, de aprovechamiento individual, en desmedro del interés social.
Pero esa tarea también les compete –casi en exclusividad- a los políticos, ellos deberán demostrar que la política tiende a proveer el bien común. Esta es quizás, la gran deuda que tiene la democracia argentina.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

lunes, 22 de junio de 2009

Dos personas, dos muertes, dos historias

“La muerte nos iguala a todos”, me dijo un amigo esta semana, y yo pienso que tiene razón. Pero si bien es justa en ese sentido, en el de igualar a todas las personas, es injusta cuando nos toca de cerca, es injusta cuando nos roza.
“La muerte nos iguala a todos” me dice este amigo, y pienso en la gente querida que la muerte me quitó. Y no puedo hacer otra cosa que pensar que la muerte es injusta por naturaleza. Esta semana fue un tanto especial en este sentido, porque la muerte se llevó a personas conocidas, a personas talentosas. Entonces no se puede pensar en otra cosa que no sea en la injusticia de esa señora que el imaginario popular ha vestido con un capote negro y una guadaña.

Oscar Ferreiro
La muerte de Oscar Ferreiro, ese famoso “malo” de la televisión, me impactó porque tuve la suerte de hacerle un reportaje en Radio Gualeguay, hace muchos años, junto a la actriz Erika Wallner.
Una tarde de domingo, allá por el año 1984, Oscar Ferreiro y Erika Wallner llegaron a Gualeguay para ofrecer en el Teatro Italia “El cepillo de dientes” de Jorge Díaz. La obra, de solo dos personajes, trata sobre el conflicto que genera la falta de comunicación, la violencia en las relaciones y la pérdida de la identidad. Una característica de la obra es que los personajes no tienen nombre, son solo El y Ella.
Esa tarde de domingo llegaron a la radio para promocionar la función, que sería esa noche y me tocó a mí – no por mérito, sino porque era el único locutor/periodista que estaba de turno – hacerles la nota.
Para mí -que era un novato, un ignoto locutor de una radio de pueblo- entrevistar a una actriz y un actor que tenían una amplia trayectoria en el teatro, el cine y la televisión, no era una tarea fácil de realizar.
Dos cosas me ayudaron en ese momento, mi característica “caradurez” juvenil, y la enorme experiencia de Oscar Ferreiro que colaboró en “remar” la nota para hacerla amena y desestructurada.
Por esos años, Ferreiro no estaba tan caracterizado en papeles de “malo”. Recuerdo que era un hombre alto y con una fuerte presencia. Esa aparente seriedad, antipatía y dureza, se transformaba en amabilidad ante el primer diálogo.
En un reportaje, aparecido hace dos años en el diario La Nación, Ferreiro decía sobre ese encasillamiento en el papel del “malo de la película”; “me encanta, me siento muy afortunado. En el mundo algunos actores son encasillados en ciertos roles y uno decide si, en verdad, está dispuesto a dejarse encasillar. Arranqué en la televisión haciendo galanes y ahora me llaman para estos papeles y me da gusto hacerlos, me divierto. El del melodrama es un campo muy amplio. Hitchcock decía que el melodrama es tan eficiente como eficiente es el retrato del malo. El malo siempre es el motor de la historia, el oscuro, el que se emborracha, el que se pone loco, el que traiciona, al que le pasan cosas. Me siento muy bien recreando a estos seres”.
Ferreiro era de esos actores que la actuación les sale de las vísceras. Actuaba con el cuerpo y con el corazón.

Fernando Peña
Era un artista con todas las letras. “Fernando no era neutral” dijo su amigo Jorge Lanata. Peña era uno de esos tipos que encontraron el lugar exacto y la dimensión exacta en donde estar. Amado y odiado. No se andaba con chicas; era blanco o negro.
Fernando Peña era un artista único en su tipo, raro, extravagante, sincero, provocador. Eso era Peña.
Hace muchos años, cuando comenzó trabajando en radio con Lalo Mir, hacía dos personajes que fueron la base de su carrera artística. Uno era el de una azafata centroamericana, Milagros López.
Milagritos era una señora mayor que hablaba con un acento cubano y que sabía hablar un inglés correcto pero sin dejar de estar influenciado por su acento centroamericano.
El otro era Rafael Orestes Porelorti; un tipo grande, corrupto, lobbysta, ligado a los círculos del poder.
Milagritos hablaba con una voz dulce y con su acento cubano, Porelorti tenía voz muy grave y con un acento porteño, de tipo corrupto, que siempre andaba metido en temas de poco claros del establishment.
Lalo Mir conoció a Peña cuando este era comisario de a bordo de una aerolínea y tenía la costumbre de hablar por los micrófonos del avión como si fuera este personaje: la azafata Milagritos López.
Mir, le propuso hacer este personaje en la radio y así comenzó la exposición mediática de Peña. Pero, por esos años, nadie conocía la cara de Peña, ni siquiera su nombre. Quienes escuchábamos la radio no sabíamos a ciencia cierta si Milagritos era un hombre o una mujer. Y tampoco sabíamos que Milagritos y Porelorti eran la misma persona.
Una vez, por mi trabajo, me invitaron a una presentación de la programación de la FM Uno, radio que era de Ideas del Sur, la productora de Marcelo Tinelli. La fiesta era en el Buenos Aires News, un lugar característico en los bosques de Palermo, cerca de la avenida del Libertador.
El lugar estaba colmado de gente. Cuando comenzó la fiesta, por los parlantes se escuchó la voz de Milagritos López dando la bienvenida a los presentes. Por una punta de escenario vi entrar a alguien, con una falda larga con colores vivos, una blusa al tono, pañuelo en la cabeza, muy maquillada. Ese día, para asombro de todos los que estábamos en el lugar, apareció Peña, develando ese misterio que le había dado-hasta ese momento- la radio. Después vino la popularidad que lo caracterizó en los últimos diez o doce años.
Siempre admiré de Fernando Peña, esa increíble capacidad para crear personajes y ponerle a cada uno una voz particular, característica.
Se fue un artista que no tendrá reemplazo, porque era único en su estilo. Se fue Peña.

Dos personas, dos muertes, dos historias.
La muerte nos iguala, me dijo un amigo. Y a mí, me sigue pareciendo injusta.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

lunes, 15 de junio de 2009

Ganar cueste lo que cueste

Una campaña política sucia

Que la campaña política con vistas a las elecciones del 28 de junio es una campaña sucia ya no sorprende a nadie. Que la campaña política está bastante caliente, tampoco. Que se agredan, maltraten y hasta insulten entre los diferentes candidatos de una campaña electoral rara, a la cual se le ha dado mucha más trascendencia de la que tiene, eso sí llama la atención.

No recuerdo otra campaña para una elección legislativa con tanto “ruido” mediático. Todo arranca por la –casi- desesperación del ex presidente Néstor Kirchner por conservar su espacio de poder, sin tener ningún empacho en echar mano a cualquier recurso que esté o no dentro de un sistema democrático. Es así que se inventaron las candidaturas testimoniales para arrimar votos de una lista donde, en definitiva, los candidatos principales no van a asumir, salvo él, por supuesto.

Pero como este recurso parece que no basta para ganar la elección en la provincia de Buenos Aires, ya que las encuestas no parecen dar todo lo bien que el ex presidente y candidato a diputado espera, es necesario utilizar otros métodos del tipo “que parezca un accidente”. Es así que esta semana se echó mano al recurso de tratar por todos los medios de que la figura del candidato de la oposición Francisco De Narváez quede lo más pegadito posible a la causa por contrabando de efedrina. Una causa que estaba semi dormida se comenzó a activar rápidamente gracias a la “eficiencia” del juez de la ciudad de Campana Federico Faggionato Márquez.

La idea era instalar el tema en los medios, que se relacionara a De Narváez con la causa de la efedrina para lograr, al menos, salpicarlo un poco con un tema muy actual en nuestro país, el del narcotráfico.

Por su parte, De Narváez -que de tonto no tiene un pelo- avisó con tiempo por los medios que si el juez Faggionato Márquez trataba de llamarlo para declarar, iba a pedir su recusación, cosa que finalmente pidió y que el juez rechazó de plano el jueves por la mañana.

Lo grave de esto son las intenciones del juez Faggionato Márquez para hacer aparecer a De Narváez como metido en una causa por tráfico de drogas cuando las pruebas no son inconsistentes. Ahora ¿Faggionato Márquez actúa por motus propio, o responde a intereses políticos? La respuesta cae por su propio peso.

Se sabe además que los servicios de información del gobierno, hackearon los mails del candidato del Pro y circuló el contenido de mails que De Narváez intercambiaba con el periodista del diario La Nación Carlos Pagni. Una muestra más de que el kirchnerismo está dispuesto a todo en pos de ganar las elecciones, incluso recurrir al espionaje usando “servicios” paralelos a la SIDE.

El martes por la noche en un acto en Vicente López donde estuvo Néstor Kirchner, no dejó pasar la oportunidad para pedirle al candidato de Unión–Pro “que se presente a la Justicia y aclare las cosas” y dijo además que “no se deben usar los fueros para evadir responsabilidades”. En otro momento de su discurso recordó que “en otras épocas cierta prensa hubiera criticado con dureza que alguien citado por la Justicia se amparara en sus fueros, pero hoy se callan”. De esta forma el ex presidente aprovechó para remarcar sus diferencias con algunos medios informativos.

Francisco De Narváez no es –hablando mal y pronto- santo de mi devoción, no lo votaría, quiero ser claro en este punto, pero no estoy de acuerdo con este tipo de maniobras para tratar de ganar una elección cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

Esta semana el diario El Argentino, de distribución gratuita en Buenos Aires y –bien sabido es- órgano de difusión de las ideas kircheristas, publicó en la tapa del día miércoles: “De Narváez ignora a la Justicia argentina”, con letra de molde como se dice vulgarmente. Este diario, que dirige Daniel Olivera, se encarga todas las mañanas de hacer –muy burdamente- propaganda a favor del kirchnerismo.

En la contratapa de El Argentino escribe Jorge Giles, que viene a ser como “la voz” del diario. El miércoles Giles publicó una nota bajo el título “Un frío que corre por la espalda” y en la misma, una foto donde están levantando los brazos Alfredo De Angeli, Francisco De Narváez, Felipe Solá y Luciano Miguens, ex presidente de la Sociedad Rural.

Se pregunta Giles en la nota: “¿Y si resulta cierto lo que se dice públicamente sobre la causa de la efedrina? ¿Y si los narcotraficantes y los neoliberales hacen pie en nuestras orillas desde el mismísimo Parlamento de la república?(…) Un frío por la espalda serpentea con sus miedos y amenazas, pensando estos asuntos.(…) Desafían a Kirchner a presentarse a un debate televisivo, cuando ellos no son capaces de presentarse a una citación judicial”.

Basta con leer estos párrafos para darse cuenta para qué lado corre el río. Bastan estos párrafos del principal medio de propaganda que utiliza el kirchnerismo para saber cómo están jugando el juego de la democracia.

Pero para muchos -como para mí- la democracia no es un simple juego y menos jugado como ellos tratan de jugarlo.

En estas elecciones legislativas parecería ser que el ex presidente Néstor Kirchner se juega mucho más de lo que nosotros sabemos, pensamos o intuimos.

No me gusta –y no solo a mí, sino a muchos- como se están desarrollando los hechos actualmente. No está bien el volumen que ha adquirido la campaña política, no se debaten ideas, no se comunican propuestas, existe un vacío de contenido. ¿Lo único que importa es el impacto mediático, la figura mediática que adopta un candidato, cómo se ve y cómo lo ven? ¿Habrá llegado la Tinellización? Mal que nos pese, parece que sí.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

lunes, 8 de junio de 2009

A De Angeli se le escapó la tortuga

Los exabruptos del líder de la Federación Agraria de Entre Ríos

“A De Angeli se le escapó la tortuga” dijo el titular de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi en relación con el exabrupto que cometió el dirigente entrerriano Alfredo De Angeli.
Tarde o temprano iba a pasar. Era inevitable que este hombre, líder de las huestes de Gualeguaychú, -primero en el corte del puente internacional que une esta última con Fray Bentos por el conflicto con la papelera Botnia y luego en los cortes de la ruta nacional 14 en el conflicto que se desarrolló el año pasado entre el gobierno y los sectores ruralistas por la famosa Resolución 125 sobre las retenciones a las exportaciones de granos y que culminó con el “voto no positivo” del vicepresidente Julio Cleto Cobos- patinara en algún momento y cometiera un error producto de su verborragia.
Ya el año pasado justo para esta época, y en pleno conflicto agropecuario, esta figura representante de los pequeños productores caminaba por la delgada línea que separa la arenga enfervorizada en la tribuna política del insulto pueril e innecesario.
Es que, es innegable que a este hombre de campo, bonachón y querible le gusta la exposición mediática. Se siente a gusto en los medios y hay que reconocerle que durante todo este tiempo ha ido agarrando “cancha” para manejarse con los periodistas. En la radio y en la televisión el llamado “torito de Gualeguaychú” –por aquel famoso toro inflable que se puso en la plaza del Congreso el año pasado, al que habían bautizado Alfredito- se mueve con mucha soltura, tranquilo, como si hiciera años que tiene contacto mediático con periodistas y analistas políticos.
Más de una vez ha sabido sortear preguntas complicadas y ha dado -en los medios nacionales- la imagen de un simpático “gringo chacarero entrerriano” con condiciones innatas de líder.
Y ese es un mérito en De Angeli, hacer pie en lugares donde a más de uno se le movería el piso. No debe ser fácil estar frente a las cámaras de televisión, con “pesos pesados” -periodísticamente hablando- y mantener un discurso sustancioso y coherente. Como dice un amigo “a más de uno le temblaría el garrón”. Y no cabe duda de que a Alfredo De Angeli no le tiembla nada.
Pero eso mismo termina, a la larga, jugándole una mala pasada. Esa soltura que ha adquirido para hablar con los medios en algún momento hace que se relaje, que deje salir ese “gringo chacarero entrerriano” y descerraje un “tengo que tratarlo de eso, de pelotudo; se quedó leyendo el diario de la década del '70” y “no puedo creer que un ex presidente diga tantas pelotudeces”, refiriéndose a los dichos del ex presidente Néstor Kirchner que dijo: "cambiaron los tanques por tractores" y en una recorrida por la localidad de Esteban Echeverría, disparó: "El clima destituyente está en las sombras. No tengan ninguna duda".
Más allá de lo que se pueda pensar sobre los dichos del ex presidente, nada justifica el insulto, porque se entra en un terreno peligroso donde no conviene estar.
De Angeli no hace otra cosa que inmiscuirse, con su verborrágica actitud, en el juego de una campaña política candente y donde él –en última instancia- debería mantenerse al margen, ya que no es candidato.
En esta misma semana el propio De Angeli intercambio “golpes” con el ex gobernador Jorge Busti, cuando dijo que la lista kirchnerista "es la lista donde va la señora Cristina Cremer de Busti porque el otro día en Galarza dijo que hasta el 28 estaban con el kirchnerismo. Quiere decir que después no nos garantiza que no queden. No representan al sector y eso es no representar a los pueblos del interior. Cuando digan públicamente que no van con el proyecto Kirchner uno puede empezar a pensar distinto".
A los dichos de De Angeli se interpusieron los de Busti: "el torito mediático de Gualeguaychú que los mataba (electoralmente) a todos; por qué no se presentó de candidato, y ahora encima dice a quién hay que votar y a quién no, y nos pone el peronómetro a nosotros; pero que no sea caradura y se ocupe de lo de él, y que se anime y se presente en democracia a ser candidato".
Metiéndose en una pelea sucia, hablando casi sin control, cometiendo algún que otro exabrupto, De Angeli, pasa de ser un representante del sector de pequeños productores del campo, a parecerse mucho más a un Luis D’Elía prepotente que “odia a la oligarquía”.
De Angeli debería saber medir mejor sus intervenciones en los medios. Tendría que “amansarse” un poco antes de hablar con el periodismo. Debe –necesariamente- cumplir su función como máximo representante entrerriano de una federación nacional. Porque con su actitud no se beneficia él, ni beneficia a quienes representa, más bien todo lo contrario.
Y sería muy conveniente que le pusiera un buen bozal a la tortuga, para que no se le vuelva a escapar.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com