lunes, 9 de junio de 2008

Secretos del periodismo


En mi biblioteca hay un libro al que le tengo un cariño especial. Está ahí, “peleando” un lugar entre libros de marketing, algunos de economía, algunas novelas, ensayos y otros de cuentos, que confieso, son mis preferidos.
La semana pasada, casi por casualidad –aunque me cuesta creer a veces en las casualidades y sí en las causalidades- salió de su lugar y fue a parar a mi mesa de luz para luego deambular por distintos lugares de la casa. Hace unos días me puse a releerlo. Este libro en cuestión se llama Secretos del periodismo de Félix Laíño. Me lo regaló mi padre –periodista- hace veinte años, cuando yo estudiaba periodismo y es por eso que le guardo un cariño especial.
Félix Hipólito Laíño trabajó casi cincuenta años en el diario La Razón desde 1937 a 1984, y ejerció su dirección durante muchísimos años. Vivió, desde la redacción de ese prestigioso diario vespertino, numerosos cambios políticos, económicos y sociales en nuestro país. Laíño fue considerado un periodista audaz, innovador, que impuso una dinámica diferente en el tratamiento de las noticias; en cierta manera, un revolucionario en su época. Le dio relevancia a secciones que eran bastardeadas en otros diarios. Así tuvieron importancia las crónicas policiales y las notas deportivas, entre otras. Fue maestro de muchísimos periodistas que ingresaron a La Razón siendo muy jóvenes y que a través de los años se ganaron un lugar entre los nombres prestigiosos del periodismo argentino.
Laíño no era un hombre al que le gustara la exposición pública sino todo lo contrario; ejerció su profesión casi desde el anonimato. Su nombre y su prestigio solo circulaba en el ámbito de la actividad por la que él confesaba como su vocación: el periodismo.
Escribió varios libros, entre ellos: De Yrigoyen a Alfonsín, La historia de los partidos políticos en la Argentina, La estatura moral o el mundo de los enanos y Secretos del periodismo.
Recibió durante su vida varias distinciones, la más importante fue el Konex de Brillante y ejerció durante varios años la presidencia de la Academia Nacional de Periodismo.
Félix Laíño murió -a los 89 años- el 7 de enero de 1999, pero dejó su marca en la historia del periodismo argentino.

Palabras de un maestro
En su libro Secretos del periodismo, existen varias anécdotas sobre los más de cincuenta años que ejerció el periodismo. Pero además, casi didácticamente, vierte su opinión sobre como debe ejercerse el periodismo, las responsabilidades que esto implica y las condiciones que debe cumplir un periodista.
“El joven que desea iniciarse en el periodismo – sostiene Laíño- debe atender en primer término a una verdadera vocación, por sobre toda clase de especulaciones. Su meta no puede identificarse con el falso orgullo de acceder a una profesión que le proporcione prestigio social, ni deslumbrarse con el brillo de la notoriedad que puede lograr con la facilidad que le brinda su actividad.”
“La vocación –enfatiza más adelante- se mide a través de otros valores y comienza a manifestarse con una incontenible necesidad de escribir sin otra recompensa que la de sentir el alivio del alumbramiento, luego del embarazo de ideas y sentimientos que suelen atormentar el espíritu si no hallan cauce de expresión”.
Félix Laíño afirma que “otra medida de la vocación la da el gusto de aprender para enseñar. No se trata del deber de estudiar para rendir un examen, ni del gusto de hacerlo para enriquecer el espíritu; se trata de aprender para enseñar, es decir, desarrollar una afición didáctica”. Sostiene además que “la capacidad de asombro es otro ingrediente fundamental. Un espíritu abierto con capacidad para percibir los secretos latidos de todo cuanto ocurre a su alrededor, descubrirá lo que otros no han visto”.
Finalmente, Laíño nombra “la honestidad intelectual como requisito indispensable, porque será la única condición que le asegure la necesaria objetividad para juzgar”.
En otra parte del libro, este maestro del periodismo, afirma muy acertadamente: “meditemos sobre la responsabilidad de los diarios (yo agregaría de los medios en general) en la hora que vive la Argentina y asociemos al lector a la apasionante aventura cotidiana de luchar por una prensa mejor para un país mejor”.
En un capítulo dedicado al estilo periodístico, Laíño habla sobre las reglas teóricas, y sorprende cuando dice que “todas las reglas teóricas son innecesarias para quien luzca naturalmente el arte de escribir que, por lo general, se hereda. He podido comprobar que los buenos periodistas lucen antecedente familiares propicios; por tal motivo, cuando algún aspirante me consulta sobre sus posibilidades procuro rastrear los signos alentadores que pueda traer en la sangre”.

Orgullo de padre
Mi hijo –Ignacio- tiene doce años y cursa el primer año de la escuela secundaria básica. Hace unos días el colegio organizó, para conmemorar la Revolución de Mayo, un concurso literario entre los alumnos de primero y segundo año. Los chicos debían escribir un cuento que tuviera relación con este hecho de nuestra historia. Dos alumnos de segundo año lograron el primer y segundo premio; Ignacio obtuvo el tercero. Cuando me contó de su tercer premio, medio en broma me dijo: “voy a ser escritor”; o periodista pensé yo, con orgullo de padre.
Quizás tenía razón el maestro Félix Laíño cuando sostenía que el arte de escribir, por lo general, se hereda.


Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com


Publicado en Gualeguay al día el 8/06/08

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