viernes, 25 de junio de 2010

Juan José Saer, la silenciosa tarea de escribir

A cinco años de la muerte del escritor santafesino


La figura de Juan José Saer ha ido creciendo a través del tiempo, agigantándose, tal vez, a medida que nuevas generaciones de lectores descubren a este escritor litoraleño que murió en París hace cinco años, el 11 de junio de 2005. En esa ciudad francesa tan relacionada con nuestra cultura, dónde varios escritores argentinos eligieron vivir, Saer arribó en 1968.


“Cuando me fui a París, relataba Saer en una nota periodística, no pensaba ir a París, no tenía ninguna intención de hacerlo, además cuando fui fue sólo por seis meses y finalmente me quedé por muchas razones de diferente tipo. No quiero disminuir el valor de esa experiencia que fue para mí extremadamente rica, pero no puede decirse que lo haya hecho de manera consciente, deliberada, voluntaria. Ahora bien, el hecho de haberme ido supone que ya había en mí los elementos necesarios que me permitían ese cambio, mucha gente ha tenido la oportunidad de irse y no lo ha hecho, otras debieron irse por razones obligatorias, impuestas exteriormente por gobiernos autoritarios o por situaciones económicas desesperadas o por rupturas violentas con un medio ambiente familiar o por lo que fuera”.


Juan José Saer nació en Serodino, provincia de Santa Fe, el 28 de junio de 1937. En la Universidad Nacional del Litoral fue profesor, enseñó Historia del Cine y Crítica y Estética Cinematográfica.


Sobre su experiencia de haber vivido en Europa, lejos de su país, Saer confesaba en una entrevista en 1998 que le había resultado bien irse del país “porque por primera vez lo vi como un conjunto, de lo contrario tenía una óptica demasiado situada como para verlo en su totalidad, no diré que lo vi claro en su conjunto, simplemente lo vi como a una totalidad, de ahí a que mis análisis sean más o menos confusos o más o menos claros es otro problema. Por primera vez lo vi como una totalidad, lo vi desde fuera, como cuando uno está en la habitación de una casa y cuando sale afuera ve la fachada, el exterior, ve más o menos las dimensiones generales; al mismo tiempo e inversamente, el hecho de entrar, penetrar, vivir y trabajar en Europa, tener hijos que han nacido allí, me dio una perspectiva nueva de Europa, que antes sólo veía desde el exterior, se produce una especie de inversión, eso para mí fue muy fructífero, lo fue hace 20 o 25 años. Los primeros 10 años de mi estadía en Europa fueron extremadamente fructíferos desde el punto de vista intelectual (desde el punto de vista personal es otra cosa), porque me permitió relativizar tanto mis experiencias argentinas como mis experiencias europeas y ponerlas en un contexto nuevo y diferente”.


Muchos afirman que Saer ha sido discípulo de Juan L. Ortiz a quien solía frecuentar en la ribera del Paraná. “Juan L. Ortiz era muy afrancesado y no es un insulto ser afrancesado, para Juan L. la cultura francesa era muy importante, la revolución francesa, la comuna, el PC francés, Aragón, Proust, todo eso para Juan L era una mitología muy fuerte, para mí nunca lo fue, aunque algunos escritores franceses son fundamentales para mí, como por ejemplo Flaubert, Proust, Baudelaire y otros.


Sobre los escritores en general y la tarea de escribir, Saer sostenía que “los escritores son esencialmente autodidactas y tratan de expresar, a través de su formación cultural, aunque tengan títulos universitarios la parte que usan es esencialmente una parte autodidacta, entonces ellos, por medios que les son propios, medios un poco improvisados, tratan de expresar esa especie de visión personal que tienen del mundo y no saben si es o no original, pero es lo que están sintiendo, pensando, percibiendo o rememorando cuando escriben. Con el tiempo se va formando una especie de visión global del mundo, pero tiene que ver más con las necesidades constructivas del texto que con una verdadera convicción o un discurso afirmativo o autoafirmativo”.


Sin eufemismos, el escritor afirmaba que hay también escritores que exaltan a otros escritores como sus maestros, pero que no reflejan en sus obras esa admiración. “Admirar supone ciertas obligaciones. Para poder admirar a un escritor hay que merecerlo. No decir que se admira a Shakespeare y escribir como Paulo Coelho. Justamente Coelho dijo en Buenos Aires que para él los dos escritores más importantes de América Latina eran Jorge Amado y Jorge Luis Borges. Yo opino que alguno de los dos tendría que protestar”.


Con notable claridad de conceptos, en un reportaje y ante la pregunta de si él consideraba que una ética debe ir acompañando a la estética de un escritor, Saer consideraba que no; “porque por ejemplo hay muchas cosas de Borges que yo no comparto o me río de ellas, pero Borges es un gran escritor y eso es lo que me importa. Lo principal es que sea un gran escritor”.


La prolífica obra de Saer es considerada entre las mejores de la literatura contemporánea argentina; abarca los libros de cuentos: “En la zona” (1960), “Palo y hueso” (1965), “Unidad de lugar” (1967), “La mayor” (1976), “Lugar” (2000) y las novelas: “Responso”(1964), “La vuelta completa” (1966), “Cicatrices” (1969), “El limonero real” (1974), “Nadie nada nunca” (1980), “El entenado” (1983), “Glosa” (1985), “La ocasión” (1986), “Lo imborrable” (1992) y “La pesquisa” (1994); “Las Nubes” (1997), “La grande” (2005) además de ser autor de ensayos como “ El concepto de ficción” (1997) y “La narración – objeto” (1999).


En el año 2004, Saer fue distinguido con el XV Premio Unión Latina de Literaturas Románticas, por decisión de un jurado reunido en París que consideró que el escritor santafesino había desarrollado “una obra rica y variada de modo silencioso, alejado de los grandes círculos de la publicidad literaria”. Por esa razón – ese modo silencioso, ajeno al ruido publicitario, de una modestia pocas veces vista entre los escritores- Saer no es tan reconocido. Pero quizás, de a poco, su figura vaya encontrando un merecido lugar en nuestra literatura.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

Publicado en El Día de Gualeguay, EL DIARIO de Gualeguay y Análisis Digital de Paraná, el 13 de junio de 2010.


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