miércoles, 25 de noviembre de 2009

Baldomero Fernández Moreno: la poesía en las cosas simples

Setenta balcones hay en esta casa, / setenta balcones y ninguna flor. / ¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa? / ¿Odian el perfume, odian el color?


Setenta balcones y ninguna flor tal vez sea el poema más conocido y popular de Baldomero Fernández Moreno, uno de los poetas argentinos más importantes y cuya obra ha sido admirada por grandes escritores como Leopoldo Lugones, Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, entre otros.

Fernández Moreno es uno de los más claros y emblemáticos representantes del “sencillismo”, por su forma de apreciar y hacer hincapié en las cosas cotidianas y sencillas de la vida, sustrayéndolas al intento de profundizar aspectos abstractos y utilizando un lenguaje muy cuidado pero sin caer en palabras rebuscadas, y sin floreos innecesarios. Fernández Moreno encontró su propio camino dentro de la poesía y es insoslayable la influencia que tuvo en otros poetas que vinieron después.

Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno nació el 15 de noviembre de 1886, en una amplia casa en la calle México 671, en un Buenos Aires de casas bajas con algunas calles de adoquines.

Sus padres, Baldomero Fernández y Amelia Moreno eran comerciantes españoles que gozaban de una buena posición económica que poco a poco se fue deteriorando, lo que hizo que volvieran a España cuando Baldomero tenía seis años. En 1892 los Fernández Moreno llegan a Bárcena, la aldea paterna, en las montañas de Santander, mirando al mar.

Esos años vividos en la aldea dejará una fuerte impronta en su obra, lo que se ve reflejado, años más tarde, en La Patria desconocida y Aldea española (1925) por la que obtiene el Primer Premio Municipal de poesía.

En la aldea comienza sus primeros años de estudio en la pequeña escuela, con un solo maestro, pero en 1897 su familia vuelve a nuestro país, dónde él continúa sus estudios. Es un alumno aplicado y un ferviente lector de los poetas argentinos, americanos y españoles. Cuando termina el bachillerato decide estudiar medicina, una vocación desde que era niño, e ingresa en la Facultad de Medicina. Sus lecturas de Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío y Antonio Machado ocupan su atención, además de Baudelaire y Verlaine.

En 1912 se recibe de médico. Sin tener muy en claro su futuro, a instancias de un amigo visita Chascomús y decide instalar su consultorio en el pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires.

Por esos años Fernández Moreno, de 25 años, alterna su actividad de médico con la de poeta. Después de casi dos años de vivir en Chascomús, decide irse a La Pampa y se radica un tiempo en Catriló.

Su vocación por la poesía comienza a tener un peso importante en su vida y decide volver a Buenos Aires donde, en 1915, publica su primer libro Los iniciales del misal que es muy bien recibido por la crítica. Comienza a frecuentar la revista Caras y Caretas y a relacionarse con el ambiente literario de la época.

En enero de 1919 se casa con Dalmira del Carmen López Osornio a quien había conocido en Chascomús y ese mismo año nace su primer hijo, César, quien será también un destacado poeta; y luego Dalmira, Ariel, Manrique y Clara. El matrimonio vive un tiempo en Huanguelén, en el sur de la provincia de Buenos Aires, luego en Chascomús y finalmente, en 1924, vuelven a vivir a Buenos Aires.

Adiós la casa blanca que albergó un año entero / entre sus cuatro muros el amor verdadero. / Adiós campos extensos, polvorientos caminos. / Adiós los pobres ranchos de los pobres vecinos. / Adiós los trigos de oro, adiós verdes maizales, / las refinadas hierbas, los bravos pajonales…

Baldomero retoma su contacto con el mundo literario y se vincula con Alfonsina Storni, Nicolás Coronado, Enrique Méndez Calzada y con su entrañable amigo, el escritor uruguayo (nacido en Salto) Enrique Amorim. Cada vez con más fuerza, la poesía va ocupando su vida, hasta que decide abandonar la práctica de la medicina, y comienza a dar clases de literatura e historia.

En 1925 se funda la Sociedad de Escritores, lo que luego será la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y a Fernández Moreno le toca presidir su comisión directiva, un reconocimiento de sus pares.

Hasta ese momento había publicado Las iniciales del misal (1915), Intermedio provinciano (1916), Ciudad (1917), Por el amor y por ella (1918), Campo argentino (1919), Versos de Negrita (1920), Nuevos poemas (1921), Cantos de amor, de luz, de agua (1922), El hogar en el campo (1923), Aldea española (1925).

A partir de 1926 publica El hijo, Poesía (1928), Décimas (1928), Último cofre de Negrita (1929), Sonetos (1929), Cuadernillos de verano (1931), Dos poemas (1935), Romances (1936), Yo médico; yo catedrático (1941), Buenos Aires: ciudad, pueblo, campo (1941), Tres poemas de amor (1941)
En prosa La mariposa y la viga y La patria desconocida.

Alfredo Veiravé escribe sobre la prosa de Baldomero: “Su prosa autobiográfica será un modo, pues, de ampliar o explicar su vida, con anterioridad al año en que se inicia como poeta édito”.
Veiravé afirma que “Poco dispuesto a las obras de pura ficción, después de su madurez y de haber trasvasado su vida a poesías de todos los días, Fernández Moreno comienza a ordenar el pasado de su lejana infancia a través de sus memorias”

Los libros de Fernández Moreno recogen todo un universo poético; la ciudad, el campo, la aldea española, la novia, el hijo, etc.; en una forma simple y evocado en imágenes directas.

Los últimos años de su vida transcurren en dura lucha con su insomnio y su equilibrio nervioso, luego de superar -en algunos tramos de su vida y por pérdidas familiares- largos momentos de depresión.

Me borré el doctor / hace mucho tiempo. / Borré la inicial / de mi nombre feo. / No quiero ser nada / ni malo ni bueno. / Un pájaro pardo / perdido en el viento.

El 13 de junio de 1950, Baldomero Fernández Moreno recibe el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Casi un mes después, el 7 de julio, muere súbitamente a causa de un derrame cerebral; tenía 63 años.
Claudio Carraud

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