sábado, 9 de agosto de 2008

La intolerancia


Siempre trato de ser respetuoso con las personas, porque más allá de ideologías, pensamientos o filosofías diferentes, creo en el respeto mutuo como la base para cualquier discusión o intercambios de ideas.
Sostengo que si por alguna razón, en cualquier intercambio de opiniones se cae en la irrespetuosidad, se habrá transitado por un camino que difícilmente tenga retorno. Y las cosas ya no serán igual.
En nuestra sociedad, la sociedad en la que vivimos día a día, parecería ser que se ha puesto de moda la falta de tolerancia. Es lamentable que cada día seamos más intolerantes en todos los órdenes de la vida.
Una de las acepciones de la palabra tolerancia nos marca:”Respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás”. A esta acepción me refiero cuando hablo de la intolerancia. La falta de respeto hacia quienes piensan diferente.
El conflicto que sostuvo el gobierno con el sector agropecuario nos mostró la intolerancia que impera en nuestra sociedad. De los dos lados, tanto del gobierno como de las organizaciones ruralistas se vieron muestras de intolerancia, de la falta de respeto hacia quienes piensan diferente.
Recuerdo unas palabras que dijo el senador uruguayo José “Pepe” Mujica, en pleno conflicto gobierno-campo, cuando le preguntaron su opinión y su consejo sobre lo que estaba pasando en esos días en nuestro país. Mujica dijo que él no era quién para opinar ni dar consejos, “nosotros –refiriéndose a la República Oriental del Uruguay- somos un paisito nomás, como vamos a darle consejos a la Argentina” y tras la insistencia de los periodistas dijo “yo solamente puedo decirles a los argentinos que tienen que quererse más, no pueden decirse las cosas que se dicen y después sentarse en una mesa a negociar, quién va a negociar después de todo lo que se dicen, yo les diría solamente que tienen que quererse más”.
Estas palabras de Pepe Mujica hablan de la tolerancia que nos debemos tener, y que es necesaria para poder llevar adelante un proyecto como país y como sociedad.
Las muestras de intolerancia vienen, en reiteradas oportunidades, por parte de quienes nos gobiernan y hacen blanco –la mayoría de las veces- en los medios de comunicación y en los periodistas.
Demasiados políticos devenidos en funcionarios hacen de la intolerancia su deporte preferido. Existe, hoy más que nunca, una suerte de enfrentamiento entre los gobernantes y los periodistas que son críticos de las tareas de quienes nos gobiernan. Parecería que ser periodista y opinar en un sentido que no es el deseado por la clase gobernante, lo transforma inmediatamente en un enemigo a combatir. Esto no solo sucede en el ámbito nacional, sino en el provincial y en el local. Pasa con la Presidenta de la Nación y pasa con los funcionarios de segunda línea, gobernadores, intendentes y funcionarios municipales.
El pago chico
Es acá donde entro en el terreno del “pago chico”, y en la experiencia propia y ajena. En uno de mis viajes a Gualeguay, tuve la oportunidad de encontrarme con el Intendente Municipal, Luis Erro, fue un encuentro casual. Muy respetuosamente – Luis Erro- me cuestionó algunas opiniones que yo había volcado en un artículo y que tenían que ver con declaraciones que él había realizado. Hablamos unos momentos, intercambiamos opiniones sobre la responsabilidad que me cabe a mí como periodista y la que le cabe a él como Intendente, siempre en un marco de respeto mutuo.
Todos estamos expuestos a las críticas, los periodistas porque nuestro trabajo es público y los funcionarios cuya labor también es pública. Y todos debemos ser tolerantes y respetuosos de las opiniones de los demás.
El Intendente, Luis Erro, hace unas semanas criticó a los medios y a los periodistas porque supuestamente se hacen eco de las malas noticias, y sostuvo que los periodistas tienen todo el tiempo el micrófono y los funcionarios no. Cabe preguntarse: ¿cuál es la tarea del periodismo y cuál es la tarea de los funcionarios? Deberíamos comenzar por pensar qué rol cumple el periodismo en la sociedad y qué responsabilidad conlleva ese rol.
Una muestra de la intolerancia de ciertos funcionarios se dio la semana pasada cuando el presidente de Bomberos Voluntarios y además funcionario municipal Alfredo Dellagiustina expulsó al periodista Gustavo Juliá de la sede de Bomberos.
Según argumentó el propio Dellagiustina, Juliá es el responsable de una campaña en su contra. El Secretario de Obras Públicas de Gualeguay, ante la consulta periodística sobre qué era lo que le molestaba de la actitud de Juliá dijo: “Hace rato, no es de ahora. Siempre, después que asumí este cargo, me ha criticado”.
No conozco a Gustavo Juliá, no es mi intención defenderlo ni ensayar, desde aquí, una defensa corporativa del periodismo porque como en cualquier otra actividad, los hay buenos y malos, honestos y deshonestos. Pero me pregunto: ¿Qué derecho se arroga Alfredo Dellagiustina para tratar de esa manera a un periodista, más allá de las diferencias que pueden llegar a tener? Dellagiustina debería saber que como funcionario municipal o como presidente de una institución –de cualquiera de las dos formas- es un hombre público y eso conlleva necesariamente estar expuesto a las críticas. Y una condición “sine qua non” de cualquier funcionario es, justamente, tolerar las críticas que puedan nacer de su labor.
Alfredo Dellagiustina debería dejar de creer en conspiraciones. Si se trabaja bien y se cumple con los deberes que existen en toda función pública, no debería preocuparse por las críticas. En definitiva será la gente –la opinión pública- la encargada de juzgar su labor.
Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Publicado en Gualeguay al día el 10/08/08

2 comentarios:

Arnold dijo...

Excelente. Hay que insistir en este tema. Salu2

Anónimo dijo...

Gracias, Arnold Schzwatzenegger?