domingo, 29 de junio de 2008

Los argentinos somos creativos


Los argentinos somos creativos, de eso no caben dudas. Inventamos la birome, el colectivo, el dulce de leche, el corralito, los cacerolazos, los piquetes y los piqueteros.
En el ambiente de la publicidad, los mejores creativos de América Latina son los argentinos. Y hasta incluso en el mundo, los creativos publicitarios argentinos están considerados entre los mejores.
Un ejemplo de esto es Juan Cabral que trabaja actualmente en la agencia Fallon Inglaterra, lo que sería la meca de la publicidad, porque la publicidad inglesa es considerada una de las más creativas del mundo, y Cabral no es ajeno a esto.
En el año 2006 el comercial Balls, creado por Juan Cabral para publicitar el televisor Sony Bravia, fue elegido el mejor comercial del año. En este spot publicitario, filmado en San Francisco, Estados Unidos, 250 mil pelotitas de goma de diferentes colores, lanzadas desde unos cañones de aire comprimido, caían en cámara lenta por una calle con pendiente, creando así un efecto único.
Filmar este comercial fue muy complicado y antes de que saliera al aire, circularon por Internet filmaciones del backstage (detrás de la escena) del spot publicitario. Al momento de la salida al aire de la campaña publicitaria, el comercial ya era famoso, junto al prestigio de este creativo argentino salido de las huestes de Agulla & Bacetti, la agencia que revolucionó la publicidad argentina en la década del ’90.
Pero no es mi intención detenerme solamente en el aspecto publicitario, sino llevar el tema de la creatividad un poco más allá. Porque la creatividad, la imaginación, la inventiva, según muchos estudiosos no tiene límites y sirve en nuestra vida cotidiana para la resolución de problemas. Sobre esto, el escritor estadounidense Napoleón Hill (1883-1970) dijo: “Cualquier cosa que la mente humana pueda concebir y creer, se puede alcanzar”. Hill fue autor de numerosos libros de autoayuda, uno de los más conocidos; “Piense y hágase rico” ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo.
Edward De Bono en su libro “Seis sombreros para pensar” (de lectura obligatoria en las escuelas de publicidad y marketing), se ocupa del pensamiento creativo como el recurso máximo que tiene el ser humano. “La dificultad principal para el pensamiento, dice De Bono, es la confusión. Intentamos hacer demasiado al mismo tiempo. Las emociones, la información, la lógica, la esperanza y la creatividad nos agobian”. Por esa razón, este autor, inventa seis sombreros imaginarios para pensar y le da un color determinado a cada uno.
“Los seis sombreros para pensar nos permiten conducir nuestro pensamiento, tal como un director podría dirigir su orquesta” dice De Bono.
El Sombrero Blanco es neutro y objetivo. El Sombrero Rojo sugiere ira, furia y emociones, da el punto de vista emocional. El Sombrero Negro es triste y negativo, cubre los aspectos negativos. El Sombrero Amarillo es alegre y positivo, es optimista y cubre la esperanza y el pensamiento positivo. El Sombrero Azul es frío, y es también el color del cielo, que está por encima de todo. El sombrero azul se ocupa del control y la organización del proceso del pensamiento. Y por último el Sombrero Verde, que es césped, vegetación y crecimiento fértil, abundante. El sombrero verde indica creatividad e ideas nuevas.
En el libro “Seis sombreros para pensar” en el capítulo 1 De Bono dice que “si actúas como un pensador, te convertirás en uno”. Y comenta además: “Creo que uno de los dos originales de El Pensador de Rodin está en Buenos Aires, en la plaza frente al palacio legislativo. Por lo menos eso me dijo la guía mientras me señalaba este ocupado pensador tallado en bronce perdurable”.
Es verdad, en La Plaza del Congreso está emplazada una copia de la obra de Auguste Rodin (1840-1917). Pero por estos días en La Plaza del Congreso acompañando El Pensador están las carpas que se instalaron frente al Congreso en apoyo al gobierno -concretamente seis- y una en apoyo al campo.
Los argentinos somos creativos. Al líder de la Confederación Agraria de Entre Ríos, Alfredo de Angeli, se le ocurrió hace unos días comentar por los medios que, cuando el Parlamento debatiera la Resolución 125, los ruralistas instalarían una carpa verde en la plaza frente al Congreso. Una carpa verde, como el sombrero de la creatividad, de Edward De Bono. Pero lo que lamentablemente no sabía de Angeli es que cuando alguien tiene una idea creativa no debe comentarla públicamente hasta que se está por concretar. Y como él la comentó, los kirchneristas ni lerdos ni perezosos instalaron antes, no una sino seis carpas en la plaza.
Los ruralistas llegaron después y finalmente instalaron la llamada carpa verde, que en realidad es blanca. Pero además, el miércoles, sumaron otra idea creativa. Llegó a la plaza “Alfredito” un toro inflable que lleva ese nombre en honor a de Angeli. A la gente que visita la plaza le pareció tan simpático el toro, al punto de sacarse fotografías de recuerdo con el gran muñeco.
Los simpatizantes del gobierno no quisieron ser menos y redoblaron la apuesta. Pusieron dos pingüinos inflables que representan a Néstor y Cristina y además se pudo ver a varias personas disfrazadas de huevos, en una supuesta alusión a la valentía del gobierno y de sus simpatizantes.
De esta forma, la Plaza del Congreso se ha transformado por estos días en una gran kermés, donde se toma mate, se juega a la Play Station, al truco o una “tocata” de rugby.
Los argentinos somos creativos... ¿quién lo duda?

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 29/06/08

domingo, 22 de junio de 2008

El poder de las cacerolas

“No es necesario hacer un detallado repaso de nuestros males para saber que nuestro pasado está pleno de fracasos, dolores, enfrentamientos, energías malgastadas en luchas estériles, al punto de enfrentar seriamente a los dirigentes con sus representados. Al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí”. (Néstor Kirchner, párrafo del discurso en el Congreso de la Nación, 25 de mayo de 2003)

El conflicto entre el campo y el gobierno que lleva más de cien días ha sido de un dinamismo notable. Es que en medio de los dos actores –campo y gobierno- está la opinión pública, la sociedad, en definitiva: la gente común que cacerola en mano se ha manifestado saliendo a la calle a hacer escuchar su voz. Esta costumbre, arraigada sobre todo en la clase media y que nació espontáneamente en 2001 como forma de manifestación pacífica contra decisiones gubernamentales, ha logrado poner nervioso a más de uno en el círculo íntimo y no tan íntimo del matrimonio Kirchner.
El cacerolazo del lunes por la noche, que se hizo sentir en todo el país, fue una demostración clara del descontento social, no solo por el enfrentamiento que tiene el gobierno con el campo sino además por un estilo de conducción que no es bien visto por el común de la gente.
Si bien es cierto que Cristina Fernández de Kirchner fue electa por el 46% de los votos, tal como se encargó de hacer notar, el lunes por la noche ante las cámaras de televisión en Plaza de Mayo, la ministra de defensa Nilda Garré, quedó muy en claro que el crédito que tiene el gobierno no es ilimitado y que la opinión pública está dispuesta a hacerse escuchar.
El poder de los cacerolazos hizo reflexionar a muchos, principalmente a la clase política dirigente en todos los ámbitos. El gobierno se vio obligado a no seguir en su “autismo” característico tratando de minimizar una crisis que excede al sector agropecuario.

Un Kirchner irónico
Néstor Kirchner, en su carácter de presidente del Partido Justicialista, convocó el día martes a una conferencia de prensa –algo que nunca había hecho- en un intento por descomprimir la tensión política y social vivida el día anterior.
El ex presidente, tratando de dar una imagen totalmente distendida y segura, se encargó de justificar las retenciones móviles diciendo que “tienden a la distribución del ingreso y a defender la mesa de los argentinos”.
Kirchner criticó duramente al periodismo y pidió “ecuanimidad” en las coberturas periodísticas. Arremetió además contra el grupo Clarín, el diario La Nación y hasta cayó en el sarcasmo contra un periodista de Radio Continental. Cuando éste se presentó, el ex presidente le preguntó: -¿grupo Prisa no?, en referencia al grupo español propietario de la radio, para luego agregar: “no, está bien, yo sé a qué te mandan a vos” y pidiéndole que no se pusiera nervioso, en un rasgo más del engreimiento que caracteriza al presidente del PJ.
Cabe preguntarse que si Néstor Kirchner reniega tanto del periodismo y de los medios de comunicación ¿para qué llama a una conferencia de prensa?. Es indudable que en la lógica K los periodistas y los medios que son críticos de las acciones del gobierno no son lo suficientemente “ecuánimes” como él desearía.
El flamante jefe del PJ justificó además la convocatoria al acto en la Plaza de Mayo en apoyo al gobierno de su esposa, “a ellos ( en referencia a los ruralistas y opositores) le gustará andar con cacerolas –dijo entre risas- a nosotros nos gusta ir a la Plaza de Mayo y vamos” afirmó Kirchner.
Una hora después de concluida la conferencia de prensa en el hotel Panamericano, la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner en su discurso en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno y por cadena nacional comunicaba que la resolución 125/08 sobre las retenciones móviles sería enviada al Congreso de la Nación para su rechazo o aprobación.

La jugada del gobierno
La medida tomada por el gobierno de dar participación al Parlamento nació de una carta pública del vicepresidente Julio César Cobos que pedía la intervención del Congreso de la Nación en el tema de las retenciones móviles.
El ideólogo de la carta –junto con el radical K- habría sido, ni más ni menos que el eterno Enrique “Coti” Nosiglia, el llamado “monje negro” que fue y sigue siendo el nexo entre radicales y peronistas desde hace casi un cuarto de siglo con el advenimiento de la democracia.
La carta fue consensuada con Cristina y Aníbal Fernández como una forma de buscar la punta del complejo ovillo en que se ha transformado el conflicto del gobierno con el campo. Entre los dos convencieron a Néstor Kirchner –totalmente intransigente con el campo- de que sería una forma de descomprimir la tensión social reinante.
El gobierno se juega una ficha segura ya que cuenta con la mayoría parlamentaria y, de no mediar algún imprevisto, se lograría ratificar la resolución 125/08 en el Congreso de la Nación.
El gran interrogante es qué posición adoptará el sector agropecuario si la resolución es aprobada en el Congreso. La lógica diría que se debería acatar lo que determine el Parlamento, pero... ¿sucederá eso?
El enfrentamiento del gobierno con el campo lejos de terminar pareciera que se retroalimenta conforme van sucediendo los hechos, en una puja que varios historiadores argentinos han denominado como un hito histórico que no es comparable con otros conflictos, ya que es la primera vez que un gobierno enfrenta con tanta virulencia al campo.
Cómo y cuándo terminará esta crisis cuesta imaginarlo. Lo que la gente común se pregunta es en qué condiciones políticas y económicas estará el país cuando este conflicto se solucione.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Publicado en Gualeguay al día el 22/06/08

lunes, 16 de junio de 2008

Una interminable partida de ajedrez

Bobby Fischer y Boris Spassky fueron los protagonistas de la llamada “La partida del siglo”, que llevó al norteamericano Fischer a consagrarse campeón mundial de ajedrez el 31 de agosto de 1972 tras disputar 21 partidas. Este encuentro entre los dos maestros -uno estadounidense y el otro ruso- fue tomado como un enfrentamiento de ideologías que excedía el ajedrez, en la época de la denominada “guerra fría”.
Así, como Fischer y Spassky , el gobierno nacional y el campo disputaron durante los últimos tres meses una interminable partida de ajedrez.
De un lado y del otro se realizaron movidas; algunas pensadas y evaluadas al detalle y otras, basadas más en impulsos y actos reflejos. Esto vale para los dos actores del conflicto: gobierno y campo.
El gobierno hizo su última movida el lunes pasado cuando anunció la creación del decreto 904/08 dándole nacimiento al llamado “Programa de redistribución social”. Una jugada magistral que –y esto debe reconocerse- fue sumamente creativa para dar por concluida, la que tal vez sea, la partida más importante que le toque jugar al gobierno, por lo menos, este año.
Cristina Fernández de Kirchner anunció en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno y por cadena nacional, que el dinero que recaude el Estado por el aumento de las retenciones será destinado a la construcción de hospitales, viviendas rurales y caminos.
En los considerandos del decreto figura; “Que la expectativa de la recaudación ronda los ochocientos millones de dólares para el corriente año y los mil trescientos millones de dólares para el año 2009, sumas hasta las que actuará así directamente el Programa creado, con cualidad redistributiva y función claramente social”.
Más adelante detalla “Que corresponde destinar a hospitales públicos un 60% de lo obtenido con esas medidas, a viviendas populares un 20% y el resto a construcción, mejora o mantenimiento de caminos rurales”.
Con esta jugada, el gobierno, busca dar legitimidad al incremento en las retenciones y exponer ante la opinión pública la tan mentada redistribución de la riqueza.
Hay dos cosas que se le deben reconocer al gobierno en el intento de resolver este conflicto. La primera es la respuesta creativa; nadie o casi nadie podía imaginar antes del anuncio de Cristina la creación por decreto del Programa de redistribución social. La segunda, el hermetismo total en torno al anuncio de la Presidenta. Ningún periodista o medio sabía exactamente el contenido del discurso ni de la existencia del decreto 904, no hubo ni la más mínima filtración de información al respecto. Tanto es así, que la mayoría de los invitados al Salón Blanco no sabía con certeza de qué hablaría la Presidenta.
La primera reacción de los dirigentes rurales, después del discurso de Cristina Fernández, fue de estupor. Nadie imaginaba la movida que finalmente hizo el gobierno. Uno de los primeros en reaccionar fue Alfredo De Angeli quién, sorprendido y muy molesto con la medida dijo “en seis meses va a haber más recesión y desocupación. Y si no, me voy del país”.
Por otro lado, Eduardo Buzzi se quejó “vi a muchos de los grandes empresarios aplaudiendo cómo le sacan la plata a otro”.
Uno de los cuestionamientos que quedaron dando vueltas en el aire, es por qué no se dijo el 11 de marzo que el destino de los fondos recaudados por el aumento en las retenciones iba a ser para este Programa. La respuesta es más que simple: porque el programa en cuestión se inventó hace unos días para buscar una legitimación a ese aumento, ni más ni menos.
La intención del gobierno es poner al sector agropecuario frente a la opinión pública y buscar una salida airosa de un conflicto que le ha costado más de un dolor de cabeza y un desgaste público de la imagen presidencial.


El discurso de Cristina
La Presidenta afirmó, en su discurso del lunes pasado, que “el error del Gobierno tal vez haya sido la ingenuidad política de no advertir que tocar la renta extraordinaria de una parte para redistribuir mejor el ingreso, eso que leemos en letra de molde, se había hecho carne en los dirigentes y en la sociedad”.
El gobierno ha tenido muchos errores pero si de algo no adolece es de ingenuidad política, más bien todo lo contrario, se diría que lo que le sobra a este gobierno es “picardía política”.
“Si alguien se sintió ofendido por una palabra que haya dicho, desde acá le pido perdón” afirmó Cristina.
Dicen que los grandes hombres de la política han sostenido a lo largo de la historia que la política se basa en la hipocresía y la Presidenta no es ajena a esto.
En otro tramo de su discurso Cristina Fernández sostuvo –vaya paradoja- que “tenemos que hablar, no imponer y saber que nadie puede arrogarse el derecho a restringir el derecho a transitar y trabajar”.

Preguntas sin respuestas
Las preguntas que quedaron todavía sin respuestas son varias.
¿Por qué es el campo el único sector responsable de sostener el Programa de redistribución social?
Más allá de que el decreto 904 en su artículo 3º establece que la administración del programa se encontrará en forma conjunta a cargo de la Ministra de Salud, del Ministro de Economía y del Ministro de Planificación, ¿qué organismo fiscalizará que los fondos sean empleados para los fines que fueron destinados?
¿Con qué criterio serán distribuidos estos fondos a las distintas provincias? Y la que creo, es una de las más importantes: ¿por qué solo se utiliza para el Programa de redistribución social el excedente del 35% de las retenciones y no una parte mayor o el total de los fondos provenientes de las retenciones a las exportaciones?.
El gobierno dio por concluido el conflicto, pero por lo visto, pareciera que terminó una etapa, quizás una partida, y que todavía quedan otras tantas por jugar.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 15/06/08

lunes, 9 de junio de 2008

Secretos del periodismo


En mi biblioteca hay un libro al que le tengo un cariño especial. Está ahí, “peleando” un lugar entre libros de marketing, algunos de economía, algunas novelas, ensayos y otros de cuentos, que confieso, son mis preferidos.
La semana pasada, casi por casualidad –aunque me cuesta creer a veces en las casualidades y sí en las causalidades- salió de su lugar y fue a parar a mi mesa de luz para luego deambular por distintos lugares de la casa. Hace unos días me puse a releerlo. Este libro en cuestión se llama Secretos del periodismo de Félix Laíño. Me lo regaló mi padre –periodista- hace veinte años, cuando yo estudiaba periodismo y es por eso que le guardo un cariño especial.
Félix Hipólito Laíño trabajó casi cincuenta años en el diario La Razón desde 1937 a 1984, y ejerció su dirección durante muchísimos años. Vivió, desde la redacción de ese prestigioso diario vespertino, numerosos cambios políticos, económicos y sociales en nuestro país. Laíño fue considerado un periodista audaz, innovador, que impuso una dinámica diferente en el tratamiento de las noticias; en cierta manera, un revolucionario en su época. Le dio relevancia a secciones que eran bastardeadas en otros diarios. Así tuvieron importancia las crónicas policiales y las notas deportivas, entre otras. Fue maestro de muchísimos periodistas que ingresaron a La Razón siendo muy jóvenes y que a través de los años se ganaron un lugar entre los nombres prestigiosos del periodismo argentino.
Laíño no era un hombre al que le gustara la exposición pública sino todo lo contrario; ejerció su profesión casi desde el anonimato. Su nombre y su prestigio solo circulaba en el ámbito de la actividad por la que él confesaba como su vocación: el periodismo.
Escribió varios libros, entre ellos: De Yrigoyen a Alfonsín, La historia de los partidos políticos en la Argentina, La estatura moral o el mundo de los enanos y Secretos del periodismo.
Recibió durante su vida varias distinciones, la más importante fue el Konex de Brillante y ejerció durante varios años la presidencia de la Academia Nacional de Periodismo.
Félix Laíño murió -a los 89 años- el 7 de enero de 1999, pero dejó su marca en la historia del periodismo argentino.

Palabras de un maestro
En su libro Secretos del periodismo, existen varias anécdotas sobre los más de cincuenta años que ejerció el periodismo. Pero además, casi didácticamente, vierte su opinión sobre como debe ejercerse el periodismo, las responsabilidades que esto implica y las condiciones que debe cumplir un periodista.
“El joven que desea iniciarse en el periodismo – sostiene Laíño- debe atender en primer término a una verdadera vocación, por sobre toda clase de especulaciones. Su meta no puede identificarse con el falso orgullo de acceder a una profesión que le proporcione prestigio social, ni deslumbrarse con el brillo de la notoriedad que puede lograr con la facilidad que le brinda su actividad.”
“La vocación –enfatiza más adelante- se mide a través de otros valores y comienza a manifestarse con una incontenible necesidad de escribir sin otra recompensa que la de sentir el alivio del alumbramiento, luego del embarazo de ideas y sentimientos que suelen atormentar el espíritu si no hallan cauce de expresión”.
Félix Laíño afirma que “otra medida de la vocación la da el gusto de aprender para enseñar. No se trata del deber de estudiar para rendir un examen, ni del gusto de hacerlo para enriquecer el espíritu; se trata de aprender para enseñar, es decir, desarrollar una afición didáctica”. Sostiene además que “la capacidad de asombro es otro ingrediente fundamental. Un espíritu abierto con capacidad para percibir los secretos latidos de todo cuanto ocurre a su alrededor, descubrirá lo que otros no han visto”.
Finalmente, Laíño nombra “la honestidad intelectual como requisito indispensable, porque será la única condición que le asegure la necesaria objetividad para juzgar”.
En otra parte del libro, este maestro del periodismo, afirma muy acertadamente: “meditemos sobre la responsabilidad de los diarios (yo agregaría de los medios en general) en la hora que vive la Argentina y asociemos al lector a la apasionante aventura cotidiana de luchar por una prensa mejor para un país mejor”.
En un capítulo dedicado al estilo periodístico, Laíño habla sobre las reglas teóricas, y sorprende cuando dice que “todas las reglas teóricas son innecesarias para quien luzca naturalmente el arte de escribir que, por lo general, se hereda. He podido comprobar que los buenos periodistas lucen antecedente familiares propicios; por tal motivo, cuando algún aspirante me consulta sobre sus posibilidades procuro rastrear los signos alentadores que pueda traer en la sangre”.

Orgullo de padre
Mi hijo –Ignacio- tiene doce años y cursa el primer año de la escuela secundaria básica. Hace unos días el colegio organizó, para conmemorar la Revolución de Mayo, un concurso literario entre los alumnos de primero y segundo año. Los chicos debían escribir un cuento que tuviera relación con este hecho de nuestra historia. Dos alumnos de segundo año lograron el primer y segundo premio; Ignacio obtuvo el tercero. Cuando me contó de su tercer premio, medio en broma me dijo: “voy a ser escritor”; o periodista pensé yo, con orgullo de padre.
Quizás tenía razón el maestro Félix Laíño cuando sostenía que el arte de escribir, por lo general, se hereda.


Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com


Publicado en Gualeguay al día el 8/06/08

lunes, 2 de junio de 2008

La pelea por la opinión pública


La pelea entre el gobierno y el campo ha sido, sin lugar a dudas, el tema excluyente de la semana. Después del acto de Rosario, donde las entidades ruralistas trataron de demostrarle al gobierno que todo el interior del país está unido y apoya al campo, el conflicto lejos de solucionarse se agravó. Cuando todos pensábamos que los presidentes de las organizaciones rurales se reunirían esta semana con Alberto y Carlos Fernández -los funcionarios encargados de llevar adelante las negociaciones-, todo volvió a foja cero.
El gobierno se ofendió por el tono de los discursos en Rosario y encontró en las palabras dichas por los dirigentes del campo, una excusa -más que ridícula- para no sentarse en la mesa de negociación a discutir y tratar de solucionar un problema que lleva casi tres meses y que, por lo menos hoy, no tiene visos de solución.
Es claro que el gobierno no quiere negociar absolutamente nada. No le interesa negociar el esquema de retenciones y apuesta a dilatar el conflicto en el tiempo, buscando desgastar la protesta y poner a la opinión pública de su lado.
En un intento por mejorar su imagen, el gobierno, por intermedio del jefe de gabinete Alberto Fernández, anunció el jueves una baja en la escala de retenciones. Por su lado, las organizaciones rurales tratarán mañana lunes de buscar un apoyo masivo en todo el interior del país, demostrando de esta forma que la protesta excede –hoy por hoy- al sector agropecuario.

La opinión de la gente común
La lucha es por la opinión pública. El tema pasa por ver para qué lado se inclina ésta. Pero ¿qué es la opinión pública?. No existe una definición taxativa del tema, pero una de las definiciones que quizás se adecue al caso es la que da el catedrático español Víctor Sampedro de la Universidad de Salamanca, cuando dice que la opinión pública es “ la opinión de la gente común que confiere poder”. Según explica Sampedro; “las urnas, los medios de comunicación, los sondeos, son de una importancia vital en las democracias porque recogen la opinión de la gente común y son tenidas en cuenta por los que ejercen el poder”.
La opinión pública es como la fiebre, es un síntoma y se la mide con un instrumento, un termómetro: las encuestas. Y si hay algo que al gobierno le interesa, son las encuestas, o los sondeos de opinión. Muchos analistas políticos sostienen que una característica del gobierno del ex presidente Néstor Kirchner fue tener muy en cuenta las encuestas. Pero las encuestas – esto vale aclararlo- no son o no tienen la verdad absoluta.
Esta semana el diario Clarín en su sitio web: Clarín.com, realizó una encuesta sobre 8.993 votantes. La pregunta era: ¿Está de acuerdo con la decisión del campo de volver al paro?. El 68.1% respondió que sí.
Por otro lado el diario La Nación a través de LaNación.com, hizo lo propio con la pregunta: ¿Cree que el nuevo paro convocado por el campo es el método más eficaz para obtener respuestas al reclamo?. Sobre 12.120 votos, el 80.8% respondió que sí.
Estos dos resultados hay que tomarlos con algunas salvedades pero quizás, es válido para medir la temperatura de la opinión pública.
Lo que cabe preguntarse es si la opinión pública -tal como la define Sampedro- está a favor del gobierno o a favor del campo. Creo que las aguas están divididas. Y esto lo saben los protagonistas de este conflicto y por eso la lucha es por tener a la opinión pública a favor.
El acto del 25 de Mayo en Rosario dejó en claro que mucha gente apoya el reclamo ruralista, gente que está ligada al campo y no tanto. Vale en este punto una reflexión: la gente común que apoya al campo ¿entiende perfectamente el esquema de retenciones móviles, que es el objeto de las protestas ruralistas?. Creo que no. La protesta de la gente común va mucho más allá de las retenciones. El apoyo al campo está basado en el descontento generalizado con la forma de gobernar del matrimonio Kirchner, y más precisamente de la presidenta Cristina Fernández.

La preocupación de la gente común
Si el conflicto con el campo se extiende mucho más en el tiempo y no se encuentran soluciones rápidamente, ¿qué pasará con la economía?. Esa, es la gran preocupación de la gente común, en definitiva de la opinión pública.
La inflación ha causado estragos en los salarios. La mayoría de los gremios están negociando aumentos porque los que fueron otorgados a principios de este año la inflación se encargó de devorarlos.
Esta semana, la llegada del frío vino de la mano de los graves problemas energéticos que tiene nuestro país; el gas se restringió para la industria, tratando de garantizar el suministro a los hogares. A esto se suma la escasez de nafta y gasoil y los consabidos aumentos en los precios de los combustibles.
El desabastecimiento es el otro fantasma que acecha. Aunque se anuncie que está garantizado el abastecimiento de los productos, la realidad es que se nota en las góndolas la escasez de algunos productos comestibles.
Rescato una charla que tuve esta semana con un amigo comerciante que vive en Gualeguaychú. Cuando le pregunté sobre como estaba la situación del mercado en esa ciudad me respondió: “helada, no se vende nada”, a lo que agregó: “el argentino es depresivo por reflejo y ante la menor inestabilidad, en una semana se para toda la economía”. Pero en algo era optimista este amigo mío: “lo bueno es que, cuando los problemas más o menos se solucionan, nos olvidamos de las cosas también en una semana”.
Yo me quedé pensando, ¿será bueno que los argentinos nos olvidemos rápido de las cosas?

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com
Publicado en Gualeguay al día el 1/06/08