miércoles, 4 de noviembre de 2009

Homero Manzi, un poeta con mayúsculas


San Juan y Boedo antiguo y todo el cielo, / Pompeya y, más allá, la inundación, / tu melena de novia en el recuerdo, / y tu nombre flotando en el adiós. / La esquina del herrero barro y pampa, / tu casa, tu vereda y el zanjón, / y un perfume de yuyos y de alfalfa / que me llena de nuevo el corazón.
(Sur, Homero Manzi)


Homero Manzi describía, con su extraordinaria lírica, el barrio de su niñez. Se había criado entre los barrios porteños de San Cristóbal (Boedo no existía como barrio todavía) y Pompeya a principios del siglo pasado y si bien no era nacido en Buenos Aires, la sentía propia y se sentía parte de ella.


Homero Nicolás Manzione Prestera nació en Añatuya, Santiago del Estero, el 1 de noviembre de 1907. Era el sexto de ocho hijos de Luis Manzione, porteño, y de Ángela Prestera, entrerriana -nacida en Concepción del Uruguay-.

Se crió en Añatuya –dónde su padre llegó a ser intendente- hasta los nueve años cuando su madre Angela viaja a Buenos Aires con sus hijos, para que estos puedan estudiar, y en las vacaciones de invierno y verano vuelven a Añatuya, donde Luis Manzione se queda trabajando.

Por esos años, Pompeya estaba coronada por el Puente Alsina que hacía poco tiempo era de hierro y la Avenida Sáenz –continuación de Boedo- era el camino para cruzar el río.

En esas calles se crió Homero Manzione, que se hizo hincha del club Huracán y que desde joven sintió atracción por las letras.

Fue profesor de literatura y castellano en los colegios nacionales Mariano Moreno y Domingo Faustino Sarmiento hasta 1930. Trabajó como periodista en el mítico diario Crítica de Natalio Botana, dónde lucían su prosa Roberto Arlt, Enrique y Raúl González Tuñón, Horacio Quiroga, Ulises Petit de Murat, y tantos otros.

En esa esquina legendaria de San Juan y Boedo, donde funcionaba el bar El Aeroplano –hoy llamado Homero Manzi- se juntaban los escritores referentes del llamado “Grupo Boedo”, al que pertenecía Manzi, y que se contraponía al “Grupo Florida”.

En esos años decide cortar su apellido Manzione y hacerse llamar Manzi, que es como se lo recuerda.

Homero Manzi fue profesor, periodista, poeta, guionista y director de cine. Su calidad poética es insoslayable como letrista de tangos, milongas y valses y, tal vez, el estar tan ligado a la música popular, hace que no sea reconocido -debidamente- como hombre de letras. Manzi estuvo en esa disyuntiva; “en lugar de hacerme hombre de letras, preferí escribir letras para los hombres”, dijo alguna vez.

Tuvo, además, una activa vida política. En 1924, sus tíos Miguel y José Manzione que eran oficiales de policía y estaban en la guardia privada de Hipólito Irigoyen, lo llevan a conocer a don Hipólito y es ahí que se hace integrante de la “Juventud Irigoyenista”.

Estudiando en la Facultad de Derecho conoce, entre otros, a Arturo Jauretche con quien entabla una profunda amistad. El 29 de junio de 1935, Manzi, Jauretche, Scalabrini Ortiz, entre otros, fundan la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A.) En 1939 renuncia a la ficha del comité Radical, desconforme con los momentos que se vivían dentro del partido. Manzi era básicamente Irigoyenista más que Radical.
Años más tarde, cuando conoce a Juan Domingo Perón, simpatiza con el partido Justicialista -aunque nunca se afilia- y cree que Perón es el continuador de la obra inconclusa de Irigoyen.

En su faz de guionista, Manzi, trabajó en conjunto con Ulises Petit de Murat con quien escribe los guiones para varias películas, en la época de oro del cine argentino, como “La guerra gaucha”, “El viejo hucha”, “Su mejor alumno” -una adaptación de “Vida de Dominguito” de Domingo Faustino Sarmiento-, y muchas más.

En 1946 se entera de su enfermedad, los médicos le diagnostican cáncer en los intestinos; tiene varias intervenciones quirúrgicas, pero continúa trabajando fervientemente. Escribe los guiones de varias películas y en 1948 asume como presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC)

Entre sus más de cien obras quizás las más conocidas sean las letras de “Sur”, “Malena”, “Barrio de tango”, “Desde el alma”, “Milonga sentimental”, “Che bandoneón” y “Discepolín” escrita en 1951 y dedicada a su entrañable amigo Enrique Santos Discépolo.
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta / se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín…/ ¿No ves que están bailando? / ¿No ves que están de fiesta? / Vamos, que todo duele, viejo Discepolín…

Estando internado en el Instituto Costa Buero, en Paraguay y J.E. Uriburu, el 3 de mayo de 1951, Homero Manzi fallece; tenía 44 años.

Como escribió Julio Nudler sobre Manzi; “la letra de tango fue su verdadero elemento, y es hoy la que lo mantiene vivo”.
Sin embargo, Homero Manzi, fue mucho más que eso, fue un poeta con mayúsculas.


Claudio Carraud

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