jueves, 29 de octubre de 2009

Alfonsina Storni, gran poetisa de América

La tarde de primavera cae mansa sobre el patio de la casa colonial. Los visitantes juegan, como adolescentes, para amenizar la reunión. Han elegido jugar a las prendas. Le ha tocado a Horacio tomar un reloj de cadena que pende de su mano en alto. El y Alfonsina deben besar al mismo tiempo las caras del reloj; en eso consiste la prenda. En el momento en que ella acerca los labios, Horacio –rápido de reflejos- quita el reloj y sus labios se encuentran en un beso. Los otros invitados, espectadores de turno, sonríen y festejan la ocurrencia del escritor identificado con la selva misionera. Todos conocen los gustos de Horacio Quiroga -que está cercano a cumplir 44 años- por las mujeres más jóvenes. Todos saben de la atracción que siente Quiroga por su amiga Alfonsina Storni que tiene 30 años en esa primavera.

Quiroga ya es un escritor conocido; ha publicado Los arrecifes de coral, El crimen del otro, El almohadón de plumas, Historia de un amor turbio, Cuentos de amor de locura y de muerte, Cuentos de la Selva y Anaconda. Ya ha vivido en la selva misionera y ha regresado a Buenos Aires. Alfonsina Storni ha publicado La quietud del rosal, El dulce daño, Irremediablemente y Languidez. Comparten con su amigo Quiroga el amor por la literatura, una vida difícil y la lucha por profesionalizar la tarea de los escritores.

Un tiempo después, cuando Quiroga decide volver a vivir a la selva misionera, le pide a Alfonsina que lo acompañe. Esta consulta a su amigo, el artista plástico Benito Quinquela Martín, a quien Quiroga no le caía en gracia. Su respuesta es elocuente:
-¿Con ese loco? ¡No!.

Alfonsina es una mujer admirada y respetada, con una personalidad tan fuerte como para enfrentar sola el nacimiento de su único hijo, Alejandro, en 1912 y criarlo; en una sociedad -a principios del siglo pasado- donde esto era un hecho escandaloso.
En su poema La loba, escribió:
Yo tengo un hijo fruto del amor, del amor sin ley, / que no pude ser como las otras, casta de buey / con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza! / Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Alejandro Storni cuenta en una entrevista realizada por Cecilia Santero en 2003; “Con mi padre yo me llevaba muy bien. Mi padre era un hombre muy bueno y mi madre nunca habló mal de él”. Su identidad se mantuvo siempre en reserva porque era un hombre mayor que Alfonsina, casado y con un alto cargo político. Pero Alejandro lo frecuentó hasta la muerte, ocurrida ocho años antes que la de Alfonsina.

Su vida

Alfonsina Storni nació en Sala Capriasca, Suiza, el 29 de mayo de 1892, llevó el nombre de su padre Alfonso Storni. “Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo”, y cumplió durante su vida con ese legado.

Su familia se radicó en San Juan, durante un tiempo, aunque después viajan a Rosario, donde su madre –Paulina- abre una pequeña escuela domiciliaria. Paulina pasa a ser el sostén de una familia pobre cuando el padre de Alfonsina muere.

En 1907 llega a Rosario la compañía de teatro de Manuel Cordero -director de teatro- que recorría las provincias y Alfonsina, que tiene 15 años por entonces, reemplaza a una actriz que se enferma, y le pide a su madre que la deje viajar con la compañía por el país. Cuando vuelve a Rosario se encuentra que su madre se ha casado y vive en Bustinza, un pequeño pueblo a 70 kilómetros de Rosario.
Alfonsina decide entonces estudiar de maestra rural en Coronda y recibe allí su título profesional. Trabaja como maestra y comienza a publicar sus primeros poemas en dos revistas literarias de la época Mundo Rosarino y Monos y Monadas.

Sobre el final del año 1911 decide viajar a Buenos Aires, tiene 19 años y está embarazada; al año siguiente nace su hijo Alejandro. Trabaja como cajera en la tienda “A la ciudad de México”, en Florida y Sarmiento y comienza a publicar en la revista Caras y Caretas. De a poco va relacionándose con los escritores y periodistas de la época.

En 1916 logra publicar su primer libro; La inquietud del rosal. Por esos años conoce en Montevideo a Juana de Ibarbourou, José Enrique Rodó y Horacio Quiroga.
Ibarbourou cuenta años después de la muerte de la poetisa argentina: “Era joven y parecía alegre; por lo menos su conversación era chispeante, a veces muy aguda, a veces también sarcástica. Levantó una ola de admiración y simpatía. Un núcleo de lo más granado de la sociedad y de la gente intelectual la rodeó siguiéndola por todos lados. Alfonsina, en ese momento, pudo sentirse un poco reina”.

Reconocida en los ambientes literarios y con cuatro libros publicados, Alfonsina interviene en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores y participa intensamente en el gremialismo literario. Colabora en el diario Crítica y en La Nación; da clases de teatro y su producción literaria está sujeta a la inspiración, no es una escritora sistemática, pasa mucho tiempo sin escribir y cuando surge la inspiración escribe un libro completo de poemas en pocos días.

El 19 de febrero de 1937 su amigo, Horacio Quiroga, se suicida tomando un vaso con cianuro y muere en la pobreza y en la más absoluta soledad.
Alfonsina conmocionada por este hecho, y tal vez presagiando el final que le espera a ella misma, le dedica unos versos:
Morir como tú, Horacio, en tus cabales, / y así como en tus cuentos, no está mal; / Un rayo a tiempo y se acabó la feria…/ Allá dirán. / Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte / que a las espaldas va. / Bebiste bien, que luego sonreías… / Allá dirán.
Su muerte
Alfonsina había sido operada de un cáncer de mama el 20 de mayo de 1935. La mastectomía le dejó grandes cicatrices y secuelas emocionales. Convive con la enfermedad los años que siguieron. En enero de 1938 el Ministerio de Instrucción Pública del Uruguay organiza un acto que reunió a las tres grandes poetisas americanas de esos años. Alfonsina Storni (argentina) es invitada junto a Juana de Ibarbourou (uruguaya) y Gabriela Mistral (chilena).

A mediados de ese año aparecen Mascarilla y trébol y una antología de sus poemas preferidos.

Su enfermedad avanza, ya ni siquiera puede escribir. El 23 de octubre de 1938 viaja a Mar del Plata. En su cabeza ronda la idea de la muerte y del mar; ese mar que ha evocado en muchos poemas y que siempre le ha dado curiosidad.
Quisiera esta tarde divina de octubre / pasear por la orilla lejana del mar; / que la arena de oro, y las aguas verdes, /y los cielos puros me vieran pasar / (…)
Con el paso lento, y los ojos fríos / y la boca muda, dejarme llevar; / ver cómo se rompen las olas azules / contra los granitos y no parpadear; /ver cómo las aves rapaces se comen / los peces pequeños y no despertar / (…)


Alfonsina decide no esperar la muerte sino salir en busca de ella. Así como siempre ha tomado decisiones en su vida, también quiere decidir su muerte; el día y la forma. Escribe el poema Voy a dormir que envía al diario La Nación y una carta para su hijo. El 25 de octubre, alrededor de la una de la madrugada, deja una nota en la habitación del hotel que anuncia su decisión y se tira al mar desde una escollera donde hoy se yergue un monumento a su memoria.
La mañana en que sale publicado su último poema, unos pescadores encuentran su cuerpo en la playa. Esa tarde, los diarios titulan “Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poetisa de América”.

Claudio Carraud
ccarraud@hotmail.com

Diálogos con Carlos Mastronardi, el último libro de Elsa Serur

El nocturnal ambiente favorece el diálogo con la sombra de Mastronardi, diálogo que Elsa recoge en la habitual destreza de su escritura, llevándonos a conocer la intimidad del poeta con palabras precisas y elocuentes.
(Emma Barrandeguy, abril de 2005)

Elsa Serur presentará el próximo viernes 23 de octubre a las 20.30 en el Club Social de Gualeguay su libro Diálogos con Carlos Mastronardi, editado por la Universidad Nacional del Litoral. El acto contará con la presencia, además de la autora, de Laura Erpen, Luis Alberto Salvarezza y Eise Osman.

“El libro habla sobre los amores de Mastronardi a partir de las cartas escritas por las mujeres que lo amaron y que él me entregó pocos días antes de morir. Y algunos diálogos que rescatan su posición frente a la vida y el arte”, afirma la autora de este libro que promete hacernos conocer al gran poeta gualeyo en una faceta más íntima.
Sobre las expectativas que tiene con este libro, Elsa sostiene “de que se conozca mejor a nuestro gran poeta, porque a través de este libro se conoce el contexto donde se desarrolló su vida y la influencia de la misma en su obra”.


- ¿Cómo nace la idea del libro?
- La idea del libro nace porque si él nos confió sus cartas era para publicarlas y que no se perdieran sus recuerdos. Además, su única familia que era su sobrino Jorge Lecuna, me pidió que las publicara.


Elsa Serur y su esposo Eise Osman conocieron íntimamente a Carlos Mastronardi. “Lo conocimos en el café Tortoni, en Buenos Aires, por intermedio de un amigo. Desde mi época de estudiante admiraba a Mastronardi y Borges; y cuando tuve la suerte de conocerlo, de ser invitados por él para compartir un café en el Tortoni para mí fue muy gratificante, cuenta Elsa. Además, gracias a él conocimos a Borges. Ya no recuerdo la fecha pero nosotros éramos muy jóvenes y él ya era una persona mayor. A pesar de la diferencia de edad, nos hicimos muy amigos y nuestra amistad se fue profundizando cuando vivíamos en Holt y recibimos una extensa carta donde elogiaba los poemas de Eise, que luego prologó. Y vino a nuestra casa para leer la última prueba de galera; el libro se llama Poemas”.


-¿Cómo era la personalidad de Mastronardi?
- Era una persona muy sensible y con agudo sentido del humor, con una fina ironía. Su trato era selectivo, según la calidad intelectual de las personas que compartían sus códigos. Con el resto de las personas era amable pero poco dado a las confidencias.

“Mastronardi era un gran poeta, reconocido a nivel mundial, afirma Serur. Esto lo atestigua Eugene Montale, Premio Nobel de Literatura, que llevó a analizar, a una tertulia literaria en Florencia, la poética de Carlos Mastronardi; según cuenta César Tiempo. Después de esto podemos deducir cual es la importancia de Mastronardi en la literatura no solamente entrerriana sino mundial. Borges reconocía en Mastronardi un poeta que podía tomarse algunas licencias literarias, comparándolo con poetas de renombre mundial.”

- ¿Cómo lo recuerda?
- Lo recuerdo como un gran amigo. Intelectualmente –junto a Eise- compartimos muchos momentos de interés mutuo, en largas charlas donde intercambiábamos ideas sobre literatura y filosofía. Su comprensión del arte era apolínea; es decir equilibrado, coherente, dejando traslucir una ultraconciencia –en el caso de Valery y Mastronardi que no creían en el vitalismo, como creía Bernard Shaw- que denota de alguna manera un cierto equilibrio de la forma. Y la nuestra era dionisíaca; lo dionisiaco es la desmesura que se apoya en lo vital y tiene como fondo la tragedia según Nietzsche. Pero, de todas maneras, logramos conciliar en una síntesis ambas posiciones.

- Leí que Mastronardi tenía fobia a la luz, que era un personaje nocturno, ¿es cierto esto? ¿No se contrapone en algunos aspectos con su obra poética?
- Creo que de ninguna manera se contrapone la noche con el poeta, y Mastronardi, como el gran poeta Novalis, disfrutaba “la noche mística”. Recuerdo que en una ocasión nos visitó y fue invitado a compartir un asado en el balneario, y nos confesó su miedo al sol. Por supuesto que no fuimos y nos quedamos en casa, compartiendo una tallarinada.

Mastronardi vivió un tiempo en la casa de Elsa Serur y Eise Osman, antes de morir el gran poeta – tal vez por agradecimiento o en nombre de esa gran amistad- les legó su obra. “El quedó muy solo cuando murió su compañera Eduardita; esto se aclara leyendo las cartas del libro. Compartió una gran amistad con nosotros dos y confiaba en nosotros.”

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com









Fernando Sturzenegger, “la fotografía es parte de mi mundo”

“La fotografía es, en un mismo instante, el reconocimiento simultáneo de la significación de un hecho y de la organización rigurosa de las formas, percibidas visualmente, que expresan y significan ese hecho”.
Henri Cartier-Bresson, (1908-2004)

Henri Cartier-Bresson, fotógrafo francés, sostenía que el instante de fotografiar -ese momento único- se trataba de poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento en el que se desarrolla el clímax de una acción.

Para Fernando Sturzenegger la fotografía es una forma de vida y no caben dudas de que pone la cabeza, el ojo y el corazón en cada una de ellas. “Es parte de mi mundo, hoy no podría estar sin hacer fotos periódicamente. Es lo que soy: fotógrafo…”





Sturzenegger ha ganado varios premios y menciones en un corto lapso de tiempo dedicado a la fotografía, lo cual habla de un futuro promisorio.
“Siempre he pensado que los premios no nos hacen mejores ni peores en lo que hacemos. Pero el hecho de participar en concursos es una buena unidad de medida para valorar mejor nuestros trabajos y más aún si los jurados son gente reconocida. Fui finalista entre los 10 mejores de mi categoría y entre unas 3500 fotos en el Sony World Photography Awards 2009 en Cannes, y uno de los dos argentinos que obtuvieron mención en las 8 categorías que involucraron a 200 países del mundo. Además fui foto del año 2008 en una de las webs más importantes de fotografía en España que es Dzoom. También fui cuarto en foto del año 2008 en Fotorevista Argentina y fui finalista en el 2007 y segundo en el 2009 en el concurso “El fotón” de España. Fui finalista en el concurso “Ecoloquia” en el 2008 de Argentina y gané una convocatoria de Fotorevista con la temática “escaleras” con una foto de nuestra conocida torre del barrio Molino.”

- ¿Cuánto tiempo hace que comenzaste con la fotografía y por qué?
- Siempre admiré fotografías de autor sin entender bien qué las hacía distintas. En el 2006 empecé a leer un poco del tema y en el 2007 compré mi primera cámara compacta y empecé a participar de foros y probar técnicas. Lo hago porque he descubierto una forma de escapar, sentirme mejor y expresar en una imagen lo que soy y siento. Y es algo que vivo con mucha pasión junto a mi mujer Patricia, ella también es fotógrafa.

- ¿Qué tratás de mostrar a través de tus fotos?
- Eso se condice con diferentes estados de ánimo. Generalmente salgo con la cámara en búsqueda de cualquier lugar o escenas que me llamen la atención; mucho tiene que ver la hora, la luz, la época del año. Tomar una fotografía es un momento de vaciamiento de la mente y vuelo de la imaginación. Mayormente intento magnificar con un encuadre o ajuste determinado la impresión que ese lugar o momento me causó. Es así como nace una foto de Puerto Ruiz con aspecto casi sórdido, pero con vestigios de luz aquí y allá, los mismos vestigios de luz que brillan con la esperanza de que el viejo puerto vuelva a renacer algún día.




A Fernando le gusta mucho más hablar de sus obras que de él mismo; considera que la obra es lo más importante, no su autor. “Soy de Gualeguay y también vivo y trabajo aquí como trabajador de oficio, soy hijo de colonos que labraban tierras de sol a sol en precarias condiciones. Nací en el mes de octubre de 1966, hice la primaria en la escuela Juan José Castelli y la secundaria en la escuela Normal, y algún intento de nivel terciario”.

- ¿Sos autodidacta en la fotografía?
- Soy totalmente autodidacta, aprendí fotografía primero observando todas las fotos que podía y luego leyendo sobre técnicas, estilos, ajustes determinados o adecuados para tal o cual toma y nunca me he sentido limitado para lograr un objetivo.

Sobre sus referentes o los fotógrafos a quienes admira, Sturzenegger afirma que “los gustos van y vienen, los fotógrafos clásicos son de admirar, como Cartier-Bresson y Ansel Adams; aunque hoy día hay muchos fotógrafos destacados por sus trabajos como Michael Keena y su fotografía minimalista, y algunos retratos del joven Joel Lawrence; también admiro la fotografía intervenida del argentino Mariano Villalba”.


- ¿Qué diferencias existen entre la fotografía tradicional y la digital?, sobre todo con el tema de los retoques…
- No existen mayores diferencias, todos los que se animaron retocaron sus fotos como los autores que nombré. Ya en el año 1948 el fotógrafo Phillippe Halsman creó la obra “Dalí Atomicus” en la que se ve a Salvador Dalí flotando con tres gatos y un chorro de agua –producto del cuarto oscuro-. Creo que las discusiones con respecto al retocado o no, pasan principalmente por los límites de cada uno y la aceptación o no; es lógico por el período de transición entre lo analógico y lo digital. Nada de eso tiene que ver con una verdadera obra de arte. Yo proceso todas mis fotos algunas para simplemente ajustar sus niveles y otras con mucho más que eso, dándole una luz aquí o allá o quitándola, según mi visión del trabajo. Desde ya, una foto digital en blanco y negro es una foto procesada.


- ¿Cómo se da –en tu caso- el proceso creativo? ¿Qué te mueve a sacar una foto o a conseguir una imagen única?
- Se trata de salir con la cámara a divertirme. Trato, con la fotografía, de justificar mi vida después de las obligaciones y el trabajo. Ver a través de una cámara es increíble; uno congela para siempre momentos que pasan desapercibidos para la mayoría. Depende el valor que uno le de a los momentos y lugares, hacen una imagen única. Se trata de levantar la vista, ver más allá de nosotros y nuestras preocupaciones.

Fernando Sturzenegger no ha exhibido sus fotos en público salvo en foros; webs especializadas o en su blog (http://www.plan55gualeguay.blogspot.com/) llamado “Fotos de Gualeguay. “Tengo invitación de gente de otras ciudades pero recién estoy armando mis primeros enmarcados y claro que me gustaría mostrar mis fotos aquí. Pero Gualeguay mayormente promociona a quien puede costearse su arte, algunas veces sin tener presente el nivel de lo mostrado. Pero reconozcamos que para que algo trascienda o guste, primero hay que mostrarlo y hoy día Gualeguay es una de las pocas ciudades que todavía no ha tenido su concurso de fotografía, siendo que en muchos hogares existe una cámara. Y si querés que alguien ame algún tipo de arte, primero tenés que enseñarles de qué se trata”.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com

viernes, 9 de octubre de 2009

Nacho Calandria presenta su primer álbum solista "Aquellos días"

El viernes 9 de octubre a las 21,30 en el Club Barrio Norte


Nacho Calandria presenta su primer disco solista. Nacho no es otro que Ignacio González, del dúo Calandria. “Soy Ramón Ignacio González, pero tantos años de Calandria me han rebautizado para todos; por eso elegí ese nombre artístico ¡si así podemos decirle!”, afirma el cantor haciendo su propia presentación que casi ni hace falta porque es un hombre que se ha ganado un lugar en la música entrerriana después de tantos años de subir a los diferentes escenarios de la provincia.

“Canto hace más de treinta años, desde la escuela primaria y he recorrido un largo camino integrando coros, octetos, dúo…”

- Notás una maduración como artista…
- La maduración me la ha dado la experiencia, siempre falta algo… o algo más, pero soy un cantor de oficio y me gusta llegar al corazón de la gente más que al oído.

- ¿Cómo surge la idea del disco solista?
- Hace más de veinte años que vengo escribiendo canciones, algunas de las cuales interpretamos con mi hermano y teniendo una cantidad suficiente como para hacer dos discos empecé -en un principio- con este trabajo, recopilando las cosas más sentidas. El disco solista era un sueño y lo estoy realizando.

El álbum se llama “Aquellos días”, y fue grabado en el mes de agosto en el Estudio Río de la ciudad de Diamante para el sello discográfico Graff Producciones, dos marcas muy reconocidas en Entre Ríos. “Lo grabé en el mes de agosto, en la misma semana que Antonio Tarragó Ros estaba poniendo la voz a su propio trabajo en ese estudio”.

- ¿Qué expectativas tenés con este disco?
- Cada vez que uno graba un disco se generan un montón de expectativas, muchas de ellas se van concretando y otras apagando. Espero que sean más las encendidas que las otras…

El álbum Aquellos días tiene doce canciones; Del otro lado de la orilla, sobre el conflicto de las pasteras en Fray Bentos; Por mi fe, dedicada al gauchito Gil; La máquina negra, sobre los trenes que ya no funcionan; Ramona Sola; Homenaje a los gringos; Aquellos días, “que da nombre al CD y es una remembranza de mi niñez”; Palos en la rueda; Que te pasa río; La cuarenta treinta y cinco, “en homenaje a mi abuela”; El bochazo mal pegau; Luna de enero; y Desempérrese, “dedicada a un amigo que es séptimo hijo varón”.
“La letra como la música de los temas del CD me pertenecen y pretendo que a partir de la presentación le pertenezcan a todos quienes gusten de escucharme”, afirma Nacho con las expectativas puestas en el próximo jueves 9 de octubre, cuando a las 21.30 en el Club Barrio Norte suba al escenario para poner a consideración del público Aquellos días.

En un principio, se supo que la presentación iba a ser en el Teatro Italia, pero en la semana hubo un cambio en cuanto al lugar elegido. “La presentación se hace en el Club Atlético Barrio Norte, no se concretó lo del Teatro Italia debido a ciertas diferencias que tuvimos con la comisión a la hora de ajustar detalles del espectáculo”, cuenta el cantor. “Pretendía ofrecer un vino de honor a quienes iban a la presentación, muchos de ellos amigos y parientes que vienen desde otras ciudades, pero la Sociedad Italia no aceptó esto. Bueno…Barrio Norte me ha ofrecido todas las condiciones necesarias para un acto cultural de índole popular, bien nuestro, y estoy muy contento. Mi público, además, no llega a tener zapatos bien lustrados para acceder al teatro. No hay mal que por bien no venga, son lindas las alpargatas para poner los pies sobre la tierra”.

- ¿Quiénes colaboraron en disco?
- En acordeón y teclado Jaime Cardozo, en bajo Diego Morgan, músico invitado en percusión Claudio Kadur de Diamante y Ricardo González en guitarra base; eso respecto a la parte musical. El diseño gráfico del disco lo hizo Mariano Dunat, los ajustes gramaticales de las letras la profesora Laura Erbes; las fotos son de Julio Montana y el esfuerzo familiar –ellos- que siempre están, incondicionalmente.

Claudio Carraud

ccarraud@hotmail.com


Marcos Sastre, una vida dedicada a la cultura y la educación

Marcos Sastre es, tal vez, uno de esos personajes de la historia relegados, olvidados, o por lo menos no tan reconocidos como debería. Fue el mayor propulsor de la educación pública, antes que Domingo Faustino Sarmiento.

Sastre -educador, periodista, escritor, librero y pintor- fue un hombre indiscutiblemente ligado a la cultura argentina aunque sin ser argentino de nacimiento.

Marcos Sastre nació en Montevideo el 2 de octubre de 1808 (algunos autores lo dan nacido en 1809, es decir que el viernes próximo se cumplirían 200 años) y en la capital uruguaya pasó sus primeros años de vida. Cuando tenía 8 años, su familia se trasladó por un corto tiempo a Concepción del Uruguay y luego a Santa Fe. Estudió en el colegio Montserrat de Córdoba y en 1827 obtiene una beca para estudiar dibujo y pintura en Buenos Aires. Cuando vuelve a Córdoba se doctora en Filosofía.

En 1831 se casó con Jenara de Aramburu, con quien tuvo 12 hijos. Por estos años Sastre se dedica a la atención de su familia aunque se empieza a vislumbrar al Sastre educador de los años venideros.

Con un profundo apego a los libros abre, hacia 1833, la “Librería Argentina” en Buenos Aires que con el tiempo dio sus frutos. Sastre logra ampliar el local y en 1937 funda el “Salón Literario” donde había una importante biblioteca que se podía consultar; allí se reunían periódicamente los miembros de la sociedad culta de Buenos Aires. En este lugar se concurrían escritores e intelectuales de la época que brindaban conferencias y charlas. Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez, José Mármol, Esteban Echeverría fueron algunos de los que pronunciaron un discurso el día de la inauguración del “Salón Literario”. Ese día, Marcos Sastre realizó una alocución que tituló “Ojeada filosófica sobre el estado presente y la suerte futura de la Nación Argentina”.

El “Salón Literario” tuvo una vida efímera, ya que al año siguiente, por cuestiones políticas –en pleno régimen rosista- se anunció el cierre de la librería y del salón. Sus integrantes se reagruparon en una sociedad secreta llamada la “Asociación de Mayo” que logra influenciar el desarrollo político y cultural de esos años.

Luego del cierre de la librería, Sastre se retira a vivir a una quinta de su propiedad en la localidad de San Fernando, cerca de Tigre, en la provincia de Buenos Aires, donde se dedica a su familia y a la pintura. Para poder vivir, se dedica a cuidar su huerta y a la crianza de ovinos. De ahí proviene su libro “De la cría de las ovejas y refinamiento de las lanas” (este libro fue traducido al alemán en el año 1837), y funda una de las primeras escuelas de la zona de San Fernando dedicada a promover la lectura entre los más jóvenes

Por esos años, viviendo cerca del delta, con la impronta cotidiana de la naturaleza, concibe la idea de escribir su obra máxima llamada “El Tempe Argentino”, que vería la luz muchos años después, en 1858, aunque Sastre ya había dado a conocer algún escrito sobre el delta argentino.

Sus libros
“El Tempe Argentino” es una obra científica sobre el delta y tuvo en su época más ediciones que el “Facundo” de Sarmiento. El libro, de una enorme repercusión entre los hombres de letras del momento, fue ilustrado por el mismo Sastre con bellos grabados e incluyó poesías, como la escrita por Bartolomé Mitre, dedicada al ombú.

“El Tempe Argentino” escrito con una prosa cuidada, es una obra destacada por sus contenidos. Algunos estudiosos han puesto a Marcos Sastre a la altura de otros grandes naturalistas como Francisco Javier Muñiz y Guillermo Enrique Hudson.

Tempe es un valle de Grecia, en la región de Tesalia, situado entre los montes Olimpo. Tradicionalmente se le llama Tempe a la sección inferior donde el río Peneo formaba una laguna y en la actualidad forma un pequeño delta antes de desembocar en el mar Egeo. Este lugar es de una notable belleza paisajística; Marcos Sastre hizo un paralelismo entre ese delta y el delta argentino y de ahí el nombre de El Tempe Argentino para denominar al delta del Paraná.

Nueve años antes de escribir “El Tempe Argentino”, Marcos Sastre publicó, en 1849 cuando vivía en Santa Fe, la primera edición de la “Anagnosia”. La Anagnosia es un método para aprender a leer rápidamente, cosa que Sastre consideraba muy importante ante el analfabetismo existente en el país. Fue libro de texto en las escuelas de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. Sus ediciones se sucedieron rápidamente hasta llegar a imprimir varios centenares de miles. Hasta comienzos del siglo pasado, la Anagnosia se empleaba en las escuelas para aprender a leer.

Marcos Sastre en Entre Ríos
Hacia 1849, Marcos Sastre emigra hacia Santa Fe donde el gobernador Pascual Echagüe lo recibe. Allí redacta el prospecto del Colegio San Jerónimo y se dedica al periodismo. Un año más tarde es nombrado Inspector General de Escuelas de la Provincia de Entre Ríos, por el general Justo José de Urquiza. Bajo este cargo organiza colegios de varones y mujeres y escribe el Reglamento General para las escuelas de educación en Estados de Entre Ríos (Concepción del Uruguay, Imprenta del Colegio, 1852). En este documento se expone por primera vez en el país, en forma orgánica, un concepto de educación y de la función de la escuela.

Continúa por esos años con su labor periodística, pues se le encarga la responsabilidad de la redacción de “El Federal Entrerriano”.

Luego de la batalla de Caseros, cuando Urquiza entra en Buenos Aires, Sastre es designado director de la Biblioteca y Regente de la Escuela Normal, pero un tiempo después es encarcelado -por un breve tiempo- debido a una acusación política y debe dedicarse a dar lecciones privadas para poder subsistir.

De vuelta en Buenos Aires
Hacia 1856 cuando Sarmiento es designado Jefe del Departamento de Escuelas, el Gobernador Valentín Alsina nombra a Marcos Sastre Inspector General de Escuelas. Es ahí cuando, desde su cargo, se vincula y colabora con el autor de “Facundo”.

Sastre fue miembro de la Sociedad Amigos de la Historia Natural, del Instituto Histórico Geográfico, del Consejo de Instrucción Pública, Director de Escuelas de la Municipalidad de Buenos Aires y Decano de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas, cargo que deja en 1877.

Años más tarde, vuelve a abrir una librería en Buenos Aires, hacia 1891, y al año siguiente es designado, por el Presidente Julio Argentino Roca, Miembro del Consejo Nacional de Educación.

El 15 de febrero de 1897 Sastre fallece en una quinta del barrio de Belgrano en Buenos Aires. Sus restos fueron depositados en el segundo cementerio que tuvo la ciudad, dónde hoy está la plaza que lleva su nombre en el barrio de Villa Urquiza.

Marcos Sastre será recordado por tres aspectos de su vida; como educador, como creador del “Salón Literario” y como autor de la “Anagnosia” y “El Tempe Argentino”.
Claudio Carraud